Naruto © Masashi Kishimoto

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T.E.A.R.S

(Tecnología Espacial Anti Rotación Satelital)

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El rugido de motores le hizo despertar abruptamente.

Se revolvió frustrada en la improvisada cama, mientras se decidía si debía mirar hacia afuera. Buscó sus zapatos a tientas en la penumbra del lugar bostezando de manera sonora y con los ojos somnolientos; gateó hasta la ventana del ruinoso edificio en el que estaba, retiro con cuidado una de las tablas que cubrían la vista hacia el exterior y lo que observó la horrorizó.

Debía salir de ese lugar ya mismo.

En la lejanía, hacia el sur, se observaba como varios camiones blindados del color gris-plata típico del Gobierno, se iban acercando con rapidez hacia la avenida principal, donde había un complejo de edificios, todos abandonados, todos destruidos. Del otro lado, hacia el norte, estaba parada una furgoneta negra como si estuviera esperando por su llegada. Norte y sur. Contó los autos del sur, cinco en total, mientras que hacia el norte solo estaba la furgoneta. Se avecinada un enfrentamiento o un trueque; independientemente de lo que fuera, una cosa llevaba a la otra, y para su mala suerte, ella estaba en el medio.

Apretó las trenzas de las botas y se acomodó la bufanda ocultando el cabello rojizo y el artefacto en su cuello que tantos problemas le había traído. Hacía un calor sofocante, pero no tenía opción. Bajo rápidamente las escaleras con su mochila en la mano y observo desde la puerta hacia ambos lados. Estaba en la peor ubicación posible. Hacia su izquierda se iban acercando los camiones, mientras que a su derecha seguía detenida la furgoneta. Su única opción era cruzar la calle, y correr subiendo por el este, hacia el frente, hasta alejarse de la zona del enfrentamiento.

Sacó unos lentes oscuros y se escabullo por la única puerta del edificio, sosteniendo con fuerza el bolso.

Caminó a paso rápido por toda la acera, ligeramente gacha. Cruzar directamente la avenida era una locura, estaba a la vista de quienes sean que se estaban acercando. Debía pasar por detrás de la furgoneta, que estaba a pocos minutos de trote, y la cual confería cierto escondite mientras se alejaba. Quien quiera que estuviese dentro, rogaba porque no repara en su presencia.

Se escondió detrás de los unos viejos contenedores de basura en un callejón al escuchar murmullos cerca. Asomo la cabeza lentamente y observo como un muchacho de cabello negro y recogido en una coleta alta salía de una tienda abandonada y lanzaba unas pelotitas hacia el pavimento, detrás de ella al otro lado de la calle. No la noto. Era su oportunidad de pasar al lado de la furgoneta y alejarse de ahí.

–¡Hey!

Se detuvo espantada. No podía ser, aquel muchacho la había visto.

Giró lentamente sobre sus talones, pero quien quiera que fuera ese hombre, no la miraba a ella. Siguió la dirección de su vista notoriamente molesta y observo que había otra persona, una chica rubia con una enorme arma sobre uno de los edificios.

Comprendió enseguida, estaban tendiéndole una emboscada a los blindados.

Su corazón se oprimió. Había visto con anterioridad de lo que eran capaces esos camiones. No eran rivales para ellos. El Gobierno ya no se reprimía en atacar a los rebeldes.

Cuando paso por al lado de la furgoneta. Casi dio un brinco de alegría al no notar a nadie dentro. La suerte estaba de su lado. Se escondió detrás de ella un momento para tomar aire. Y se sorprendió al notar que los camiones que venían del sur estaban a casi diez metros de distancia. Se frenaron repentinamente, justo detrás de la línea de pelotitas que había lanzado el muchacho, que estaba ahora oculto entre las sombras de un callejón. Su corazón se detuvo. La furgoneta se movía y alguien salía del asiento trasero.

No estaba vacía después de todo.

Se agachó instintivamente. El muchacho que había bajado del automóvil caminó hacia el frente con parsimonia. ¿Estaba loco? Respiro profundamente dos veces y corrió hacia el otro lado de la calle. El trayecto se le hizo eterno, pero se sintió un poco confortada cuando encontró un pequeño establecimiento donde ocultarse tan pronto llego al otro lado.

