"Historias que con el lento paso del tiempo se convierten en leyendas."
1. Y después de la tormenta…
¿Por qué todas las reuniones terminaban siendo en el templo Hikawa? Serena creía que Rei era impositiva, ni siquiera preguntaba dónde verse simplemente ordenaba, pero la guerrera del fuego seguía argumentando que su casa era más grande que la de cualquiera, allí no tendrían interrupciones ni problemas de ningún tipo pues era un sitio sagrado…
- Y mi casa es más bonita que la tuya – con ese válido argumento finalizaba la discusión
- ¡Qué! – gritó Serena enloquecida
- ¿No se suponía era una reunión para hablar del enemigo? – reía inquieta Andrómeda viendo que ya tenían veinte minutos sobre el mismo alegato
- Es triste – musitó Mina. Había estado tan callada y ausente que ni siquiera notaron su presencia
- ¿Qué? – preguntó Lita sin entenderla – te ves muy triste ¿Te pasa algo?
- Pensaba en Michiru y Haruka… Es tan triste… ¿te imaginas que sentirías si perdieras a un ser querido? Pero ellas perdieron algo más… un hijo ¿Qué sentirías Serena si perdieras a Kared? ¿O a Rini? Aunque como van las cosas dudo nazca
- ¡Cállate! – le reprendió la morena viendo cómo la felicidad se esfumaba del rostro de su amiguita de coletas – Orión aseguró nacerá. Esto es parte de la vida y punto ¿Verdad Orión? ¿Orión?
El gato pinto estaba a punto de estallar. Mientras discutían sobre cuál casa era mejor para reuniones él se tragó todos los panquecitos, ahora entendía Lita por qué el pobre animalito veía con recelo la comida ¡Se volvía loco con los sabores! Amargas consecuencias: sufría de una grave indigestión
- Y luego el tonto es Artemis – musitó Mina acariciándole la pancita – ¿Qué caso tiene ser Sailor Scout cuando no puedes proteger a lo que amas? ¿Para qué salvas al planeta si no habrá en él nada para ti?
- Eso es egoísmo Mina
- ¡Lita piensa! – gimió – Michiru y Haruka pedieron a un bebé… No es para menos cómo están y no se recuperarán… Esta pelea quedó para nosotras… Si es que sigue allí el enemigo ¿Crees importa quién Heredará el trono de Dios? No a ella… Dime para qué pelear, arriesgar tu vida e ir por allí recibiendo balas perdidas si nadie te lo agradecerá y en su lugar recibirás dolor… O un montón de policías persiguiéndote ¡No tiene sentido! – su mirada se clavó en el suelo – Cómo me encantaría dejar de ser Sailor Scout
- ¡Qué! – gritaron todos al unísono
- No hagan caso – rió alegremente – es que me siento muy mal… Creo pudimos hacer más por ellas… Y ahora su vida es…
- No te preocupes – intervino Luna – mira, lo interesante de vivir es que hay siempre altas y bajas… A veces las cosas irán bien y otras tantas no pero al final sabemos podemos cambiar nuestro destino, superaran las dificultades porque es parte de vivir
- ¡Estoy pintada! – gritó Hotaru entrando a la habitación
- ¿Hotaru?
- ¡Soy una Scout deberían haberme invitado a esta estúpida reunión! – bramó
- Quién demonios la entiende – gimió Orión desde su cómodo lugar donde aún sufría retorcijones por tanto comer – Primero dices que no y luego que sí… ¡Qué querías! Además me prohibiste entrar a tu casa
- Llama ¿o Ismael no tiene para un teléfono? ¡Escribe! ¿Eres analfabeta?
- Me duele demasiado la panza como para contestar a eso – se tendió de nuevo en el cojín – Y ahora que recuerdo tu estúpido gato dijo que él haría solito las cosas
- ¿Yo qué hice? – asomó la cabecita Artemis
Y los pleitos no terminarían. Andrómeda mejor se dedicó a leer una revista. Artemis gritó viendo que se había comido todos los panquecitos y Orión entre sentirse una pelota peluda y oírlo gritar terminó explotando. Rei soslayó la mirada de Mina, entendía lo que sentía pero no había en ello razones suficientes para retirarse, no para ella porque al final si se rendía llegaría al mismo punto: Perder a sus seres queridos. Así por lo menos sabría hizo lago por salvarlos…
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La besó en la mejilla, sabía estaba despierta, vio cuando cerró los ojos. Se recostó en la cama y la abrazó, tal vez esta vez se decidiera a dirigirle la palabra. Se quedó profundamente dormida esperando por ese bello momento. Soñó con ella y le pareció fue tan real que despertó ansiando saber Michiru no la abandonó. Sus miradas se encontraron.
