COMO UN LADRÓN


"Los cisnes de bonitas plumas blancas en el anochecer nadan en una danza de carnaval armoniosa.
¡El cazador soy yo! Mi arco estaba preparado
Pero su belleza me fue mostrada en el interior salpicando, en silencio desde el lago, y su pálida mirada guardaba un triste poema.

Ella está perdida en la desesperación, arrastrada a la guarida del brujo en las sombras "

El lago de los cisnes, fragmento.


Acto I. El rey cisne y el pianista.

Reparto para "El lago de los cisnes"

Compañía de danza clásica Minako & Cialdini

Odette / Odile - Yuri Katsuki

El príncipe Sigfrido- Yuri Plisetsky

El hechicero Rothbart- Christophe Giacometti

La reina- Phichit Chulanont

Benno von Sommerstern- Kenjirou Minami

-Con que el perfecto Yuri Katsuki será nuestro rey cisne- dijo Christophe Giacometti en voz alta mientras su brazo se enredaba alrededor de los hombros de un joven hermoso de cabello oscuro y grandes ojos marrones el cual miraba el tablero de anuncios de la compañía de baile de la que era parte como si no pudiera creerlo del todo.

Y es que aquello era irreal, era hasta cierto punto increíble aun el hecho de haber obtenido por fin el rol principal en una de las representaciones más famosas y alabadas de la compañía de Minako y Celestino. Era de verdad sorprendente, un milagro, algo que lo hacía feliz y sin embargo, seguía provocándole vértigo porque en realidad, si alguien le hubiera preguntado al joven aquel qué estaba sintiendo en aquel preciso instante, él solo habría podido responder con una palabra: miedo, había más miedo que felicidad en su corazón.

-No es tan sorprendente- dijo otro de los bailarines de la compañía, un chico rubio y atlético de brillantes ojos verdes que era un poco más alto que Yuri y quien contemplaba también la pizarra de anuncios sintiéndose un poco nervioso por el papel del príncipe que le habían asignado.

-¿Por qué no lo es, Plisetsky?- dijo Chris sin soltar a Yuri-. Tu audición para el papel del rey cisne también fue perfecta, Yura. La verdad había pensado que Celestino y Minako te elegirían a ti. No estoy diciendo que nuestro Yuri no me haya causado ganas de llorar con su perfecta rendición de Odette…

-Mi audición no fue perfecta, Giacometti, al menos no fue más perfecta que la de Yuri- dijo el joven rubio, quien en seguida atrajo hacia él la mirada fija de los ojos marrones del joven Katsuki-. Además me gusta el papel que me asignaron…

-Te gusta porque sabes que tú y Yuri tendrán que bailar muy de cerca el uno del otro, en especial cuando nuestro rey cisne interprete a Odile, el cisne negro – dijo Christophe haciendo que el joven de ojos verdes lo fulminara con la mirada-. De no ser así, ya estarías gritándole a todo el mundo que tú eres el mejor de esta compañía y que no mereces menos que el rol principal…

-¿De verdad no estás molesto, Yura?- preguntó el joven Katsuki quien estaba acostumbrado a la actitud siempre competitiva de quien era su más antiguo compañero en la danza y uno de sus mejores amigos en el mundo.

-¿Por qué tendría que estarlo?- dijo el rubio con una sonrisa dulce que solamente Yuri Katsuki solía recibir-. Por fin vas a mostrarle a todo el mundo la clase de bailarín que eres, por fin podré verte en un papel demandante que te hará salir de tu zona de confort y yo bailaré contigo… si fallas o me decepcionas, no te lo perdonaré jamás, Katsudon…

Yuri Katsuki sonrió al escuchar aquel apodo cariñoso que Yura le había dado desde el primer día en el que se habían conocido cuando no eran más que dos niños aprendices en la escuela para novicios de la afamada prima ballerina rusa Lilia Baranovskaya con la que los dos habían estudiado antes de que Yuri tuviera que regresar a Japón cuando el padre de éste había enfermado de gravedad.

