Drabble para el lobo que reina mi corazón, ¿review?
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A veces era muy complicado seguir viviendo para Remus Lupin. Porque ni sus preciados libros podían sacarlo de su tristeza, el chocolate no le levantaba los ánimos, sus charlas con Lily le dejaban un sabor un tanto amargo y las bromas de sus amigos ya no parecían tan divertidas.
Se sentía demasiado cansado como para prestarle atención a alguien, ni siquiera a sí mismo y eso realmente lo asustaba porque ya solía ser una cosa común en su vida. Era en esos periodos que se perdía en sus propios universos inventados que ni el comprendía donde los tres merodeadores restantes y su amiga pelirroja podían preocuparse por su bienestar.
Eran tiempos difíciles para todos ellos, cuando las ojeras se hacían más notorias, los huesos parecían rasgar la piel y las heridas frescas contrastaban con su pálido rostro. Era demasiado lo que esos jóvenes hombros cargaban y todo siempre con una sonrisa cansada acompañada de unos tristes ojos miel.
El simple hecho se seguir respirando era demasiado para él, demasiado difícil el seguir abriendo los ojos cada mañana y darse cuenta de que no tenía mucho por lo que seguir levantándose, hasta que un pequeño milagro
Porque cada día James no encontraba sus anteojos, Peter olvidaba su ensayo acerca de Runas, Lily tenía un nuevo libro muggle para él y Sirius escapaba de sus innumerables castigos impuestos por McGonagall. Porque para él, Remus seria siempre su prioridad.
Entonces Remus Lupin se levantaba después de una de muchas recaídas, permitiéndose sonreír, pensando que en el futuro todo mejoraría, cuando realmente se pondría peor, pero eso no le importaba, porque era joven y tenía ahí a sus amigos, siempre para sostenerlo.
Tal vez él no lo sabía pero los que juraron ser sus amigos tenían un trato no dicho con palabras sino con acciones, el darle un motivo para reír todos los días, sacarlo de esa dimensión que lo consumía por completo algunas veces y que a ellos les aterraba, porque a veces era imposible sacarlo de ahí.
En esos instantes Sirius se daba cuenta de los especial que podía llegar a ser el Lunático que lo había salvado e sumirse en un pozo de profunda oscuridad, justo como él.
Porque la sonrisa de Remus era lo único que apreciaba en el mundo.
La única cosa que hacía que quisiera seguir viviendo.
La única cosa que lo hacía feliz.
