Disclaimer: Los personajes de la serie Twilight no me pertenecen -Qué no daría para que Jasper sí...- Le pertenecen a Stephenie Meyer, la creadora del 9O% de mis amores imposibles.

Alice imagina a Forks como una pequeña réplica de Hawaii repleta de turistas holandeses ¡Pero no encuentra a ninguno! Felizmente, la suerte de uno de ellos le ha sonreido y le trajo a alguien más especial de lo que imaginó.


Chapter O1 :: Forks, Here I Come!

Sentía que habían pasado 10 horas –Aunque el vuelo duraba dos.- y moría de aburrimiento. La televisión del avión pasaba un video de cámaras escondidas que había visto en todos mis vuelos con esta aerolínea, pero que hacía arrancar un par de carcajadas de parte den obeso señor atrás mío.

Para intentar bloquear esas estruendosas carcajadas, le subí el volumen a mi iPod y seguí leyendo un artículo de Cosmopolitan sobre actrices y cantantes pequeñas, pero igual de sexies –Mi Biblia personal siempre subiéndome el autoestima.

Cuando estaba leyendo sobre la pequeña Ashley Greene, empezaron a sonar los cuatro maravillosos de Liverpool, y no pude dejar de imaginarme en esa colorida época. Con una micro falda psicodélica y unas botas blancas a la rodilla, mientras movía mis brazos en ondas y cantaba She Loves You! Ya, ya, ya

Y no me hubiese detenido de cantar –Ni imaginarme con flores en el cabello dando vueltas y saltos en el avión- de no ser por mi hermano, que levantándome el audífono me sacó me sacó de mi transe.

"Alice cierra la boca, todos te miran con pena."

Bajé inmediatamente el volumen de mi Ipod, antes de sacarle la lengua. El me dirigió una de sus sonrisas torcidas y continuó leyendo "Crimen Y Castigo"

"Hey," Dije mientras golpeaba su libro. "¿Porqué llevamos más ropa de invierno que de verano a nuestro paradisíaco Forks?"

"Mejor sigue cantando, Allie. Ya te he respondido eso como trece veces." Me respondió sin despegar la vista de su libro…Sentía que algo iba mal, y mis presentimientos nunca fallaban, pero no pude definir que era. Pero en fin, ¡Ni que fuera la temporada de lluvias más fría de los Estados Unidos!

"Es que, si Forks es como Hawai, ¿Cómo no lo he escuchado como destino turístico nunca? O si no, ¿Porqué llevamos tanta ropa de invierno? ¿Y cómo es que…?"

"Mira Alice, es la última vez que te lo repito: Forks no es exactamente cómo Hawaii, lo que tienen en común son las hermosas playas, que es tranquilo y, emmh, los turistas, los holandeses, ya sabes."

"Edward, sé que me ocultas algo." Le advertí con el seño fruncido.

Él abrió la boca para responderme, cuando la aeromoza nos interrumpió.

"Disculpe, pero tiene que abrocharse el cinturón de seguridad que vamos a aterrizar en pocos minutos, no queremos ningún accidente." Le coqueteó fingiendo ser una chica inocente. "Si tiene problemas en colocarlo, gustosamente lo ayudaré."

Genial, una fan de Edward. Me encantaba que mi hermano tenga tanto pegue, hasta con mujeres mayores, era muy entretenido. Sonreí y miré a Edward. Lo más seguro era que ya me hubiese leído la mente, pues tenía una sonrisa igual de maliciosa que la mía.

Posé mi mano en el muslo de Edward, para responderle a la aeromoza. "Yo se lo pongo, no hay problema." Y le guiñé el ojo. Edward besó mi cuello y me mordí el labio, sobreactuando un poco. Así era más divertido

"Usted también póngaselo, por favor. Reitero que no queremos accidentes." Esta vez lo dijo con menos lujuria en los ojos y un poco de sarcasmo en la última oración. Era el turno de Edward.

Se acercó a mí, inclinándome para atrás, mientras agarraba mi cintura. Después de apreciar la expresión de la aeromoza y abrocharme el cinturón, continuó con su parlamento. "Listo."

La aeromoza caminó sin detenerse en ningún otro pasajero y entró a la cabina del piloto.

Apenas se cerró, nos reímos como el obeso que estaba detrás de mío, sólo que el video ya se había terminado y todos nos miraban como bichos raros. Yo casi lloraba y él no se quedaba atrás, cuando nos callábamos y nos mirábamos, continuábamos riendo.

