Amuleto Fortuna y el Tesoro de los Siete mares.
Se podía escuchar el rugir de las olas, cargadas de sal, en la bahía del reino Fortuna. El sol brillaba con fuerza por encima de la hermosa y deslumbrante vista que ofrecía el pequeño reino, a pesar de estar en el ocaso, el brillo no dejaba de ser esplendoroso. Una que otra gaviota revoloteaba por el aire soltando chillidos con forme caía en picada al mar y volvía a subir al cielo. Pequeños cangrejos salían de entre los riscos, que eran golpeados por las fuertes olas, las cuales se quebraban en una lluvia de espuma. La playa estaba tranquila y hasta cierto punto solitaria.
Los días siempre solían ser igual de pacíficos como el de ahora. Aunque la razón del silencio era algo diferente en esos momentos. Eran tiempos de guerra después de todo. Las heridas que quedaban rezagadas en los corazones de las personas, tras cada pérdida, se iban acumulando hasta dejarles un sentimiento parecido a la amargura. Los altos del consejo sabían esto y entendían que debían buscar la forma de terminar con el conflicto; porque, sin importar el que fueran ganando la batalla, no podían permitir que los corazones de su gente se llenaran de malos sentimientos, eso acabaría por destruir al reino y a la soberana en cuestión de segundos.
Dicha soberana, era apenas una niña a los ojos de quien la viera, pues a pesar de tener trece años, su cuerpo aún era pequeño y frágil, una figura delgada, infantil. Y su corazón aún mucho más niño que su apariencia física. Una guerra no era algo que pudiera soportar, incluso si estaba dispuesta a hacerlo. Los altos lo sabían, el pueblo lo sabía, y desde luego que también él lo sabía y por ningún motivo lo permitiría.
-Ikuto nya.
La esbelta figura que permanecía quieta frente al rugiente mar que tenía frente a sí, no pareció inmutarse ante el llamado que le hacían. El muchacho de ojos azul marino y cabellos del mismo tono resplandeciente, tenía el semblante serio, decidido y quizá hasta molesto. No parecía estar muy interesado en responder a la pequeña criaturita de apariencia felina que flotaba a su lado. Sus ojos amielados, cargados de una inocencia adorable, le miraban atentos como intentando descubrir qué era lo que pasaba por la mente del muchacho. Un relámpago de luz pareció pasar ante sus ojos cuando una idea se le ocurrió, probablemente la acertada, pues el aludido por fin pareció darse cuenta de su presencia.
-¿Estás pensando en Amu? –le preguntó con preocupación notoria en su voz, y el chico le miró sin palabras un instante antes de responder.
-Yoru –le habló al felino –te he dicho que no te dirijas a ella de esa forma.
-Nya! –Retobó la pequeña criaturita como si se estuviese burlando por la declaración del chico –pero si es nuestra amiga nya –le recordó como si el chico se hubiese olvidado de ese importante dato –antes tú también te referías a ella sin honoríficos.
-Antes –le recordó el chico, Yoru apenas si le prestó atención –ahora es diferente –le explicó volviendo la vista al mar frente a sí –es la soberana de Fortuna, no podemos obviar ese hecho.
-Sí pero, ¡a ti te gusta! –declaró Yoru recibiendo un pequeño golpecito en la cara que lo mandó volando una pequeña distancia hacia atrás, propiciado por Ikuto quien le miró algo irritado.
-Nya!! –gritó el felino al salir volando por la fuerza ejercida por los dedos de su dueño.
A penas se recuperó, buscó a Ikuto quien se había decidido a regresar hacia el puerto sin importarle dejar a Yoru atrás en el camino.
-¡Ikuto! Espérame nya!
El reino Fortuna era a penas formado por un conjunto de cinco islas, siendo la más grande el centro del reino. Si era visto desde el cielo, dicho reino podía considerarse un pequeño trébol, pues ésa era la imagen que formaba. A parte de éste, habían otros cinco reinos vecinos al mismo, siendo Fortuna el más próspero de todos. Originalmente el mundo era bastante pacífico, las naciones solían tener buenas relaciones entre ellas y nunca había habido oportunidad para el conflicto. Pero las cosas cambiaron cuando el lugar del Joker en el reino Fortuna se vio vació tras morir su anterior ocupante.
