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Prologue

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Advertencia: Esta historia está hecha para fans y por fans. No es mi intención herir suceptibilidades...

Disclaimer: Todos los personajes de este fic pertenecen a Akira Toriyama... Yo sólo soy una pobre humana que intenta hacer una historia con esto.

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Prólogo

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Era extraño describirlo, esa sensación de vacio en el estómago, esas continuas ganas de vomitar que le inundaban el alma... por que era el alma la que estaba enferma, no el cuerpo.

Difícilmente sabía en qué momento había comenzado todo, ella era mala... No como las brujas de cuento o como las de las telenovelas, era mala sólo por ser humana. Era mala por que esa era su naturaleza.

¿Cuándo había comenzado a preguntarse sobre las cosas de la moral? Tal vez desde que era niña y soñaba con el caos tragándosela y haciéndola caer en la inconsciencia, sin ser ella misma, pero aún consiente de su ser. Esa era su peor pesadilla. Muchas veces se preguntaba qué escondía la muerte tras su bambalina de misterio, ella creía que la muerte escondía un Caos terrible, cosa que le asustaba, por ende, ella le temía a la muerte.

Bulma, a sus 24 años, era una mujer, como todas, ni mala ni buena... Bueno, tal vez mas mala que buena.

El hecho de ser la heredera de la Corporación Cápsula por derecho propio y no por consangueinidad era notable; ciertamente, el viejo y solitario señor Briefs le había sorprendido al haberla adoptado como hija al no tener él alguna familia a la cual dejar su empresa multimillonaria... A ella, una empleada más que dejó la Universidad por perseguir un sueño que tal vez estaba logrando, pero no como ella quería. Ella deseaba otra cosa. Y allí apareció, otra vez ese inmenso vacío. Ella lo deseaba todo, y a la vez, no deseaba nada.

Pero tal vez una retrospectiva de su vida le ayudaría a aclararse a sí misma sus ideas. Ella era mala... eso estaba más que claro, pero ¿por qué era mala? Simple, por que de niña, fue mala. Nació mala... y moriría siendo el ser más maldito del universo.

Aún recordaba esos primeros años de infancia... Oh, si.. ella fue terriblemente inmoral y malvada. ¿O acaso era eso lo que quería aquel hombre que ella pensara? No lo sabía a ciencia cierta, sólo tenia en mente que ella era una perra maldita.

Todo comenzó con la muerte de su verdadero padre... Él era un hombre, tal vez bueno, o tal vez no... Para que lo hubiesen asesinado con una cuchillada en la garganta, imaginaba que realmente no era del todo bueno.

Si, ella había nacido en la miseria. Su madre, una mujer bonita que se había casado con un hombre 9 años mayor que ella, la había tenido a los 17 años. Su padre, tal vez un delincuente, tal vez alguien malo en inhumano... o tal vez alguien bueno que se convirtió en alguien malo. Ese hombre había estado en la cárcel por asesinato, lo habían matado cerca de una escuela secundaria camino a su trabajo... pero aún así, ella deseaba que no hubiera muerto, ella deseaba que él hubiese estado a su lado. Pero ella, también lo odiaba, lo odiaba por que él había muerto; incluso alguna vez, ella había llorado en su tumba, recriminándole su muerte y su propio destino. Pero ella sabía que eso no tenía mucho sentido, al fin y al cabo, él ya estaba muerto, el no sabía nada... Él ya no existía y nunca existió para ella.

Fue a los cuatro años que ella se descubrió mala, no fue algo terriblemente desgarrador, ni algo perturbante, fue algo sencillo y común. Su madre se había enamorado de otro hombre; ella, a sus cuatro años de edad y con sus ojos y cabello azules, se emocionó. Iba a tener un padre.

Todo mundo conoce la vieja historia de Edipo, ¿no? Tal vez eso fue el detonante de lo que ocurrió a continuación, y por eso, ella se dió cuenta de su maldad inmoral.

