"Antes de que te vayas"

Capítulo 1: "Lazos"

Para ser aceptado se deben hacer muchas cosas, el sacrificio es casi imprescindible para lograr algo, más si no te esfuerzas lo necesario nada tendría sentido. Tener una mente culta y clara más un objetivo al alcance de sus posibilidades era lo que el chico de cabellos azules solía pensar, Munakata Reisi, un joven de 17 años recién cumplidos mantenía grabado a fuego en su mente día tras día. Inteligente, tranquilo, sereno, estudioso, amante de la literatura y las matemáticas, bueno en los deportes y el arte de la espada. Todo un prodigio. El sucesor de la familia Munakata. Proveniente de una buena familia y poseedora de una famosa y adinerada historia, su apellido sin duda era de peso en la sociedad.

A pesar de la fama de su familia y la que él mismo había llegado a formar a su corta edad, solía pasar su poco tiempo libre solo, de pocos amigos, anteponiendo los libros ante cualquier otra cosa. Pero había algo que mantenía en completo secreto, si, el "príncipe" como la gran mayoría de los estudiantes le llamaba a sus espaldas ocultaba algo, algo que incluso a él mismo llegaba a sorprender. Suoh Mikoto, el chico problema más grande que poseía su escuela a la que iba solía ser el causante de su desconcentración, parecía que tenían la misma edad, en comparación al peliazul, Suoh poseía rebeldes cabellos rojizos al igual que sus ojos, de carácter fuerte, autoritario y desafiante, pero al mismo tiempo amable, aunque pocas veces alguien era testigo de aquello. Mal comportamiento y líder en castigos. Ni él mismo realmente entendía la razón de porque solía mirarle desde lejos, incluso a veces le daba la impresión de que el chico problema también lo observaba, aunque nunca habían cruzado palabra alguna.

Viernes por la tarde, las clases habían acabado hace ya un par de minutos atrás, la gran mayoría de los alumnos habían partido ya hacia sus casas o bien a divertirse. Munakata permanecía inmóvil en el salón de clases, sentado sobre su escritorio el cual quedaba junto a la ventana… A través del vidrio, la silueta del chico de cabellos de fuego se observaba, rodeado por sujetos tan o más molestos y ruidosos que el mismo Mikoto, parecía que entablaban una animada y enérgica conversación. Un alumno entró al salón inesperadamente, tanto él como Munakata se sobresaltaron, con la diferencia que el de cabellos azulinos volteo levemente para posar sus orbes sobre el chico que irrumpía en su tranquilo descanso, afilando su gélida mirada hizo enmudecer al "intruso" y le calló antes de que dijese palabra alguna, se puso de pie y tomando sus cosas abandonó el salón con paso firme. Al salir se topó con aquel grupo que observaba minutos atrás, parecieron callar al verle, Mikoto le observó directamente a los ojos, Reisi acomodó sus gafas y sin decir nada pasó de ellos, como si no existieran… Como si nadie allí estuviera realmente.

-Oye Mikoto, ¿Le conoces?

-No realmente…

-Es un creído…

-Ignóralo…

-¿Qué ha sido eso? ¿Mikoto preocupándose por alguien?

-Cállate…

Munakata continuó caminando mientras aun podía escucharles muy a lo lejos, su ceño sutilmente fruncido le daban aires de seriedad, madurez. Sus pies caminaban sin rumbo aparente, su mente iba distraída en otros asuntos, para cuando se percató ya estaba en un sitio que claramente no acostumbraba frecuentar… Tenía dos opciones, la primera era evitar todo problema y llamar para que pasaran a recogerle y la segunda era seguir caminando hasta encontrar su camino de siempre.

-Maldición…

Fue la única palabra que abandonó sus labios de manera semi-audible y sin demostrar duda continuó. Un parque no muy concurrido se interpuso en su camino por lo que comenzó a atravesarlo. El sol del atardecer iluminaba el lugar, una brisa casi imperceptible se hacía presente… Las ganas de sentarse a leer lo invadían, sus orbes azulinas se centraron en un gran árbol que comenzaba a perder sus hojas… Era perfecto, como si todo confabulara a favor para que éste se quedase. Poco se hizo de rogar y así lo hizo, ya sentado y cómodo sacó su libro de su bolso escolar y continuó la lectura que había dejado inconclusa en la escuela.

-Pero que tenemos aquí, miren chicos, una señorita nos ha venido a hacer compañía el día de hoy

Alzó una de sus cejas al escuchar esa molesta voz que interrumpía su lectura, observó de quien se trataba…

-¿Necesitas algo? Estoy ocupado

-Pero que carácter, chico, no tienes porque enojarte, parecías algo solo así que vinimos a jugar un rato contigo, deberías ser un poco más agradecido con nosotros, ¿Verdad chicos?

