Antes que nada (antes incluso que la descripción de la historia XD), he de avisar: esta historia está concebida como la segunda parte de Morder la manzana. Considero, sin embargo, que se puede entender bien estas historia sin haberse leído la anterior, pero vamos, son libres de pasarse por ahí a ver qué se cuece si les interesa esta historia...
Título: Romper las cadenas
Resumen: Tras años de guerra, Harry Potter ha vencido a Lord Voldemort y la paz se cierne sobre el mundo mágico con la siempre presente amenaza de los mortífagos fugados a sus espaldas. Contra todo pronóstico, Hermione Granger es secuestrada, aunque no por las personas que ella esperaba, y su salvación resulta ser alguien menos esperado todavía.
Rating: T
Disclaimer: sólo la idea me pertenece. El resto es cosa de J.K. Rowling.
Romper las cadenas
Capítulo 1
Hermione gimió de dolor, incluso antes de despertarse. Le dolía la cabeza como si le hubieran golpeado desde el interior del cráneo: aquel dolor desagradable era generalmente reconocido por ser el efecto secundario más habitual de ciertos hechizos aturdidores. Abrió los ojos, mirando alrededor, aunque en realidad vería lo mismo si los dejara cerrados. La oscuridad le rodeaba, produciéndole pequeños escalofríos.
Estaba tumbada en un suelo húmedo y frío, de piedra. La mejilla apoyaba contra el suelo y el aire que exhalaba por la boca formaba pequeñas volutas de humo. ¿Dónde estaba? Recordaba haber ido a visitar Hogwarts, pues la profesora McGonagall requería su ayuda, pero nunca había llegado. Había andado por el bosque, siguiendo el camino que hacían los carruajes cada año en septiembre. Le había parecido una buena idea en su momento, pues el mundo mágico ya se encontraba en paz y no había ningún peligro.
Hermione se incorporó en el suelo, gruñendo ante el agudo dolor de cabeza que le asolaba. Palpó a su alrededor, agradecida de sentir la pared, igual de húmeda y fría que el suelo, contra su espalda. Suspiró profundamente, cerrando los ojos mientras se agarraba las piernas con las manos, pegándolas a su pecho. Aún quedaban muchos mortífagos en libertad, Hermione lo sabía, pero ellos ahora estaban huyendo de la justicia. Además, estaba en las lindes de Hogwarts, ¿qué mortífago se atrevería a ir hasta allí para capturarla?
Alguien lo bastante loco como para arriesgar tanto, se respondió a sí misma. Inspiró profundamente y contuvo la respiración por un momento, agudizando el oído. No se oía nada más, ni siquiera una miserable gotera que explicara porque se estaba tan incómodo en ese lugar. No había nadie más, dictaminó Hermione descorazonada. ¿Qué iba a pasar con ella? Tenía miedo de que todo terminara así.
Hermione había peleado a la diestra de Harry Potter. Era valiente, era aguerrida, y había estado preparada para sacrificar todo por el mundo mágico que tanto amaba. Pero ahora… Habían vencido. Lo único que Hermione quería era buscar a sus padres en Australia y reunirse con ellos, traerlos de vuelta a Inglaterra y devolverles sus recuerdos. Estaba lista para continuar su vida lejos de esa guerra que había asolado su adolescencia.
Pensaba en lo miserable que era cuando escuchó algo. Al principio fue imperceptible, pasos muy lejanos. Hermione adivinó que estaba en un sótano, pues no había ventanas y los ruidos provenían del techo. Era un lugar habitual para mantener a los prisioneros, se dijo. Los pasos se acercaron y Hermione tensó los músculos, esperando ver a su captor. Se escuchó el sonido de varios cerrojos abriéndose y luego un gemido muy lento mientras la puerta se abría. Hermione se levantó con las piernas temblorosas.
La luz se encendió de golpe. Hermione gimió, sorprendida, y se cubrió los ojos. No veía nada, pues había pasado tanto rato en la oscuridad que tan sólo abrir un poco el párpado le hacía daño. Parpadeó fuertemente hasta que consiguió ver lo que pasaba. La puerta se cerró con un chasquido sonoro y alguien entró. Hermione dio un par de pasos tentativos.
—Ni se te ocurra moverte, sangre sucia. —le amenazó Lucius Malfoy. Hermione se quedó quieta, mirándole. Al hombro llevaba un gran bulto negro y la otra mano, sujetando su varita, le apuntaba.
—Lucius Malfoy. —dijo en reconocimiento. Tenía la garganta rasposa y su voz salió algo ronca, pero a Hermione no le importó. —¿Qué quieres de mí?
—De ti, que te quedes quieta. —gruñó el hombre. La miró un momento antes de conjurar unas sogas sobre sus muñecas y tobillos. Hermione gruñó e intentó quitárselas, aunque realmente no se esforzaba mucho. Sabía que no iba a poder, pues eran mágicas. —Y callada. —añadió.