El hombre, un trabajador de construcción, cierta noche que su madre no estaba, entró a la habitación de la niña. Estaba ebrio. Ella pudo haber gritado, pero nadie le escucharía... también, ¿qué mal podría hacerle ese hombre? Él le regalaba dulces, la llevaba a pasear... Era el padre que su madre le había dado. Lo que pasó a continuación, fue algo extraño, pero no le pareció malo. Al fin y al cabo, ella amaba a su padre, ¿no? Todas las hijas demuestran su amor a su padre de muchas maneras... ella lo creyó, y lo más perturbador fue que, a ella, una niña de 4 años... le gustó.

Ella amaba ver la sonrisa de su padre, aunque no sabía bién el por qué de los actos que ella hacía para él. A ella le dolia al principio, pero él le explicó que el dolor era una forma de demostrar el amor hacia otra persona... que las personas que se quieren mucho hacían eso. Ella le creía, ella lo quería. Ella sólo quería que le dijeran que era buena... y a ella le gustaba que la amaran. Tenía un hambre terrible de amor. Y ella era mala por eso.

Era mala por que era un secreto que su madre no debía de saber. Era mala por que luego de cierto tiempo, ella buscaba a su padre para comenzar su demostración de afecto. Era mala por que nadie le había explicado que lo que ella hacía con su padre y viceversa, se calificaba como inmoral, como un acto de abuso. Era mala, por que a su corta edad alguien había moldeado su cerebro para aceptar el hecho de que no había cosas malas en nombre del amor.

Y así, los años pasaron. Ella gozaba de total libertad para con ella misma. Nunca salía de casa después de la escuela, ella prefería leer. Ella prefería inventar. Ella era un genio entre toda esa maraña de maldad. En la escuela, los profesores la elogiaban y a ella le encantaba eso. Pero también los alumnos la llamaban loca... Tal vez fue desde ese momento que empezó a querer más... Más amor para ella, más conocimiento... más inmunidad para hacer las cosas que ella deseaba. Cierta vez, enterró un tenedor en la pierna de un compañero, por que le había llamado Bulma la loca. No pasó nada, como siempre, se catalogó como un accidente. Y ese fue el nacimiento de su otro tipo de maldad latente: el odio.

Llegando a los 7 años de edad, su madre tuvo otro hijo; las cosas siguieron como siempre, a excepción de una cosa: su madre vió a su marido abusando de su hija. La mujer enloqueció, pero no enloqueció contra su marido, si no contra su hija. La madre tomó a la peliazul del cabello, la arrastró en un caos enloquecedor de gritos y odio, de dolor; Bulma no sabía qué era lo que ocurría, pero dolía, dolía escuchar que le llamaban perra, maldita, zorra, puta. ¿Ella era todo eso acaso? Tal vez si.. y por primera vez, ella sintió eso llamado culpabilidad.

Era un torbellino de dolor y colores oscuros queriéndo adentrarse en su cabeza... Era muchas cosas, entre ellas, la vista de las escaleras y ella rodándo en ellas. Sentía como su cuerpo era de alguien más y ella observaba todo el cuadro desde la distancia, pero era ella la que caía, era ella la que se fracturaba.. era ella la que posiblemente moriría.

Y hasta hí pudo recordar su pasado, puesto que no quería aceptar los hechos consiguientes. Ella no quería aceptar que realmente ella no era la verdadera mala ni la total culpable, si no que en ese asunto, todo mundo tenía una parte de culpabilidad. Pero ella sabía que la mayor culpa era suya, completamente suya.

Su automóvil iba a cerca de los 160 km/hr, odiaba viajar por carretera, siempre le hacía pensar en las situaciones más incómodas de su existencia. Mierda. Las cosas no iban completamente como ella deseaba, puesto que llevaba una hora de retraso para llegar a la convención anual de Ciencias aplicables y todavía tenía que ir después a cerrar un trato con Seguridad Nacional y Milicia. Desde que el viejo Briefs la había nombrado su hija, situaciones como esta eran comunes. Extrañaba sus dias de empleada insignificante a veces sólo por que en ese entonces nadie le acosaba y podía tener un poco de vida real.

