Beyblade no me pertenece...

Edición a cargo de Hannika Adreatos


-oO0( Ojos del Corazón )0Oo-

Por Kiray Himawari

Capítulo I

Mirando por un ventanal desde un décimo piso en un edificio de Tokio, estaba yo pensando en todo lo que había pasado para dar cada paso. Me sentía muy bien, mirar al infinito sin sentir miedo. De repente vino a mi mente él, uno de los recuerdos más tristes. No entendía muy bien porqué, pero tuve la sensación de que me observaba desde algún lugar, con esa mirada que contaba su historia.

-o-

Era una mañana de otoño cuando lo conocí su cabello azul, tez blanca, sus ojos color carmesí y un semblante de poco bienestar. Con curiosidad y poco tacto le pregunté si estaba bien, a lo que contestó:

– ¡No me pasa nada que deba importarte!, ¡déjame en paz! –

Su respuesta me dejó helada, ¿cómo una persona en su estado no acepta la ayuda de alguien y brinda esas respuestas tan bruscas? Reponiéndome luego de este pensamiento y sintiéndome un poco ofendida, me di la vuelta y me alejé; para mi sorpresa, cuando sólo había avanzado algunos pasos escuché una voz que me decía 'lo siento, no era mi intención'; era aquél joven al que me había dirigido anteriormente, volví para ver que ocurría:

– ¿Estás bien? – pregunté de nueva cuenta.

– Eso creí, – respondió – pero parece que no es así, te diste cuenta de algo. Dime que notas en mí. –

– Veo que estás extraño, – conteste rápidamente – no sé exactamente qué, quizá sea tristeza o coraje, no sé; dime tú. –

– Supongo que un poco de ambos, – dijo con voz apagada – pero no importa, no es mi intención que la gente vaya por el mundo preguntándome que me pasa. –

Estas últimas palabras las dijo con un tono más serio y enérgico, lo que me hizo pensar si en verdad tenía algún problema o sólo era una de esas personas que desean llamar la atención. Supuse que no era así pues se dio la vuelta y comenzó a alejarse sin despedirse. La acción me irritó y al mismo tiempo me hizo sentir curiosidad.

El hecho me dejó con la incertidumbre de saber quién era y qué le había ocurrido ese día y aunque pasé bastante tiempo con la inquietud, pasó a ser un hecho más de la vida cotidiana.

Un mes después, acercándose el invierno, tuve que asistir a una reunión de trabajo, al llegar pulsé el botón del elevador se abrieron las puertas y detrás de mi una persona también lo abordó. No presté atención pues llevaba prisa. Llegado al octavo piso, donde se llevaría a cabo la reunión, entré a la sala de juntas al mismo tiempo un joven. Quedé anonadada al darme cuenta que era el mismo chico que un mes antes me había dejado con tanta curiosidad.

La junta dio inicio presentando a cada uno de los miembros. Llegado el turno de aquél joven, éste se abstuvo de pronunciar palabra. Al terminar la reunión salí lo más a prisa que pude para alcanzarlo y cuestionarlo, pero sólo pude ver como subía a una camioneta escoltado por varios abogados de la compañía y dos guardaespaldas. Regresé y de inmediato pregunté quién había sido aquel personaje tan extraño, la respuesta que recibí fue como un balde de agua helada: Era el dueño de la compañía. La impresión que tuve en un principio era que se trataba de un joven mimado, de esos que no te dirigen la palabra porque sienten que tú no los mereces, que te miran y te omiten de su vista y pensamiento; pero poco a poco ese pensamiento fue cambiando.