Hermione obedeció. Lo último que necesitaba era que Malfoy le amordazara también: aquello era humillante. Se apoyó contra la pared, pues no tenía mucho equilibrio atada de manos y pies, y le observó. Volvió sus ojos a la puerta, completamente cerrada, y luego ahogó un suspiro. Incluso si llegaba hasta allí, no podría abrirla. Malfoy no era tan idiota como para dejar la puerta sin seguridad. Y menos si no le había inmovilizado antes, pensó. Había cadenas en una pared, pero Malfoy no las había usado con ella. Se extrañó al verlas tan limpias y refulgentes, pues el resto del sótano estaba algo sucio y descuidado.
Volvió su atención de nuevo a su captor al oír un gemido amortiguado. Había dejado el bulto en el suelo y, ahora que Hermione lo veía mejor, podía asegurar que era otra pobre víctima de Malfoy. A la otra persona sí que la inmovilizó con cadenas. Aquella túnica le sonaba, pensó Hermione mientras miraba cómo el señor Malfoy ponía cadenas en sus muñecas. Malfoy se aseguró varias veces de haber puesto las cadenas correctamente, antes de levantarse.
Se acercó hasta ella. Hermione se apretujó contra la pared, secretamente asustada de lo que fuera a hacerle, pero Malfoy tan sólo le quitó las ataduras. Ella no se movió ni habló. Le miraba fijamente, esperando su siguiente movimiento. Un nuevo gemido del encadenado hizo que Malfoy sonriera. La cogió por un brazo y la arrastró delante de él, como si se tratara de un escudo humano. La obligó a sentarse delante del último invitado.
—Severus despertará en cualquier momento. —le informó. Malfoy estaba detrás de ella, de cuclillas. Hermione miró al frente. Definitivamente ese hombre era Snape, tan pálido como siempre. Tenía sangre en el cuello de la camisa blanca, pero por lo demás parecía intacto. Hermione preguntó en voz baja:
—¿Qué pretende? Dumbledore sabrá de esto y le meterá en Azkaban. No se librará una tercera vez. —le amenazó ella, tampoco muy segura. Malfoy sonrió, su varita clavándose en el cuello de Hermione y su otra mano agarrándola muy fuerte del brazo.
—¿Por qué crees que Dumbledore no sabe ya de esto? —fue todo lo que respondió. Ella bufó, sin dejarse engañar. Snape gimió otra vez y, por fin, se movió.
Las cadenas tintineaban mientras el profesor despertaba de su letargo con bastante lentitud. Hermione no recordaba que a ella le hubiera costado tanto despejarse. Le vio pasarse una mano por la cara, aturdido y bastante confuso, antes de ver las cadenas. El hombre levantó la cabeza por fin y Hermione se sintió examinada. Estaba en una posición incómoda y las piernas empezaban a dolerle. El brazo de Malfoy pasó por su cuello en un gesto que podría considerarse fraternal, sino fuera porque le estaba ahogando. La otra mano, sin varita, hizo gestos delante de la vista desenfocada de Snape.
—Te cuesta mucho despertar, ¿no? —comentó Malfoy. Parecía divertido. Snape no, pues apartó la mano pálida del otro con un gesto abrupto. —Ten cuidado, no querrás molestar a nuestra bella acompañante. —el aliento de Malfoy golpeó a Hermione en la oreja. Snape pareció percatarse por fin de su presencia.
—¿Señorita Granger? —murmuró. Ella no lo había visto así de espeso nunca. Lucius volvió a acercar su mano a Snape, esta vez a su cuello. Se coló por debajo de la ropa y sacó los dedos manchados de sangre. Snape gruñó. Malfoy se chupó los dedos, y Hermione reprimió una arcada. —¿Qué hace ella aquí?
—Disfrutar de su estancia, por supuesto. Aunque vaya a ser bastante corta. —respondió Malfoy. Realmente estaba alegre. Snape se movió débilmente, apoyándose mejor contra la pared. Los miraba a ambos intermitentemente.
—¿Piensas matarla? —preguntó al final. Había algo de incredulidad en su voz.
—No, tú vas a matarla. —explicó Malfoy. Hermione se revolvió, gruñendo, pero el hombre rubio la ahogó un poco más. Se quedó quieta de nuevo, respirando con dificultad. —Sé que es un poco decepcionante, yo esperaba haberte traído a Potter, pero lo vigilan bien… Al menos, mejor que a ella.
—¡Dumbledore te enviará directo a Azkaban! —gritó Hermione, revolviéndose de nuevo en un acto de rebelión.
—Realmente, no lo tengo tan claro, Granger. —Malfoy estaba calmado. El profesor Snape no se movía mucho, parecía como si estuviera a punto de caer inconsciente de nuevo. Al final, fue el profesor el que inquirió:
—¿Qué oscuro trato tienes con Dumbledore, Lucius?
