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Phantom

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Prólogo

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Después del 11 de Septiembre, todos los estadounidenses, nacidos en ése país o no, cambiaron su "visión" en menor o mayor medida. Ningún ciudadano quedó indiferente al ver caer las Torres Gemelas, y hasta el mayor de los villanos sintió un dolor en el pecho. Fue la primera vez en toda la historia en que hasta los villanos dejaron escapar una lágrima (1) ante lo más impensado.

¿Un ataque al país más poderoso del mundo? Y lo que era más irrisorio ¿que lograra atravesar sus defensas un grupo de terroristas que dejaron muchísimas pistas para indicar quiénes eran y cuáles eran sus motivos¿El pueblo yanqui podía ser tan estúpido?

Si no lo era, entonces tenía miedo y necesitaba culpar a alguien. Quizás fueron las dos cosas. Y eso afectó a todo aquél que estuviera en el país en ése momento o en los años siguientes. Y Superman no fue la excepción.

Fue la primera vez en toda la historia que se permitió declarar a un superhéroe. Ayudó en mucho que no usara máscara (Batman había sido impedido de declarar en un juicio por ese motivo) y eso reafirmó la razón para no usarla: quería que la gente confiara en él. Y se había convenido a sí mismo que el declarar en ése juicio iba a hacer algo de justicia con las miles de víctimas inocentes que habían perdido la vida ése día.

Si bien el acusado era musulmán, parecía lo más alejado a uno que hubiese visto. Nunca había considerado seguir la religión musulmana, así que desconocía sus costumbres, pero este hombre lo desconcertó. Era alto y de piel algo tostada, ojos azul hielo y pelo blanco. Parecía más el presidente de una empresa multinacional que el autor intelectual de un atentado terrorista. Pero si algo le había enseñado el luchar contra el crimen, era que las apariencias podían engañar.

Esperó con los otros testigos afuera de la sala. Con su oído podía escuchar todo lo que sucedía adentro, por más que se lo reprochara su buena educación. El resto de las personas lo miraba con curiosidad, mujeres y hombres, en casi todos los casos, adultos, con rostros que demostraban tener distintos grados de angustia, enojo o hasta odio.

Todos menos uno.

Era un chico que aparentaba tener quince años. Tenía la mitad superior del pelo blanco, pero por debajo de la línea de sus orejas se volvía negro. Tenía ojos verdes y era blanco. Usaba un traje que no podía ocultar su musculatura, mucho más desarrollada de lo normal. Por un momento extraño, Superman pensó que ése chico se parecía un poco a él... Pero alejó pronto ése pensamiento cuando lo llamaron a declarar.

Todos los ojos se clavaron en él cuando se levantó, excepto los del muchacho. Parecía estar hipnotizado, mirando siempre al frente. Cuando Superman entró en su campo de visión, sus ojos no experimentaron ningún cambio. Cuando entró a la sala en donde se desarrollaba el juicio, levantó la cabeza y fue directamente a sentarse en el lugar de los testigos.

Juró y empezó a declarar, y se olvidó del chico bicolor. Contó todo lo que sabía, y sabía muchas cosas que comprometían al acusado. Después de dos horas, se le permitió retirarse. Cuando volvió con los otros testigos, el muchacho ya no estaba, y no lo recordó sino hasta mucho después.

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La sentencia fue la que todos se esperaban; culpable de la autoría intelectual del ataque terrorista del 11-S. El juicio se había desarrollado en Texas, y si bien resultaba curiosos sabiendo que no habían sucedido allí los incidentes que lo habían llevado a juicio, Bush decidió que allí fuera enjuiciado.

Lo condenaron a quince penas de muerte y veintidós cadenas perpetuas. La sentencia iba a ser ejecutada en treinta días, y durante todo ése tiempo Superman sintió que había hecho lo correcto. Decir lo que sabía para llegar a la verdad y que los culpables recibieran su castigo. No aprobaba la pena de muerte, pero ninguna de las penas del código penal le parecían suficientes.

Había perdido a su ser más querido en ése ataque.

Luisa Laine, la afamada reportera (y se había ganado a pulso toda su reputación) había muerto en el derrumbe de las Torres Gemelas. Superman todavía no se había podido perdonar por eso, y ésa fue la principal razón por la cual había aceptado declarar en ése juicio. No le importó a nadie que no declarara como su verdadero yo –no iba a revelar su identidad secreta- pero sí aceptó declarar como Superman. Sentía que había hecho lo correcto.

Porque un héroe siempre hace lo correcto.

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No se sintió mejor después que la pena fue ejecutada.

Lo ejecutaron en la silla eléctrica, y el condenado afirmó durante todo ese tiempo que era inocente. Nadie le creyó, y afrontó con dignidad su sentencia. Superman no estuvo presente durante el proceso, porque sentía que no le correspondía. Supuso que con eso había terminado ése asunto en su vida, y que nunca más tendría que volver a recordarlo.

¿Podía ser tan ingenuo?

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¿Y qué hago yo aquí?

Hace rato que tenía esta idea en la cabeza, y me dije que no había motivos para impedir su publicación. Me inspiró el leer los números de Superman Legado, algunos de los Teen Titans y demás de Superman en formato digital, y para que se hagan una idea, a mí nunca me apasionaron los cómics... Soy una friki del Manga y el Anime, así que dense una idea.

(1) En un cómic de Spiderman de Diciembre del 2001 se puede ver al Dr. Doom derramando lágrimas en lo que después sería el ground zero. Fue impactante. Y Spidey-sama me resolvió muchos interrogantes que tenía sobre los superhéroes y el suceso del 11-S.

Nos leemos

Nakokun