Esto es un rescate de algo que escribí allá por el 2013, como parte de una serie que vio la luz solamente en otra cuenta mía en

No es muy conocida, pero quiero darle vida una vez más. Lo merece más que nadie al igual que Brad.

Como forma de remarcar la situación dentro de este capítulo, debo decir que me estoy basando fuertemente en el Condado de Baltimore, que se diferencia de la ciudad. Después de mucho buscar y deliberar conmigo misma, decidí que Delucia (mencionada dentro de los documentos del RE2 para Nintendo 64) estuviera dentro de este condado, perteneciente al estado de Maryland. Si surge alguna duda, recomiendo ponerse en contacto conmigo para poder ahuyentarlas de usted, querido lector.

Nada más importante que la comunicación entre Creador del contenido/ Lector.

Disfruten de este pre Incidente de la Mansión así como yo disfruto escribirlo.


Delucia, condado de Baltimore

Martes 20 de agosto, 1972

22:50 Hs

Una noche de tormenta eléctrica se acercaba, y por la ventana el pequeño Brad contemplaba el avance. Con su telescopio no se cansaba de observar a los vecinos; sus padres lo habían descubierto algún número de veces, pero él no iba a dejar que sus progenitores censurasen su nuevo pasatiempo. Volteó un segundo para comprobar un pequeño ruido en su habitación y se detuvo en su mejor amigo. Sam, el perro de la familia, dormitaba sobre su cama, con una respiración pausada y un ojo medio abierto.

El pequeño de cabellos castaños sonrió al encontrar en esa tierna posición a su más preciado amigo; era triste que al día siguiente solo pudiera jugar alguna partida de damas o ajedrez con su madre. No salir le irritaba bastante, quería pasear por las calles de su barrio con el peludo orejón achocolatado. La lluvia no era exactamente su clima predilecto, y más en primavera, donde las mariposas y los días cálidos asomaban sus narices.

Acomodó sus lentes y siguió observando. Como siempre, sus padres oían las transmisiones de radio, un ritual muy habitual en ellos. Ignoraban la televisión durante la noche, preferían la armoniosa compañía que ofrecía el dispositivo; lo consideraban mucho más natural que estar sentados frente a un triste cubo, observando que tal iban las cosas en su país… De nuevo.

Por ende no habría peligro de ser descubierto. Ojalá… La picazón del estornudo comenzó a molestarle, y un segundo después se dio el visor del telescopio contra el vidrio de las gafas. Con grata fortuna para él no se habían roto, ni siquiera marcado un poquito…

Movimientos en casa de los Klars. Sintió una desesperación por pasar a papel lo que de suponía que realizaban los que vivían junto a ellos.

Giró sobre sus talones rápidamente y se dirigió hasta el escritorio de madera oscura. Este estaba adornado por un lapicero repleto de lápices de grafito y de colores, hojas por todos lados y lo más importante, su cuaderno de anotaciones…

Pero los vecinos se detuvieron, y no era bueno recordando que demonios hacía la gente.

Frustrado, lo soltó. Con un pequeño estruendo cayó sobre las hojas blancas desparramadas sobre la superficie como la lluvia que al día siguiente caería. Para serenarse levantó la vista y el techo de madera azul lleno de estrellas brilló a sus ojos. Su padre y él lo habían hecho en un verano espectacular, lleno de risas y juegos hasta tarde; pero eso se había acabado hacía largo tiempo.

Las noticias sobre la guerra en Vietnam no eran para nada alentadoras, sumado a que estaba ocurriendo cosas muy graves en cuanto al presidente Nixon con algo relacionado con Watergate. Brad solía ignorar aquellas noticias, pero sus padres pasaban la mayor parte del tiempo observándolas asique obligatoriamente se enteraba de todo aquello.

El ascenso de puesto de su padre había rematado toda oportunidad de tener un tiempo con él. Ya casi no lo veía y su madre estaba poniendo el empeño en dejarlo sin vacaciones por el resto de su existencia. Entre ellos todavía existían ciertas fricciones debido a comportamientos indecentes de Kennan con otras mujeres, nada remediaría aquello y los cuatro hermanos debían vivir bajo la sombra del engaño.

