Intoxicantes noches de primavera
Autor: YU TA-FU
Durante seis meses estuve en Shangai sin trabajo y debido a esta cesantía me cambié tres veces de vivienda. Primero residí en un sucucho de la calle del Pozo Bullente, una cárcel sin guardia donde jamás brillaba el sol. Con la excepción de unos cuantos feroces sastres con aspectos de maleantes, los inquilinos de esta prisión sin vigilancia eran e su mayoría intelectuales desconocidos y dignos de compasión. Por eso es que le puse al lugar la Grub Street Amarilla. (Antigua calle de Londres, donde vivían muchos escritores de poco éxito) Después de un mes, mas o menos, subio repentinamente el arriendo y me ví obligado –con mis pocos libros llenos de hojas dobladas- a mudarme a un hotelucho que conocía, cerca del Hipódromo. También aquí me tope con cierto tipo de presiones que me hicieron mudarme. Esta vez encontré un cuartito en el barrio bajo frente Jihsinli, en la calle de la abolladura, al extremo norte del Puente del Jardín.
En este lado de la calle de la Abolladura las casa no se elevaban sobre los siente metros. El piso que yo habitaba era sumamente pequeño y bajo. Si estando de pie hubiese querido estirar los brazos y bostezar, mis manos habrían atravesado el techo gris y polvoriento.
Entrando desde el callejón por la puerta principal se llegaba primero al cuarto del patrón. Aquí, abriéndose paso entre montones de andrajos, tarros y botellas viejas y otras basuras, había que alcanzar una desvencijada escala inclinada contra la pared. Era el único camino para ir al oscuro agujero –un metro cuadrado- que conducía al segundo piso, que no era en verdad mas que un solo piso pequeño y sombrío dividido en dos compartimientos. Yo ocupaba aquel donde se hallaba el hoyo; el otro lo ocupaba una mujer que trabajaba en la compañía N de cigarrillos. Debido a que ella tenia que pasar por mi "cuarto" para llegar al suyo, mi arriendo mensual era unas cuantas monedas mas barato.
Conocí a mi vecina de piso la misma tarde en que me mude. Como a las cinco, cuando el rápido crepúsculo primaveral ya había caído, encendí una vela y comencé a ordenar los libros que me había traído del hotel, poniéndolos en dos montones, uno grande y otro mas pequeño. En el grande coloqué dos marcos de cuadros de veinticuatro pulgadas. Habiendo vendido todos lo muebles que tenia, este arreglo de libros y marcos, debía hacer las veces de de escritorio d día y de cama por la noche. Luego me senté en el montón mas bajo, de frente al escritorio, y encendí un cigarrillo. Mientras estaba ahí, mirando la vela y fumando, escuché un ruido bajo la puerta-trampa, a mis espaldas. Me di vuelta, pero solo pude ver la sombra de mi propia cabeza. Los oídos, sí, me dijeron claramente que alguien venía subiendo. Mire con ahínco a la oscuridad y ante mis ojos aparecía un rostro ovalado y muy pálido, pero poseía unos hermosos ojos, me asombraron la traslúcidez de sus ojos. Supe de inmediato que se trataba de mi compañera de pieza. Cuando vine a tratar por el cuarto, el viejo patrón me advirtió que además de él vivía en la casa un obrera. Yo había arrendado el cuarto sin pensarlo dos veces. Yo había arrendado el curto sin pensarlo dos veces. En primer lugar me gustaba el precio bajo del arriendo y, en segundo me complacía el hecho de que no hubiera una dueña de casa ni niños. Cundo la vecina entro en mi cuarto, me levante y le salude con una venia.
-Buenas tardes –dije –Acabo de mudarme. Espero que nos llevemos bien señorita.