El joven Katsuki sonrió con algo de tristeza al pensar que su padre no podría verlo presentar aquel que sin duda alguna era el papel de su vida, el papel que había esperado durante toda su carrera, esa carrera que había estado condenada a los papeles secundarios la mayor parte del tiempo. Y es que Yuri había dejado que el miedo ganara la batalla antes, esa era la razón por la cual, aunque su talento era enorme, el jamás lo había dejado estallar del todo por medio de un papel tan exigente como el que acababa de ganar y sí, aunque estaba muriendo de miedo por dentro, también era cierto que en ese mismo instante él estaba determinado a hacer de aquel papel algo por lo que la gente pudiera recordarlo: Yuri estaba determinado a ser el mejor rey cisne de la historia de la compañía y no iba a conformarse con menos.

Y es que por muchos años él se había resignado a ser solamente uno más, solamente parte del ensamblaje, simplemente un bailarín más. Desde la muerte de su padre, las cosas no habían estado demasiado bien y él había dejado que toda aquella situación lo distrajera de su meta, su meta de convertirse en un artista inolvidable, la meta de bailar ante todo el mundo con la seguridad de que nadie podría apartar de él la mirada.

Había sido Yuri Plisetsky quien había ido a rescatarlo cinco años después de que los dos se separaran en Rusia donde el joven Katsuki había completado apenas sus estudios con madame Lilia quien siempre lo había considerado uno de sus mejores alumnos. En aquel entonces, Yuri tenía apenas 17 años y se sintió de verdad aliviado cuando el joven Plisetsky llegó a visitarlo diciéndole que ahí, en Japón, Minako Okukawa y Celestino Cialdini estaban reclutando bailarines para una compañía de ballet puramente masculina, algo que era sin duda revolucionario en todos los escenarios de la danza clásica a nivel mundial.

Además, Minako había sido la primera profesora de ballet de Yuri antes de que la afamada bailarina japonesa decidiera viajar por todo el mundo para saber qué haría con su vida después de haberse retirado de los escenarios y la respuesta había sido aquella: tener su propia compañía de ballet y hacer de ella una compañía de la que el mundo entero siempre estaría hablando.

Fue por ello, que después de su llegada a Hasetsu que era la ciudad natal del joven Katsuki, Yuri Plisetsky había convencido a su amigo de presentarse a una audición en Tokio para pertenecer a dicha compañía, algo que no fue tan sencillo de decidir para el pelinegro quien después de la muerte de su padre, no se sentía con derecho de dejar a su hermana mayor Mari, y a su madre solas y a cargo del hotel de aguas termales donde él y Yurio, que era el nombre que su familia le había dado al rubio, pasaron varios días discutiendo hasta que el joven Plisetsky le dijo a Yuri que si no iba con él a Tokio por las buenas lo llevaría ahí a rastras y cuando Yuri notó que su amigo no estaba bromeando, los dos se echaron a reír y decidieron que se prepararían a conciencia para aquella audición.

Y Yurio se había sentido feliz al recuperar a su amigo, a la única persona que en las clases de la Academia de Ballet de madame Baranovskaya se había mostrado amable con él a pesar de que los dos eran un par de desconocidos. A Yurio siempre le había gustado aquello de Yuri, que el joven japonés era capaz de tratar a todo el mundo con delicadeza a pesar de que en realidad no era tan sociable.

Además, cuando Yuri bailaba, el chico tenía una gracia natural que hacía de cada uno de los movimientos de su cuerpo algo musical y estilizado, era como si Yuri no necesitara música para bailar porque su cuerpo mismo creaba canciones al moverse por el escenario. Y Yurio admiraba aquella magia, él quería llegar a producir aquello que Yuri lograba hacer pero él sabía que sus movimientos al bailar siempre serían menos delicados debido a ese carácter suyo que explotaba a la más mínima provocación y él suponía que pasaba lo mismo con su danza: él no podía evitar ser explosivo y firme con sus movimientos así como Yuri Katsuki no podía evitar ser delicado y suave con la suya.

Y a pesar de eso, de que los dos eran sumamente distintos, Yuri y Yurio sostenían una amistad que a lo largo de los años se había hecho más y más fuerte hasta el punto en el que era casi imposible verlos separados después de los ensayos, y a pesar de que desde el momento en el que los dos habían sido aceptados en la compañía Minako & Cialdini, habían hecho buena amistad con otros tres bailarines, la amistad de los dos era un poco más profunda que la amistad que tenían ahora con Chris, Phichit y Minami.