Varios del grupo asintieron y comenzaron a reír de forma burlona, cosa que no agradó al peliazul. Cerró su libro y lo guardó lentamente, ignorando a los chicos que le habían rodeado, eran 10. Cuando ya estuvo listo se puso de pie y comenzó a caminar dispuesto a irse…

-Lamento decirles que no necesito de su compañía, ya me voy…

-A donde crees que vas chiquillo insolente…

-Más vale que no me toques o te vas a arrepentir

Las palabras del peliazul parecieron no sentarle muy bien al que parecía el líder del grupo, aquellas sonrisa burlona con la que había llegado se borró de un segundo a otro e intentó proporcionarle un golpe certero al estómago del peliazul, pero éste fácilmente lo bloqueó golpeando el estómago de su agresor dejándole de rodillas en el piso, el resto se molestó e intentaron atacarle todos a la vez, un solo puño logró llegar al rostro del ojiazul haciendo que sus gafas cayeran al suelo. Golpes, patadas y puñetazos se escucharon de un momento a otro, Munakata volteó a ver lo que había pasado, sus orbes se sorprendieron, abriéndose sin siquiera notarlo, una cabellera rojiza pasó a su lado propinándole una patada en el pecho al "líder" del grupo intruso tirándolo al suelo una vez más…

-Saca tu asquerosa humanidad de mi vista junto a toda esta basura que te rodea antes de que me enoje y limpie el lugar…

-Mi-Mikoto… Maldición, vámonos muchachos…

Rápidamente Mikoto y Munakata quedaron a solas junto a ese gran árbol, ninguno de los dos decía palabra alguna, el peliazul desvió su mirada unos instantes para buscar sus lentes sobre el césped. Mikoto le observó con las manos en los bolsillos…

-Quien hubiese pensado que el "príncipe" era un busca pleitos…

-No se de que hablas, yo no he buscado pleito alguno

-¿Pensabas que ibas a ganar contra toda esa basura junta?

-No tengo porque responder a esa pregunta… ¿Qué estás haciendo…? Devuélvemelas…

EL ojiazul parecía más molesto de lo que ya estaba cuando el pelirrojo sin permiso alguno le quitó las gafas que recién acababa de acomodar en su rostro, el chico las observó y luego se las colocó un instante, entrecerró sus orbes y observó el lugar para luego dejárselas puestas sobre la cabeza del chico…

-Vete a casa, este no es un sitio para alguien como tú…

-No necesito que alguien como tú me de órdenes…

-Entonces vete, ¿Acaso no estabas por irte?

Aquellas palabras sin duda le molestaron, pero él no era de discutir con alguien por algo como eso, sin decir más se fue, dejando al pelirrojo solo en el lugar.

Casi un mes había transcurrido desde que se había encontrado con Mikoto y habían cruzado sus primeras palabras, aunque sin duda no fueron las mejores… Munakata no había vuelto a hablarle ni mucho menos encontrarse con el pelirrojo desde entonces.

-La biblioteca será el mejor lugar… Para esta hora ya no habrá nadie…

En un sutil monólogo terminó en la biblioteca de la escuela. Era bastante amplia y bien abastecida, cosa que sin duda agradecía, ya que podía matar el tiempo entre clases leyendo un poco, entró en silencio, sus orbes azulinas buscaron por entre los altos y repletos estantes algún libro de su interés, pero, al llegar al último estante se encontró con Mikoto sentado en el marco de la ventana abierta, el sol iluminaba sus cabellos alborotados al igual que su piel canela pálida y sus orbes, dándoles mayor vida y fuerza. Aquellas orbes le dieron la impresión que le atrapaban con ataduras invisibles que solo se podían sentir sobre su cuerpo, sus labios quedaron entreabiertos al no lograr reaccionar de inmediato.

-¿Qué? ¿Acaso viste un fantasma?

Aquel sarcástico comentario bastó para hacer aterrizar al peliazul, cerró sus ojos y arregó sus gafas, para voltear y quedar frente al estante…

-Me temo que los milagros no son fáciles de cumplir

-Tienes razón…

Munakata le observó de reojo, el pelirrojo mantenía su atención en el patio del lugar, parecía tranquilo, dócil, parecía mentira que ese chico fuese el causante de todos los alborotos de la escuela.

-Munakata… ¿Crees en el destino?

-El destino es una manera de llamar el camino que te armas mediante a tu esfuerzo y acciones, nadie lo hace por ti…

-…Con que eso crees

-Es solo lógica, toda acción trae consecuencias… Lo que todos llaman destino es solo lo que ellos mismos crearon para sí mismos. Nadie lo hará por ti… ¿Acaso ni eso eres capaz de hacer?

-Con que lógica… Suena aburrido

-¿A qué viene la pregunta?

Pero en vez de obtener una respuesta, Mikoto solo le obsequió silencio, el peliazul tomó al fin un libro y mantuvo su mirada fija en la portada de éste unos segundos… El pelirrojo salió por la ventana dispuesto a irse…

-Te enseñaré que existen otras formas para crear un "Destino"…

-¿Qué…?