Fortuna siempre se había regido por la actividad del Joker, la cual se consideraba la más importante de todas, ya que, a diferencia de los otros reinos, Fortuna se mantenía en pie gracias a los corazones puros de su gente a los cuales se les denominaba "tamago no kokoro". Algunas veces los tamago no kokoro se volvían negros debido a malos sentimientos y era el deber del Joker el de regresarlos a su modo original. En ocasiones extremadamente especiales, algunas personas eran capaces de despertar al tamago no kokoro que llevaban en su interior, los cuales eran pequeñas criaturas que representaban la personalidad oculta de su dueño. Como era en el caso de Ikuto, cuyo chara –como se les llamaba formalmente a dichos seres- era el felino de nombre Yoru, de personalidad traviesa y curiosa como sólo un gato podía poseer.
Sin embargo, era muy difícil encontrar a alguien con la habilidad y el poder para purificar dichos corazones. Cuando el anterior Joker murió, debido a una rara enfermedad, antes de haber hallado a un sucesor, muchos extranjeros vieron la oportunidad de apoderarse del reino Fortuna, pues la base de su existencia había desaparecido. Eso claro, hasta que Amu nació en el reino.
En un principio las apariencias se mantuvieron firmes y no hubo necesidad de librar batalla sino hasta a penas dos años atrás. El reino recibió el que sería el primer ataque de muchos, aunque fue gracias a éste que el Joker dentro de la niña de nombre Amu salió a flote. Con su ayuda el reino había podido sobrevivir durante los dos años siguientes y hasta la fecha, pero no se podía negar que era mucha carga para una niña. Una niña que, apenas hacía dos años, había estado al cuidado de la familia Hoshina, más específicamente de Hoshina Ikuto.
Ésta era la razón quizá, por la que el muchacho se portaba siempre tan sobre protector con ella. Era una pertenencia bastante importante, según él, como para dejarla al cuidado de cualquiera.
Amu además, había resultado ser la princesa del Humpty lock –un candado mágico que señalaría al verdadero pilar del reino-, por lo que su estatus subió en cuestión de segundos a un nivel demasiado alto, haciendo casi imposible el que ella e Ikuto pudieran seguir compartiendo como antes lo hacían. Por lo mismo, Ikuto había decidido unirse a la escolta real, en la posición de escudero, consiguiendo con ello el tener el derecho y la libertad de revolotear alrededor de Amu todo lo que quisiera.
-¿Vamos de regreso al castillo? Nya
Yoru descansaba sobre el hombro izquierdo de Ikuto, quien caminaba a paso algo lento en dirección a la entrada del reino, dejando la playa a su espalda.
-Aah (sí) –respondió él sin mucho ánimo.
-Seguro que a Amu le dará gusto verte –rió un poco ante su comentario consciente de que Ikuto era capaz de leer el doble sentido en sus palabras, además del asomo de sarcasmo en las mismas.
No era que Amu no se sintiera feliz de ver a Ikuto, después de todo se conocían desde que ella era una bebé. No, el problema radicaba en la manera en la que siempre se llevaban, Ikuto disfrutaba haciendo enrabietar a la pelirosa. Yoru sabía esto, pero también sabía de los sentimientos de la chica por su dueño, y era allí donde radicaba la gracia de sus palabras.
***
-¡Te equivocas! ¡Está todo mal!
La pequeña multitud en la enorme sala se sobresaltó ante los gritos de quien fuera el As en la corte. Una pequeña niña de apenas doce años y personalidad igual a la de un bebé. Yaya era su nombre, y como tal tendía a ser por demás escandalosa –por no decir berrinchuda-. La pequeña disputa tenía que ver con Yaya en desacuerdo con los trajes hechos por las costureras, las cuales le miraban perplejas y con algo de cansancio en sus rostros. Yaya les quitaba toda la energía siempre que tenían que trabajar para ella, la sola chica por sí sola era demasiado agotadora.