De hecho, muchas personas solían decir que Yurio y él tenían una relación más allá de la amistad pero cuando algo así llegaba a sus oídos los dos chicos reían de forma escandalosa, aunque era cierto que Yurio no podía soportar que Yuri saliera con los demás bailarines de la compañía y que siempre era protector y algo posesivo con él, pero no podía evitarlo. Aquella era su forma de querer a Yuri porque él creía que era su deber apartarlo de aquello que pudiera hacerlo sufrir y no dejar que nadie dijera cosas malas de él porque el rubio sabía que su amigo era sumamente sensible ante la crítica.

Y aunque a veces era Yurio quien le decía cosas como "fuiste un jodido cerdo torpe durante el ensayo, Katsudon" o "¿Le llamas a eso un cabriolé? ¡Patético, Katsudon!", Yuri sabía que su amigo lo decía para retarlo a ser mejor de lo que era, y en realidad, así era como su relación funcionaba: los dos se retaban el uno al otro, los dos siempre estaban haciéndose mejores el uno al otro por medio de esa competencia amistosa que desde el principio había existido entre los dos.

Y aunque su relación era un tanto extraña para los que los veían desde afuera, aquellos dos chicos eran unidos de verdad y era por ello que Yurio no se sentía triste al ver que después de años de esfuerzo continuo Yuri al fin había obtenido ese papel que sin duda alguna había nacido para representar: Yuri Katsuki era el rey cisne y él sería su príncipe ¿Por qué alguien se sentiría enojado ante un reparto tan bien seleccionado?

El joven Plisetsky notó que sus mejillas se sonrojaban un poco al darse cuenta de que en realidad la parte de "ser el príncipe de Yuri", al menos en la obra, lo estaba emocionando de un modo extraño al que él no quería ponerle demasiada atención. Él solo sabía que tenía que estar ahí para apoyar a su amigo y si eso hacía sonreír a Yuri del modo en el que éste estaba sonriendo en ese momento, la verdad es que él estaba dispuesto a ser el coprotagonista de Yuri Katsuki en todas las representaciones que Minako y Celestino quisieran.

-No voy a defraudarte, Yura- dijo el joven Katsuki sin dejar de sonreír-. Aunque de verdad debo mejorar mucho de mi papel como Odile, Celestino no dejaba de repetir que me falta sensualidad…

-¡Oh, no te preocupes, eso lo tengo cubierto!- dijo Christophe deslizando su mano por la espalda de Yuri hasta tocar su trasero firme haciendo que el pelinegro empujara a Chris lejos de él- ¡Yuri, no te alejes! ¡La lección de sensualidad de Chris estaba por comenzar apenas! ¿No quieres aprender algo de los mayores? No hay otro modo de aprender de sensualidad más que este, poniéndote en las manos de un experto literalmente…

-Solo eres dos años mayor que yo, Chris- dijo el muchacho Katsuki sin poder evitar sonrojarse por las palabras que el joven Giacometti había pronunciado-. Y perdona que no me ponga en tus manos literalmente pero… no… investigaré de sensualidad por mi cuenta, gracias…

-Tú te lo pierdes, guapo- dijo Chris guiñándole un ojo al joven de los ojos marrones y dedicándole una sonrisa llena de inocencia a Yurio quien lo miraba como quien mira a la más grande basura del planeta.

-¿Por qué tanto alboroto?- dijo una alegre voz uniéndose a los chicos que seguían frente al tablón de anuncios de la compañía- ¿Por qué Yuri luce como si acabara de ser acosado por Chris por milésima vez en su vida? No me respondan, Yuri acaba de ser víctima de las manos de Chris de nuevo ¿verdad?

La voz pertenecía a un joven tailandés cuyos ojos se posaron en Yurio quien asintió a sus palabras evidentemente molesto y un minuto después, los ojos negros del joven aquel se llenaron de alegría al ver el nombre de Yuri Katsuki marcado como el principal de la representación y se echó a reír a carcajadas cuando leyó su propia asignación como la reina soberana, la madre de Sigfrido.

-¡Vaya!- dijo el joven cuyo nombre era Phichit Chulanont- ¡Ahora soy la madre de Yurio y la futura suegra de Yuri! ¿Por qué no obtengo ninguno de los papeles sensuales? ¡Yo quería ser Rothbart!