La mirada perpleja del ojiazul se dirigió hacia la ventana, la cual ya no mostraba aquella silueta rojiza enmarcada, el silencio y la curiosidad le rodearon hasta que un suspiro débil e inaudible suspiro le hizo cerrar nuevamente sus ojos, y, acomodando sus gafas se retiró a leer su libro esperando que ahora nada interrumpiera su lectura.

Los días pasaron uno tras otro y cada vez aquellos cortos y "accidentales" encuentros con el pelirrojo se habían vuelto casi normales, ya eran parte de la rutina. En la azotea a la hora de la comida, en la biblioteca a la hora del descanso, en el salón después de la clases, en el jardín al inicio del día. El ojiazul de manera casi inconsciente solía buscarle con la mirada, pero solo cuando le encontraba a solas le dirigía la palabra.

Sentado en un banco del patio de la escuela, la brisa aminoraba el calor que hacía aquel día de otoño, extraño en verdad. A unos cuantos metros Mikoto caminaba rodeado por su grupo de "delincuentes" como solía llamarles él.

Durante los días siguientes el peliazul se mantuvo alejado del chico problemático. Comentarios habían llegado a sus oídos, aunque eran comentarios de pasillo a los que él no solía prestar atención… Ahora eran diferentes. Alguien como él no podía estar envuelto en situaciones como aquellas. Las clases habían llegado a su fin, Munakata al salir del salón le vio, parado junto a las ventanas frente a la puerta de su salón, aquellos ojos rojos le envolvieron, como si le hablara con la mirada, tan calmos pero peligrosos. Arregló sus gafas y simplemente continuó caminado, pasando de él, después de todo no tenían ningún tema en común, nada que tratar… Absolutamente nada.

Distraído. Nuevamente caminaba sin prestar atención, la bocina de un automóvil fue lo que esta vez alertó el peligro que le amenazaba, pero estaba demasiado cerca, sus orbes solo alcanzaron a distinguir las fuertes luces que lo cegaron y un segundo después solo sentía el fuerte golpe en su espalda al impactar contra la pared cayendo sentado al suelo.

-¿Qué ha sido eso? ¿Planeabas matarte?

-Pero tú… ¿Qué haces aquí?

-¿Es así como agradeces el que haya salvado la vida?

-No te lo pedí, no te debo nada… Mikoto…

-Hummm…

-…

-Ten cuidado…

El pelirrojo simplemente le observó con sus orbes ambarinas unos instantes, se acercó y se arrodilló para quedar frente a él…

-Ahora estas en deuda conmigo Munakata…

-Ya te dije que yo no…

Pero tuviste que callar, obligado e inhabilitado para continuar, el chico pelirrojo te había sellado los labios con un beso. Olvidando el malestar que sentía por el golpe, la sorpresa y el asombro habían superado por unos segundos todo lo que el peliazul consideraba "posible" en aquel momento. Parpadeó un par de veces para así retomar el control y apartarlo de forma brusca, con el ceño levemente fruncido y un leve carmín en sus mejillas lo encaró.

-Espero que sepas lo que estás haciendo, no soy uno de tus perros a los que haces lo que quieres. Aléjate si no quieres problemas gratuitos… Espero no tener que repetírtelo y por último…

Mientras terminaba de hablar con su tono firme y autoritario, aunque con su deje de molestia se puso de pie y le observó por sobre su hombro.

-No vuelvas a hacer algo como eso nunca más o te arrepentirás… Suoh Mikoto

El mencionado simplemente se puso de pie y esbozó una leve sonrisa mientras metía sus manos en los bolsillos de sus pantalones y quedar a espaldas del molesto chico de gafas.

-¿Arrepentirme? Solo estoy cumpliendo mi palabra o como lo llamaste tú… Quiero saber las consecuencias de un destino atado al tuyo, eres interesante… De seguro no me vas a aburrir tan pronto… Esfuérzate

El peliazul se quedó observando como la silueta del pelirrojo nuevamente se alejaba, tan tranquilo pero dominante al mismo tiempo, tan seguro y despreocupado, sin duda una presencia peligrosa… El ceño del chico de gafas se frunció una vez más, pero, ¿Por qué estaba molesto? No estaba seguro, ¿Por haberle seguido? ¿Por tirarlo contra la pared aunque aquello implicara el que si le había sacado del peligro o…? Aquel beso, aun podía sentir esa inexplicable sensación en sus labios tibios.

A unos escasos metros un sujeto observaba al "príncipe" y todo aquel acontecimiento con bastante interés, una amplia sonrisa sarcástica se dibujó en aquel rostro mientras con una de sus manos arreglaba su cabello con astucia y elegancia…

-Esto si es interesante Munakata Reisi…

Aquel sujeto sin darse a conocer desapareció por entre las calles ansioso por el siguiente encuentro con el peliazul. Éste a su vez decidió no darle más vueltas al asunto e irse a casa, confundido y molesto abandonó el lugar.