Recordaba los momentos en que Donovan lo obligaba a encerrarse en su habitación para evitar las discusiones a voz en cuello por parte de sus progenitores; con las manos presionando fuertemente sus oídos aún así los oía. Lisa lloraba incansablemente en medio, Dominique trataba de calmarla… un espectáculo que nadie quería ver ni vivir.

Suspiró cansado y recogió su libreta y un lápiz. Pasó algunas páginas y volvió al telescopio. Si no puedo "observar" a los vecinos, por lo menos voy a admirar el firmamento.

El brillo de su pecera le daba el aspecto a su estancia de un laboratorio sacado de alguna película por la tele. Se sentía muy a gusto con aquella decoración. De grande quería ser científico o dedicarse a programar las incipientes formas de la computación. Admiraba de sobremanera aquellos campos, y creía que su vida dependía de realizar un trabajo como aquel.

Continuó observando lo que quedaba de cielo despejado, los recovecos donde las nubes no se habían proclamado como vencedoras, sin notar el continuo paso por el pasillo que daba a su habitación.

Era tan fascinante "su estudio" y lo peor era que había mucha gente que no lo comprendía. ¿La razón? Ignorancia como respuesta más probable. Era de esperarse que la gente estuviera interesada en la economía o en cómo lograr ser más productiva. Todo lo que es ahora.

Respiró el aire cargado de humedad; los pasos se acercaban cada vez más a su habitación, y más se internaba en su mundo. La puerta se abrió de golpe, obligándolo a salir de inmediato de su trabajo.

-¡Brad!- Exclamó su padre.

Kennan era oriundo de Connecticut pero por amor a su madre -quien emigró de Italia con solo diez años- se había trasladado al condado de Baltimore. Con una familia numerosa, una casa muy bella de dos plantas y un acomodado puesto en un Banco solía afirmar que había cumplido su sueño. Aunque debajo de la fachada de hombre responsable se encontraba un Don Juan de primera, que encantaba a las mujeres con una simple sonrisa; causa más que justa para que su matrimonio se viera seriamente dañado.

Al parecer, era una familia completa según su suegra. El padre cariñoso y dulce junto la madre estricta y seria; dos niños revoltosos y algo atentos; el niño con ilusiones y alegría, que con solo una sonrisa alegraba al más serio del mundo y por último una hijita dulce de apenas dos meses .

-¡Papá!- Respondió el pequeño, mientras volteaba agitado y se le caía todo al suelo. Su corazón galopaba con fuerza mientras torpemente recogía todo y echaba al pobre perro de su cama, limpiando todo el pelo que el pobre labrador marrón había soltado. Si su madre lo viera estaría en tantos problemas que nadie se imaginaba.

Era una mujer de acero, casi inflexible y con mano dura. Bien educada y proveniente de una familia adinerada. Estirada a por montón y con temperamento de sobra. El día anterior ella lo había sorprendido, y así como lo vio, así como lo nalgueó.

Todavía sentía el ardor en sus pompis. La quemazón y la mano marcada en ellas.

-Brad- suspiró y se le acercó- sabes que mamá no quiere verte así de nuevo. Ayer te nalgueó muy fuerte.- le acarició el cabello castaño con pequeñas ondas que tan igual tenía con él y su madre. Una mirada de tristeza cruzó por el rostro del hombre. Recordar su llanto inacabable le daba escalofríos e ira.- No quiero que vuelva a pescarte haciendo lo mismo dos veces, hijo.-

Se acercó y lo ayudó a limpiar su cobertor azul con caballitos de juguete. Constantina era una fanática de la limpieza, y un solo cabello de Sam acarrearía problemas a ambos. Con mano fuerte comenzó a remover los pelos marrones chocolate.

Brad lo miró, mientras terminaba de su lado de la cama. Todos sus compañeros decían que era igual a él. Siempre lo habían dicho Y siempre les aseguro que me parezco tanto a él como a mamá. Se detuvo, acomodándose su camiseta de su pijama color crema. Kennan miró detenidamente a su retoño; ojos rebosantes de amor y dulzura como siempre.

Una vez terminado todo, levantó el cobertor y las sabanas. Subió a su cama y se quedó mirando el brazo de su padre, que misteriosamente estaba atrás de su espalda.