-¡Oh, cariño!- dijo Chris con aire afectado-. No, eso no puede ser posible, mi corazón. Ese papel fue escrito para mí, tú no tienes la malicia suficiente para ser un brujo desalmado que disfruta de convertir una dulce historia de amor en una tragedia…

-¿Dices que soy demasiado adorable para un papel así?- dijo Phichit intentando poner en su cara de rasgos delicados una mirada que intentaba hacerlo parecer malvado pero que solo lograba hacerlo parecer más adorable.

-Sí, eres demasiado adorable- dijo Yuri Katsuki haciendo reír a Phichit.

-Bueno, si es nuestro rey cisne quien lo dice, no discutiré- dijo Phichit alegremente-. Lo conseguiste Yuri ¡Por fin lo conseguiste! Lo que no entiendo es por qué Yurio no está gritándole a Celestino en este justo instante, eso hizo cuando me dieron a mí el papel del cascanueces…

-¡Oh! Lo que pasa es que la idea de bailar con Yuri lo pone feliz- dijo Chris haciendo que los ojos verdes del joven Plisetsky lo fulminaran con la mirada-. Ya sabes, por fin cumplirá su fantasía de ser el príncipe de su crush de toda la vida…

-¡Oh, el amor que trasciende de lo real a la fantasía!- dijo Phichit con una mirada soñadora que hizo reír a Chris.

-¿De verdad son adultos?- dijo Yurio con ganas de asesinar a Chris y al tailandés-. Ya les dije que estoy feliz por Yuri, nadie más que él merecía ese papel.

Yuri sonrió con agradecimiento y el rubio pensó que aquella sonrisa era suficiente para hacerle olvidar sus ganas de ahorcar a Giacometti. Y es que Yuri Katsuki no solía regalarle aquellas sonrisas a cualquiera y en aquel momento, Yurio se prometió que no dejaría que aquella sonrisa se desvaneciera hasta el día del estreno. Él haría que Yuri no se rindiera, él haría que aquella obra fuera por fin aquel éxito rotundo que no le dejaría a nadie duda de que Yuri era el mejor bailarín del mundo entero.

-¡Hey, tengo un papel principal! ¡Soy Benno! ¡Soy el mejor amigo de Yurio! ¿Vamos a celebrar?- dijo otro chico japonés que había llegado al tablón de anuncios que al parecer se había convertido en centro de reunión improvisado de aquel extraño grupo de amigos y compañeros de danza-. Y además… ¡Yuri! ¡Eres el rey cisne! ¡Esto hay que festejarlo por todo lo alto!

-Secundo la moción de Minami- dijo Phichit riendo alegremente-. Vamos Yuri, quizá podamos beber algo hoy antes de que Minako y Celestino empiecen a ponerse neuróticos con las dietas y las rutinas de ejercicios anti grasa…

-Deberíamos ir por Katsudon- dijo Chris riendo alegremente-. Ya sabes, no creo que puedas probar uno de esos tazones de comida que prepara tu madre, Yuri, no hasta la noche de estreno al menos…

-Lo siento, pero no creo que sea posible salir esta noche, chicos- dijo Yuri con una sonrisa un tanto triste-. Le prometí a mamá que iría a verla para contarle acerca de mi papel, además hoy es…

-Es el aniversario de la muerte de tu padre- dijo Yurio haciendo que las sonrisas de los demás desaparecieron en cuestión de segundos- ¿Por qué no lo habías dicho antes? ¿Podemos acompañarte?

-No, no, no se preocupen…- dijo Yuri con seriedad-. Vayan a celebrar ustedes, si mamá no se siente tan mal los acompañaré más tarde ¿sí?

Los cuatro chicos que rodeaban a Yuri asintieron con solemnidad a las palabras de su amigo y decidieron que era tiempo de ir a casa, lo cual significaba que debían volver a la enorme mansión que era la propiedad de Minako Okukawa y en la cual, todos los bailarines de la compañía se estaban hospedando, pues aunque la sede de Minako & Cialdini estaba en Tokio, a los dos directores les gustaba ensayar en aquel tranquilo pueblo japonés donde había muy pocas distracciones para los bailarines cosa que era muy ventajosa en todo el proceso de ensayos y ensamblaje que estaba por venir en la vida de aquella compañía de baile.