No podía creer cómo es que en más de seis meses de trabajo no me había preocupado por conocer al dueño de la compañía y peor aún, ni siquiera conocerlo por fotografía o algo así. Eso fue un hecho raro pues siempre estaba al pendiente de la compañía desde que había comenzado a trabajar ahí, ¡me encantaba mi trabajo! Había comenzado por un concurso de creatividad que la compañía había lanzado, el propósito del concurso era encontrar personas de cualquier edad que pudieran trabajar en el ámbito creativo de la empresa, ya que se dedicaba a fabricar juguetes, por lo que se necesitaba quienes pudieran diseñar y probar todo lo que se fabricaba. Las bases consistían en inventar o proponer un juguete o personaje que pudiera servir de modelo para un juguete, debía ser de tiro infantil y adolescente al mismo tiempo. Participé con un boceto de un personaje un poco infantil, pero que al final funcionó. Estaba muy orgullosa de tener mi primer empleo a los veintidós, un trabajo que me encantaba y que, por si fuera poco, me pagaba bastante bien. Lo raro era que por mi mente nunca pasó saber quién era el dueño de la compañía, me bastaba saber que fabricaban juguetes y que era reconocida a nivel mundial.

Al día siguiente decidí que tenía que presentarme con el dueño, de paso sabría lo que le había ocurrido el otro día; una actitud bastante confiada de mi parte. Así lo hice cuando llegué. Me dirigí hacia la oficina del susodicho, pero mi sorpresa fue grande:

– ¡Buenos días!, necesito hablar con el jefe – dije entusiasmada.

– Lo siento Hinata, pero el jefe no viene casi nunca a esta oficina. – dijo – Eres la primera que viene sin una cita y con intenciones reales de hablar con él, – continuó diciendo – sólo viene cuando es estrictamente necesario y obligatorio. –

Mi expresión fue de desconcierto. Este individuo había hecho lo que nunca nadie antes había logrado hacerme rabiar y dejarme en duda total. Una persona sociable, simpática, risueña y agradable como yo no podía ser dejada con semejante interrogante. A pesar de todo logré tranquilizarme y volver a mi pequeña oficina. Ya sentada frente a mi escritorio despejé mi mente y comencé a trabajar sobre un nuevo proyecto: La imagen para un trompo con mecanismo de ingeniería avanzada. Creí que lo más adecuado era quitar la imagen de que los trompos eran para niños de la época de la revolución, así que decidí hacer un personaje un tanto rudo, que pudiera ser héroe de cualquier niño y simpático para las niñas. La idea no estaba mal pero ¿cómo un personaje puede ser rudo y simpático al mismo tiempo? Acordé darle una imagen ruda, pero una personalidad sencilla; de esas que lo dejan a uno confundido a primera vista, un personaje que debía conocerse para poder amarlo. En ese instante a mi memoria vino el dueño de compañía:

– Tal vez soy muy exagerada. Debería darle una oportunidad, – me reí un poco – ni siquiera has podido hablar con él para dar opiniones y formar juicios. –

Continué mi labor y sin darme cuenta había llegado la hora de irse a casa, trabajar en vacaciones no era tan malo después de todo. Tomé mis cosas y cuando salí del edificio vi al jefe caminando por la acera paralela y sin pensarlo dos veces crucé la calle y me acerqué a saludarlo y a presentarme:

– ¡Hola! Mi nombre es Hinata – dije sonriente.

En verdad que estaba sonriente. Pude darme cuenta de que era un chico muy bien parecido. Llevaba un traje negro, camisa blanca y corbata negra, en verdad se veía bien y no pude contener la emoción de por fin conocerlo como se debía.

– Trabajo para tu empresa – continué diciendo – quería presen…– mis palabras fueron en vano.

Siguió de largo sin detenerse a prestar un poco de atención. Intenté detenerlo, pero sus palabras me dejaron perpleja:

– No me interesa saber quién eres o dónde trabajas, así que ¡déjame en paz! – su voz era enérgica al final y su mirada era gélida.

Dio media vuelta y siguió su camino. Entonces recordé aquel día en que lo vi con otro semblante. Esta vez había sido diferente, en aquella ocasión se disculpó; pero esta vez había cruzado la línea pues siguió de largo sin siquiera sentir resquemor. Me sentí triste y me fui. Llegué a casa y me encerré en mi habitación, mirando al techo me recriminé:

– No sé porqué te pones así, Hinata, talvez porque es la primera vez que alguien te ignora de esa manera. –

Me quedé dormida pronto, no sin antes tomar la decisión de dejar todo tal y como estaba, olvidar los eventos ocurridos y cerrar esa etapa, una breve etapa.