Moría. Eso era lo único que sabía. Dentro de ese mar de desesperación, oscuridad y agua, lo único que tenía en claro, era que me estaba muriendo. Algo, algo definitivamente no humano me sostenía fuerte por el tobillo. Ejercía tanta presión, que sentía que mi tobillo estallaría en cualquier momento.
Intenté nadar hacia la luz, hacia la superficie, la veía claramente sobre mi cabeza. Mierda. Ni aunque tuviera la fuerza de mi padre o la determinación de mi madre, jamás lograría llegar a esa luz. Moriría. Carajo.
Quería llorar. Si es que no lo estaba haciendo ya, el agua le impedía saber si ya estaba derramando sus débiles lágrimas. Grite, con todas mis fuerzas, tal vez alguien me escuche. Nadie. Oscuridad.
Lloraba, ya no había dudas sobre eso. De pronto, un suave murmullo. Delicado, fino, casi indetectable.
- Uki…- Parecía susurrar.- Uki-. Levante mi cabeza, hacia la luz. Algo, algo estaba allí. Mis ojos se ensancharon y la sonrisa se dibujó en mi rostro.
-¡Aquí estoy!- Quise gritar, o al menos esa fue mi intención. Redondas y perfectas burbujas salieron de mi boca. Mi sonrisa se borró tan rápido como llegó. Cada vez estaba más lejos de la luz y más cerca de las sombras. No, no, no, no, patalee con más fuerzas, golpee lo que fuese que estuviera torturando mi tobillo.
Volví a llorar. Gire mi rostro hacia el fondo, no había querido mirar por temor, pero dado que no podía hacer ningún movimiento más, lo hice. Arrepentimiento, corriendo libre y energéticamente por mis venas. Un enorme grito ahogado abandono mi garganta. Una especie de tentáculo negro, de apariencia babosa con tintes verdes y púas, era lo que me sujetaba. Y no solo eso, la figura de un lobo desfigurado con las fauces abiertas, los ojos rojos, llenos de rabia e ira era lo que me recibía allí, en el fondo. Mierda.
Maldije mi mala suerte. Me di la vuelta y empecé a patalear con más fuerza, sintiendo como las púas rasgaban la piel de mi pie y pierna libre. No moriría aquí, no señor. Luchaba, luchaba con todas mis fuerzas, pero el aliento putrefacto de ese enorme lobo lo estaba sintiendo en mi nuca, y de pronto sentí una horrible mordida en mi cintura.
Abrí mis ojos de golpe, agitada. Gire mi cabeza hacia todos lados, buscando al enorme lobo. La reconfortante calidez de mi cuarto me recibió. Suspiré. La misma pesadilla, otra vez… Mi corazón latía a mil por hora y mi respiración estaba más que agitada. Lleve mi mano hacia mi garganta, tratando de serenarme. Volví a suspirar, esa puñetera pesadilla, estaba apareciendo con más ahínco que de costumbre.
Cuando la cadencia de mi respiración volvió a la normalidad, busque el balcón de mi cuarto. Luna llena. Eso explicaba la ausencia de mis hermanos. Por suerte… Ni loca quería revivir esa maldita pesadilla. Una pasada de mi mano sobre mi frente me confirmo lo transpirada que estaba. Suspirando, me deshice de las sabanas que cubrían mi febril cuerpo.
Llamar a Akira o a Takeshi sería una pérdida total de tiempo. Estaban ocupados con su nuevo bebé. Sonreí. Esa preciosura alegraba, los ya agitados días dentro de palacio.
Lentamente me encamine hacia el balcón, un poco de aire me vendría bien. Corrí la delicada cortina de seda transparente que lo cubría y abrí el maravilloso ventanal de vidrio. Sabía que estaba más que prohibido salir de noche, más en luna llena. Y el peligro existencial que eso incluía. Cerré mis puños. Ni modo, no soy cobarde… O eso quería creer. Con un suspiro me introduje de lleno en la espesura de la noche y el viento frio, me recibió como un viejo amigo.
Pase mis manos por mis cabellos, largos hasta la altura de mis rodillas, tratando de alisarlos un poco. Solo un poco. Mis brazos fueron por inercia a apoyarse en el barandal de mármol y aspire el aire helado de la noche, sintiéndome como nueva. Mi vista se dirigió frenética hacia la luna. Testigo silencioso de mi pesadilla y ahora "pequeña travesura" o como diría papá "insolencia". La observe con reproche y le saque la lengua. Bien podrías haberme ayudado en algo, compañera.
-Explícate.- La voz neutral y amenazadora de mi padre sonó a un costado. Mierda, mierda, mierda…Me había quedado tiesa como una tabla, se suponía que estaba en una misión de reconocimiento. Vaya, atrapada con las manos en la masa… Que indigno. Trague duro y me gire para verlo con mi mejor cara de "yo no rompo ni un plato".
