Todos los personajes de la serie de Kaitou Saint Tail pertenecen a la genial Megumi Tachikawa, ninguno de los personajes me pertenece a mí, aunque… lo que daría por poder tener aunque sea los ojitos de Daiki v_v…. aclarado esto, aquí vamos.

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The way

Por Mimi chan

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Ella metió sus dedos en medio de su cabello color cobre para llevarlo atrás, mientras sus dientes blancos y parejos se dejaban ver detrás de su sonrisa divertida, opacados pronto por su mano pequeña y femenina. Era un gesto que le había visto hacer demasiado a menudo últimamente. Lo que le siguió era bello y frustrante al mismo tiempo, ella echó su cabeza atrás y soltó una carcajada sonora y demasiado alegre. Sólo podía concentrarse en cómo su pecho bajaba y subía con los espasmos propios de la risa y en lo largo de su garganta, de su cuello pequeño y fino se perfilaba. Llevó sus manos a su estómago y lo apretó tratando de contenerse. Se recargó un poco sobre sus piernas delgadas y gráciles, sentada como estaba sobre la mesa de piedra que había en el patio de la escuela y que servía para que algunos estudiantes estudiaran o comieran, golpeó un par de veces el banco a sus pies "estás completamente loco, ¿lo sabías?" preguntó sin poder dejar de reír. "Sí, lo sé" respondió el joven de ojos negros y cabello oscuro a su lado, tan o más divertido que ella, era después de todo el causante de su escandalosa y, al mismo tiempo, hermosa risa.

¿Qué era lo único malo en esta escena? Era el tercer participante de aquel acto tan divertido y dulce. Ese otro chico que miraba la escena, completamente celoso. ¡Diablos! sí, celoso. No era una emoción agradable o familiar para él, pero últimamente cada vez que veía a cierta pelirroja, era la única emoción que podía sentir.

Habían sido ya dos años desde que la conocía y por un motivo que ni siquiera él entendía, le gustaba tanto que casi dolía. No es como sí ella alguna vez hubiera hecho algo que indicara que pudiera ser correspondido, no importaba lo que algunas personas dijeran. Pero eso a sus emociones no parecía que les importara mucho, el necio, oculto y misterioso receptor de sus sentimientos había estado atesorando lo poco que había recibido de esta chica en particular, las pequeñas cosas agradables que ella siempre hacia por él, las risas esporádicas que habían compartido – diablos, ninguna como las que estaban saliendo de su boca ahora – incluso los malos entendidos que los habían hecho pelear alguna vez habían sido divertidos.

Y es que ella era… ella era fuego. No sabía de qué otra forma expresarlo. Todas sus actitudes y sus emociones eran como el fuego. Había una energía que casi quemaba en todo lo que hacia ella y, como el fuego, era cálido y cómodo cuando tú sentías frio. No es que él estuviera especialmente desprovisto de amor en su vida, sería una gran mentira si decía algo como eso, pero ella… él era como el primer hombre que había descubierto el fuego, no sabía cómo manejarlo, no sabía que es lo que se debía hacer con él en un principio, incluso a veces lo asustaba un poco, pero quería estar cerca de él, quería tenerlo en su vida porque simplemente sabía que el fuego era bueno y era vida.

Pero le estaban robando su fuego, otro cavernícola estaba poniendo yesca en el fuego que había deseado para él, y maldita sea si sabía cómo quitarlo de en medio.

Y es que el chico tenía una ventaja estratégica que todos los demás chicos que habían perseguido en algún momento a esta chica no habían tenido.

Sabía magia.

Bien, por lo que había escuchado en las conversaciones que había espiado de estos dos chicos, su papa era mago, de hecho conocía bien al padre de Meimi, que también era mago, y el propio chico se sentía atraído hacia la profesión, al igual que Meimi. O sea, podían pasar horas hablando y hablando de espectáculos de magia, trucos, la formulación de espectáculos, puertas trampa, etc. Y no parecían aburrirse nunca.

Además, él tenía la impresión de que el chico en realidad a Meimi le gustaba. Tanaka Yuta era… no era desagradable a la vista, era como la mayoría de los chicos que había conocido en su vida, de cabello negro, ojos oscuros, estatura promedio, diablos incluso podía decir que se parecía a él. Pero a ella le gustaba, en un par de ocasiones mientras él chico había estado distraído en sus explicaciones o mirando a otro, lado ella lo había mirado, había apoyado su mentón en su mano, había suspirado y lo había visto con un brillo especial en los ojos, imaginando algo, recordando algo, ¿Qué era? ¡Qué lo aspen si lo sabía!