Algo traía y obviamente era para él. Siempre tan "observador" el rapaz… ¡Sería un fastidio de adulto!

Cubrió su cuerpo con la ropa de cama y lo miró con un pícaro brillo en los ojos. Kennan se sentó y le acercó una mano. Acarició su mejilla con la segunda falange del dedo índice y sonrió.

-Adivina que encontré hoy en la tienda…- De un salto, el pequeño se acomodó en su cama, con una radiante sonrisa. Ambos estaban expectantes. Y solo para sí mismo. Sus hermanos no tendrían ni una miradita de aquello. Ni siquiera lo tocarán, no sucederá más el incidente del violín. Lentamente, con la calma del planeta entero, Kennan dejó ver el paquete. –Espero que te guste. Solo para el niño más pequeño y simpático de la familia.-

-¡Guau!- en un abrir y cerrar de ojos el envoltorio quedó hecho una bola de papel color roja en el suelo. ¡ES MEJOR DE LO QUE CREÍA! Lo miraba una y otra vez y no daba crédito a lo que sus ojos le mostraban.- ¡Un G.I Joe: Adventure Team! ¡Es el más nuevo en la edición de este año!- Abrazó fuertemente al hombre que tenía a su lado. Rió y abrió la caja que contenía al soldado.

-Es el más nuevo de la edición y por lo tanto el más costoso que había en la tienda, asique cuídalo mucho pequeño.- Le removió el cabello y sonrió ladinamente.- Para que sueñes en alto, hijo. Nunca abandones tus sueños.- El niño de cabellos castaños rió nuevamente, mirando con detenimiento cada detalle de su nuevo juguete. Se equivocaba, ese sería nuevamente el mejor verano de su vida.- Estas vacaciones tengo los días libres, asique podemos luchar en la guerra juntos.

-¿Enserio? ¿Cómo en los viejos tiempos?- inquirió, dejando el ser de plástico en la abarrotada mesita de noche. Un soldadito verde cayó de lleno en el suelo alfombrado de color azul.

-Así es. –Miró su reloj de pulsera- ahora a dormir, mañana tienes escuela.- Le besó la mejilla y lo arropó.- Te quiero Brad.

-Y yo a ti. ¡Seremos los mejores pilotos de todo Estados Unidos!- Sonrió con felicidad absoluta. Kennan caminó hacia la puerta y, antes de marcharse, miró por encima de su hombro.

El niño había volteado y había tomado a su osito de peluche favorito. El perro, con un suspiro cansado, se levantó del suelo y se encaminó a la puerta; salió con paso lento y cansado. El hombre se sintió muy afortunado mientras apagaba las luces y lentamente cerraba la puerta.


Raccoon City

Martes 31 de marzo, 1998

00:25 hs.

-Brad… ¡Brad!- gritó Joseph, en el asiento del acompañante. De un día para el otro se había encaminado a Misuri y de un día al otro se encontraba en Raccoon City, en medio de una lluvia de mil demonios y en medio de una misión de alto riesgo.

¿Cómo? Ni él lograba descifrarlo.

Los sueños de su niñez comenzaban a atormentarlo desde la muerte de su padre, dos meses atrás por un maldito cáncer que así como apareció, así como tomo el cuerpo del anciano.

Espabiló rápidamente, acostumbrándose a la dura realidad. Ahora tenía que permanecer en alerta máxima ya que no era cualquier misión, era una de alta importancia para todo el departamento de policía. Despejar las calles del mafioso chino más conocido de Raccoon City. Ya no había más pequeño pueblito de Delucia ni G.I Joe nuevo. Ahora todo era más real y letal. Bostezó y estiró sus extremidades.

-Tremenda siesta te diste, Vickers.- Comentó Forest, detrás de él -Aunque claramente esto es un reflejo de nuestra situación actual.

-Concuerdo con él.- Agregó Richard, en medio del asiento trasero, apretujado entre Chris y Forest. -Aburrimiento extremo.

El castaño con ojos marrones miraba por la ventana empañada, mientras dibujaba puntos y líneas, serio como siempre lo solía estar. Era una noche gélida de marzo, aún se sentía el frío cargado del invierno, a pesar de ser el último día del mes. La gente se había acostumbrado al frío lluvioso que ese año azotaba el estado.

