Hermoso. Vivir los momentos que viví junto a ese chico fue hermoso.
Mientras lo ponía al tanto de la situación veía como su rostro tomaba distintas emociones. Realmente me dolió cuando lo vi llorar, jamás lo había visto derramar ni una sola lágrima en el tiempo que llevábamos conociéndonos. Verlo así hacía que mis ojos se humedecieran. No, no podía llorar frente a él aunque perderlo me rompiera el corazón. Jamás me había visto llorar, y ahora que estaba desapareciendo no sería la primera.
Estaba tan confundido, tanto que su confusión me quemaba la piel. Debía decírselo, aunque lo lastimara. No quería irme sin que supiera que fue realmente lo que me pasó.
Estoy muriendo. Cuando el dije eso, pude notar como su expresión se entristecía, y no disimuladamente. Las cosas que dijo, junto con sus lágrimas, lograron penetrar la fortaleza que me rodeaba, cuya función era evitar que las emociones de mis clientes me afectaran. Él pudo con esa barrera, la traspasó fácilmente, como si se tratara de algo sencillo, algo cotidiano.
Gracias. En esa palabra se resumía todo mi afecto, todos mis sentimientos hacia él. Lo que sentí desde que lo conocí, desde que entro en la tienda, desde que me formuló su deseo, desde siempre.
Le mentí. Si, fue una terrible mentira, pero estaba obligada a decirle que cumpliría su deseo. El deseo de convertir su sangre, que esta dejara de atraer a los espíritus.
Comenzó a decirme cosas sobre la clienta que le había encargado. Que ella se había enfadado con él, pero que al final lo había aceptado como maestro. Empezó a nombrar cosas que me cocinaría, que iban bien con el sake, para distraerse de la situación.
Iba a llorar. Sí, era seguro.
Me rogó que le dijera que todo esto era solamente un sueño, pero no era así. Yo lo sabía y él también, aunque quisiera engañarse a sí mismo pensando que sí.
Y así, al igual que nací creada por la luz, moría tragada por la inmensa oscuridad y, al mismo tiempo, me sumergía en la soledad. Entonces... ya no pude aguantar y el olvido me llevó con él.
Mientras percibía como mis sentidos se perdían tomé conciencia de algo. Algo que jamás me había puesto a pensar. Y que, con lo que quedaba vivo de mi cerebro pude notar: Jamás había estado sola, ni antes, ni ahora.
En ese preciso instante... desaparecí de los mundos.