-Pero Yaya sama –intentó razonar con ella una de las costureras, pero Yaya la interrumpió de inmediato.
-¡Te digo que está mal y está mal! –Exclamó haciendo un puchero –la línea del vestido es demasiado floja, no hay forma de que tal diseño resalte los pequeños atributos de Amuchi –le explicó aún con los cachetes inflados por el enojo que le provocaba dicha situación.
-Pero el Joker Amu sama pidió que no fuera algo muy vistoso ni llamativo en ese sentido –explicó la misma costurera, ahora con algo de pesadez al tener que complacer a dos niñas con gustos aparentemente opuestos.
-¡Por supuesto que dirá eso! –Retobó Yaya aún más en pos de hacer berrinche –ella es muy insegura todavía para pedir algo así, pero yo sé, que querrá lucir bien ante los ojos del gatito –rió contenta ante éste último comentario.
-¿Eh? ¿Los ojos del gatito?
Las costureras se miraron unas a otras incapaces de detectar a quién se refería el As por gatito, obviamente se trataba de Ikuto, pero debido a la situación en la que ambos se encontraban –él y Amu- resultaba más seguro dirigirse en código hacia él, así se evitaba de levantar sospechas y malos entendidos. Porque, a pesar de haber sido amigos desde la infancia, eso no cambiaba el hecho de que ambos estaban en estatus distintos, completamente lejanos el uno del otro. El Joker que fuera el dueño del Humpty Lock, no tenía permitido tener pareja fuera de su compañero, quien fuera el dueño de la Dumpty Key, y dicha persona aún no se había revelado. Además, la diferencia de edades entre Amu e Ikuto también resultaba ser un impedimento, aunque fuesen tan sólo cuatro años de diferencia, eran suficientes a la fecha, para decir que él fácilmente podría estar abusando de ella.
Trece y diecisiete, dos mundos completamente distantes el uno del otro. Las cosas serían diferentes si Amu fuera mayor de edad, al menos si se encontrara fuera de la que aún se consideraba ser una niña.
-Ya basta Yaya –vino la suave réplica de la actual Reina.
-¡La reina Rima sama! –gritaron las costureras con lágrimas de felicidad en sus ojos, evidentemente aliviadas de la aparición de la pequeña niña capaz de controlar a la activa Yaya.
-Pero Rima chan –retobó el As –no puedes estar de acuerdo en el vestuario de Amuchi.
-Hmm –la pequeña niña rubia pareció pensárselo un momento y los corazones de las costureras pendieron de un hilo durante esos segundos, a la espera de que Rima optara por respaldarlas a ellas –tienes razón –declaró ella con una sonrisa pícara y sobra decir que las esperanzas de las costureras se fueron literalmente por la coladera –Amu necesita algo más llamativo que eso –declaró en modo de orden dirigiéndose hacia las pobres mujeres que aún llorando ríos de lágrimas no tuvieron opción más que salir a corregir el vestido, Yaya no paraba de saltar de gusto.
-¡Bien, Rima chan!
-Ustedes dos nunca cambian.
-Nagihiko! –gritó Yaya animada al chico recién llegado y se acercó a él para darle un abrazo.
Rima sin embargo, le miró algo exasperada, por alguna razón no acababa de confiar en tal sujeto. El cual era bastante hermoso como para pasar por una chica, y era eso justamente lo que le daba mala señal a la pequeña rubia, si no fuera porque era hombre, podría jurar que Nagihiko había sido la anterior Reina.
-Rima, veo que aún no confías en mí –le habló el chico de cabellera púrpura. Rima se limitó a desviar la cara antes de salir del salón.
-Voy a ver a Amu –murmuró antes de desaparecer por la entrada, haciendo aún un puchero.
-Rima chan es muy seria todavía –dijo Yaya animada aún colgando del cuello de él –por cierto, ¿a qué viniste Nagi?
-La verdad era que estaba buscando a Kuukai, ¿lo has visto?
-No –respondió ella algo sobresaltada soltándose del agarre en él, se acababa de dar cuenta de la ausencia del chico –la verdad es que no lo he visto desde ayer.
