A/N: Bueno pues al final me he animado a hacer este fic, en el que puedo demostrar mi nula aptitud para escribir y un vocabulario muy reducido todo por culpa de la ciencia. LA CIENCIA NO LLEVA A NINGUNA PARTE, en realidad sí (a ser una mediocre Jane Foster xdd). Espero que os guste y aguardo con ansia vuestros reviews y eso, tened en cuenta que soy novata y de ciencias.
Antes de todo quiero dejar claro que en esta historia sólo va a haber Brodinsons aka Thor y Loki son amigos/hermanos, no va a incluir ningún romance Thorki ni incesto, hago énfasis en que son niños de unos 10-12 años midgardianos y no buscan nada más que cosas de su edad. No es que esté en contra del Thorki, simplemente no estoy escribiendo una historia sobre ello.
Los personajes y to'l rollo pertenecen a Stan Lee y Jack Kirby, causantes del declive de mi vida y las películas están dirigidas por Kenneth Branagh y Alan Taylor, cómplices en la destrucción de mi vida social. He intentado ser original en la historia, sorry.
Ser hijo de rey no es nada fácil, sino preguntadle al joven Thor. El hijo de Odín se encontraba en uno de esos momentos de su vida en los que se replantearía claramente el cambio de familia. Su padre lo llevaba a todas partes para que el futuro rey de Asgard y los nueve reinos estuviera preparado para recoger el relevo de su predecesor una vez llegara la hora, desde las interminables reuniones con el congreso, hasta entrenarse con los guerreros con más renombre de todo Yggdrasil. Thor estaba saturado, y eso lo notaba su madre, que le había pedido en numerosas ocasiones a su esposo que se replantease eso de preparar a su hijo para el reinado pese a su corta edad. Y es que no quería que perdiera su juventud con temas de suma responsabilidad sólo porque Odín esté empeñado en hacer de él un digno heredero.
Lo positivo de esto, es que el Padre de Todos estaba preparando a su hijo durante tiempos de paz. No se avistaba ninguna amenaza en el horizonte, al menos de carácter bélico, puesto que el cambio de estación se acercaba, y no con muy buenos pronósticos. Todo se debe a que en los confines del Árbol de los Mundos, una agrupación de supernovas está a punto de finalizar su ciclo de vida, estallando y arrastrando todo el material suspendido hacia el otro lado del Universo. Desgraciadamente, en esa trayectoria se halla el planeta gélido de Jotunheim, lo que supondría que vientos muy fríos procedentes de este territorio llegarían a Asgard, trayendo un temporal de invierno nunca visto hasta ahora.
Heimdall, el vigilante de los nueve reinos, avisó a Odín de que si el frío Jotun alcanzara Asgard, estarían anegados un tiempo, y todas las cosechas y los animales expuestos a esta friolera racha, quedarían totalmente calcinados. Ésta alerta se transmitió mediante los pregoneros a todos los habitantes del reino dorado, y mandó a la población a buscar provisiones para el temporal, entre ellas permitiendo la caza de cualquier animal mientras sirva para abastecerse para el invierno.
Pero la familia real no quedaba atrás, no todo eran privilegios para ellos, y esto también servía como lección para Thor, tendría que aprender a cazar cómo buen guerrero que iba a llegar a ser. De este modo, el Padre de Todos decidió llevarse al joven príncipe a Jotunheim, donde se hallan grandes rebaños de bueyes, de los que tienen una piel gruesa que podría ser útil para crear abrigos, además de la carne jugosa que les permitiría pasar ese invierno que les acechaba.
—Padre, ¿qué hacemos aquí, si hace tanto frío? ¿No podríamos haber cazado estos bueyes en Vanaheim?—se quejó el joven Thor, viendo como su padre lo ignoraba totalmente.
—Los bueyes de Jotunheim contienen mucha más carne que cualquier otra bestia de los nueve reinos, créeme que no estaríamos aquí si no fuera por una razón— mustió Odín, no prestando mucha atención a su primogénito.
—Me estoy congelando, ¿podemos parar a descansar? Llevamos horas y horas sin parar de caminar, estoy agotado—siguió protestando, aunque sin mucho efecto. — Padre, se lo ruego por favor, ya no siento mis pies.