Allí estaba, imponente y con una mirada severa en su rostro. Le sonreí lo mejor que pude y la mirada de mi padre se endureció más. Genial, estoy frita.
-Bienvenido, padre.- Dije mientras lo reverenciaba. Un gruñido fue su respuesta.
-Odio repetirme.- Severidad y advertencia en su voz. Lo sé papá, lo sé, es solo que estoy pensando que mierda decirte. Me volví a mirarlo. No podía mentirle, lo olería. Tal vez, verdades a medias.
-Me he despertado por el calor y salí a tomar aire, papá, solo eso.- Su mirada se posó en mis orbes, chocolates en ese momento y supe que, si antes estaba frita ahora, estaba muerta. Y que el lobo era un vil mosquito comparado contra la furia de mi padre.
-¿Osas mentirme, Mitzuki?- Mis ojos se abrieron de la impresión, no pensé que lo descubriera. Solo pensé que me regañaría y ya, después de todo si hacía calor. Sus ojos flamearon hacia mí, su expresión no se movió ni un ápice, tan estoica como siempre. Pero estaba furioso, lo sentía. Vaya aura papa…
-N-no, padre. Es solo que…-Avergonzada, nerviosa y descubierta, agache mi cabeza. Sentía como la sangra se acumulaba en mis mejillas- Lo lamento, entraré a palacio inmediatamente.- Fue lo único que encontré para decir. Intente retomar el camino hacia mi habitación y evitar el tema a toda costa, pero sus garras apresaron mi brazo y supe que tendría que confesar. Sin levantar mi vista, escupí la verdadera razón, aunque me hiciera lucir débil ante él- Una pesadilla- Dije a secas.
El agarre en mi brazo se aflojó, pero no me soltó.
-Insolente, tratar de engañar a este Sesshomaru.- Me encogí más, si eso era posible. Papá no era de muchas palabras, pero sí que daba miedo cuando las usaba. Súbitamente, mi padre me atrajo hacia él y antes de que pudiera predecirlo, estaba entre sus brazos, cual niña pequeña. Sorprendida, pero encantada, refugie mi rostro en su pecho. Sus garras acariciaron mi pelo y continuo hablando – Sabes perfectamente de las reglas, no debes salir de palacio por la noche, en especial los días de luna llena – Su tono era severo, pero su caricia era delicada. Apreté un poco más mi rostro contra su pecho, sabedora de que trataba de consolarme a su modo.
-Lo lamento, papá, no volverá a ocurrir- susurre. Sabía bien porque se había puesto como una furia. Aunque su expresión era estoica, habíamos aprendido a diferenciar sus gestos y este claramente era uno de preocupación. Lo abracé con más fuerzas. Había amenazas hacia el Imperio del Oeste, específicamente para la Lady de las Tierras del Oeste y sus Príncipes. Por eso había reglas hasta para ir al baño, básicamente. Papá sabía que éramos fuertes y poderosos, sabíamos defendernos. Nos había entrenado él, por Kami que éramos buenos. Pero había decido tomar precauciones, más para estas fechas. Su garra delineo mi mejilla hasta mi mentón, posándolo debajo de este y levantando mi rostro, haciendo que lo mirara a los ojos.
-Escucha con atención- su tono era severo y sus ojos fríos como témpanos de nieve- si necesitas algo lo pedirás a Akira, Takeshi o recurrirás a tus hermanos y madre, no vuelvas a desobedecerme, ¿lo has entendido?- Su mano se posó en mi mejilla, y yo asentí con fuerza. Acerco sus labios a mi frente y deposito un suave beso en donde antes se encontraba la misma medialuna que el portaba en su frente, mis ojos se cerraron al recibir ese mimo. Sentía que el miedo y la ansiedad generados por la pesadilla, se disipaban lentamente. Que dijeran lo que dijeran, mi papá, era el mejor papá del mundo, aunque no lo crean. Tal vez tenía un carácter especial, pero eso lo hacía único. – Entra ya-.
Me deshice del abrazo y utilizando su brazo me puse en puntillas de pie para, con una sonrisa besar su mejilla.
-Buenas noches, papá- Mi miro en silencio y asintió. Luego de eso, corrí hacia mi futón. Frené en el marco del ventanal, girándome con violencia. Casi lo olvido. – Gracias, papá. Te quiero- susurré sonriendo.
Sin esperar respuesta, me lance sobre mi futón. Literalmente. Después de todo, ya sabía la respuesta a esa pregunta y aunque nunca lo confirmara, sabía que era de su total agrado escuchar esas palabras. Tanto de su madre como de ella, sus hermanos eran caso aparte. Vaya suerte el que no me haya preguntado de que se trataba mi pesadilla… Me escondí entre las mantas. Más relajada y sabiéndome protegida, me entregue a los brazos de Morfeo, sonriendo. Mañana seria otro día.
