Ávidamente

El sudor de la piel blanca resplandecía a la trémula luz de la luna. Los cabellos níveos permanecían empapados, cayendo a cada lado de su rostro.

Exhausto después de morder el colchón durante más de dos horas seguidas, apenas respirando entrecortadamente; Con su mirada de estrella perdiéndose en lo más profundo de ese techo ajeno.

Esperando el momento para ser desechado, como cada vez, cuando solo era un envase vacío. Cuando había dado todo lo que podía dar.

La fría mirada se fundía con la mancha oscura de cabello, el flequillo ocultaba su expresión; Pero Allen sabía que era igual de rígida, sin amor, sin ningún sentimiento.

En ocasiones, cuando se sentía triste y maldecido, hablaba sin sentido. Sabía que Kanda no lo escuchaba, pero los lentos movimientos que hacia al respirar bastaban para tranquilizarlo.

Fue por ello que comenzó con esa costumbre, que sin saber, terminaría destruyéndolo.

Mientras la tormenta de gritos ahogados se presentaba y él recorría su cuello con habilidad experta, todo estaba bien.

Compartiendo las oleadas de placer carnal, la lujuria y el satisfactorio sabor del pecado; Muy lejos de poder sentir algo por el otro.

Era por ello que ambos seguían viviendo, ávidamente, esperando el momento para volver a asesinarse mutuamente.