CAMBIO DE EDADES
Por Mary Martín
Estaba parado en el dintel de la puerta con cara de no entender, observando a aquellas dos personitas que sin duda eran lo más importante de su vida… pero… como que había algo muy pero muy raro ahí.
– … y eso fue lo que pasó – terminó de explicar la pequeña rubia mientras él seguía mirándolas alternadamente, a punto del colapso nervioso – Rei dijo que nos aceptarías en tu departamento ¿Nos aceptarás? – seguía todo atónito pero alcanzó a decir…
– ¡Ah, ya sé! Esto es una broma ¿No?
– Que no – le respondió la pequeña Serena con una enorme gota de sudor en la cabeza.
Rini no decía nada, solo estaba sonrojada a más no poder ya que su ropa le quedaba demasiado pequeña y dejaba ver gran parte de su ahora cuerpo adulto. Todavía estaba estupefacto, pero las dejó pasar a su departamento para luego cerrar con llave, recargándose en la puerta ya que sentía que le iba a dar un infarto al miocardio o algo peor.
– ¿Y ahora qué vamos a hacer? No me gusta mentirle a mamá Ikuko, le dijimos que dormiríamos en casa de una amiga.
– ¿Y qué querías que hagamos? Decirle: Hola, mamá, ¿Cómo te fue hoy? A mi bien, comí delicioso, fui a los videojuego ¡Ah! Y por cierto ¿Qué crees? Un enemigo nos atacó y ahora cambie de cuerpo con Rini y no sabemos cómo volver a la normalidad. Qué raro ¿No? – terminó de decir con enormes dientes de tiburón
– Oye, tú sarcasmo duele – se quejó cruzándose de brazos.
– A… E… I… O… U… – ese era Darien que seguía todo traumado abrazándose a sí mismo y meciéndose de atrás hacia adelante como un loco en manicomio – ¡Auch!
– ¿Qué haces Darien?
– Me pellizco para ver si no estoy soñando
– ¡Que no es un sueño! – gritaron al unísono rompiéndole los tímpanos
– Ok, tranquilas. Ya es tarde así que a dormir, mañana ya veremos qué hacer… espero…
Suspiraron resignadas para luego ir a cambiarse. Serena se puso la pijama de Rini y viceversa mientras Darien preparaba la cena. Sólo que Rini no dejaba de mirarse al espejo, había deseado por tanto tiempo tener el cuerpo de una mujer adulta y ahora era realidad, muy extraña y loca pero realidad al fin.
– Darien ¿Será que por fin puedas verme como mujer? – pensaba melancólica.
– ¿Vienes Rini? – preguntó él tocando a su puerta .
– Eh… sí, ya voy – respondió exaltada, no lo había escuchado llegar – pero qué cosas estoy pensando.
Después de cenar, se dispusieron a dormir. Darien tuvo que ir al sillón para que ellas estuvieran cómodas en su cama. Pero Rini no podía dormir bien ya que Serena estaba desparramada en el colchón ocupando el 99% del lugar, además de que con su piernita le propinaba una que otra patada al hígado y unos manotazos en la cara cada vez que se acomodaba y revolvía entre las sábanas.
– ¡Ay! ¡Serena! – dijo medio adormilada empujándola hasta botarla de la cama, sin querer… creo…
– ¡Wua! ¡Me dolió mucho! – lloraba a mares sobándose tremendo chichón tamaño extra jumbo que le salió en la cabeza. Ahora fue el turno de Rini de acomodarse sintiéndose libre de ocupar todo el espacio – ¡Óyeme! ¿Qué te crees?
En vano intentaba subirse de nuevo pero sus piernitas eran muy pequeñas y no alcanzaba a lograrlo así que arrimó un banquito para poder llegar, sólo que no había espacio para ella y por más que trataba de darle la vuelta a Rini, nomás no se podía.
– Estás pesadita ¡Muévete!
Al fin se dio por vencida al entender que hoy definitivamente no era su día. Pero de pronto se le ocurrió una maravillosa idea, bueno, según ella. Con sigilo salió de la habitación y de puntitas se dirigió a la sala donde Darien dormía todo hecho bolita el pobre ya que el sillón era muy pequeño para él. Se veía tan tierno así dormido por lo que no pudo contenerse y como pudo se trepó a su pecho para verlo mejor.