Fue así como los cinco amigos salieron a la calle y después de que Yuri les asegurara a todos que se reuniría con ellos en uno de los pocos bares del pueblo, el grupo se separó tomando caminos totalmente distintos. Yuri tomó el camino hacia el norte dirigiéndose a uno de los lugares menos céntricos de Hasetsu donde estaba el hotel de aguas termales que su hermana y su madre todavía dirigían y que era uno de los lugares favoritos de los bailarines para relajarse y una de las pocas distracciones autorizadas por Celestino y Minako.

Sí, sin duda era algo extraño estar en casa pero a la vez no estarlo, y es que los directores de la compañía de verdad creían que una presentación armoniosa en el escenario empezaba desde el momento en el que la compañía decidía ser también un grupo armonioso fuera de él. Para Celestino y Minako, era primordial que sus bailarines se llevaran bien, especialmente los principales con los que tener un problema era algo imposible y por eso, una de las reglas de la compañía era que durante los ensayos todos tenían que vivir en la misma casa, lo cual hacia que Chris llamara a aquellas concentraciones en Hasetsu "el campamento militar de la danza".

Yuri sonrió al recordar ese nombre y al levantar la mirada del suelo se dio cuenta de que estaba ya cerca de Yutopia, el hotel de su familia, y una tristeza un tanto pesada se instaló en su corazón y el chico se dio cuenta de que a pesar de que el tiempo había pasado, la herida provocada por la partida de un ser amado era algo que siempre dolería, algo que siempre le haría daño.

El chico suspiró y entró a su hogar escuchando el rumor proveniente del comedor en el que seguramente los últimos clientes del restaurante estaban consumiendo la especialidad de Hiroko, su madre, aquel famoso tazón de Katsudon por el que Yurio le había dado aquel apodo que con el paso de los años se había convertido en el único nombre que el chico ruso usaba para dirigirse a él. Yuri pensaba que al joven Plisetsky siempre le había resultado incomodo compartir el mismo nombre con él y por ello el rubio había decidido darle aquel mote después de que Yuri le recitara una por una todas las razones por las que aquel platillo de su madre era lo mejor que le había pasado al mundo desde la creación del ballet.

Yuri sonrió con un poco menos de ansiedad al pensar que Yurio era su pareja de baile para aquella representación y es que él de verdad estaba preocupado por arruinar lo que sin duda alguna era la oportunidad de su vida entera, el punto cumbre de su carrera: ser el rey cisne era por lo que quería ser recordado.

El joven suspiro sintiendo que aquel sueño era demasiado grande para poder cargar con él en soledad, pero quizá no estaba solo del todo: sus amigos, su madre, incluso Mari lo apoyaban ahora y si ellos seguían creyendo en él seguramente le resultaría más sencillo creer en él y es que aquella desconfianza que nacía de lo más hondo de su ser con respecto a su talento era un mal habito que no había podido abandonar desde que era niño.

-¡Mamá, estoy en casa!- gritó Yuri y no le sorprendió para nada no obtener una respuesta, así que el chico caminó hacia una de las habitaciones de la casa en la que la familia Katsuki había adaptado un altar.

El joven sintió que la tristeza lo invadía de nuevo al sentarse sobre el suelo de madera de la casa justamente en frente del altar donde una foto de su padre quien le sonreía alegremente al futuro sin saber que llegaría un día en el que él ya no sería parte del mañana, descansaba en medio de varias varitas de incienso y flores frescas que seguramente Hiroko había puesto ahí aquella mañana.

Yuri suspiró con cansancio y dejó que su cuerpo sintiera por fin todo ese desgaste que la preparación para la audición le había dejado. Aquella última semana había ensayado hasta que sus piernas protestaban y sus dedos se quejaban amargamente de todas las veces que Yuri los había colocado en pointé porque él era uno de los pocos bailarines cuyo peso y altura le permitía hacer ese tipo de trabajo.

Sin embargo, entrenar hasta el cansancio había sido necesario porque a pesar de que tan solo tenía 23 años, uno más de los que Yurio tenía, él sabía que ya no era tan joven y que por ello mismo ganar un papel estelar como el que había ganado a base de esfuerzo había sido todo un logro en realidad. Pero estaba cansado, justamente en ese instante la tristeza y el cansancio parecían ser lo único que él era capaz de sentir y seguramente se hubiera dejado apabullar por aquellas sensaciones de no ser porque la puerta de la habitación en la que estaba se abrió de repente.

