Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! no me pertenece, para nada (ojalá), es propiedad de Akira Amano, así como la genial trama de su historia.
...Las Matemáticas tampoco las inventé yo.
Notas: No tengo palabras para esto, de verdad, pero si puedo culpar a mis dos amigas (Leeran y Lexy D Miyu) por el resultado de esto. Es su culpa por hablar toda la noche de números, DE VERDAD. Es la cosa más WTF que he escrito en mi vida y... ya verán porque. Es como... un AU (?).
Claim: Veintisiete, leves hints Veintisiete/Cincuenta y nueve; Setenta y nueve/Veintisiete. (Sí, escrito con palabras y no números).
Pues bien, yo siempre dije que estoy loca :).
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Veintisiete nunca tuvo una vida grandiosa, pero no se quejaba (mucho) de ella.
Cuando era pequeño solía ser agredido en la escuela, en la calle, en el centro comercial y a veces a una cuadra de llegar a su casa; siempre por los marginados sociales llamados números negativos (y muchos de ellos eran sus compañeros de clase).
Él siempre les tuvo mucho miedo porque no se podía defender, pero tampoco se lo contaba a su madre, número dos, y hace mucho tiempo que no veía a su padre, siete.
Y creció creyendo que era un perdedor, hasta que un ser desconocido llegó a su casa (y que su madre quedó extasiada de conocerlo), era una letra; específicamente la letra R.
Letra R era un ser extraño, con mucho carácter y algo espartano. R le llevó a un submundo criminal que él no conocía: Álgebra, donde los números y las letras conspiraban entre ellos manejando el crimen organizado de las propiedades numéricas. Y que él era el candidato para ser uno de los Jefes Algebraicos.
Veintisiete jamás tuvo tanto miedo desde entonces, pero eso le ayudó a conocer a otros números que más tarde llamaría amigos.
Cincuenta y nueve fue el primero que conoció, y le tenía especial cariño a pesar de su explosiva personalidad. Él fue el primero que lo defendió de los bandidos negativos, además que a cada momento expresaba lo mucho que lo quería.
Veintisiete a veces se sentía nervioso al lado de Cincuenta y nueve, pero no sabía por qué.
Otro de sus amigos era Ochenta, un número par demasiado alegre y totalmente opuesto a Dieciocho (en personalidad y apariencia), que tenía una extraña afinidad por morder a otros números.
Treinta y tres era el más extremo de todos, con su par de tres era uno de los que más se destacaba entre ellos.
A veces Veintisiete tenía miedo de caminar más allá del vecindario de los Naturales, porque en el fondo vivía número Sesenta y nueve, quien desde que lo conoció admitía abiertamente que deseaba poseer su cuerpo y hacer multiplicación con él.
Eso le aterró. Hasta que Sesenta y nueve se volvió irracional y fue encarcelado con los otros números que se volvían al bando de los Irracionales. Pero aún así Veintisiete le estimaba un poquito.
(A su vez, Veintisiete se preguntaba como la dulce Noventa y seis le podía aguantar todas sus mañas.)
Veintisiete podía afirmar que vivía entre locos, porque sus amigos se la pasaban haciendo sumas y restas, y más de alguno había formalizado relación para comenzar a multiplicar la familia.
Pero Veintisiete era un número feliz con sus amigos.
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Niños, la marihuana hace mal, les digo yo (?).
Broma, broma.
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