- No me abandones – musitó para besar su frente
No podía pasar otra noche así. Se marchó. Necesitaba apagar su dolor, por un segundo matar el alma y su corazón para dejar de sufrir. Lloraba todas las noches abrazada de Michiru, perdió a su bebé y también a su amante ¿Qué más podía ya perder?
- Pase VIP, es usted nuestro mejor cliente – sonrió el muchacho de la entrada – ya hacía tiempo no lo veíamos por aquí… Es más para que vea lo valoramos mucho le daré la mejor mesa del sitio y una botella de cortesía
- Qué amables – musitó con saña
Nunca se sintió más segura en otro sitio que no fuera Insomnio. La noche era larga y ella estaba ansiosa por vivirla intensamente. Apagó el móvil y su comunicador, hoy era su noche. Bailó y gozó como nunca dejando que la descomunal máquina le arrebatara su vitalidad. El suelo retumbaba, el humo rosa se introducía por sus fosas nasales extasiándola, estaba a punto de desmayarse, gritó pidiendo otra botella. Regresó a la mesa en cuanto vio el mesero la traía. Casi cae al suelo
- ¿Se siente bien?
- ¡Mejor que nunca! – aspiró profundamente sabiendo que esa cosa estaba destrozándola por dentro – ¿Qué sucede?
- ¿El qué señor?
- Apagaron la maldita máquina ¡Apagaron la máquina!
- ¿Cuál? – miraba el chico a todos lados sin entender a qué se refería. Hasta que vio que el humo rosa descendía – ah eso, Disculpe las molestias es que tenemos mantenimiento
- ¡Enciende la maldita máquina! – lo sujetó de la camisa con violencia
El pobre muchacho salió huyendo. Aterrado avisó a los guardias pero éstos en lugar de ir a la mesa del impertinente se dirigieron al sótano…
- Maldita sea – reía como loca la rubia
- Hola – saludó Amy – ¿No crees has bebido demasiado?
- No – volvió a reír – ¿Por qué apagaron las máquinas?
- ¿Qué máquinas?
- Las del sótano… esas que hacen las nubecitas rosas
- Porque necesitan mantenimiento y reparación… Hoy parecen un poco… – cómo explicar que el contenedor esta desbordándose.
Ahora sabía por qué su máquina enloqueció, la energía que Haruka despedía era de proporciones sin igual, de seguir así en unas horas más se desplomaría ya sin vida alguna y su aparato explotaría. Emitió un fuerte suspiro.
- No habrá más humo rosa… Lo siento
- ¡No puedes hacerme esto!
- Sí puedo… Y mejor vete
- ¡Sácame! –la amenazó
El poco humo que quedaba siguió intoxicándola. Su mirada triste se quedó clavada en esa multitud regocijante. Pidió otra botella y entre murmullos pidió por Michiru.
- Haruka – escuchó esa dulce voz hablándole y después esas caricias llenas de bondad
- Cabeza de bombón – lloraba desesperada – anda siéntate y tómate algo conmigo
- No Haruka, vamos a casa… ya bebiste mucho… Vamos a casa ¿Sí?
- Por favor – se abrazó a ella desesperada – por favor no me dejes – musitaba entre sollozos – tómate algo conmigo – se recostó en la mesa dejado al alma verter en llanto su dolor. Escondió su rostro entre sus brazos para seguir murmurando cuánto lo lamentaba
- Haruka – acarició su cabello rubio – Ya no llores, por favor mírame…
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Artemis se sentía un piloto de fórmula uno en su pequeño auto deportivo. Daba vueltas en el parque con Andrómeda a un lado suyo mientras Hotaru lo controlaba a distancia. Rei sonrió, era la primera vez desde que la niña apreció que la veía feliz sin esa mueca de maldad. La morena sintió el roce de esa mano y su piel se erizó respondiendo al anhelo…
- Te ves triste sabes – le masculló Natalie al oído
- No es anda… estoy preocupada por Michiru ¿Sigue sin decir nada?
