Los personajes de Soul Calibur no me pertenecen. Son propiedad de Namco.
EL BÚHO
La noche se acercaba, y él había cabalgado durante toda la tarde. Había sido un día muy duro. Su fiel corcel estaba agotado. Ambos se aproximaban al bosque de las afueras del castillo de Ostreinsburg.
- ...Este será un buen lugar para pasar la noche...- dijo el caballero Siegfried, sonriendo para sí.
El caballero cabalgó por el bosque para encontrar un buen sitio para acampar hasta el amanecer. Encontró un arrollo que vertía sus aguas en un lago. Siegfried decidió que este era el lugar perfecto para dormir.
Siegfried encendió una fogata y se sentó cómodamente mientras miraba al cielo. Estaba despejado; no había ni una nube, y el caballero podía ver todas las estrellas con facilidad. Y ahí, en aquella tranquilidad, Siegfried no pudo evitar en pensar en su padre.
- ...Me pregunto si me perdonará algún día... - hizo una leve pausa y luego añadió - ...desde el más allá...
De pronto, algo revoloteó al lado del caballero. Alertándose, tomo su Zweihander, Requiem, y lo empuñó hacia el aire. Buscó a su derecha y a su izquierda. No encontró más que oscuridad... la oscuridad de la noche. Sin embargo, no tenía miedo, y no se sentía amenazado. Fue por eso que decidió dejar su gran espada en el suelo y se sentó junto a la fogata de nuevo.
Fue entonces cuando el ave se posó en el tronco que estaba al lado suyo. Siegfried volteó a verla rápidamente. El ave era un búho. Un búho muy grande, diferente a los que el caballero había visto, los cuales eran muy pequeños.
Siegfried se quedó mirando dentro de los ojos del búho. Extrañamente, parecían decirle algo. El caballero se quedó silencioso por unos minutos, mirando al búho. Éste no hacía ni el menor movimiento. Durante ese momento, los dos se volvieron parte de la noche... de esa hermosa noche con un cielo tan resplandeciente como el día. Y entonces Siegfried derramó una lágrima de sus ojos. Sintió de pronto una extraña sensación de paz y perdón en su corazón. Extendió su brazo lentamente para tocar al ave. Ésta no se movió, y dejó que el caballero la acariciara con suavidad. Siegfried sonrió y secó sus lágrimas. Y con un suspiro, se recostó y concilió el sueño rápidamente. En pocos minutos, el caballero se había quedado profundamente dormido.
A la mañana siguiente, Siegfried despertó, lleno de energías para continuar con su larga jornada. Volteó al tronco en donde el búho se había posado. Ahora tan sólo estaba el pedazo de árbol. Siegfried montó en su caballo, y miró al tronco una vez más. Súbitamente, sonrió y soltó una dulce risilla. Después de eso, el caballero y su caballo se alejaron de ahí a galope tendido.
EL BÚHO
La noche se acercaba, y él había cabalgado durante toda la tarde. Había sido un día muy duro. Su fiel corcel estaba agotado. Ambos se aproximaban al bosque de las afueras del castillo de Ostreinsburg.
- ...Este será un buen lugar para pasar la noche...- dijo el caballero Siegfried, sonriendo para sí.
El caballero cabalgó por el bosque para encontrar un buen sitio para acampar hasta el amanecer. Encontró un arrollo que vertía sus aguas en un lago. Siegfried decidió que este era el lugar perfecto para dormir.
Siegfried encendió una fogata y se sentó cómodamente mientras miraba al cielo. Estaba despejado; no había ni una nube, y el caballero podía ver todas las estrellas con facilidad. Y ahí, en aquella tranquilidad, Siegfried no pudo evitar en pensar en su padre.
- ...Me pregunto si me perdonará algún día... - hizo una leve pausa y luego añadió - ...desde el más allá...
De pronto, algo revoloteó al lado del caballero. Alertándose, tomo su Zweihander, Requiem, y lo empuñó hacia el aire. Buscó a su derecha y a su izquierda. No encontró más que oscuridad... la oscuridad de la noche. Sin embargo, no tenía miedo, y no se sentía amenazado. Fue por eso que decidió dejar su gran espada en el suelo y se sentó junto a la fogata de nuevo.
Fue entonces cuando el ave se posó en el tronco que estaba al lado suyo. Siegfried volteó a verla rápidamente. El ave era un búho. Un búho muy grande, diferente a los que el caballero había visto, los cuales eran muy pequeños.
Siegfried se quedó mirando dentro de los ojos del búho. Extrañamente, parecían decirle algo. El caballero se quedó silencioso por unos minutos, mirando al búho. Éste no hacía ni el menor movimiento. Durante ese momento, los dos se volvieron parte de la noche... de esa hermosa noche con un cielo tan resplandeciente como el día. Y entonces Siegfried derramó una lágrima de sus ojos. Sintió de pronto una extraña sensación de paz y perdón en su corazón. Extendió su brazo lentamente para tocar al ave. Ésta no se movió, y dejó que el caballero la acariciara con suavidad. Siegfried sonrió y secó sus lágrimas. Y con un suspiro, se recostó y concilió el sueño rápidamente. En pocos minutos, el caballero se había quedado profundamente dormido.
A la mañana siguiente, Siegfried despertó, lleno de energías para continuar con su larga jornada. Volteó al tronco en donde el búho se había posado. Ahora tan sólo estaba el pedazo de árbol. Siegfried montó en su caballo, y miró al tronco una vez más. Súbitamente, sonrió y soltó una dulce risilla. Después de eso, el caballero y su caballo se alejaron de ahí a galope tendido.