Edward, sin duda alguna, era mi hermano favorito –Por ser el único. En realidad, es mi hermanastro, pero ya nos conocemos casi diez años y siento que ya comparto mis genes con esta cosa.

Él y su padre Carlisle entraron en mi vida hace nueve años, cuando Edward y yo teníamos ocho.

Desde que nací, fui de pequeña estatura y tenía tanto su lado positivo, cómo negativo. Lo bueno era que le parecía adorable a todo el mundo. Lo negativo eran los apodos que me ponían algunos niños de la escuela, Esme decía que era envidia, pero ahora me doy cuenta que sólo lo hacía para que no me sintiera mal. El niño que me molestaba más se llamaba James y era mayor que yo por un año, nuestras mamás eran íntimas amigas, por lo que lo veía más seguido de lo que quisiera. Un día, me dijo que tenía que hacer para crecer –Supongo que le di pena, o algo así.- Me dijo que si me daba hipo crecería bastante y tal vez hasta lo pasaría.

Desde ese día, intenté por todos los medios averiguar cómo me daría hipo, hasta que un niño con el que compartía el taller de música.

"Oye, ¿Tú eres la que quieres que le de hipo?" Me preguntó un niño de cabello bronce, mientras tocaba en el piano la canción que presentaríamos juntos.

"Sí, ¿Sabes cómo?" Dejé de cantar para ponerle atención a mi nuevo mejor amigo.

"Bueno, una vez me dio hipo porque me apure al comer y…"

No lo dejé terminar, bajé dando saltos las escaleras del escenario buscando mi lonchera. Pero me detuvo un fuerte golpe en la cabeza.

"Mira, pioja, si la profesora Roberts te ve comiendo, te bota. Terminemos de practicar la canción y comes, ¿Entendido?"

Mi nuevo mejor amigo también ponía apodos degradantes… Debo admitir que en esa época carecía de dignidad, así que le hice caso y fui a cantar.

Apenas terminaron las clases, corrí a mi lonchera y salí embalada al patio, donde me senté debajo de un árbol. Tenía una manzana, unas galletas de vainilla y la profesora me regaló un chocolate por cantar bien. Aparte encontré unas gomitas en mi bolsillo y mi compañero, el pianista, me regaló su lonchera, que eran galletas de coco, un jugo de naranja y un emparedado de jamón.

Comí todo lo que estaba a mi paso sin interesarme si sabría rico o no. Hasta llegar a las galletas de coco.

"Por cierto, enana, ¿Cómo te llamas?"

"Me llamo Al…"

No pude terminar porque mi pecho se cerró, no podía respirar y me quede tirada en el piso. Escuché a mi amigo gritar algo cómo "¡Es un hipo extremo!" y salió corriendo para pedir ayuda, pedir ayuda a unos niños idiotas que solo enloquecieron a mi alrededor, otros me tocaban con un palito para ver si seguía viva y los demás se me quedaban viendo.

Algún niño cuerdo llamó a la profesora, quien me cargó y me llevó a la entrada de la academia. El chico "galletas de coco" no paraba de llorar mientras me decía que todo iba a salir bien, que tal vez me operaban o me amputaban el estómago, pero que sobreviviría.

De ahí no recuerdo mucho… sólo que desperté –O salí del trance en el que me encontraba.- con un doctor guapísimo a mi costado y que no me dio hipo, pero crecí dos centímetros a producto de la fiebre. Al salir del hospital, descubrí que era alérgica al coco y que mi mamá estaba mucho más feliz que de costumbre, y es que estaba saliendo con Carlisle, alias Dr. Hottie y progenitor del chico "te-amputarán-el-estómago-pero-sobrevivirás"

Así que tener un hermanastro fue más fácil de lo que pensaba. Dos años después, cuando Esme y Carlisle se casaron, nosotros hicimos un pacto: que pasase lo que pasase, él sería mi hermano y yo su pequeña hermana alérgica al coco.

"Alice, baja tu exageradamente grande bolso de mano que las señoras no pueden sacar sus maletas." Murmuró Edward sacándome de mis pensamientos.

Lo hice rápidamente, me estire un poco y bostecé. "¿Cómo vamos a ir hasta Forks , eh ?"