- Ni se mueve – su mirada se veía llena de pesar – eso dijo Lindsay… Dale tiempo al tiempo preciosa – la besó en la mejilla haciéndola sonroja
- ¡Tú! – gritó Mina saltando sobre la pobre chica – oh no – acaba de fallar. Fue directo al suelo con un fuerte estrépito que dejó más herido su orgullo que sus rodillas
- Otro poco y esa hubiera sido yo – reía viéndola en el piso – me voy – dijo a su amiga – antes que esta loca siga con sus juegos brutos y me lastime – echó su cabello hacia atrás en un ademán más que seductor
- ¿Estás bien Mina?
- Es odiosa – era un milagro su mirada fulminante no matara de verdad porque de ser así quién sabe ya cuantas veces la hubiera asesinado – Venía a ver a Artemis… Mira esa niña descuidada se va sin su gato
- Hoy cuidaré de Andrómeda – la pellizcó – sabes que eres insoportable
- Lo siento, es que – se sonrojó – bien pues ¿de verdad te gusta Natalie?
Cómo explicarlo. Había algo especial en ella, una hechizante sensación de seguridad y bienestar. No debía esconderse, no tenía que explicar o si quiera intentar entenderla solamente era ella, disfrutaba de esa libertad exquisita que le otorgaba, del amor sincero y una amistad un poco menos dolorosa que las vividas. Negó con la cabeza no sin antes sonrojarse notablemente
- He decidido dejar a las Scouts
- ¡Cómo! – gritó Hotaru quien a pesar de la distancia había escuchado – tú vas a qué – y el pequeño auto acaba de estrellarse
- ¿Es por lo nuestro? – musitó Rei temerosa. Tanto tiempo sostuvieron ese juego de enemistad que hoy temía ser la culpable.
- No es eso… No quiero seguir en esto, necesito hacer realidad mis sueños… Ir y buscar mi destino… lejos… muy lejos de ti
- ¿De mí?
- Lo siento no puedo seguir… Así que en vista que tu casa es cede oficial de scouts quería ver si podíamos convocar a una reunión para notificarlo a todas
- ¡Claro que no! – bramó Hotaru furiosa – no renunciarás solamente porque a Michiru le fue tan mal – arqueó la ceja pensando en lo que acaba de decir – tienes razón después de eso cualquiera quiere tirar la toalla… Mal ejemplo ¡Artemis! – lo llamó la niña – Artemis – esta vez gritó aterrada viendo el cochecito de cabeza y a ellos tendidos en la hierba – cómo te estrellaste gato tonto
- Será porque dejaste de conducirlo – renegó Andrómeda
- Lo siento – rió la niña – Lo siento – esta vez su disculpa se dirigió a la rubia
- No puedes irte Mina
No, no podía irse y dejarla desamparada ¿Cómo protegería a Serena sin ella? ¿Cómo sentirse a salvo si ya no estaría? La sujetó con fuerza de la mano mientras sus ojos suplicaban porque se quedara. Pero lo vio en esa mirada, su decisión estaba tomada y nada, ni el amor, la retendrían en un país donde solamente vivía la decepción. Lentamente la soltó deseándole la mejor de las suertes ahora que volviera a Inglaterra… esperaba hiciera sus sueños realidad porque a pesar de todo la quería…
- Nosotras podemos solas – le guiñó el ojo – así que ve y sé famosa Mina
- Gracias – dio la vuelta mientras las lágrimas se vertían. Ya no podía más, no viviría eternamente temiendo y anhelando sueños que jamás alcanzaría como Sailor Scout…
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Había comenzado a beber sin control alguno. Escapaba todas las noches, corría desesperada anhelando poder ser libre como el viento. A veces competía en carreras ilegales esperando encontrar un reto o esa vaga sensación de felicidad que el automovilismo le proporcionó en otros años. Otras veces iba a Insomnio esperanzada a morir presa de esa máquina loca pero Amy siempre sabía estaba allí y la apagaba. Hoy era una de esas noche, Insomnio resplandecía sin su preciado humo rosa intoxicante.
- ¿Te pido un taxi?
- No – le contestó a Amy
Había bebido demasiado. Estaba algo eufórica para darse cuenta qué tanto ponía su vida en peligro. Aceleró su moto y con todo el fervor de volar hizo una pequeña pirueta, el famoso caballito, se deslizó un buen tramo con una llanta al aire hasta que pedió el control y cayó.
