La sombra que guía mis pasos

1: Ángel caído, alas rotas, guardián negro

Cada paso tenía más gravedad que el anterior.

Eso no detuvo a Izuku, que había empezado a subir la escalera con el cuerpo hecho de plomo, y ahora había pasado del peso normal a uno del tipo pluma.

Era extraño: había dolido el llegar a la única conclusión lógica, pero una vez tomada la decisión, todo se había aclarado, más allá de toda duda. Kacchan tenía razón: nunca podría llegar a ser un héroe sin una habilidad especial, porque nunca había habido héroe, o heroína, alguna sin algún regalo de la naturaleza. Había llegado a pensar que podía ser el Batman de la Liga de la Justicia, pero era una fantasía. Una esperanza para mantener la cordura.

El tiempo le había hecho comprender por qué su madre había llorado tanto cuando le anunciaron que no tenía habilidad especial alguna. Las madres son sabias. Le dolía tener que hacerle esto, pero morir a fuego lento no era algo que fuese a pasarle.

La vida había elegido muchas cosas por Izuku.

Ahora él elegiría algo por su cuenta.

La terraza no tenía llave, y el alambrado era fácil de escalar. Colocó una mano en la malla que lo separaba de una caída libre de decenas de metros, y observó el suelo. Su cuaderno de información de supers estaba nadando en el estanque de peces koi. Mordisqueado por peces y hundiéndose despacio. El viento le movió el pelo hacia atrás y levantó la vista, observando la ciudad llena de sombras alargándose.

Él podía elegir reencarnar.

Quizás, con suerte, Kacchan tuviese razón.

.-.

A la mañana siguiente, el diario anunciaba las noticias sobre cómo All Migth había rescatado a un muchacho de un monstruo de barro. Bakugo Katsuki. Había sido un rescate complicado, porque el monstruo de barro había usado a Bakugo como defensa, hasta que el Símbolo de la Paz había llegado. Rescató al joven Bakugo con rapidez, se aseguró que estuviese bien, y luego se retiró, diciéndole al joven que podría llegar a ser un héroe algún día si se aplicaba.

.-.

Arena negra.

Podía ver las paredes y el techo de la escuela, enmarcados por arena negra que siseaba a su alrededor.

El cráneo le dolía como mil demonios, y de allí para abajo, todo el cuerpo le seguía. Era el dolor lo que lo había despertado: no sabía bien cómo, pero su cuerpo estaba haciéndose insensible a cada segundo, rodeado de arena negra y un rostro humanoide que lo miraba, como hecho de cintas oscuras.

Izuku intentó hablar, pero la garganta le raspaba. Esperó unos segundos, y su cuerpo entero pareció mejorar. Siete pisos más abajo del sitio donde había saltado, escuchó una voz cuasi metálica, parecida a la suya.

"Si reencarno, quizás tenga alguna oportunidad".

Izuku pestañeó, y levantó un brazo. Su mano bailó como la cabeza de un títere roto, y ante sus ojos, pudo ver cómo se reconstruía, de forma lenta pero constante. En un segundo dejó de dolerle, y la pudo mover, tan sana como había estado esa misma mañana. Atónito, sintió cómo su cerebro comenzaba a tomar velocidad: no recordaba ninguna habilidad especial que se pareciera a esto, al menos nadie en la sociedad superheroica. El humanoide estaba hecho de cintas negras, que estaban hechas de arena, y empezaba a desintegrarse con el viento. Viento fresco, de cuando el Sol comenzaba a ponerse en la ciudad.

-¿Quién eres?- preguntó, cuando pudo hablar.

"Kacchan tiene razón. Soy Deku" dijo la voz metálica, y la arena se fue, barrida por el viento.

Izuku se sentó, desconcertado.

Miró a su alrededor, al suelo de baldosas de cemento que hacía las veces de vereda de la puerta delantera de la escuela a una d ellas entradas traseras. Vio la gigantesca estrella de sangre que salía del sitio en donde había golpeado su cabeza en el suelo, con algo de pelo y lo que esperaba que no fuese hueso y cerebro, pero su visión analítica le dijo que sí, que eso era. Se pasó la mano por la cabeza, buscando y sin querer encontrar algún hueco, pero la encontró igual que hacía unas horas.

Su ropa estaba rota y llena de polvo.

Levantó la vista, hacia la terraza, y el viento cerró la puerta de golpe, sobresaltándolo.

Se puso de pie. Estaba lleno de una energía nerviosa que no sabía cómo usar.

Corrió hacia la lagunita de peces koi, recuperó el cuaderno quemado y empapado, y llenó su botella de agua en una de las canillas. Limpió como mejor pudo la sangre, y tiró el pedazo de pelo, cráneo y cerebro tras un seto. Lo limpió con todo lo que tenia a mano, para que no hubiese ni rastro de sangre o material genético. El nerviosismo le dio alas en los pies, y corrió a su casa, preguntándose cómo era posible.

.-.

.-.

Demasiadas dieas rondan mi cabeza.

Algunas vienen a mí en medio de mi jornada laboral, cuando trasnoché por leer fanfics de BNHA y se me mezclan los conceptos con un anime que difiere, mucho, del que nos compete. Pero siempre hay alguna vueltita posible que darle.

Saludos

Nakokun