-Qué extraño, según yo la salida sería hasta mañana –habló él más para sí que para Yaya.
-¿la salida? –Yaya le miró confundida y Nagihiko tuvo que golpearse mentalmente por haber pensado en voz alta, rió nervioso antes de responder.
-Verás Yaya, hemos alcanzado una tregua con el reino Platino y mañana se planeaba ir a firmar dicho tratado –le explicó más de a fuerza que de ganas.
-¿¡Eh?! –la chica le miró contenta -¡Eso es maravilloso! Amuchi tendrá un enemigo menos y un aliado de verdad.
-Así parece ser –respondió él –aunque aún no le hemos dicho nada a Amu chan.
-¿Y eso porqué? –le miró confundida –eso la haría muy feliz, no sólo a ella sino también a gatito.
-Me temo que allí es donde te equivocas –le corrigió él con tristeza.
-¿De qué hablas? –le cuestionó, Nagihiko suspiró rendido.
-Yaya, el reino Platino tiene la Dumpty Key –declaró.
Los ojos de la chica se abrieron en asombro sin poder dar cábida a lo que acababa de escuchar. Sintió cómo el corazón se le estrujó por un segundo, un segundo en el que el rostro de su Amuchi pasó por su mente.
-Mentira… -susurró.
***
La noche se abrió paso sin problemas en el cielo ahora cubierto de estrellas. A pesar del clima en el que se encontraba sumergido el reino Fortuna, las habitaciones del castillo siempre eran frescas, cargadas de una esencia llena de sal y arena, de aromas naturales y frescos.
Amu se miró de nuevo al espejo del enorme tocador en su habitación, desde su posición en la cama. El aire entraba tranquilamente por la ventana abierta de su cuarto, elevando la suave tela de la cortina en un ritmo continuo, aún así el balcón estaba vacío.
Amu suspiró de nuevo. Siempre era lo mismo. Él se retrasaba y llegaba en el momento más inoportuno, tomándola como siempre desprevenida. Si tan sólo sus charas ya hubiesen despertado. Miró de reojo la cesta a su lado en la cama, en la cual descansaban cuatro huevos: uno azul, otro rosa, otro verde y el último amarillo. A pesar de haber sido capaz de usar los poderes de sus charas y el del Humpty Lock, sus charas permanecían dormidas en el tiempo en que ella no peleaba; la verdad, no había tenido verdadero tiempo para conocerlas.
El repentino tic tac del reloj sobre la cómoda que fungía como armario a sus espaldas, la sacó de sus pensamientos, debía darse prisa si quería llegar a tiempo al baile de bienvenida. Hoy por fin regresaban sus fieles caballeros a casa tras haber ganado contra el reino de Easter.
-"Easter" –pensó para sí y suspiró nerviosa otra vez, su corazón latiendo a un ritmo acelerado –"Ikuto" –se decía tratando de reconfortarse –"él volverá hoy sin duda".
Sin más rodeos, se levantó de la cama de un salto –pues sus pies no alcanzaban el suelo cuando estaba sentada en ella- y se dirigió hacia el cambiador, pero se detuvo apenas estuvo a escasos pasos de éste.
-No importa –se dijo –después de todo, nadie está mirando –sonrió y dejó caer la bata al suelo.
Ciertamente su cuerpo aún asemejaba al de una niña sin importar mucho la ropa que usara, pero cuando las prendas se dejaban de lado era imposible el negar que había empezado a dejar de serlo. Sus delgadas piernas empezaban a tomar una hermosa silueta, su pequeño trasero estaba bien formado para alguien de su edad, y su pecho había comenzado a crecer desde el año anterior, por lo que no era de extrañar el que dos pequeñas cumbres hubiesen tomado lugar en su antes plano pecho. Las facciones de su rostro además, comenzaban a volverse más finas. Sin duda Amu había entrado en la etapa de la pubertad. Y como cualquier otro niño que queda deslumbrado por los cambios de su cuerpo, Amu disfrutaba ver el reflejo de su cuerpo en el espejo.