El chico sólo había estado en su grupo por un mes y había acaparado toda la atención de la chica. La mitad de los chicos de la clase, quizá del instituto lo odiaban o lo envidiaban. Porque, no era difícil reconocerlo, Meimi era la chica más bonita de todo el colegio, sólo rivalizando con ella Takamiya Lina, y cuando los chicos conocían el arisco y orgulloso temperamento de la joven rubia, perdían mucha parte de su entusiasmo original. Por otro lado, las suaves risas, el espíritu deportista, y romántico de la pelirroja…

Él mismo se había visto atrapado por ello.

Y allí estaba él, Asuka Jr. Daiki, uniéndose al club de antifans de Tanaka, preguntándose por qué hasta ahora se había percatado de los fuertes sentimientos por esa chica que la mitad del tiempo lo trataba como si fuera un chicle pegado en su zapato.

— Nadie sabe lo que tiene… – dijo cierto chico que se paró a su lado sobre la baranda del pasillo de la escuela, mirando la misma pareja que sólo estaba a algunos metros lejos de ellos – hasta que lo ve perdido.

— ¿Qué quieres decir con eso Saruwatari?

— ¡Sawatari! – dijo con ira, pero concentrándose velozmente en lo que había estado hablando sólo un segundo antes – casi la tuve en mis manos Asuka, lo sé. Sólo debía insistir un poco más y seguro me habría dado más de una cita. Lo de la juguetería en realidad puede ser divertido y entretenido, pero si hubiera sido algo romántico, un paseo por el lago, una película de chicas… Pero es por demás, Tanaka la tiene en el bolsillo.

— Quizá tu problema fue justamente insistir demasiado. – Le constaba, Meimi lo había empezado a alejar como la peste en los últimos meses porque el fotógrafo amateur había empezado a parecer más que un admirador enamorado, un maniaco obsesionado.

— Mientras la batalla no se ha perdido hay que seguir peleando Asuka, es la regla en cualquier batalla – dijo plenamente convencido de ello.

— Lo que digas.

Un escalofrió helado lo recorrió cuando volvió a centrar su atención en la pareja en la banca. Ahora ambos estaban sentados a la misma altura, la mano de ella que estaba recargada en la mesa de piedra, estaba cubierta por la mano ligeramente más grande de él. Algo le decía y lo que estuviera diciéndole, ella estaba muy sonrojada.

— De veras que no quiero ver esto. – Dijo Sawatari cubriéndose los ojos. – Es demasiado duro para mi corazón.

— ¿Qué?

— Vamos Asuka ¿Nunca te le has declarado a una chica? Es más que obvio que eso es lo que está haciendo.

— Decla…

Como si le hubieran metido un petardo en los pantalones el chico salió corriendo. No sabía a ciencia cierta qué es lo que estaba haciendo, pero el impulso de impedir aquello, únicamente impedirlo, era lo que lo tenía moviéndose. ¿Cómo lo haría?, ¿Cuál sería su excusa?, ¿Cómo podría interrumpirlos?

Sólo un modo, sin estrategias, sin excusas.

La pareja no lo vio aproximarse, pero él no perdió detalle de ellos. Cómo el chico estaba suavemente inclinado sobre ella, cómo la mano que había estado debajo de la suya estaba siendo sostenida con más apremio. Cómo ella lo miraba con una suerte de angustia, su pequeña boca se abría y cerraba cómo deseando decir algo.

— Yo… Yuta… yo…

Lo que fuera que iba a contestar no salió de sus labios. Cuando llegó a su lado, tomó su mano libre que había estado posada sobre su regazo y con no demasiado cuidado la jaló fuera de aquella mesa. La chica trastabilló un poco pero logró guardar el equilibrio y quedar de pie en el suelo con él. La mano que Tanaka había estado sosteniendo no estaba más, ahora estaba en la suya, sostenida con fuerza y sin ninguna delicadeza, los ojos azules que él adoraba ya no estaban mirando hacia otro chico, sino confundidos y alarmados hacia él. Y su boca, la boca que había estado riendo con el otro joven sólo un minuto antes…

— Asuka Jr. ¿Qué crees que…?

No dijo nada más, porque ahora esa boca pequeña, suave y dulce estaba siendo cubierta por sus labios.