Chris suspiró, después de dibujar una carita feliz en el vidrio. La misión no daba mucho éxito que él supiera.

-¿Sigues pensando en él?- Preguntó de mala gana el "artista del vidrio". No era noticia nueva que Brad estuviera día y noche pensando en su padre; era más, siempre pensaba en él. Directa o indirectamente. Había días en los que lloraba TODA la jodida jornada laboral, y había días en los que estaba completamente iracundo, dificultando todo trabajo posible.

Ya era realmente molesto tenerlo de compañero. Chris nunca se llevó demasiado bien con él. Dos años después de haberlo conocido y le seguía cayendo fatal; sentía lastima por Emily quien conocía hace mucho por acción de su mejor amigo Frost. Una mujer hecha y derecha con semejante… indeseable.

Brad volteó bruscamente, dolido por aquel comentario. ¡Claro que pensaba en él! ¡Era el hombre más importante de su vida y se había marchado! Le dedicó una mirada cargada de rabia; Joseph igual. Forest suspiró al tiempo que cerraba los ojos y Richard se aclaró la garganta en el silencio sepulcral de la patrulla.

-¿Cómo quieres que esté, Redfield?- Soltó bruscamente, con los ojos brillantes y con una neblina de ira. Nadie en la patrulla quería que hubiera una jodida discusión, más si estaban en medio de un espionaje digno de una película taquillera de Michael Bay. Y lo más importante, NADIE quería que el mitad italiano que llevaba dentro Vickers se despertara de su letargo. Solía poseer una ira era explosiva y sus golpes eran dignos del abusivo más grande de todos. Era relativamente fuerte en combate cuerpo a cuerpo, para sorpresa de toda la unidad.

Frost le hizo un gesto para que se callara; volvió a su puesto, mirando al frente. Acomodó sus guantes y suspiró.

-Solo digo que hablaste de él en medio de tu "siestecilla", lo cual ya es irritante.- Violentamente acomodó su cinturón de seguridad. Si era capaz de enfrentar a cualquier criminal, más capaz era de enfrentar a un tipo deprimido.

-¿Por qué no vas y le echas los ojos a Valentine?- Una risita se escuchó del otro lado de los asientos traseros. Un suspiro cansado delante de él y Richard con la respiración cansada. Las miradas asesinas de cada uno de los dos era tan extrema que con la difícil situación entre ellos, el hilo del respeto se podía cortar con un cuchillo de plástico.

-¡Vete a la mierda, Vickers! Emily no se merece un tipo como tú- Brad entrecerró los ojos y estuvo dispuesto a contraatacar con su siguiente frase "asesina Redfields", pero un empujón repentino de Frost para que se volteara evitó un desastre. Rápidamente, el rubio volteó y observó furioso a su mejor amigo. Tener a Chris y Brad como mejores amigos era como ser el juez en un juicio: una completa mierda.

Al volver a su postura normal, observó como el hombre de pelo blanco y rasgos orientales llegaba en su coche negro último modelo. Unos guardaespaldas le abrieron la puerta y salió, con su traje Yves Saint Laurent a juego con el automotor. Sintió una descarga de adrenalina junto con emoción en el pecho.

Los trabajos así eran como un buen polvo: emocionantes y satisfactorios al final.

-El señor Cheng está en movimiento, muchachos.- Anunció Joseph, colocándole el cargador a su pistola 9 mm.- Si todos ustedes se preparan me hacen en gran favor. Wesker y Irons quieren buenos resultados de esto, asique tiene que salir increíble.- Abrió la puerta del vehículo y escondió el arma.-

-Al fin acción…- Agregó Forest, colocándole el seguro al arma y saliendo; Richard y Chris le imitaron. Brad suspiró y se cruzó de brazos.

Él llevaría una parte del reconocimiento si todo salía bien, solo por haberlos llevado a los muchachos. Increíble pero cierto.

-Por favor… Emily me soporta, no como a otros...- Masculló entre dientes, mientras observaba a los muchachos dirigirse al prostíbulo donde el adorable Señor Cheng y sus cómplices ejercían sus actividades ilegales.