-"Pronto" –pensaba con la mirada llena de ensoñación –"Pronto podré convertirme en una mujer, y entonces Ikuto-"
-Aah, todavía ni me saludas y ya te estás desvistiendo?
Pero el pequeño sueño se vio interrumpido tan pronto la provocativa pregunta de dicho chico inundó el aire en la habitación.
-¡I-Ikuto! –Amu gritó apenada al tiempo en que tomó a prisa la bata para cubrirse de nuevo, el chico sólo sonrió más ampliamente. A pesar de tener los ojos cerrados, era obvio que había alcanzado a ver algo.
-Debo gustarte demasiado para que me des tal recibimiento Amu –le provocó de nuevo mirándola directamente a los ojos, y la chica no tardó en olvidarse de que se trataba de la persona que le gustaba, para responderle con todo el enojo del que su pequeño cuerpo era capaz de albergar.
-¡Gato pervertido!
-eh?, pero si no soy yo el que hace unos segundos se estaba desvistiendo, o si? –Ikuto saltó del marco de la ventana para encaminarse hasta el punto en el que se encontraba ella, quien le miraba con las mejillas completamente sonrojadas.
-Pero eras tú el que estaba espiando, ¡acosador! –le gritó en modo acusatorio, aunque era obvio que estaba más nerviosa que molesta, por la proximidad del chico.
-Es tu culpa por darme esas escenas –le susurró él tan pronto su rostro estuvo a la altura del de ella, cuyo corazón palpitaba desbocado.
-"Su aroma" -pensó para sí misma, mientras sentía que las piernas estaban por fallarle -"puedo oler su aroma... tan varonil... Ikuto"
-¡Amu chan!
El reciente llamado de la pequeña reina rubia al otro lado de la puerta, fue suficiente para distraerlos a ambos y alejarse el uno del otro en un instante.
-¿Estás lista? –volvió a preguntar Rima, quien escuchaba curiosa pegada a la puerta. Aunque fue un intento vano pues Ikuto jamás había sido ni sería descubierto.
-¡En un momento! –exclamó Amu sin poder evitar el sonar nerviosa, Ikuto soltó una risilla por esto y ella le miró con dagas en los ojos, a lo que él respondió simplemente volteándole el rostro.
-Los demás están esperando –volvió a decirle Rima.
-Lo sé, no tardaré mucho, lo prometo –sonó su voz a través de la puerta y Rima suspiró con sospecha.
-De acuerdo, te esperaré abajo –declaró rendida, sabiendo que si Ikuto estaba realmente allí adentro con ella, Amu no saldría hasta que él lo quisiera y para eso era mejor darle su tiempo.
-Sí, está bien, gracias Rima chan.
Rima se alejó a paso seguro de la habitación de Amu, quien suspiró tan pronto escuchó el sonido de las pisadas de la pequeña reina desvanecerse a la distancia. Ikuto volvió a reír.
-¡Es tu culpa! –le reclamó señalándolo directamente con el dedo índice, él le miró indiferente –De seguro ahora todos piensas que he de hacer cosas extrañas en mi habitación y es todo tu culpa.
-No sabía que te molestara –respondió él –siempre has estado tan a gusto en mi presencia que he llegado a pensar que lo disfrutas incluso más que yo –le sonrió de forma pícara y ese gesto por sí solo fue capaz de llenar su cuerpo de escalofríos.
-Maldito gato pervertido –murmuró entre dientes y fue allí que cayó por fin en cuenta de la ausencia de cierto felino –por cierto, ¿dónde está Yoru?
-Jugando por ahí con bolas de estambre –respondió él pasando sus brazos detrás de sí haciéndolos descansar aferrados a su cuello –pensé que te gustaría más privacidad para cambiarte.
No hubo implicaciones morbosas de ningún tipo en sus palabras, lo que demostraba que estaba siendo sincero. Amu siempre pedía que la dejaran vestirse sola, nunca acostumbrada a tener tantas atenciones, pero los complicados vestidos que las costureras le hacían le causaban tremendos problemas a la hora de cambiarse. A pesar de ya haber transcurrido dos años, ella aún no se sentía en confianza de pedir ayuda a nadie, ni siquiera a Rima –quien fuera su mejor amiga- por lo que al final Ikuto terminó ayudándola todo el tiempo. Aunque había sido cuestión de mero accidente cuando la descubrió la primera vez, caminando por el pasillo afuera de su habitación con el vestido mal puesto. Ésa vez, más que reírse, la había regañado sobre manera diciéndole que cualquiera habría podido aprovecharse de ella por la invitación abierta que estaba haciendo con semejante vestimenta.
