Título: Particular Valentino

Palabras: 460

Advertencias: ¿La tacañería de Roderich? xD

Comentario: No pensaba hacer nada para San Valentín, pues opino que se ha convertido en un día comercial pero... bueno, al final no he podido resistir. Y menos de esta pareja, que tiene tema con el especial de Buon San Valentino y necesita amor xD Así que nada.

Disclaimer: Hetalia no me pertenece, y agradeced que sea así...


.·´`- PARTICULAR VALENTINO -´`·.

Que a Austria le gustaba ahorrar en exceso no lo negaba nadie. Ni siquiera el propio Roderich. Porque era una costumbre que había adquirido de su mejor amigo Suiza y ya formaba parte de su personalidad. Por más que quisiera, no podía evitar remendar una y otra vez los calzoncillos hasta que en éstos no cabían más parches.

Hungría había tenido que convivir con ello durante muchos años. No había sido fácil, pues, aunque no derrochadora, no consideraba necesario llegar a tales extremos.

Sin embargo, y pese a esa particularidad, el austriaco era una persona muy cumplidora. Jamás se le pasaba una fecha, y no dudaba en celebrarla… a su peculiar manera. Y San Valentín no era la excepción.

Puntualmente, cada mañana del 14 de febrero, Elizaveta recibía un paquete. Nunca venía remitente, pues éste no venía facturado, sino que llegaba misteriosamente a las manos de un repartidor conocido. Y tampoco le hacía falta, pues el repartidor siempre aludía inconscientemente a Mariazell. Ante ese hecho, la húngara solamente podía esbozar una sonrisa divertida.

Luego entraba a casa y abría el paquete. En él había una pequeña selección de dulces austriacos, hechos a mano, y entre ellos una pequeña nota, donde se la citaba en cierto lugar a una determinada hora… después de haber disfrutado los dulces con un buen té de su casa, por supuesto. Elizaveta ampliaba su sonrisa y aceptaba la implícita invitación.

Después se dirigía al lugar de la citación, que no se trataba ni más ni menos que de la casa de Roderich. Al llegar le esperaba la puerta abierta y un ramo de flores en la entrada, generalmente unas preciosas rosas rojas, recién cortadas del jardín. Ella las tomaba con delicadeza y avanzaba hacia el salón, empezando a escuchar en el aire una suave y sugestiva melodía.

Su sonrisa se hacía aún más grande, si acaso eso era posible, cuando él dejaba de tocar y se acercaba hacia donde ella estaba, con una sincera sonrisa de alegría, para besarla dulcemente e invitarla a pasar la tarde con él, a lo que ella le respondía con un beso más pasional.

Y todo ello gastando la menor cantidad de dinero posible, pues Roderich no dudaba en acudir a la casa de Alemania para aprovecharse de la confusión que le embargaba ese día y usar su cocina y alimentos. Tampoco sentía demasiados remordimientos por pasar de camino a su casa por la de Francia para quitarle algunas rosas que, sin duda, el francés usaría peor. Elizaveta estaba al tanto de todo eso, pero ya no le importaba tanto lo tacaño de su ex-marido.

Después de todo, los detalles y las caricias eran lo que contaban. Era un día especial en su calendario, pero otro más en su mundo particular.