no es responsable de lo que aquí se publica, cada quien es responsable de lo que lee.
Este fic narra sucesos reales cuyos datos han sido obtenidos de internet, libros de historia y discos de acetato. Los personajes de Candy son propiedad de su creadora, yo solo los uso para fines recreativos y sin afán de lucro.
La Búsqueda
Capitulo I
Caudillos en Revolución
Por Maryluz
El ruido sin cesar de la locomotora se escuchaba a cada hora, a cada minuto, a cada segundo. No se escuchaba otra cosa en el lugar.
Muchos eran los hombres que se encontraban en ese vagón del tren, todos descansaban sentados en el suelo de lo que parecía ser un vagón para ganado, pero que era utilizado ahora para transportar gente a las minas de cobre.
El calor que se sentía se hacía aun más insoportable al tener que estar entre tantos hombres apretados, sudorosos y sucios. El aire se hacía cada vez más pesado y se dificultaba la respiración. El ambiente era tenso, sabían lo peligroso que era el viaje, pero pocos eran los que se preocupaban por ello. Necesitaban el trabajo, y el dinero, para mantener a sus familias.
Dormitando entre las maderas del vagón y sentados entre el heno que aun se encontraba en el suelo. Varios mineros americanos iban rumbo a su destino final: Una mina de cobre en Agua Prieta, Sonora, México.
Entre todos esos hombres, uno en especial se preguntaba una y mil veces por su destino. Uno de ellos que realmente no necesitaba el trabajo, ni él dinero. Tenía más que suficiente. Pero aun así iba en ese vagón rumbo a la estación de trenes de Santa Isabel, en Sonora. Le urgía cruzar la frontera, y hacerse pasar por un minero americano fue la única solución que pudo encontrar en el momento.
- Hace cuantos días que estoy viajando - pensaba mientras observaba distraídamente a todos esos hombres que estaban frente a él - Llevo más de un mes sin detenerme ni un minuto. ¡Candy! - dijo mientras descansaba su rostro entre sus manos y la barba de tantos días rozaba sus blancas manos.
Albert había pasado los últimos seis meses en Africa, después de haberse revelado que él era el Misterioso Tío Abuelo William Andrew y haber estado poco tiempo a la cabeza de la familia. Había decidido distraerse un poco para regresar con nuevos aires a ocupar su puesto. Jamás se imaginó que un telegrama urgente de George le hiciera regresar de forma anticipada a Chicago.
Era el año de 1916, Europa estaba en plena Guerra, pero los estados Unidos al mando del presidente, Woodrow Wilson, tenían un papel meramente de observadores. Los Estados Unidos no participaban en la guerra que envolvía a parte de Europa y Asía.
- El mundo se ha vuelto loco - dijo Albert en voz baja mientras recordaba el motivo principal por el que George lo había mandado buscar - Europa en Guerra y México en plena Revolución.
George, al igual que todos los Estados Unidos, había recibido la terrible noticia de haber sido atacados por fuerzas revolucionarias Mexicanas.
Los Revolucionarios al mando del General, Francisco Villa, habían entrado en territorio americano el 9 de Marzo de ese año, arrasado con la población de Columbus, en Nuevo México. Habían robado, matado y destruido. Habían acabado con todo a su paso.
Candy había sido transferida del hospital de Chicago, donde trabajaba cuando Albert se fue al Africa, al hospital Nuevo México de Columbus. George se había sorprendido con la noticia del traslado, pero dado que México estaba bajo las fuerzas revolucionarias y siendo Nuevo México frontera con Cd. Juárez, Chihuahua, era de esperarse que necesitaran personal extra en los hospitales.
Cuando por el diario supo de lo ocurrido en Nuevo México, fue directamente a la oficina del Hospital Santa Juana, en Chicago, para saber del personal medico que se encontraba en Nuevo México. Fue allí que recibió la terrible noticia de que el hospital de Nuevo México había desaparecido... Al tiempo en que mando un telegrama a Albert solicitándole que regresara de forma urgente, mandó a alguien a investigar sobre el paradero de Candy sin encontrar una respuesta concreta.