Al principio no pudo ignorar el grito histérico de Sawatari a la distancia, las exclamaciones de zozobro de los demás alumnos que habían estado alrededor en ese momento, imaginó la expresión de Takamiya si los viera, se regocijó de la cara de estúpido de Tanaka, todos esos pensamientos ocuparon su mente por un único segundo, porque después… después estaba el rayo que lo alcanzó, aquella tormenta dentro de él que le quitó el ritmo al centro de su cuerpo y le robó el aliento, un beso no debía ser así, un beso debía ser curioso, agradable incluso, pero esto…

El beso le sabía a años de espera, a sueños cumplidos, a imposibles logrados; le supo a un tipo de amor que no sabía que existía y a goma de mascar de cereza. Sintió al principio la tensión de la chica que empujó lo que le pareció lo que dura un latido del corazón, sus manos lo empujaron y luego se cerraron sobre las solapas de su saco escolar y ¡SI! Ella correspondió a ese beso, cerezas en el sabor de la saliva de su boca entreabierta, cómo una invitación a cosas imposibles de explicar, a la promesa de algo que a pesar de sus años de adolescencia había sido una brisa suave. La conciencia de que eres un chico y que, como chico sano y joven, desearas ciertas cosas que debían ser sólo delegadas a los adultos porque cuando eres joven la vida ya era demasiado caótica para lidiar con ellas también, pero que ahora lo golpeaban como un costal de ladrillos. La promesa de la suave piel de su espalda, del vello finísimo a lo largo de su cuello, de las suaves protuberancias de sus pechos, de la suavísima piel entre sus piernas, de una cama, de suspiros y…

Quizá la fuerza de esa emoción hizo que rompiera el beso, porque quizá no era muy fuerte, pero Meimi era tan, tan menuda, que cogerla en brazos y tenderla en el pasto bajo ellos habría sido muy fácil.

La soltó, no por gusto, no porque lo hubiera elegido, sino porque su mente estaba tan nublada que no entendió el mecanismo de apretar, su cerebro no podía darle la orden a su mano. Meimi osciló hacia atrás y cayó al piso sin fuerza. La irrealidad pintada en su cara.

— No te atrevas de nuevo a intentarlo Tanaka. – Dijo Daiki cuando recuperó el habla. – Si entiendes lo que acaba de pasar… – esperaba que Tanaka lo entendiera, porque sinceramente él mismo no tenía mucha idea – no lo intentes.

Y se fue, dio media vuelta y caminó, en la primera esquina que alcanzó corrió como si el diablo le pisara los pies, corrió antes de que cualquiera, incluido su raciocinio, lo alcanzara.

Meimi se quedó donde había caído sólo un segundo más, el joven a su lado se levantó de donde lo habían sorprendido para ayudarla. Con amabilidad tomó su mano y la ayudó a ponerse de pie, ella aun sentía las piernas como gelatina, la irrealidad aún le llenaba los ojos.

— Haneoka…

Meimi lo volteó a ver aún sin habla. ¿Había pasado? ¿Realmente había pasado? Es que… cuántas noches desde que conocía a Asuka Jr. Daiki había soñado con ese momento. Casi deseó pellizcarse para comprobar que estaba despierta. Pero… es que en sus sueños nunca estaba Yuta con una cara acongojada y deprimida ayudándola a estar de pie, nunca a lo lejos se escuchaba el sonido del llanto de Sawatari, ella no era tan perversa, ni en sus sueños haría sufrir a Manato así y, sobre todo, en sus sueños Daiki nunca salía corriendo de esa manera; después del beso todo era, como solían decir, "arcoiris y unicornios".

— Haneoka… — dijo incomodo el chico ayudándola a sentarse en el banco de piedra – sabes, debiste decirme que tenias novio, de haberlo sabido nunca te habría hecho ninguna propuesta, yo no hago esas cosas.

— ¿Novio? – Preguntó confundida. – Yo… tampoco lo sabía.

Meimi esperó y esperó por varios segundos despertar, aquí es donde sus sueños usualmente terminaban. Cuando la alarma del término del almuerzo sonó y todo caminó como solía caminar todos los días a su alrededor, lo supo. No, no estaba soñando.

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Ella estaba sentada justo en un pupitre junto a la puerta, él al otro lado del aula, junto a la ventana. Como no, como parte de lo que no pasaba en sus sueños – después de un par de horas había logrado finalmente atinar a que no, no estaba soñando – el chisme de que dos chicos se habían besado en el patio de la escuela llegó a la dirección y los habían puesto en detención hasta las 4 de la tarde. Las notas de por qué no llegaban temprano a casa, habían sido enviadas, el rumor corría ya por todo el colegio y en realidad ni siquiera tenían pruebas de que lo hubieran hecho, sólo rumores y aun así…. Detención.

Meimi miró casi con ira a Daiki, de veras casi lo odiaba porque… ¡rayos!, todo el asunto la tenía de cabeza.