Con una mano sobre el pecho se aventuró a mirar. De uno de los camiones blindados bajo un hombre de cabello naranja y uniforme negro, caminaba tranquilamente haciendo ademanes pacíficos con las manos, como si intentara domar a una bestia. Del otro lado de la línea imaginaria, el muchacho pelinegro que había bajado de la furgoneta se encontraba de pie y muy erguido, con una expresión indescifrable en el rostro.

Aunque sabía que debía irse de ahí lo más pronto posible, sentía curiosidad por lo que iba a pasar.

Tanteó el portaobjetos en su pierna, y se recostó más en la pared.

A lo lejos, podía ver al chico de las pelotitas escondido bajo una pila de escombros, con una máscara de gas y un detonador en la mano, comprendió que esas pelotitas eran explosivos.

Miro hacia uno de los edificios al otro lado y observo a la chica rubia concentrada en el pavimento con los dedos alrededor del gatillo de una sniper. Una francotiradora.

De pronto, el hombre de cabello naranja retrocedió, el de cabello oscuro levanto uno de sus brazos lentamente para posicionarlo en la cadera, desde el ángulo en el que estaba, parecía no más que un simple movimiento. Pero para sus amigos fue una obvia señal.

El pelinaranja abrió el abrigo, y saco una pistola con la que apunto deliberadamente al pelinegro que no se inmuto. Aunque escucho varios gritos, no supo descifrar lo que decían. Se sintió sobrecogida por la calma con que actuaba el pelinegro, que seguía hablando tranquilamente como si intentara explicarle algo difícil a un niño pequeño.

Observo con horror como quien sostenía la pistola avanzaba hacia el otro con lentitud y una sonrisa sardónica en el rostro. Reconoció el emblema de la Guardia Nacional bordado en su pulcro uniforme y sintió asco. La corrupción y la ambición de las naciones fue la causante de ese estado de destrucción. Y quien debía proteger a los civiles, habían sucumbido ante la promesa de riquezas y gloria. Ahora, en un mundo desolado, las riquezas y la gloria no servían de nada.

Sus ojos se agrandaron cuando el cañón de la pistola quedó justo en medio de la frente del más joven. Cerró los ojos fuertemente esperando lo peor y se dio la vuelta, cuando escucho un cuerpo caer, decidió que ya era hora de irse.

De pronto un enorme estruendo retumbo en sus oídos. Uno de los camiones blindados había explotado mientras los demás se dirigían con velocidad hacia el norte, el primero había pasado sobre los explosivos en el pavimento, los otros correrían la misma suerte.

El cuerpo que había caído era el del pelinaranja. El charco de sangre a un lado de la cabeza fue obra de la chica con la sniper.

Busco con la mirada a los otros que formaban parte en ese enfrentamiento y no los vio. Sin más miramientos ni dudas, salió corriendo de donde estaba, no tenía tiempo que perder.

Pero la suerte no estaba de su lado y casi choca con el pelinegro de hacía pocos momentos. Este frunció el ceño. Cargaba dos sacos que parecían de harina bajo cada brazo. Se escuchó otra explosión.

–Fuera. - dijo sin más, alejándose calle abajo. Ella no se atrevió a rechistar y siguió su camino.

Se alejó corriendo hacia el este, esquivando los escombros e ignorando el humo que comenzaba a invadir sus pulmones. Uno de los camiones blindados había evitado la explosión, y estaba arremetiendo fuego hacia el lado contrario. Conto dos personas armadas dentro.

Un sonido largo y quejumbroso la hizo detenerse.

Un maullido.

Se giró, y observo como al otro lado de la calle, un par de edificios después de donde había dormido, se encontraba un gatito en medio de la línea de fuego.

Dio un par de brinquitos mientras corría hacia una pared. Recostó la espalda, echando atrás la cabeza, mordiéndose el labio inferior y dando leves golpecitos con sus manos en puños hacia la pared.

Rayos. Rayos. Rayos.