- ¡Estás bien! – gritaban los chicos angustiados por el accidente
- No es nada – se incorporó entre tumbos – Y qué a qué hora vamos a jugar una competencia
- La neta – dijo uno de ellos – ni ganas de dejarte volver a subir a la moto… Apenas lo lograste y casi te matas – reía nervioso – eres el mejor corredor de todos los tiempos y me cae que me encanta verte correr así que no vamos a verte estrellarte ¿ok?
- A qué mal – se subió a la moto para caer de nuevo
Llegó a casa en taxi. Se sentía muy mal. Entre tumbos logró llegar a la habitación de Michiru. Se hincó a un lado de su cama y entre sollozos suplicó de nuevo porque no la dejara. Ya no podía seguir viviendo así, necesitaba saber que no se fue. Lloró desesperada y como un niño pequeño se sujetó a las sábanas de la cama implorando por un poco de amor o piedad…
- Por favor – tomó sus manos pálidas entre las suyas – te lo suplico – musitaba observando sus ojos verdes – háblame, dime cuánto me odias por dejarte esa noche… Porque por un pleito tonto perdimos a nuestro bebé – lloraba más fuerte – no te protegí ni te cuidé… ¡Y no pude evitar te lastimaran! Todo esto es mi culpa… mi culpa… te abandoné y lo siento. Créeme lo estoy pagando muy caro…
- Tienes razón – musitó la joven por primera vez en casi un mes – es TU culpa ¡Perdimos a nuestro bebé por tu culpa! ¡Te odio! – en un acto violento retiró sus manos de las suyas – Quiero desaparezcas de mi vida… ¡Te odio! ¡Te odio!
- Por favor – imploraba – por favor no me dejes – lloraba desesperada aferrándose a esa sábanas
- ¡Lárgate! – se paró en seco de la cama con las pocas energías que tenía
- No me hagas esto – se quedó hincada suplicando – yo también sufro… No seas cruel
- Apestas a alcohol… ¿Crees que no sé? Tienes dos semanas bebiendo sin control… sigue sufriendo lejos de mí
- No volveré a tomar… Lo juro… Haré lo que quieras pero perdóname – ya no podía mirar sus ojos, ya no podía soportar ver ese odio que le profesaba.
Michiru se dejó caer en la cama llorando amargamente su condena. Lamentó ese día tanto que hubiera dado cualquier cosa por volver atrás y hacer algo más. Le dolía demasiado el alma para fijarse con sus palabras hería a la persona que más amaba. Se quedaron así por largo rato en ese murmullo de llantos en que se convirtió su vida.
- No es cierto – musitó levantando la vista al cabo de un rato – No querías al bebé Michiru
- ¿De qué hablas? – la miró con odio descomunal – lo quería tanto como tú
- ¡No! Nunca lo quisiste… Te atreviste a ir a enfrentar a Setsuna sabiendo que ella podía lastimarte junto con mi bebé
- ¡Uno! No es tú bebé y dos intentaba salvarnos… salvarte – musitó esta última palabra casi para sí – No me digas ahora que yo tuve la culpa
Y del llanto vinieron los gritos. Haruka había bebido demasiado para tener algún control sobre ella o lo que decía. Michiru cansada de sus necedades se salió de la habitación cerrándole la puerta en el rostro. Y la rubia convertida en una verdadera fiera comenzó a patearla gritándole ella también la odiaba… los suficiente para irse y nunca volver
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Se despertó muy tarde. La cabeza le dolía demasiado. Estaba sola y tirada en el piso de la habitación, entonces recordó lo sucedido. Con parsimonia se levantó para ir a ver dónde había pasado la noche su sirena. En el camino encontró a Kared, se lavaba los dientes. Con la mano le indicó ella había dormido en su habitación. Siguió de largo. Entró a la recámara y al momento recibió un fuerte empujón así como un duro golpe cuando le cerraron la puerta en las narices
- Toca – gritó Michiru
- ¿Puedo pasar? – no quería oírla gritar, su cabeza la estaba matando
- No, no puedes, me estoy cambiando
- ¡Abre la maldita puerta! – rechinó los dientes – Ábreme por favor
- Qué demonios quieres – con un ademán la invitó a pasar
- Me da gusto regresaras – esquivó su mirada colérica – aunque solo sea para pelear – no terminaba de decirlo cuando ya le estaba dando el portazo – eres muy maleducada – gimió