—No sé cómo consigues meter 'Dumbledore' y 'oscuro' en la misma frase y no parecer demente, Severus. —divagó Malfoy. —Dumbledore quiere que desaparezcas del mapa, amigo. No es que fuera un gran mentor para los Slytherin, pero tampoco esperaba que el viejo fuera a ser tan cruel contigo. ¿No erais aliados? —Snape bufó, apartando la mirada. —Bueno, ahora ya da igual.
—¿Y qué tiene que ver lo que él quiera? ¿O te ha contratado para matarme?
—No, no, ¿cómo se te puede ocurrir semejante tontería? A él no le agrada… Deshacerte de ti de la forma que tú y yo entendemos. —Muerte, pensó Hermione. Ellos eran mortífagos, aunque el profesor trabajaba realmente para el director. —Así que yo le propuse otra manera. Pero… Nuestra relación es demasiado complicada, Severus. —se quejó Malfoy. Hermione no podía creer que actuara con tanta frivolidad. —Necesito simplificarla de nuevo. Y para eso, necesito vaciarte.
—¿Qué problema tienes para dejarme en paz? —le encaró Snape. Se veía bastante molesto. Las cadenas tintinearon un poco. —¿Por qué no me matas y acabamos con esto? —la risa de Malfoy sonó clara como una mañana de primavera.
—Eres mío. —respondió Malfoy con simpleza. —Escucha, Dumbledore no quiere verte más. Y una vez convierta a Draco – creo que necesitaré tu ayuda para convencerlo, está demasiado apegado a Narcissa – planeaba explorar Europa un poco. Salir del país. Así que tú te vienes conmigo y ¡voila! Problema resuelto.
—¿Y crees que iré sin más? —Hermione se sentía tan incrédula como Snape en esos momentos.
—Eso es lo que trato de solucionar ahora. Como mi convertido, no debería haber sido difícil coaccionarte para obedecer mis órdenes, pero cómo no, tienes que hacerlo difícil. Nada de esto sería necesario – ni siquiera tendría que estar la querida Hermione aquí – si tú no te hubieras puesto histérico cuando maté a Preston. Si no me hubieras cortado esa noche… Granger no estaría aquí.
—¿Qué tiene que ver lo que sucediera Merlín sabe cuándo conmigo? —preguntó Hermione. Malfoy le echaba la culpa de lo que fuera que estaba pasando a Snape, pero por lo que hablaban – que Hermione no llegaba a comprender – allí había algo más. Conversiones… Las conversiones solo se daban en licántropos y vampiros, pensó ella. —¿Qué sois? —recordó a Malfoy lamiendo de sus dedos la sangre de su compañero. —¡¿Vampiros?!
—Chica lista. —murmuró Malfoy en su oreja. Hermione se estremeció: aquello tomaba un cariz espeluznante.
—No pienso seguir tus planes locos, Lucius. —aseguró el profesor. Hermione lo miró. Al menos mantenía la entereza, pensó algo aliviada.
—No te preocupes por eso, Severus, ya me encargaré yo de que me sigas. —Snape gruñó, molesto, y Malfoy se acercó un poco más a Hermione. La mano de él se deslizó por debajo de su camiseta no muy limpia. —Pero si te vas a poner rebelde, me frustraré. Y ya sabes cómo me quito las frustraciones, ¿no?
La fría mano de Malfoy tocó el vientre de Hermione. Ella se revolvió, pero el otro brazo la sujetaba firmemente del cuello. Snape les miraba, indescifrable su mirada, y Hermione sintió sus mejillas arder. Los dedos del rubio bajaron por su piel y desabrocharon los pantalones de ella. No se atrevía a moverse, aterrorizada. Cada vez que había intentado liberarse, Malfoy la había cercado más y más: si ahora intentaba algo, además de ser fútil, sería peor para ella.
Su boca estaba seca de miedo. Los dedos, como largas serpientes habilidosas, se introdujeron por su ropa interior. Hermione los sintió en su sexo antes de que se enterraran allí, entre sus rizos oscuros. Malfoy sonrió al escucharla gemir de dolor. Snape apartó la vista. Hermione no escuchó lo que dijo Malfoy, que por el tono sonaba a burla. Sentía que las mejillas le iban a explotar de vergüenza. Allí, sentada en el suelo con las piernas un poco abiertas, de cara a su profesor de Pociones mientras el señor Malfoy introducía sus dedos ahí.