- ¡Candy!, ¡Candy! - pensó Albert - ¿por qué fue que te deje sola?, debí insistir más para que viajaras conmigo al África. Los dos necesitábamos unas buenas vacaciones y África nos ofrecía un clima perfecto. Sin guerras, sin revoluciones que pudieran atormentarnos. ¿Aún me pregunto qué hacías en Nuevo México?, se que tu carácter altruista te pudo haber llevado a presentarte como voluntaria en ese hospital que requería de personal medico. Prefiero pensar que fuiste tú la que se ofreció a ir, y no que hubo mala fe de alguien al mandarte a ese lugar.
El tren se detuvo de forma brusca obligando a todos los hombres ha hacerse hacía a adelante, aquellos que viajaban sentados, y a caer sobre sus compañeros, a aquellos que viajaban de pie.
- ¿Qué sucede? - fue la pregunta generalizada.
Nadie sabía que ocurría, aun faltaban un par de horas para llegar a la estación de Santa Isabel, ¿por qué pararse en medio del desierto?
Unos disparos hicieron que los hombres comenzaran a inquietarse. Se podía ver el movimiento de la gente afuera a través de los maderos que formaban el vagón en el que viajaban. Un fuerte ruido hizo que la gente a orillas de la puerta se hiciera hacía atrás, al tiempo en que la puerta se comenzaba a abrir.
El sol de las tres se reflejaba sobre los ojos de todos aquellos mineros impidiéndoles ver al frente. Mientras sus ojos se acostumbraban a la luz del sol, permanecieron ciegos. Cuando sus ojos se acostumbraron, pudieron ver quien abría la puerta. Era un hombre corpulento, vestido con camisa de manta de un color, que de estar limpio, pudiera ser crema y chaleco de cuero totalmente lleno de tierra, montaba sobre un gran caballo pinto. Sobre su cabeza llevaba un pañuelo rojo, cargaba sobre su brazo una escopeta y la apuntaba directo a todos esos hombres; hombres pobres que no llevaban armas.
Aquel hombre corpulento a señas les indicó que todos bajaran. Y gritaba cosas que no alcanzaban a entender. Albert bajó junto con ellos y comenzaron a hacer filas frente a un puñado de hombres más que viajaban a caballo cargados con armas cortas y escopetas. Sobre sus cuerpos, cargaban con carrucheras con balas para todas aquellas armas que llevaban encima.
- ¡Los Revolucionarios! - dijo Albert en voz baja, al tiempo en que uno de los hombres se acercaba a él de forma decidida con el ceño fruncido.
Se escuchó un disparo y un grito ahogado, aquel hombre que se dirigía a Albert volteó el caballo, llamando a aquel de sus hombres que había disparado sobre uno de esos mineros.
Albert corrió hasta donde estaba el hombre tirado, sus ojos brillaban por las lágrimas, mientras alcanzó a pronunciar.
- You care of my family(Cuida de mi familia) - mientras cerraba los ojos y su último respiro se escapaba de sus labios.
- ¿Por qué? - se levantó Albert furioso, hablando Español, no podía ver a un hombre morir y menos de esa forma - No estaban armados, ¿por qué dispararles de esa forma?
Uno de los hombres montado a caballo sobre un hermoso alazán Negro se aproximó hasta él.
- ¡Tú! - le dijo a Albert - muévete...
Los ojos de Albert se abrieron de la impresión al ver sobre el pecho de aquel hombre una figura muy conocida. El sol de las tres de la tarde se reflejó sobre él, brillando como el propio sol.
Albert corrió hasta él tomándolo del pecho del hombre, lo que provocó que todos los hombres a caballo a su alrededor sacaran sus armas y le apuntaran peligrosamente.
Albert sostenía el objeto entre sus manos, mientras los hombres le apuntaban. No podía permitir que le mataran, no cuando apenas acababa de cruzar la frontera, cuando apenas comenzaba su Búsqueda.
Continuara...
Nota de la Autora:
Este fic esta centrado en la Revolución Mexicana, todos los datos presentados son hechos históricos que pueden ser verificados en todas las paginas de internet que existen sobre el tema.
Después de publicado este capítulo, alguien me aviso que en África también había guerra, jejejeje. Quien me manda no investigar tan a fondo, jejejeje.
Advierto que Candy sale muy poco, a pesar que Albert la está buscando. Es otra historia muy vieja, publicada por primera vez alrededor del 2002-2003. Terminada y muy corta.