- ¡Qué bien dan lata! – gritó Isaac saliendo al pasillo – ten cuidado con lo que deseas… Cómo quería ver a Michiru andar por la casa fastidiando y todo eso y ahora creo prefiero esté en cama melancólica y al punto del suicidio
- ¡Cállate! – le reprendió Melissa sabiendo que la broma era de muy mal gusto
La rubia se encerró en su habitación con la mirada fija en la ventana. Su dolor la estaba convirtiendo en un monstruo. El amor resultaba la mayor perdición para un Dios, para un ser humano común. Quizá toda su vida era un completo error pero lo único cierto en ese sin fin de acciones era el amor que le profesaba a su bella sirena y hoy exterminaba sin piedad. Se levantó lentamente de la cama para encontrarse con esos bellos ojos de mar. Sonrió pensando le diría que la amaba…
- Sal de mi habitación – musitó la violinista – quiero dormir
- Como quieras – y antes de irse le dirigió una última mirada esperando ella regresara y la amara
Se quedó largo rato parada pensando en ella. Se veía muy enferma, estaba tan cansada y agotada. Si la cuenta no le fallaba tenía un mes viéndola agonizar. Ya no comía y si lo hacía era mínimo, ya no dormía fingía lo hacía, nada importaba mas allá del llanto. Haruka admitía esta vez la perdería para siempre y no le importaba, se sentía tan atrapada por ella, vivía para dorarla y cómo hacerlo cuando sus caprichos iban de un lado a otro sin lógica, cuando un día la amaba y al otro la odiaba. La rubia se sentó cerca de su niña, sabía fingía dormía, la conocía tan bien. Destapó el chocolate esperando que eso atrajera la atención de la joven pero estaba lo suficientemente molesta y encaprichada como para no querer ni un dulce de ella.
- Anda berrinches te traje un chocolate – qué más daba si otra vez le estrellaba la puerta en el rostro
- No quiero – musitó
- Bueno más para mí – de nuevo reinó el silencio. Nunca la perdonaría
- Haruka – musitó con temor – ¿Vas decirme por qué intentaste matar a tu padre?
- No – se quedó pasmada por la pregunta – Quiero dormir… Estoy muy cansada – se recostó a su lado – tienes razón, hoy el chocolate no sabe bien… Nada sabe igual…
- Da igual si mientes, eres tan transparente ante mí que no importa cuanto te esfuerces – sollozó
- ¿Me amas?
- Sí, mucho
- Ya no llores, es… no es fácil, ni siquiera yo entiendo qué me sucede, hago las cosas por hacerlas, por un instinto difícil de describir… Porque también estoy muy triste y lamento lo que paso – la abrazó con fuerza – porque no hay nada que ame más que a ti… y a ese bebé.
- Vete
- Te amo y eso nunca va a cambiar, voy a amarte siempre – la besó tiernamente en la mejilla para dejarla sola
La encontró por error en el mercado. De lejos se parecía mucho a Haruka pero nunca creyó que podía estar en esos lugares. La rubia iba confundida por entre los puestos chocando con la gente, hasta que se llevó unas cajas dejando una hermosa alfombra de limones así como a un tendero molesto.
- Muchacho tonto – gritó – hazte, estúpido
- Lo lamento
- ¿Haruka? – musitó Lita aún dudosa
Se veía muy perturbada, estaba tan ausente que no se fijaba en lo que hacia o decía. Lita insistió en invitarla a almorzar pero la rubia solamente quería dormir al aire libre, sintiendo el cálido sol sobre su cuerpo
- Creo estás enferma
- No – masculló – estoy triste… Demasiado…
- Si vienes a desayunar prometo hacerte un rico pastel de chocolate para ti sola… Ay no – musitó viendo su error – eso anima a Serena
- Esta bien, también a mí me animaría
Metió el pastel al horno, esperaba lograr distraerla un poco de su pesar y tal vez animarla. Tomó sus manos entre las suyas pero la rubia se estaba quedando dormida. Estuvo tentada a dedicarle una caricia sin embargo el temor de lastimarla más la hizo detenerse. Nunca había visto a Haruka así, se veía tan frágil y vulnerable. Se levantó de la mesa para ver su guiso y cuando volvió la corredora dormía profundamente.
- ¡Llegué! – gritó Mina
- Silencio, despertarás a Haruka
- Deberíamos llevarla con Michiru… o llamar a la casa de los Sinclair
- No – la miró suplicante – déjala que duerma, solamente necesita sentirse segura y estará bien… Te prometo – continuó al ver la mirada inquisitiva de su amiga – que si cuando despierte sigue tan mal llamaremos ¿Sí?
