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Un forastero alba
Capítulo 1: Prólogo
Me encontraba sola en aquel oscuro descampado, intentando comprender mi situación complicada, buscando alguna solución arrodillada en el frío y húmedo pasto. Mi vida no era nada fácil, mediante un pozo antiguo que se encontraba en el templo de mi casa en la adolescencia viajaba por el tiempo a la época feudal, el antiguo Japón. Allí tenía una misión: recolectar los fragmentos de la magnífica perla Shikón que por accidente partí en incontables partes. Por suerte estaba muy bien acompañada, ya que sola no podría con mi tarea. Inuyasha era un híbrido de muy mal carácter, era caprichoso, terco y la mayoría de las veces actuaba como un niño. Pero, poseía un gran corazón y nunca se daba por vencido. Sango era una exterminadora de monstruos muy eficaz, la mejor que he visto en mi vida; pero su corazón estaba frágil ya que toda su familia había muerto en una batalla en la que ella presenció y fue, junto a su hermano menor Kohaku, la única sobreviviente. Pero Kohaku es manipulado por un cruel demonio llamado Náraku. Miroku era un monje pervertido y mujeriego, pues siempre andaba tras alguna muchacha, pero tenía un fuerte vínculo con Sango quien se ponía celosa. Al igual que todos tuvo un espantoso pasado, era víctima de una maldición heredada de su padre, ésta es la razón de su agujero negro en su mano izquierda. Shippo era un adorable zorrito que quería la perla para vengarse de los hermano relámpago por matar a su padre, pero no fue necesario ya que Inuyasha lo ayudó a derrotarlos sin ella. Todos ellos, al igual que yo, tenían un enemigo en común, ese deplorable demonio Náraku. Él era un híbrido al igual que Inuyasha que quería los poderes de la perla para convertirse en un demonio completo.
Además de todo eso, tenía la obligación de permanecer en la escuela. Estaba en tercer año de la mejor secundaria de Tokio, Japón. Se me complicaba a la hora de estudiar ya que pasaba la mayor parte de mi tiempo en la época feudal, pero no necesitaba preocuparme demasiado porque mi abuelo siempre inventaba nuevas enfermedades para hacer válidas y justificadas mis ausencias a clases. Tenía un hermano menor llamado Souta a quien le simpatizaba mucho Inuyasha, siempre se preocupaba por mí y me ayudaba en diversas cosas. También tenía una madre, con quien tenía muy mala relación, todo el tiempo buscaba una excusa distinta para tener un pleito conmigo y me angustiaba pensar que nos llevábamos tan mal. Pero, a pesar de todo, la amaba más que a nadie.
Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no noté la presencia de una persona que se encontraba detrás de mi, observándome desde la copa de un gigantesco árbol. Sin ser llamados volvían los recuerdos de la noche anterior, donde había tenido un gran pleito con mi madre, donde palabras horribles y sin sentido alguno fueron pronunciadas y otra vez una lágrima recorrió mi mejilla, seguida de otras sin cesar. Las lágrimas se deslizaban cada vez más rápido y sentí como me comenzaba a faltar el aire.
- Horrible sensación ¿No, Kagome?- De repente mi corazón comenzó a latir fuerte, conocía muy bien esa voz. Tan vacía. Era la de la Kikyo. Kikyo era una sacerdotisa muy poderosa que había muerto hace 50 años en la época feudal cuya reencarnación era yo. Me tenía un profundo rencor, que en ese momento desconocía.-Já- soltó una risa de satisfacción al verme en tal estado –Tú no tienes ni idea de lo que es el verdadero infierno, no sabes lo que es el verdadero dolor. ¿Quieres conocerlo?
Me desperté sobresaltada, emitiendo un interminable grito. Hasta que logré entrar en razón.
-Fue solo un sueño- me dije. Y suspiré.