Las manos de Hermione reaccionaron por fin. Cogió de la muñeca el brazo de Malfoy e intentó alejarlo de ella. Malfoy volvió a reír. Hermione sentía los dedos del hombre en su interior, moviéndose ligeramente por el forcejeo. El otro brazo apretó un poco más cuando la paciencia se le agotó, y Hermione cedió. Respiraba con fuerza, entrecortadamente, pues Malfoy le daba poco espacio para respirar. Notó otro dedo más acariciando su sexo, y luego le siguió a los otros dos que estaban en su interior. Hermione volvió a gemir.
—Para. —suplicó Hermione. No quería saber qué sería lo siguiente que le haría Lucius Malfoy. Se movió un poco detrás de ella y su lengua tocó la oreja de Hermione en una caricia suave. Sentía una presión caliente en la espalda, seguramente la excitación de Malfoy. —Por favor, para. —volvió a rogar Hermione. Las lágrimas caían por su cara, aunque no eran enteramente de dolor, sino también de vergüenza y humillación.
—Buena chica. Muy educada… Para ser una sangre sucia.
Malfoy se volvió a mover. Sus dedos salieron de Hermione con un gesto brusco. Ella gimió de nuevo. Sus manos taparon como pudieron las ingles y la ropa interior que había quedado expuesta al desabrochar el pantalón. Snape miraba a Malfoy fijamente otra vez. Aquello parecía un duelo de miradas, pero Malfoy no parecía querer jugar. Acercó su mano a la cara de Hermione, enseñándole la humedad que rodeaba los dedos que había sacado de su interior. Ella cerró los ojos con fuerza.
Sólo podía oír su respiración agitada y desacompasada, al contrario que las de los dos hombres, que se mantenían relajados y serenos. Malfoy volvió a lamer el lóbulo de su oreja. Hermione intentó girar la cara, sólo para recibir un mordisco desagradable en su apéndice como castigo. La mano de Malfoy volvió a introducirse bajo su camiseta, la humedad de sus dedos pegándose a su piel. Ahora, la mano subía hasta sus pechos. Hermione sintió que le levantaba la camiseta en un gesto lento pero determinado.
—Lucius… —dijo Snape.
Hermione no se atrevió a mirar. Las manos en su entrepierna temblaban mientras decidía si seguir cubriéndose o intentar forcejear con Malfoy. Al final, se quedaron abajo, en su regazo. Malfoy debía de ser experto en ese tipo de cosas, pues desabrochó su sujetador de forma rápida, sin titubear. Lo retiró, tomando uno de sus senos. Se lo enseñó a Snape.
—Son bonitos, ¿no crees? —opinó Malfoy. Apretó un poco, y Hermione dejó escapar una exclamación ahogada.
—Para. —ordenó prácticamente el profesor.
—¿No quieres tocar?
—Para ya. —Malfoy soltó su pecho. La mano acarició el pezón oscuro antes de tomar el otro pecho, apretándolo con fuerza. Hermione gimió, tratando de apartarse.
—Me da la sensación de que lo haces todo por llevarme la contraria. —comentó. —Si yo digo arre, tú dices so. Es frustrante, Severus.
—¿Y no lo es para mí? —espetó Snape. —Pero yo no me dedico a… A… Esto. Déjala en paz, tu problema es conmigo. —gruñó el profesor.
Malfoy retiró la mano de su cuerpo. Empujó a Hermione a un lado, haciendo que su mejilla chocara contra el suelo, y se levantó. Parecía enfadado. Ella se arrastró a un lado, queriendo alejarse de ellos. Su vista estaba fija en el suelo mientras sus manos, temblorosas, la llevaban lejos de allí. Escuchó un golpe, un crepitar de huesos y un grito. Se giró, asustada: el pie de Malfoy estaba clavado en el hombro de Snape mientras este trataba de quitárselo de encima.
—Y esa es la otra manera de desquitarme que tengo.
Malfoy miraba muy cerca a Snape. Se aguantaban la mirada, no queriendo ceder ninguno de los dos. Hermione se encogió contra la pared, tapándose con las rodillas. Aunque el tono de Malfoy había sido ligero, el ambiente no podía ser más pesado y tenso. El hombre rubio se empujó con el pie que tenía encima de Snape para apartarse, haciendo que sonase un chasquido estremecedor. Se marchó, no después de lanzarle a Hermione una mirada lasciva y una sonrisa cruel.
Nota de autora: mmmm pues aquí está el primer capítulo. Es algo largo para tratarse de mí, pero creo que en esta historia voy a tratar de llevar los capítulos un poco más largos, aunque salgan menos.
Menuda introducción, nadie se puede quejar de que el comienzo es soso XD Pero, la verdad, quise hacer un comienzo fuerte, sin hacer un capítulo de introducción para saber cómo ha quedado el mundo mágico tras toda la guerra con Voldemort. Las cosas se irán desvelando poco a poco, cada cuestión a su tiempo, pues no quise darle demasiada importancia a cómo está todo, tan sólo la justa y necesaria para seguir la historia.
Saludos,
Paladium