- No creo nosotras podamos ayudarlas mucho… Necesita de Michiru
- ¡No le habla! Apenas se mueve y ni siquiera la ve ¿Crees pueda ayudarle en algo?
- Sí a darle la fuerza suficiente para salir adelante por las dos
- Por favor – suplicó por segunda vez pues no sostendría otro alegato que podía perder
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Estuvo en la junta de las Scouts o mejor dicho en los últimos cinco minutos de ella. Se suponía recogería a su hermosa Serena para llevarla a la universidad. Ahora conducía a toda velocidad a la casa de Lindsay. En sus manos tenía el dibujo que las jovencitas encontraron en las ruinas. Explotó presa de sus pasiones y hasta dejó a Serena. Iba a terminar de una buena vez con todo esto.
- No está – le dijo Natalie – pero igual puedes pasar y esperarla
- ¿Dónde está?
- En el conservatorio… o en tu casa… da igual
- ¡No para mí! Dile que la estoy buscando
Tantas noches que Michiru lloró, tantas botellas que Haruka bebió, tanto dolor y sufrimiento por ese dibujo, por lo menos quería saber qué se proponía. Entender qué convertía a un ser humano en una abominación. Arrugó la hoja y bajó del automóvil. Allí estaba.
- ¡Explícame que demonios es esto!
- Una hoja – contestó la niña
- ¡Es un dibujo tuyo!
- A ver – intentó quitárselo de las manos pero él la empujó enfadado de sus tonterías
- ¡Qué pretendes! Tienes una remota idea de lo infeliz que es mi hermana… ¡Se supone la amas! Por qué enviaste esta cosa a matarla
- ¿Qué? – interrogaron Michiru y Lindsay al unísono
- Yo pregunté primero – expresó la niña sin darse cuenta que la tempestad se desataba sobre ella
- ¡Es tuyo! – bramó Michiru arrebatándole la hoja a su hermano
- ¿Me preguntan o me afirman? ¿Tengo derecho a defensa? – miró a ambos y esa mirada sulfurante – si me dejan verlo les diré… ¡Por todos los dioses enloquecieron o qué!
- Mandaste una bestia divina a destruirme ¡Te das cuenta que mataste a mi hijo! – la abofeteó con furia para sujetarla con fuerza de la muñeca
- No sé de que me hablas – musitó haciendo una mueca de dolor – me lastimas – y ahora la joven la sujetó del cuello
Sus ojos se encendieron por la rabia que sentía. Su mirada colérica se clavó en ella mientras su cuerpo entero comenzaba a desprender una energía celestial incontrolable. Lindsay gimió sintiendo su piel quemarse por las energías que emanaba.
- Creo me equivoqué – reaccionó tardíamente Kared – no pudo ser ella porque… porque no
- ¡Lo mataste! – gritaba fuera de sí – destruiste mi vida
- Michiru suéltala – suplicó el niño – ¡Suéltala ya!
Pero ella anhelaba venganza. Kared se colgó de su hermana y entre pleitos de niños comenzaron a forcejear mientras ella escapaba. Corrió un corto trayecto para después regresar y recoger el famoso dibujo
- ¡No es mío! – gritó echándose de nuevo a correr – Yo no lo dibujé – gritó lejos de ella – No soy buena en eso
- ¿Qué? – la soltó Kared – a ver… Yo qué sé, eso debes saberlo mejor tú – dijo a su hermana – tú le enseñas dibujo
- Presta acá – tomó entre sus manos el papel – No – seguía contemplándolo con recelo – no, esto lo hizo una persona zurda y ella no es zurda
- ¡Bola de tarados! – y viendo que su vida ya no corría peligro comenzó a llorar – Casi me matan y ni por consideración averiguan primero
- ¡Cállate! – bramó Michiru – hay trazos diestros. Así que no estás del todo descartada
- ¡Estoy harto de esto!
- No eres el único – masculló Lindsay masajeándose el cuello
Una pequeña lágrima rodó por la mejilla de Michiru. Kared titubeó entre la idea de consolarla o fingir no lo vio, pero la niña no la dejaría sola, aún si eso significaba terminar masacrada o con una nariz rota. Y en los brazos de Lindsay se desplomó a llorar su amargura.
