-¡Cállate, Rober! -le ordenó María.

María es de las pocas personas que conozco que te pueden hacer callar a la primera. Con su impotente voz y sus duros puños bien preparados para pegarte.

-¡Si no he dicho nada! -reprochó Roberto.

Roberto es de ése tipo de personas que te pueden caer bien o mal dependiendo de sus comentarios.

-Qué pesados sois, la próxima vez no salgo con vosotros -les avisé.

Yo, Charlie, soy de esas personas que pueden ser optimistas o pesimistas dependiendo de lo que ocurra.

-Venga, va, callaos todos -Ana, cómo te adoro.

Ana es mi mejor amiga, nos conocemos desde preescolar y, desde entonces, no nos hemos separado nunca. Es de las pocas personas que saben arreglar las malas situaciones que se planteen.

-¡Mirad, un poni! -dijo Sandra.

Sandra es de ésas personas que dicen cosas inoportunas e improvistas en momentos indebidos.

Estábamos en uno de los múltiples parques del centro de Alicante, era viernes y el Sol se despedía de nosotros. El parque era grande, mejor dicho, no era un parque, pero sí lo era. Estabamos en el skatepark del Castillo de San Fernando, donde hay una zona con bancos y árboles, a éso me refiero. Cada uno vestía de diferente manera.

Yo, por ejemplo, llevaba una camiseta negra de manga larga (puesto que era febrero) de Alesana bajo una chaqueta a rayas blancas y negras. Tenía unos vaqueros oscuros, oscurísimos, pero que no eran negros, sujetados con un cinturón a cuadros blancos y negros. Y de calzado, si mal no recuerdo, llevaba unas Converse negras.

Eve y yo éramos las únicas que vestían 'emo', yo lo era (y lo soy), Eve no, ella era más skater: llevaba una camiseta de Eminem y una gorra de Monster.

También nos diferenciamos en que ella tiene el pelo rizado y es morena, yo, en cambio, tengo el pelo liso y soy rubia. Pero nuestros ojos son los mismos, azul apagado.

El resto es...más variado: hay desde pijos hasta canis. Pero nos llevamos bien, que es un puntazo.

Estábamos hablando tranquilamente de nuestras cosas hasta que María se fue a saludar a alguien que acababa de llegar junto a cinco o seis más. Todos skaters, pero uno emo. Fue al primero que vi, los demás me daban igual. He de admitir que era guapo, bastante guapo.

Volvió y aquellos a los que había saludado se metieron a las rampas. Oíamos el rodar de las ruedas. Alguna que otra vez desviaba la mirada buscando a aquel emo-skater que me había llamado la atención.

Y me llamaron al móvil. Era Álvaro.

-Dime.

-Vamos para allá, que, por si no lo sabes, es la una de la mañana.

-¡MADRE!

Se nos había ido la noción del tiempo por completo, la que nos esperaba a cada uno en su casa. Bueno, Roberto se salvaba, tiene unos padres que para qué, no le regañan por nada, una vez sacó un 2 en un exámen y, aún así, lo llevaron al cine. Tiene un chollo de padres, no como los míos, que ni se pasan por casa, están todo el tiempo de viaje. De Madrid a Berlín, de Berlín a París, de París a Londres...la última vez que los vimos fue hace seis meses, y los vimos en una videollamada por Skype.

Pues, hasta que no llegaron mi hermano y las madres de María y Sandra, estuvimos bebiendo Monster, pero ¡eh!, sin abusar, que es malo.

Alguien me dio un calbote por detrás, y me giré para verle.

-Álvaro, piérdete -le sugerí con la mano en la cabeza.

-Vámonos.

María y Roberto se fueron en el coche de la madre de María, Eve y Sandra se fueron con la madre de Sandra, y a Ana y a mí nos llevó Álvaro. He de admitir que el coche que se compró hace unos meses está chulísimo, pero, aun que papá y mamá nos pasen 5.000 € al mes, mi hermano dice que es mejor administrar bien el dinero, que con Zapatero de presidente nada bueno nos espera.

Cuando dejamos a Ana en la portería de su casa Álvaro me echó una buena reprimenda.

-Te dije que te quería en casa antes de las once -estaba enfadado, mucho.

-¡Jolín, se nos olvidó!

-¡Se "nos" olvidó, no! ¡Se TE olvido!

Entramos por la puerta principal de nuestro piso continuando el hilo de la discusión. Hasta que me harté y me lancé al sofá. Álvaro sólamente se acercó, pero no se sentó.

-Voy a hacer la cena, ve a ponerte el pijama -me dijo, algo más calmado que antes.

Salí del salón-comedor y caminé por el pasillo hasta la segunda puerta a la derecha. Se me había olvidado subir la persiana, aunque poco importaba, me habría tocado bajarla de todas formas. Me quité todo aquello que llevaba encima y me puse mi pijama: la camiseta de manga corta y los pantalones largos, pero todo gris. Tenía unos zapatos de andar por casa con forma de león, que ya tienen unos años, pero me vienen igualmente. Cogí la ropa y caminé con ella hasta la puerta que había dentro de la cocina, en la que mi hermano estaba preparando la ensalada. Dejé la ropa dentro de la lavadora y salí al salón, me tumbé en el sofá y encendí la televisión.

Estaban echando Aída, así que me conformé con aquello. Nunca me han gustado los programas como el Sálvame o semejantes, me parecen absurdos.

Álvaro salió con un bol lleno de ensalada y un plato con tostadas.

-Saca la cubertería del aparador.

-Yes, my lord.

Había terminado de ver Kuroshitsuji hacía poco, todavía estaba triste por el final de aquel grandioso anime, y por la muerte de Alois. Qué asco le tengo a Cloude, en serio.

Pues nada; saqué dos platos, dos cuchillos, dos tenedores y dos vasos. Álvaro volvía de la cocina con dos servilletas, una lata de cerveza y la jarra de agua. Sí, no me gusta ni la coca-cola, ni la fanta.

Álvaro es, desde mi punto de vista, el mejor hermano del mundo. Sí, como todo humano tiene sus momentos de cólera, pero se le pasa enseguida. Y es de los pocos hermanos con un gran sentido del humor.

Notaba que el móvil vibraba bajo el bolsillo de mi pantalón. Me habían mandado un mensaje, porque la vibración duró poco.

"Spro q duermas bn, cari", sí, sí, y yo.

Alejandro, púdrete en el infierno, anda, "querido". Me tiene harta ese tío, además que tiene 17, dos años más que yo, se cree que voy a hacer como las demás y a estar todo el día tras él. Todo lo guapo que quieran, pero de inteligencia, poca.

Dejé el móvil sobre la mesa y mi hermano preguntó: -¿De quién era?

Fue una falsa pero eficaz mentira: -Roberto, un chiste que le han mandado.