Desde hacía por lo menos 3 meses se había dado cuenta de que estaba enamorada de él, de veras enamorada, no era sólo una cuestión de que le gustara o de que creyera que era un chico agradable y lindo, lo amaba. Con el furor de todo amor adolescente que hace que recuerdes a esa persona a los 98 años y aún suspires por él. Amaba su personalidad indómita y al mismo tiempo equilibrada; sus valores de fidelidad, justicia, y tenacidad. Amaba sus sonrisas por la mañana corriendo al colegio con una tostada en la boca; amaba la forma en la que la línea de su saco se perfilaba en su espalda, derecha, alta, perfectamente formada; amaba la forma que su cabello caía desordenado por su cabeza, acariciando su cuello; amaba sus ojos negros con espirales casi climáticos de verdes, la luz del sol los pintaba siempre de un color distinto y la noche, la noche los volvía de un jade profundo y misterioso; amaba su voz; amaba sus manos; amaba a Daiki, completa y absolutamente todo de él.

Pero no podía amarlo, porque ese amor cada noche que se encontraba con él hacia sus saltos más cortos, sus botas más pesadas y sus acrobacias menos ágiles, y cuando él la alcanzara… bien sabía que no le podían dar más de 5 años de cárcel, casi podía con el peso de aquello, iría a corte, se darían cuenta de que ella no había hecho en realidad nada malo, le darían libertad condicional y no sé, quizá incluso se volvería la heroína local, pero… Daiki jamás le perdonaría que se hubiera burlado de él, jamás de los jamases y por eso ella debía seguir corriendo rápido, brincando alto y salirse con la suya; y para lograr eso, debía dejar de amar al joven a un par de metros de ella.

Y, ¡oh! la vida y sus bromas pesadas. Hacia un mes había llegado a su grupo un joven de ojos negros y cabello rebelde, y ella se convencía de que era Daiki, no importaba sí debía llamarlo Yuta, para ella era Daiki e iba a expresar todo su amor y su pasión con ese joven y tendría paz mental de nuevo. Yuta le había pedido que fuera su novia y ella iba a contestarle a "Daiki" con un gran sí y se colgaría de su abrazo y quizá incluso lo besaría y estaría en detención con él ahora, pero… pero…

— Debo recoger las llaves de los armarios – dijo la hermana y se levantó de su lugar – no se muevan de sus pupitres.

Y salió del salón, un silencio pesado se instaló, sólo matizado por el sonido del viento silbando en los arboles una melodía discorde.

Meimi lo volteó a ver, él miraba la ventana a su lado. No sabía cómo salir de esa situación, esto era tan absolutamente irreal que…

— Explícame. – Exigió ella con un nudo en la garganta – ¿Qué querías demostrar Asuka Jr.?

Ella lo volteó a ver con dureza. Aguamarina. Hoy el sol lo había llenado de una fría y pesada aguamarina.

— Que Tanaka no puede tenerte.

— ¿Qué te importa a ti si Yuta quería algo conmigo?

— Creo que después de lo que pasó, es obvio.

— No, no lo es. – Dijo casi queriendo gritar, estaba tan cerca de la histeria. – Todo lo contrario Asuka Jr.

— ¿Qué tan difícil es interpretar un beso?

— ¡Alto! – No supo si lo dijo para él o para sí misma. Se levantó de su asiento y caminó hacia él, sí la hermana la veía, ¡Dios!, ¡Al diablo con la hermana! – Asuka, hace sólo 5 horas mi vida tenía sentido, tú eras el chico que sí, a veces es agradable conmigo, pero porque las personas civilizadas son agradables unas con otras porque así funciona mejor la sociedad, pero por lo demás, eres el mismo chico que nunca puede estar de acuerdo conmigo.

— Porque eres una soñadora que nunca tiene los pies en el piso.

— Por lo que sea, el caso es que éramos exclusivamente compañeros de clase que a veces se molestan y a veces se llevan bien, y eso es normal, no todos pueden llevarse bien todo el tiempo. Y hace dos horas eras el chico que… que… ¡Explícame!

Él también se levantó para quedar a su altura, bien él era solo un poco más alto, sólo unos 5 centímetros, quizá 7.

— Tanaka te estaba tomando de la mano – dijo acusándola — estaba inclinado sobre ti, iba a besarte.

— Ya lo sé. – Dijo molesta, ¿Por qué sonaba como sí Daiki le estuviera reclamando?

— Lo sabías y lo ibas a dejar – dijo aún más enojado que antes.

— Y eso… ¡Eso que te importa Daiki!

— Me importa. – Dijo molesto. Ella realmente lo había notado, y reconocía abiertamente que lo habría permitido. – ¿Cómo que qué me importa? Tanaka iba a besarte y no puede.

— ¿Por qué? – casi le gritó.

— Porque sólo yo quiero besarte.

Y se inclinó y lo hizo.

Fin capitulo 1

Jueves 16 de enero de 2015

02:04 a.m.

Nota de autora: qué puedo decir, muchos, muchos fics de Hey Arnold! Pero sobre todo uno llamado "Cuando Helga G. Pataki perdió la paciencia".