—¿Te das cuenta, hijo mío, que así nunca llegarás a ser un rey digno? — Respondió con brusquedad Odín— Desde que hemos bajado a este páramo, nos has parado de despotricar, debería darte vergüenza. ¡Aprende a comportarte como un hombre! —
—¡Pero si aún soy un niño! ¡Deja de tratarme como lo que no soy! — gritó Thor.
—Bueno, si eso es lo que quieres…—mustió Odín—…quédate a jugar un rato, a ver si te lo pasas bien.
—Espera, ¿qu-
De pronto, el Padre de Todos se esfumó sin dejar rastro. Thor miraba sus alrededores y se encontró solo, completamente solo, en este páramo helado, sin saber dónde ir. Pese a haber tenido una discusión acalorada con su padre, el frío que le envolvía el cuerpo no había desaparecido. Un escalofrío le recorrió la espalda y el joven pensó, ¿ahora qué?
—¡Padre, padre! ¡Padre por favor! —gritó inútilmente—Lo siento, por favor ¡Sácame de aquí!.
—¡Heimdall! ¡Abre el Bifröst! — pero se dio cuenta que era sumamente inútil llamarles, estaba solo ante el peligro.
Por otra parte, Thor se confió que su padre no iba a dejarlo ahí eternamente, ni que hubiera hecho algo malo, simplemente se había quejado de las condiciones, como lo hubiera hecho cualquier otro chico de su edad. Excepto que él no era cualquier otro chico, él iba a ser el futuro rey, y con ello venían nuevas responsabilidades, de entre ellas ser valiente y no dejarse llevar por las condiciones, mantenerse sereno ante la inestabilidad del ambiente, tener la cabeza fría…¡pero no literalmente!
Empezó a cundir el pánico, a vagar sin rumbo. Supuso que encontrar la base del Bifröst en Jotunheim sería la solución a todos sus problemas, una vez allí Heimdall podría escucharlo y traerlo de vuelta, convirtiéndolo en un héroe y demostrando a su padre que sí que es digno de reinar.
De este modo, el hijo de Odín empezó a explorar la zona, y se dio cuenta de que todo era similar a lo anterior y que posiblemente esté dando tumbos. Agradeció tener en esos momentos su espada, al menos de esa manera no moriría de hambre, si se le daba bien cazar, algo que todavía no había puesto en práctica.
Pese a ser un páramo helado, Jotunheim era un reino habitable, eso sí, sus seres estaban adaptados perfectamente a las condiciones de este planeta. Estos habitantes eran los Jotun, o comúnmente llamados "gigantes del hielo", aunque no todos eran muy altos, y se desconoce el porqué. De entre estos "gigantes" no muy vigorosos, encontramos a Loki, el joven hijo del rey de los Jotun, Laufey. Pero su condición de descendiente de rey no le sirve de mucho, ya que su estatura y aspecto hicieron que su padre tomara la decisión de relegarlo de sus aspiraciones al trono, dejando a su hermanastro y gigante de pura cepa, Byleist como heredero del reino helado.
Esto no era ningún inconveniente para Loki, su vida no es más que una triste historia repleta de dudas acerca de sus orígenes y de decepción. Nunca era el centro de atención, más bien se ocultaba y su padre lo ocultaba, pues no era más que una vergüenza para la sociedad Jotun, un despojo del que su padre se hubiera desecho de él si no fuera porque su hijo, sorprendentemente, era un hábil estratega.
Además de eso, Loki era un hechicero novato, pero sólo porque su manera de asimilar era mediante los libros que encontraba de la gente que se extraviaba en los desiertos nevados del planeta congelado. Claramente, si hubiera tenido un mentor, sería uno de los brujos más poderosos de entre los Aesir y los Vanir. De esta manera, Loki pudo asumir que tal vez su origen sea medio Jotun medio Aesir, en cuestión de magia y altura, puesto que su piel era de un azul eléctrico característico de los gigantes, junto a sus ojos rojos.
Su condición de "bastardo" en la familia real Jotun le obligaba a realizar las tareas más desagradables posibles, dignas de cualquier esclavo o sirviente, pero su habilidad como pescador le concedió el título de "besugo real", apodo que detestaba.