-Mi Yuri está en casa…- dijo una pausada vos femenina que provenía de una mujer bajita y regordeta de rostro dulce y sonrisa un poco triste que en seguida le causó a Yuri unas ganas enormes de abrazarse a ella, algo que Hiroko, su madre, pareció leer en su rostro porque sin esperar un segundo más la mujer se acercó a su hijo para rodearlo con sus brazos y Yuri sonrió porque su madre olía a Katsudon y a días de sol y aquello calmaba un poco la ansiedad en el corazón del joven.

-Hola mamá…- dijo el chico sin soltarse del abrazo de su madre.

-No estés asustado, Yuri- dijo ella como si pudiera leer su mente-. Lo harás bien, sé que serás el mejor rey cisne de la historia del ballet…

-¿Ya lo sabes?- dijo Yuri un poco sorprendido.

-Minako me llamó en la mañana, ella me dijo la buena noticia- dijo Hiroko con esa voz pausada que tan bien podía calmar a Yuri-. Ella también está orgullosa de ti, me dijo que por fin estás listo, que en todos estos años ella jamás te había visto tan determinado a tener un rol, que ella y Celestino no dudaron ni un segundo en darte a ti el papel principal…

-¿Aunque no soy capaz de llegar a la verdadera esencia de Odile, el cisne negro?- dijo Yuri sin temer admitir ante su madre que aquello le causaba desasosiego-. No sé qué haré si no encuentro la manera de llevar a cabo ese papel, mamá…

-Lo harás, Yuri…- dijo Hiroko con firmeza-. No hay nada que no puedas lograr, jamás te rindes y sé que esta vez tampoco lo harás. Además, todos estamos contigo, incluso papá, también él está contigo…

Yuri sonrió y dejo que el calor y la seguridad que había en la voz de su madre lo protegieran de aquellas voces en su cabeza que seguían diciéndole que echaría todo a perder como era su costumbre. Pero no, esta vez todo sería diferente, tenía que ser diferente incluso Yuri se sentía diferente. Aquella era la oportunidad de su vida y no habría nadie que lo apartara de su meta, absolutamente nadie le arrebataría aquella gloria. Ni siquiera él, mucho menos él…


Sus manos se deslizaban sobre el piano de forma perezosa al tiempo a alguien abría la puerta del pequeño local en el que Victor Nikiforov había decidido pasar la noche a falta de un mejor lugar al cual ir.

El hombre tenía apenas doce horas en aquel pequeño pueblo de Japón y la falta de lugares interesantes como los que había dejado en Moscú estaba empezando a pasarle factura pues se sentía mortalmente aburrido y ya empezaba a arrepentirse de haber renunciado a ser el pianista acompañante de la Escuela de ballet del teatro Bolshói, un trabajo que por muchos años lo había mantenido entretenido y con amplias posibilidades de diversión al por mayor.

Si alguien le hubiera preguntado por qué había tomado la decisión de irse a vivir al fin del mundo por cuatro meses, él habría dicho que por un momento le había parecido que las aventuras en Rusia se habían agotado, lo cual quería decir que ya se había acostado con todos los bailarines con los que había sido posible acostarse algo que él podía admitir sin sentir ni el menor rastro de vergüenza, así que había decidido empezar de cero con una nueva compañía para que de este modo su necesidad de experimentar placer con nuevas personas estuviera cubierta.

Sí, sin duda alguna aquella era una visión inmoral de la vida para muchas personas pero para alguien con Victor Nikiforov, aquella era la única vida que valía la pena ser vivida y lo cierto era que a sus 27 años, no sentía que tuviera que rendirle cuentas de su conducta a nadie.

Porque para Victor Nikiforov había solamente tres cosas importantes en la vida: él mismo, su piano y su interminable lista de conquistas que con el paso del tiempo había tomado un cariz legendario. Aquella lista de la que todo el mundo sabía era conocida como "La lista de corazones robados de Victor Nikiforov", un nombre que pasaba de boca en boca y de la que muchos bailarines se sentían orgullosos de pertenecer.

