Advertencias: Doub-con, ligero OoC, lemon, lenguaje soez, Yaoi. Fic parcialmente censurado para cumplir con las normas de la página.
Declaración: Historia sin fines de lucro, Saint Seiya no me pertenece.
I
Un empujón final le avisó a Saga que el otro hombre había terminado, un verdadero alivio, porque aquello comenzaba a ser doloroso. Ya con licencia para dejar de moverse, se dejó caer sobre el pecho del otro, jadeando de agotamiento y a punto de quedarse dormido. Radamanthys lo empujó bruscamente, para quitárselo de encima y lo echó a un lado.
– ¡Mierda! Como pesas, géminis.
No le importó, estaba perdido en la agradable sensación de alivio que solía quedarle después del sexo, cuando todo su cuerpo estaba tan agotado que no podía interferir con los pensamientos de su mente. Recordaba cosas terribles, heridas de su pasado, terrores ocultos y escenas que hubiera preferido desterrar de su memoria; pero en ese momento no le resultaban dolorosas… en esos momentos de completa relajación podía contemplarlas sin sentir que le destrozaban. Su catarsis personal era hablar sobre lo que pensaba en voz alta, sabiendo que el otro escuchaba, aunque fingiera ignorarle.
–Kanon lo hace así también – comenzó, rememorando aquella vez que había entrado a su templo sólo para encontrar a su hermano con Milo en medio de la sala de estar. Sus manos dibujaron la imagen de un cuerpo sobre su propio regazo y a Radamanthys -que miraba de reojo- no le fue difícil imaginarse a alguien allí – Lo sostiene de las caderas y así puede guiarle que tan rápido ha de ir y a Milo le gusta, el cabello se le mueve, ondeando – y lo dibujó con sus manos, viviendo intensamente esa imagen – y sus mejillas están rojas. Sus hombros…
Y siguió hablando, aunque era uno de los recuerdos que más dolor solía causarle, justo ahoranpodía rememorarlo sin más reacción que la imperiosa necesidad de hablar sobre ello. Delinearle la imagen al otro, que seguía fingiendo no enterarse.
Sus palabras fueron gráficas y detalladas, y Radamanthys lo dejó hablar, no se le dificultó imaginarse el cuerpo del escorpión celeste –a quien había visto sólo un par de veces – frente a él, perlado de sudor, enrojecido y vibrante. Gruñó disgustado cuando la imagen en su cabeza varió un poco para convertirse en la del hombre que tenía recostado a su lado. Le fastidiaba que hiciera eso, siempre justo después de hacerlo aquel salía con alguna fantasía erótica con otro. Sin embargo no dijo nada, no lo interrumpió solo miró fijamente su expresión, mientras continuaba.
finalmente Saga se giró boca abajo, apretando las sábanas entre sus dedos.
–Cállate ya, géminis.
Y subiéndose sobre su espalda, le mordió el cuello, mientras sus caderas se acomodaban de nuevo, sin más preámbulos. Saga jadeó, removiéndose, era demasiado pronto, aun sentía el ardor y el escozor del encuentro de hacía unos momentos y no estaba deseando otro.
– ¡Para! –exclamó con molestia – ¡Bájate!
El juez no lo escuchó, estaba demasiado ansioso y continuó, lastimándolo. Saga se reveló dándole un fuerte codazo en la boca del estómago y se incorporó sobre sus rodillas.
– ¡Diablos! ¡Te digo que no quiero!
Radamanthys resolló, necesitado de aire, frustrado, ofendido y furioso.
– ¡Maldita sea! ¡Déjate de tonterías! ¡Si ya no tienes ganas de hacerlo, deja esas fantasías de lado! Que me irrita estarte oyendo sobre cómo deseas montarte a alguien más.
Saga no iba a disculparse, necesitaba hablar de esas cosas.
–Es que Kanon…
–Y para esa mierda de Kanon, Kanon.
Saga frunció el seño, y aunque sintió un mal presentimiento bajando por su espalda como agua fría decidió no callarse.
– ¿A qué te refieres?
Radamanthys se lo dijo, con todas sus letras; si Saga hubiera conservado su habilidad para estudiar las estrellas y lo hubiera hecho unos momentos antes, o si hubiera sabido leer la honda frustración en los rasgos del inglés, o si hubiera tenido un poco de prudencia se habría callado. Pero no había forma de que pudiera prever lo que iba a pasar, así que no tuvo forma de evitarlo.
Y al final, el resultado de todo era ese. Encontrarse aún peor que antes, con una honda fractura abriéndose espacio en su pecho; un dolor hueco, como a punto de morirse, con la sensación de que el vació dentro de él lo ocupaba todo y que no tardaría en escuchar una voz sombría llamando "Saga" dentro de él. Lo asaltó el pánico a volverse loco, una vez más.