Saco una luger del portaobjeto en su pierna. Tenía solo seis balas. Cuando la robo del estudio de su padre, lo nervios no le permitieron pensar en más balas. Debía ser objetiva.

Claramente observo la precisión con que el pelinegro de los explosivos disparaba hacia los edificios con una bazooka para intentar derribar el camión que se acercaba a toda velocidad.

Ella debía pasar en medio.

Cruzo la calle con toda la rapidez que sus piernas le permitieron sujetando la bufanda y los lentes con una mano, mientras con la otra intentaba centrar el blanco a derribar.

–Te dije que te fueras. - escucho que le decían, y aunque sabía de quien se trataba, se giró por inercia hacia el lugar de donde provenía la voz.

Por un instante, sus miradas se encontraron, y ella temió que a pesar de la peluca rojiza y los lentes oscuros, la hubiera reconocido.

Con temor retrocedió un par de pasos, apuntando al pelinegro.

Grave error.

Trastabilló con uno de los restos del primer camión y calló dando vueltas por el pavimento. El blindado se acercaba a gran velocidad. Debía pensar rápido. El maullido volvió a llegar a sus oídos. Y ya no tenía al pelinegro en su campo de visión. Si sus cálculos no fallaban, se desviaría a la izquierda, dándole a ella la oportunidad de llegar al otro lado de la calle, tomar al gatito y huir corriendo calle abajo, esta vez por el oeste.

Apunto con la luger hacia las ruedas traseras del camión.

Como espero, el blindado se desvió, dándole a ella la oportunidad de llegar hacia el otro lado. Rápidamente tomo al gatito entre sus brazos. Había perdido los lentes en el apuro por levantarse y llegar al animalito. El sol le daba de lleno en la cara, considero necesario colocar al gatito dentro de la mochila. Estaba agitada y muy ansiosa. Aunque el carro blindado se había desviado en su dirección, las personas que estaban a bordo habían comenzado a disparar a los de la furgoneta. No pensó mucho cuando deliberadamente comenzó a correr hacia el oeste, sin embargo sintió una molestia en una de las manos que aprisionaba el asa del morral y observo como un líquido carmesí se escurría por sus dedos.

Se detuvo para examinar mejor, y se dio cuenta que la habían herido.

Un colgajo se desprendía horizontalmente por su muñeca. La piel alrededor de contraía, y dejaba al descubierto el musculo. Volteando a su derecha, una chica de cabello azul cargaba un rifle con una ballesta y la miraba pasiva. Eso fue lo que causo la herida.

Los sonidos comenzaron a apagarse a su alrededor. Y sus ojos se nublaron.

La chica con el rifle la empujo, haciéndola caer sobre su pecho. Levanto con dolor el cuello, y observo a duras penas como el pelinegro de coleta baja, corría hacia ella, y parecía gritarle algo que no entendía. Al llegar a donde ella estaba, la tomo por los hombros, esquivando el filo de la ballesta de la chica.

Cuando sus brazos la rodearon, él la levanto hasta hacerla caminar a duras penas, pero un calor abrasador de instalo en su espalda y la propulso hacia adelante.

Finalmente, todo se fue apagando y luego, oscuridad.

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Notas de la autora: Estoy ansiosa y nerviosa con esta historia. Debía publicarla hace mucho tiempo, pero una mala crítica me hizo desistir y dejo mi autoestima por el subsuelo. Ahora pienso que fue una tontería.

Esta historia será corta, cinco capítulos máximo. Y es todo un reto para mi. No hay muchas historias Sci-fi en el fandom de Naruto, y nunca en mi vida he escrito sobre Hinata e Itachi, aunque la pareja me encanta.

Esta historia quizá sea algo chocante para algunos, ya que tratara temas sobre la devastación del planeta tierra, y lo lejos que pueden llegar la ambición del ser humano. También contiene críticas a un Gobierno ficticio, con el que algunos nos sentiremos identificados.

¡Esperare ansiosa sus reviews! Si hay algo de lo que esta vieja escritora de fanfics está orgullosa, es de lo dados que son en este fandom a dejar opiniones, y yo quiero escucharlas/leerlas todas.

Atte. Cantarella.