Sí, en el mundo de la danza donde Victor se había movido en los últimos años, todo el mundo conocía su nombre, todo el mundo sabía de su reputación de conquistador y Don Juan nato y aunque todo el mundo sabía de él, aunque todo el mundo era advertido para no caer en sus redes, nadie parecía poder resistirse a sus ojos azules cubiertos por su inconfundible flequillo de cabello color plata o a su sonrisa sensual y a aquel modo de tocar el piano que parecía nublar los sentidos de todos los bailarines que se habían movido al compás de su música.

Victor Nikiforov era un ladrón. Victor Nikiforov era un bandido que tomaba lo que quería cuando quería. Victor Nikiforov estaba acostumbrado a jamás recibir un no como respuesta.

El hombre suspiró pensando en las viejas glorias de aquella lista, y se dijo que quizá su decisión había sido errada a pesar de que sabía que en la compañía de Minako y Celestino podría encontrar nuevas adiciones a su lista de conquistas.

Pero es que aquella alegre posibilidad empezaba a empañarse cuando el ruso pensaba que Hasetsu era más bien un pueblo fantasma que estaba robándole la energía; aquel pueblo en el que casi no había gente y mucho menos un bar decente, estaba matándolo de aburrimiento lentamente al grado de que había tenido que meterse al primer local que había encontrado y a pesar de que las bebidas que el dueño del lugar, un japonés corpulento y amable, le había ofrecido no eran para nada variadas, Victor había encontrado un poco de confort al encontrarse con aquel viejo piano que después de haber sido afinado por sus manos expertas, ahora producía música alegre que incluso le daba un poco de vida al abandonado local que tenía por nombre "Ice castle" y Victor pensaba que en efecto, solo un jodido castillo helado podía estar así de abandonado.

Victor se rio de su propio pensamiento al tiempo que sus ojos azules se fijaban en la barra del bar donde el dueño que lo había atendido charlaba ahora con el nuevo cliente que acababa de entrar y que parecía ser alguien de sobra conocido para el otro hombre quien, aunque hablaba en un rápido japonés que Victor jamás habría logrado entender, lucia contento de ver a aquel nuevo cliente que estaba usando una sudadera negra con capucha que cubría su rostro y por las gotas de agua que resbalaban de la prenda del chico aquel al piso, Victor se dio cuenta de que había empezado a llover.

"Genial, ahora llueve, un final perfectamente deprimente para una noche jodidamente deprimente", pensó Victor mientras un dramático suspiro salía de sus labios y el nuevo cliente del bar se quitaba la capucha por fin dejando que los ojos azules del ruso se quedaran quietos sobre uno de los hombres más bellos que él hubiera visto alguna vez: cabello oscuro que caía con naturalidad sobre una frente de piel blanca y un tanto sonrojada debido al esfuerzo que seguramente el chico aquel había hecho para llegar a aquel lugar y un par de increíbles ojos marrones que a pesar de la distancia parecían brillar cuando su dueño sonreía, porque el joven aquel estaba sonriendo ahora.

Sin saber muy bien por qué, Victor no pudo apartar los ojos de aquel joven cuya belleza natural resaltaba en medio de aquel bar solitario y el ruso se dijo que sin duda alguna la presencia de aquel hombre había mejorado en un mil por ciento aquella quietud, aquella soledad que parecía respirarse en todas las calles de Hasetsu y sus alrededores. Pero él, aquel chico sin nombre que ni siquiera estaba mirándolo parecía no saber nada de aquella soledad, era como si el joven aquel saliera siempre intocado de las cosas terribles que había en el mundo y como si se tratara de un reflejo automático, ese reflejo que siempre se despertaba en el ruso cuando un hombre de belleza excepcional aparecía ante él, Victor tuvo ganas de levantarse y abordar al joven aquel y quizá, solo quizá, obtener un poco de diversión sin consecuencias, solo un poco de diversión de la que ninguno de los dos tuviera que arrepentirse o recordar a la mañana siguiente.