Por eso Amu siempre esperaba a que él llegara para poder vestirse. Tarde pero seguro, él siempre estaba allí, y era la única persona en el castillo en la que ella confiaba por sobre todas las cosas, incluida su propia vida. Claro que Yoru también iba incluido en el paquete de Hoshina Ikuto, pero el chara era demasiado despreocupado y escandaloso, y en más de una ocasión la había hecho sentir incómoda. Amu sonrió al ver el gesto hecho por el chico hacia ella.
-Dame sólo unos segundos para ponerme los interiores -le dijo sonriendo y el gesto divertido volvió al rostro del chico.
-Con el pecho plano que tienes no creo que halla necesidad de que te pongas corse -bufó y ella estuvo a punto de golpearlo.
-Ikuto -gruñó, pero fue detenida en el acto cuando él le lanzara dicha prenda.
-Apresúrate -le dijo con tono serio al fin -todos están esperando
Amu asintió, dirigiéndose al vestidor. Una vez a salvo tras esos pequeños páneles su corazón volvió a acelerarse. ¿Qué tanto habría visto Ikuto de ella? No podía realmente culparlo, si había que culpar a alguien debía de ser a ella por haber sido tan descuidada, y no podía excusarse diciendo que él debió de haber avisado su llegada, pero era obvio que lo había hecho con ese comentario, seguro que allí fue cuando él acaba de llegar. Además si ella sabía que él vendría, con mayor razón no debió desvestirse en medio de la habitación. Suspiró vencida, dudando sobre si sería buena idea el despojarse de la bata de nuevo, sabiendo que él se encontraba a escasos pasos de ella.
-Estaré mirando la pared, así que apresúrate -le habló él haciéndola despertar del trance de preguntas y dudas en el que había caído presa.
-Sí -Amu suspiró sonriendo instantaneamente después, Ikuto nunca haría algo que ella odiara después de todo, aunque claro que eso no podía evitar el sentirse completamente nerviosa y sonrojada, con el corazón latiéndole a mil por hora, por la situación en la que se encontraba.
Lo que no sabía, era que el chico estaba sufriendo incluso más que ella.
Él quería voltear. Después de todo el estaba en plena adolescencia y era hombre. Sumado al hecho de que al llegar había alcanzado a ver el cuerpo completo de la chica. A pesar de que ella estaba de espaldas a él, el reflejo en el espejo le había dado una ayuda extra para ver el frente. Se golpeaba mentalmente por haber tardado en desviar la vista e interrumpir la ensoñación de la niña. Porque eso era para él, su niña. Y eso era lo que los demás verían sin importar lo mucho que él la amaba: alguien tomando ventaja de la situación.
-Estoy lista
La voz de Amu lo hizo volver a la realidad. Cerró los ojos respirando profundamente antes de dar la vuelta y enfrentar a quien fuera la causante de no poder dormir por las noches. Mas tuvo que contener el aliento en cuanto sus ojos se posaron en ella. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que se vieran? ¿desde la última vez que la vió así, en interiores? Más de tres meses si recordaba bien, ¿había crecido tanto en tan poco tiempo? Bueno, tenía que atribuirle algo del crédito al corsé que levanta un poco más sus pequeños pero bien formados senos, que marcaba además esa fina cinturita. También estaban las medias que contorneaban sus delgadas piernas haciéndolas ver más largas para alguien de su edad. Y ni qué decir del pequeño calzoncillo rosa en corte francés que levantaba su pequeño traserito. Ikuto la miró más detenidamente, apresiando sus sonrojadas mejillas y ese brillo carmesí en los labios de ella, su mirada inocente y la postura que le daba a su cuerpo: alguien ingenua, pura pero sexy.