– Darien – susurró despacito, se acerca a su rostro e intenta darle beso en los labios… solo que él sintió un peso extra sobre su cuerpo que lo hizo despertar, estaba oscuro por lo que no alcanzó a distinguir bien lo que estaba pasando, hasta que vio esos enormes ojos muy cerquita suyo.
– Rini ¿Pero qué estás haciendo? – se para exaltado tirando de paso a la pobre niña que cayó en sus pompitas las cuales quedaron rojas por el golpazo que se dio.
– ¡Ay! ¿Pero qué les pasa a ustedes dos? ¿Acaso quieren matarme? – reclamó con una enorme cabezota que dejó a Darien chiquitito de la pena.
– Perdón, pensé que eras Rini y pues yo…
– Ah, y además me insultas – dijo mega indignada aún con el traserito al rojo vivo.
– Discúlpame ¿Está bien? – ayudándola a incorporarse.
– Así que digas ¡Uy, que bien! Pues la mera verdad, no.
– ¿Por qué sigues despierta? Ya es muy tarde.
– Es que no podía dormir y se me ocurrió que tal vez… – dijo sonrojada
– ¿Sí?
– Ya que tú estás despierto, y yo estoy despierta… y Rini está durmiendo… y no hay nadie que nos vea… – continuó mientras jugueteaba con sus pulgares nerviosa.
– ¿Mmmm? – dijo él tragando saliva y sudando frío
– Tal vez si estás de humor y tienes ganas podríamos…
– ¿Qué? – dijo pegando un brinco hacia atrás – Pero Se- Se- Se-Serena… – tartamudeó a punto del desmayo y tan rojo que el planeta Marte se moriría de envidia al verlo – ¿Cómo crees? Pero si eres una niña
– ¿Y qué tiene? – preguntó con inocencia absoluta – ¿A poco no te gustaría? – Ahora sí que le iba a dar algo, suerte que había un hospital ahí a la vuelta por si hacía falta – Dale, solo una vez y ya ¿Sí? – preguntó poniendo esa carita tan tierna que derretiría a cualquiera.
– Pero… pero…
– ¡Ándale, porfa! Sé que con Rini lo haces todo el tiempo
– Pues sí pero… espera ¡¿Qué?!...
– No lo niegues, ella misma me lo dijo
– Pero por supuesto que no ¿Cómo crees? Pero si Rini es mi hija – zangoloteando a Serena como si de un trapo viejo se tratara
– Yo solo digo lo que vi – respondió toda mareada con ojitos de espiral que aún daba de vueltas – además no tiene nada de malo, es algo natural que todo padre debe hacer
– ¿Que qué? – bueno, ahora sí llamen a la morgue porque el pobre Darien se nos muere ahí mismo – Pero ¿Qué estás diciendo, Serena? – le gritó con cara de loco maniaco, casi escupiéndole un ojo.
– Está bien, si no quieres contarme un cuento sólo dilo – dijo sentada en el suelo con ojitos llorosos mientras una extraña música de violín sonaba de fondo haciendo más grande su pena.
– Claro que no te voy a… ¿Contar un cuento? – preguntó confundido
– Ya sé que solo quieres a Rini y a ella si la consientes, no como a mí que me tratas peor que a un perro – sonándose los mocos y siguiendo con su drama.
– Todo este tiempo, estabas hablando de ¿contarte un cuento? – dijo con un extraño tic en el ojo y con una mega gota de sudor en la cabeza.
– Pues sí, algo que todo padre debería hacer con sus hijos y que es lo más natural del mundo. Yo solo quería que me contaras una historia para poder dormir… ¿Mmm? ¿Por qué te pones tan rojo? ¿pues qué pensabas?
– ¿Qué? ¿Yo? ¿Pensar? No, pero si yo no pienso nada de nada ¿Entiendes? ¡Nada!, solo claro que un cuento obviamente ¿Qué otra cosa podríamos hacer tu y yo solos en el sillón si no está Rini?... Este, claro… pero creo que primero voy a bañarme con agua muy pero muy helada, hasta con hielos si es posible.
– ¿Mmm? – preguntó con cara de no entender
– No me hagas caso ¡Ya vuelvo!
– ¿Pero qué le pasa? – dijo confundida parpadeando un par de veces.
Fin.