Como cualquier día en su vida, debía acatar las órdenes de su padre e irse a pescar, puesto que un temporal de mucho frío se acercaba a territorio Jotun, y tendrían que prepararse, aunque solo supondría una simple bajada de las temperaturas acompañada de un fuerte viento espacial.
—¡Tú, escoria! ¿Tienes pensado ir al estanque Kröl a pescar algo? —dijo Laufey con un desprecio habitual para el joven Loki— ¿te crees que vamos a sobrevivir al temporal con sopitas hechas por tu madre?
De la madre de Loki no se sabía mucho, ciertamente no la llegó a conocer, así que se podría decir que creció sin figura maternal, puesto que su madrastra Farbauti, no aportaba nada a su vida.
—Eres encantador, esposo mío. —mustió Farbauti mientras tejía un abrigo para su marido— Aunque es cierto Loki, ya podrías ayudar a tus hermanos a abastecer nuestra despensa, que no solo de bueyes nos alimentamos.
— Está bien padre, como desee—añadió Loki.
No le gustaba seguir discutiendo en este ambiente, tenía todas las de perder. Su aspecto le garantía una soledad a la que ya estaba acostumbrado, pero eso lo trastornaría, por eso siempre le acompañaba un pequeño armiño blanco, al que él llamaba Ural.
El joven se retiró y marchó hacia el estanque, que como es habitual en estas zonas, está congelado, por lo que pescar en esas aguas es tarea complicada que nadie quiere encargarse, pero que calmaba los nervios del muchacho.
En ese mismo instante en el que se disponía a pescar, escuchó unos gritos, cómo de socorro. Lo ideal hubiera sido ignorarlos, tal y como los demás lo ignoran a él, pero tenía que demostrar que Loki no era como los demás gigantes, sino que tenía un buen corazón. Así que Loki decidió esconderse, pero su armiño no tenía tantas ganas.
Thor seguía buscando su camino, aunque se daba cuenta que gritando no haría más que atraer bestias peligrosas o a los mismísimos gigantes de hielo, pero él quería atraer la atención de Heimdall, así que si no gritaba nunca se enteraría de que está ahí y lo salvaría.
—¡Heimdall abre el puente por favor! —exclamó Thor, ya casi perdiendo la esperanza.
De pronto, miró a su alrededor y observó un pequeño roedor, de color blanco.
—Al menos esta noche no tengo porqué pasar hambre, aunque no creo que sea lo suficiente—pensó, más guiado por su estómago que por su cerebro.
Se dedicó a seguir al muy escurridizo animal, el cual lo llevó hacia un tipo de estanque, en el que había instrumentos de pesca, pero no había nadie vigilándolos, o eso pensaba él. El joven Thor creyó que sería buena idea utilizar estos utensilios y capturar unos cuantos peces para cenar, claro está que primero tendría que saber pescar, algo que su padre no le había enseñado.
—Qué enseñanzas tan útiles me aporta padre si no me deja aprender de nadie, me lo tengo que averiguar todo ¿qué a él nunca le han enseñado nada? —refunfuñó Thor—estoy seguro que el abuelo Bor no era tan duro.
Se aproximó a la cesta de cebos y encontró una pica para perforar el hielo y así poder pescar en agua líquida, parecía fácil, pero no tenía idea alguna de qué cebo usar.
—Yo no emplearía ese cebo—le susurró una voz que venía de detrás suyo—todavía no es temporada de percas.
Thor se dio la vuelta y se asombró al ver al gigante de hielo, estaba asustado pues todas las historias que le contaron de pequeño los narraban como criaturas despiadadas y monstruos desalmados, pero éste era solo un niño y bajito. ¿Qué mal podría hacerle al hijo de Odín?
—Te aconsejo que tocarme y hacerme daño no es una idea muy sensata. —avisó Thor con cautela— no te haré daño si consigues pescar para mí.
—No tengo esa intención, es más, me entretiene verte intentando pescar de esa manera—dijo Loki con aire risueño—veamos cómo lo haces…
—¿Y tú quien eres? ¿Cómo osas hablarme así? —añadió Thor intentando imponer autoridad—no eres más que un simple ¿gigante de hielo? siquiera eres más alto que yo.
—Yo soy Loki, y te aseguro que no pretendo ofenderte, sólo quiero ayudarte, si es lo que deseas…