"No" -se dijo -"La razón por la que me gusta, es porque se trata de ella debajo de toda esa tela" -para él, era Amu quien hacía ver bien al corsé, a las medias y al pequeño calzoncillo; para él era Amu la verdadera pieza de arte.
-¿Y bien? -le habló ella con el rostro completamente rojo por la mirada del chico quien reaccionó de inmediato a sus palabras. Ella no estaba segura de si él la estaba mirando porque la encontraba hermosa o porque le causaba gracia el verla aún como una niña, así que no sabía bien porqué enojarse -¿te vas a quedar allí viéndome?
-Eres hermosa
-¿Eh?
Fue apenas un susurro. Cierto. Pero suficientemente alto para que ella pudiera escucharle. Sus miradas se encontraron en un segundo que pareció eterno hasta que ella misma rompió el hechizo.
-Deja de burlarte y ayúdame a vestirme -le ordenó desviando la vista de él y clavándola en el suelo, sintiéndose completamente avergonzada.
-Aah (sí) -respondió él acercándose a ella con el vestido elegido.
Con movimientos ágiles él la fue vistiendo, no tuvo necesidad de decirle que hacer. La rutina era ya tan bien conocida que ella reaccionaba a tiempo a cada paso como si fuera un baile. Ella estaba en el borde del nerviosismo, pero feliz, ni más ni menos. Estaba feliz de estar, aunque fuera sólo tecnicamente, entre sus brazos.
Ella sostuvo su cabello en alto, para descubrir su cuello y que él pudiera terminar de abrochar el vestido sin problema. Sus mejillas aún sonrojadas, se colorearon aún más al sentir el aliento de él sobre su cuello cuando le hubo abrazado sin aviso.
-Ikuto! -exclamó ella sorprendida, pero él le interrumpió.
-Hace tres meses que no te veo -le dijo al oído, pues su rostro descansaba en el hombro derecho de ella -déjame envolverme en tu aroma lo suficiente, como para poder recordarte durante el siguiente viaje -le pidió y ella entrecerró los ojos dejándose envolver en el abrazo, pasando sus brazos por encima de los de él.
-Ikuto... -susurró.
Cerró los ojos mientras sentía el calor de él envolverle el cuerpo. Si tan sólo pudiera quedarse así para siempre, pensaba. Envuelta en su aroma, rodeada por sus brazos, escondida en su pecho. Quería decírselo. Quería decirle que estaba enamorada de él. Pero tenía miedo. Miedo de que él, al igual que los demás a su alredor, la viera sólo como una niña... Por ahora, esto estaba bien, se decía, esto es suficiente, se convencía. No importaba si nunca llegaban a nada más que simples amigos, los mejores en realidad. Simplemente el tenerlo a su lado, así, ahí, por siempre. No necesitaba más.
***
-Mentira... -susurró perpleja, asustada, confundida, traicionada.
Los ojos parecían querer salírsele de la impresión que había recibido. El baile había iniciado y justo a la mitad de éste se había anunciado que el dueño de la Dumpty Key finalmente había sido encontrado. Por fin el Joker del Humpty Lock tendría su pareja y la guerra podría alcanzar un final, pero ¿a qué precio?
Yaya lloraba sin preocuparse por las apariencias, aunque el público lo tomó como simple miedo por parte de la chica de quedarse sin la compañía de su Amuchi; Rima y Nagihiko lucían extremadamente tristes, preocupados por Amu e Ikuto.
-Ikuto...! -Amu le buscó con la mirada, desesperada de hallarle y refugiarse en sus brazos, sentía que el aire se le escapaba de los pulmones y que éstos estaban a punto de estallarle en el pecho. Todo le daba vueltas. Cuando finalmente le halló giró sobre sus pies corriendo en su dirección hasta alcanzarle.
Pero él estaba en un estado aún peor que el de ella. Su mirada estaba perdida en la nada, en la contrariedad de tener que separarse de ella y entregársela a alguien más.
"¡Jamás!" -gruñó dentro de su cabeza, pero por fortuna reaccionó al sentir los brazos de ella rodearle el dorso y abrazarse a él con tanta fuerza como si su vida dependiera de ello.
