Prologo
Era a mediados de junio cuando llegué a Japón por primera vez en la primavera de mis 29 años.
Había trabajado más que a nadie para conseguir esas tan esperadas vacaciones, y la felicidad era tanta que no pude dormir durante toda la noche. Incluso en el avión no pegué el ojo.
Pero desgraciadamente, la suerte nunca estuvo de mi lado.
Me encontré con un país crudo y cruel. La justicia parecía aún más mala que los propios criminales, y la buena gente ya no era buena.
El lugar más seguro era un agujero en el suelo, ni siquiera los sitios más alejados te daban una completa seguridad.
Pero eso…uno lo sabe más adelante.
Igual que yo lo hice.
27 de junio de 2015
Tic tac… tic tac….tic tac…
— ¡Oye señorita! — Un señor de unos setenta y tantos años llamó mi atención. — ¿Podrías hacer menos ruido? — se quitó las gafas mientras doblaba el periódico que llevaba en manos.
Dejé de teclear en mi portátil y lo encaré. Estaba muy lejos, no podía ver su cara, así que cogí mis gafas cerca del portátil, y le di un buen vistazo de arriba ha abajo.
La oración "Viejo amargado" me vino en mente, pero a cambio le sonreí cerrando la pantalla de mi portátil.
— Perdón, señor. — le saludé amablemente. — No volverá a ocurrir.
El viejo dio de hombros volviendo a abrir su periódico, y yo me quedé como tonta sonriendo a la nada.
"¡Viejo inútil!" quise chillarle pero me contuve.
Esas serían las vacaciones de mis sueños, y un viejo chalado no la estropearía en absoluto.
…PONGANSÉ LOS CINTURONES PASAJEROS, EL AVIÓN ATERRIZARÁ PRONTO…
Una voz neutral se hizo escuchar a través de los altavoces, seguramente fuese el piloto.
Hice lo que dijo nerviosa. Seguramente en menos de una hora estaría pisando con mis propios pies el país del sol naciente, el país de mis sueños.
Pero ojala…ojala no fuese así.