Los trigales y campos pasaban a su lado rápidamente en un resplandor verde, todo gracias a la velocidad de su automóvil. Prefería viajar así, ella sola, sin tanto barullo ni gente a su alrededor antes de ir a exponer algo a alguna de las tantas convenciones a las que últimamente asitía.

Un resplandor repentino cegó sus ojos momentaneaménte, el auto derrapó por la acera mientras ella trataba de frenar desesperadamente a ciegas. De pronto, un sonido de explosiones llegó a sus oídos mientras que ella intentaba recuperar un poco de visibilidad tras haber logrado que su auto milagrosamente no se hubiera estampado contra algo. A unos cien metros de donde ella se encontraba, cercano a la curva de la carretera que se hallaba frente a ella, una pared de humo se levantaba en lo que parecía una especie de avionazo... algunos fragmentos de un material metálico en color blanco estaban esparcidos por la zona.

Decidida a enterarse de lo ocurrido, ella bajó del automovil y caminó hacia el lugar. En cuanto llegó a una distancia considerable, se dió cuenta que eso no era un avion. Un par de cuerpos yacían tirados cerca de la complicada nave circular, disparados por la fuerza del impacto hacia la tierra, imaginando que habían salido disparados desde el gran agujero que tenía la nave. Los hombres parecían gente común. A uno de ellos le faltaba visiblemente un brazo y el otro tenía el cráneo completamente destrozado... Una terrible forma de morir sin duda. Lo que le sorprendió, fué que ambos tenían COLA. Era aterrador, ciertamente, que con el hombre que tenía destrozada la cara podía dudar de que fuese humano, pero el otro, de cabello largo y sin brazo y con la mitad del torso molido en una cosa sanguinolenta, tenía el rostro casi intacto, y él era humano, realmente parecía humano.

Un sonido la alertó, era una especie de quejido que provenía desde el interior de la nave. Curiosa y ansiosa por la verdad, ella ingresó al lugar, encontrando algo extraordinariamente malo.

Un hombre, completamente inconsciente, aún vivo. Su cara y su cuerpo completamente estaban empapados en sangre, tal vez suya. Ella podía jurar que al menos tenía los huesos de las piernas rotos, puesto que estaban en una posición antinatural. Lo había salvado la misma nave al contener su cuerpo dentro del lugar y no arrojarlo por el gran hoyo que tenía. Realmente este hombre/alien o lo que sea que fuere tenía suerte. Luego pensó que si lo dejaba ahí podría venir la policía, podrían hacer cosas inhumanas con él. Ella sabía, lo tenía muy en cuenta. El caso de Piccoro daimaoh hacia apenas 4 años resonaba aún en su consciencia. Ella había tomado parte en la experimentación con el espécimen. Y vió en lo que terminó. No iba a hacerlo nuevamente, ella no era tan despiadada y malvada. Ya no quería serlo.

Sacó de su bolso una cápsula de droides de cámara y la accionó, rápidamente ordenó a los pequeños robots cargar con el sujeto, mientras ellos flotaban hacia su destino, ella observó el sitio. No debía dejar huellas de que estuvo ahí. Sacó un par de pañuelos de su chaqueta y comenzó a limpiar todo minuciosamente. Seguro que no tardarían en llegar ante la conmoción.

Los robots habían colocado al hombre en el asiento trasero del auto; para cualquiera que lo hubiese visto en ese momento, parecía que era un cadáver del que se iba a deshacer. Rió ante la idea. Luego, pensando exactamente en su siguiente paso, decidió darse la vuelta regresar a la sede. El dr. Briefs, con su gran corazón, sabría qué hacer; ella aún recordaba que fue uno de los primeros en oponerse al experimento número 103, el que desencadenó la muerte de Piccoro daimaoh, y por ende, sabía que él también quería resarcir los daños. Lo primero y más importante era: deshacerse de su cola y hacer que se recuperara.

Y así, fue como nuestra historia comenzó.