Ella no respondió, pero sus grandes ojos azules claros me miraron escrutadoramente. Luego llego a su puerta, le quito la llave y entro en su cuarto. Es todo cuanto vi en ese primer encuentro, pero algo me dijo que se trataba de una joven criatura indefensa e inocente. Algo en sus rasgos pálidos y en su figura pequeña y delgada parecía indicar que se trataba de una alma desolada y lastimosa. Sin embargo en ese tiempo tenia yo mismo excesivas preocupaciones como para gastar demasiada compasión en alguien, que al menos, aun tenía un trabajo, de modo que volví a sentarme en el montón pequeño de libros y me quede allí inmóvil, mirando la luz de la vela.
Paso una semana desde mi llegada al barrio bajo. Todos los días cuando mi vecina partía al trabajo –se iba antes de las siete y regresaba después de las seis- me encontraba sobriamente sentado sobre mi montón de libros, mirando la llama de la vela o la lámpara de aceite. Quizás fue la constancia con que yo mantenía este hosco hábito lo que despertó su curiosidad. Por que un día, cuando subió la escala y yo, como siempre, me levante para darle paso, se detuvo y me miro fijo:
-¿Qué es lo que lee con tanto afán todo el tiempo? –me pregunto con voz tímida y balbucearte, hablaba suave en puro dialecto de Suchow, pero el sentimiento que su encantadora voz me producía es imposible de describir, de modo que me limitare a traducir sus palabras al habla corriente.
Lo que me dijo en hizo enrojecer. El hecho es que aunque pusiera ante mi una cantidad de libros extranjeros, mientras permanecía así, sentado pétreo, día y noche, mi mente se hallaba en tal estado de confusión, que no leía ni una sola palabra. A veces dejaba que mi imaginación llenara el espacio entre las líneas con formas y figuras extrañas; otras me quedaba simplemente mirando las ilustraciones y de inmediato mi fantasía evocaba las mas fantásticas imágenes. En verdad en aquel tiempo me aquejaba el insomnio y la desnutrición y mi estado no era en absoluto normal. Mas aun puesto que la única cosa que poseía en el mundo –la túnica guateada que tenia en la espalda – estaba andrajosa hasta lo increíble, no había podido salir durante el día, y puesto que en mi oscuro cuartucho que no daba paso la luz del sol, tenis que usar la vela o la lámpara de aceite todo el tiempo, mis ojos y mis piernas también se hallaban debilitados por el desuso.
-en verdad no estaba leyendo –dije confuso. Pero parecía tan absurdo estar sentado como piedra … Por eso pongo los libros abiertos frente a mi.
Me lanzo una mirada burlona y entro en su cuarto siempre con la expresión asombrada.
Seria falso decir que había descuidado por completo la idea del trabajo, o que en verdad no hubiera hecho nada. En ciertos momentos sentía la mente mas despejada y había traducido varios poemas ingleses y franceses y varios cuentos alemanes de mas o menos cuatro mil palabras desde que estaba ahí. El resultado de más esfuerzos lo había enviado a unas firmas editoriales nuevas.
Siempre echaba correspondencia en la oscuridad de la noche cuando nadie mas estuviera rondando. No tenia esperanzas de conseguir un verdadero trabajo y pensaba que lo único que podía hacer era tratar de usar mi cerebro disecado. Si me acompañaba la suerte y mis traducciones encontraban acogida entre los editores y se publicaban, me llegarían unos cuantos yinyuanes.
NOTAS DE AUTOR:
¡Hola!
1_ Esta es una traducción (no mia) de una hermoso cuento chino del autor YU TA-FU, me parece un hermoso y corto cuento. Consiste en cuatro capitulos, pero es hermoso. Es la primera vez que hago algo asi y espero no estar infringiendo ninguna norma. ; P
2_Estoy intentado terminar Aoi Hitomi, pero…. Mmmm
3_Bueno. Agradezco a todos los que leen esta pequena historia y mas aun a los que le dedican un tiempito a dejar sus opiniones, criticas etc… ¡Gracias!
¡Hasta el proximo capitulo!