"Charlie Swan, el compañero de escuela que les comenté, me confirmó que podría sacar algo de tiempo para venir a recogernos y dejarnos en Forks." Me respondió Carlisle un poco cansado.

Todos nos limitamos a asentir y salir del avión, cuando pasamos por la lujuriosa aeromoza, nos alejamos un poco de Carlisle y Esme, para poder abrazar a Edward de la cintura y que el me besara el cabello. Ella nos sonrió sarcásticamente e intentó abrazar al piloto, quien la ignoró por completo.

Al bajar, otro ataque de carcajadas nos esperaba. Yo no podía esperar a conocer Forks, quería conocer a los turistas, estrenar mis nuevos bikinis y redecorar mi nueva habitación.

Apenas entramos al gigante aeropuerto, vimos a un policía alto, de cabello castaño y ojos pardos, se veía un hombre que de joven no le habían faltado admiradoras, muy varonil. Tenía un cartel que decía con letras fosforescentes: "Carlisle Cullen y familia". Apenas vio a Carlisle sonrió y bajó el cartel.

"Vaya, Carlisle, sigues igual que en la secundaria, increíble pero cierto." Comentó la voz gruesa del oficial Swan mientras estrechaba su mano y le daba un cálido abrazo con la otra.

"Claro, como en la secundaria." Respondió rodando los ojos. "Charlie, te presento a mi familia: Esme, mi esposa; Edward y Alice."

"Mucho gusto." Nos otorgó una sonrisa oculta tras un espeso bigote. "¿Cuántos años tienen?"

"Diecisiete, Alice también." Le contestó Edward en mi nombre.

"Pensé que terminabas este año, y que tu hermana en algunos más." Sonrió nerviosamente. "Así que compartirán el curso con Bells, es una buena muchacha, seguro se simpatizarán."

Le dirigí una cálida sonrisa –Alice Cullen, marca registrada- al igual que Edward. Charlie me caía bien –Aunque pensara que tenía unos 14 años.- se veía una persona de buen corazón, algo tímida y seria, pero de buen corazón.

Apenas subimos al carro de policía de Charlie, me quedé dormida en el camino, pero desperté a tiempo para conocer un poco de Port Angels. Era una ciudad con atractivos, pero nada fuera de este mundo. Seguro que la gente de aquí iba a Forks de vez en cuando para broncearse. Saliendo de Port Angels, nos adentramos en una ciudad absolutamente verde.

"Edward, ¿Ahora dónde estamos?"

"¿No puedes ver el cartel de ahí, floja?"

Moví mi cabeza de lado a lado, así que resignado, me respondió.

"Creo que estamos en…" Se quedó mirando el cartel con los ojos muy abiertos y a los dos segundos me dio un abrazo mientras desordenaba mi cabello. "Te quiero hermanita, eres la mejor ¿Te lo digo a menudo?"

"Suéltame, quiero ver donde estamos, idiota." Le mientras me escapaba de su abrazo y reía. Él seguía sin dejarme ver el cartel, y lo logró. "¡No me dejaste ver! Eres una mie…"

"¡Alice!" Me gritó Esme. Charlie comenzó a reír. Le hice un signo de paz a Esme, quien seguía con el seño fruncido y mirando al frente.

"Y aquí estamos. Alice, ponte otra chaqueta encima si no quieres congelarte. Bienvenida a Forks." Exclamaba Charlie con una sonrisa, pero cambió su cara repentinamente para continuar. "¿Estás bien? ¿Te mareaste?"

"S-Si, un poco. Solo necesito descansar." Le respondí mientras Edward me sacaba del auto casi cargándome.

"Oh, ya veo. Tienes suerte de tener a Carlisle como padre." Se bajó del auto y se despidió de nosotros. "Espero que nada se haya roto, estube vigilando la mudanza pero, sabes que no son muy delicados que digamos."

"No te preocupes, Charlie. Muchísimas gracias por todo. Esaremos en contacto."

"Por supuesto. Esme, Edward, Alice, cuídate, descansa un poco."

"Aja." Respondí desganada, no terminaba de asimilar que esto era Forks…

¿Donde estaba la réplica de Hawaii de la que nos había hablado Carlisle? ¿Y el gran centro comercial con el que me había convencido? ¿Donde mierda estaban los turistas holandeses que abarrotaban la ciudad? … Hoy iba a correr sangre en Forks.