Fue en ese momento cuando sus dedos se detuvieron de forma abrupta sobre el piano pues Victor había decidido que tenía que hacer todo lo posible para que aquel joven se convirtiera en su acompañante aquella noche, pero justo cuando estaba a punto de levantarse del banquito del piano, el joven aquel decidió levantarse también y dedicándole una sonrisa radiante al dueño del bar, volvió a subir la capucha de su sudadera y salió por la puerta con la gracia de un tifón que había dejado algo inconcluso en el corazón de Victor Nikiforov, algo que una persona como él no podía dejar así. Tenía que volver a ver a aquella belleza, Victor no podía resignarse a dejar que alguien como el chico aquel se alejara de él.

Sin pensarlo ni un segundo más, Victor se levantó del piano y caminó hacia la barra con aire casual, notando que el dueño del bar lucia feliz, como si hablar con el hermoso extraño aquel le hubiera traído una especial alegría aquella noche. "Y cómo no", pensó Victor sonriendo con malicia. "Ese chico puede alegrar a cualquiera, ese rostro, esos ojos… ¡Dios! ¿Debería correr tras él ahora mismo? ¿Y si nunca jamás vuelvo a verlo?"

-¿Tienes más de ese sake tradicional que me ofreciste antes?- dijo Victor haciendo uso del perfecto inglés que dominaba desde más joven, sentándose en el mismo lugar que el chico hermoso había usado antes de irse.

-Por supuesto, señor- dijo el hombre de la barra sirviendo un vaso de la bebida al ruso que trataba de no parecer demasiado interesado en la persona que acababa de dejar el bar.

-Gracias…- dijo Victor llevándose el vaso a la boca y tomando un sorbo de la bebida que quemó al bajar por su garganta-. Al parecer no habrá muchos clientes hoy, señor…

-Takeshi…- dijo el hombre riendo alegremente-. Takeshi Nishigori y tiene razón, la gente no suele frecuentar este lugar a estas horas, al menos no tan temprano. Los más jóvenes o los bailarines de la maestra Minako prefieren ir a uno de los lugares famosos del centro aunque esos sitios siempre cierran temprano por lo que no es raro que bien entrada la madrugada todos estén aquí terminando su noche de juerga. De hecho, mi esposa Yuko y yo estamos acostumbrados a tener clientes solo cuando es verdaderamente tarde, por eso nos sorprendió tanto verlo por aquí a estas horas, señor…

-Victor, llámame Victor, mi amigo. Así que ¿Los bailarines suelen venir aquí más tarde?- dijo Victor pensando que quizá valdría la pena esperar ahí unas cuantas horas, no había mejor presa para él que un bailarín borracho ansioso de compañía en la madrugada.

-Sí… ¿Te interesa el ballet, Victor? - dijo el hombre sin notar las verdaderas intenciones que el ruso escondía detrás de su sonrisa encantadora-. La compañía de la maestra Minako ya ha regresado a Hasetsu, esos chicos tendrán otra de sus concentraciones previas al estreno de una representación. Creo que este año harán "El lago de los cisnes", de hecho señor, el mismísimo Rey Cisne en persona acaba de estar aquí…

-¿El rey cisne?- dijo Victor riendo complacido al darse cuenta de que el joven atractivo que acababa de irse era nada más y nada menos que uno de los bailarines de la compañía para la cual trabajaría y ante los cuales él sería presentado al día siguiente.

-Yuri Katsuki, el mejor bailarín de la compañía- dijo Takeshi no sin cierto orgullo en la voz-. El chico es fabuloso, este es el primer gran papel que consigue y ¿sabes algo? No pudieron darle ese rol a nadie mejor que él. Yuri es el más talentoso y sin duda alguna es el más guapo también…

-Concuerdo absolutamente, Takeshi- dijo Victor haciendo reír al hombre en frente de él- ¿Todos los japoneses de por aquí lucen como él? Porque si es así, creo que he muerto y estoy en el cielo definitivamente…

Takeshi Nishigori rio alegremente de las palabras de Victor quien no pudo hacer otra cosa más que unirse a la risa del hombre aquel quien sin saberlo, le había dado información valiosa acerca del chico que sin duda alguna se convertiría en su próximo objetivo.

"Yuri Katsuki, el rey cisne", pensó Victor bebiendo otro sorbo de sake lentamente. "Tu nombre suena perfecto para ser el siguiente en mi lista de corazones robados ¿sabes?"


NDA: Nueva historia comenzando¡ Ojalá les guste :)