-¡Ikuto! -lloró en su pecho y él le miró perplejo, temblando también ante la noticia que recién habían recibido -¡No quiero! -gritó ella con fuerza, la suficiente para que los presentes le escucharan.
Una gran conmoción se empezó a formar en todo el salón, y los guardianes -Kuukai, Rima, Yaya y Nagihiko- se apresuraron en calmar a la multitud, hicieron sonar la música de nuevo y escoltaron tanto a Ikuto como a Amu -quien permanecía aferrada con fuerza a su cuerpo, con el rostro oculto en la camisa de él -fuera de la pieza y a salvo en el pasillo
-Llévala a su habitación de inmediato -le dijo Kuukai evidentemente preocupado -nosotros nos haremos cargo desde aquí -le aseguró
Ikuto sólo pudo asentir con la cabeza, cargó a Amu en sus brazos y se dirigió hacia la habitación de ella.
-¡Ikuto! -Yoru apareció volando, con el rostro lleno de pena y preocupación pues conocía los sentimientos de ambos chicos, pero Nagihiko lo detuvo antes de que los alcanzara a ambos. -¿qué haces nya?! -gritó molesto intentando safarze.
-Déjalos estar solos -le pidió él -lo necesitan, ahora más que nunca.
***
Una vez a salvo en la habitación, Ikuto colocó a Amu sobre la cama, pero ésta se negaba a soltarlo.
-Amu -le habló él pero ella no volteó a verlo y siguió en su rabieta.
-No quiero... no quiero, no quiero, ¡no quiero! -gritó con fuerza mientras las lágrimas se desbordaban por sus mejillas. Ikuto suspiró con cansancio, al ser el mayor entendía que lo correcto era seguir por caminos distintos aún si eso significase el que odiara dicha resolución.
-Lo sé -le dijo dándole pequeñas palmaditas en la espalda para que se calmara, lográndolo después de un rato. Se separó un poco para sacarse el saco y estar más cómodo pero Amu malinterpretó el gesto y se aferró a él de nuevo con tono suplicante
-No te vayas... no me dejes -sollozó
-No voy a ninguna parte -le aseguró él en un susurro -sólo voy a sacarnos algunas de las ropas para estar más agusto, si sabes a lo que me refiero -trató de provocarle, pero el hecho de que él también se estuviese sintiendo fatal sirvió para sabotearle dicho intento, además de que Amu, tenía poca fuerza para enojarse y mandarlo lejos, eso era lo último que en realidad quería.
-Mmm -asintió para asombro del chico, y comenzó a jalar del listón que ataba su vestido a su espalda.
-Espera -la detuvo él apurándose a explicarse antes de que ella volviera a entrar en pánico -déjame a mí hacerlo.
Aún en el contexto de la situación en el que se encontraban, su corazón volvió a dar un salto y sus mejillas se sonrojaron; dejándole a él libre el camino para que la desvistiera. Pero era obvio que el jamás se aprovecharía de ella, la vistió con su camisa, por lo que él se quedó en tan sólo sus pantalones, Amu por su parte, salvo el pequeño calzoncillo rosa, la camiseta de él era lo único que llevaba puesto.
Ella no lo dejó salir del cuarto esa noche. No hubo problema. Él no tenía intenciones de irse. Ella lloró en su pecho casi toda la noche, hasta que el cansancio la venció y calló presa del sueño. Él se mantuvo despierto un tiempo más después de que ella se durmiera; Amu había llorado por los dos, era cierto, pero aún así dejó caer un par de lágrimas por sus mejillas antes de caer en el sueño él también.
Rogando, por poder quedarse así por siempre.
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A/N: Esta es una idea que me rondó por la cabeza desde que leí el capítulo del manga en el que Ikuto y Amu se transforman con el humpty lock y la dumpty key, mi mente dijo que tal si... y no pude dejar de escribir, hasta el sig. capi. espero que les haya gustado.
tanto reviews como flames son bienvenidos, lo que sea con tal de mejorar la historia!
ja ne!
