NA: Cayendo mis acciones en la bolsa de chico guay, diré que amo a la princesa troll azul de Homestuck.(Ya, Equius también es una princesa azul pero me refiero a Vriska LOL) Lo que vengo a decir es que asumo que este fic tendrá menos de la mitad de reviews de lo que estoy acostumbrado a recibir y como soy un poco yonki de los reviews y la atención desmesurada será muy duro. Pero quería escribir sobre ella, porque además de bonita es un personaje terriblemente fuerte y al mismo tiempo frágil. Es de esas chicas a las que es genial abrazar y bueno, luego te tiran por acantilados o te dan como pienso para su lusus, pero modificando una cita de Morrisey "To die by your hand, Well honey, the pleasure - the privilege is mine" LOL (dice esto el ser que se identifica con Tavros hasta puntos inimaginables para los demás seres vivos del planeta tierra e Alternia).

Realmente se me da fatal escribir historias de chicas, aún no sé por qué, pero después del desastre de la historia de FF y AA… Tenía que intentar de nuevo una historia romanticopastelosa con una chica de prota. Ah! Supongo que no está de más decir que es un JohnVriska LOL no es que vaya directo a eso, porque es un VriskaxTodoslospersonajesquemevenganengana con un montón de headcanons sexuales xD pero la finalidad global es un johnVriska. Supongo que sobra decir que es un shipping for shipping y que aún no me he enrollado con Hussie para que me entregue el copyrgth de sus personajes y bla bla.

Y aquella era otra mañana más, aburrida y solitaria en la tienda de comics Strider. Los clientes solían entrar siempre a las mismas horas, la mayoría eran chiquillos e busca del último número de Linterna Verde y aquello aburría soberanamente a Vriska que ya se había leído todos los números de X-men, Iron Man y algún manga como Cowboy Bebop.

Sentada en su silla de escritorio daba vueltas aburrida cuando John entró en la tienda.

— Buenos días, señorita — su voz llegó a los oídos de Vriska que estaba de espaldas a él, animándola un poco del estupor de otro día lleno de nada. — ¿Cómo va eso?

John, al igual que todos los clientes mayores de 20 años habían preguntado aquello toda la semana y es que Vriska acaba de romper con su novio de toda la vida. El cotilleo se había extendido por el pueblo como un polvorín. A la chica aquello le importaba un comino si no fuera porque todo el mundo le preguntaba "¿Cómo estás?" Y era absurdo ¿Cómo querían que estuviera? Feliz después de haber roto con aquel loser, que a pesar de que había sido ella quien había hecho el mayor esfuerzo por mantener a flote la relación ahora se daba cuenta de que había perdido tiempo, dinero, juventud e incluso salud mental por aquel mentecato. En realidad le fastidiaba un poco, pero no iba a demostrarlo.

— Genial, John— fingió una sonrisa expendida y le giñó el ojo. En realidad John le caía bien, era de la poca gente que no le echaba la culpa de todos los males de su ex, Tavros Nitram.

— Me alegro, Feferi ha comentado en la floristería que estabas decaída, aunque me cuesta creer eso de ti — el chico le entregó un numero atrasado de Shingeki no Kyojin, el último número de Hulk y un paquete de chicles.

—En el supermercado de aquí al lado te venden los mismos chicles dos dólares más baratos ¿lo sabías? — dijo ella mientras calculaba el precio de todo lo que le había entregado. En el fondo se sentía alagada de que él hubiera ido a verla, después de todo eran amigos y de eso le quedaban pocos en el pueblo.

Su mejor amiga, Terezi, se había marchado a Stanford a estudiar. Sería la mejor abogada del mundo si quería, pero la había dejado más sola que la una. Y luego estaba Aradia, era una tía genial y no, no se había ido tan lejos pero también estaba en la universidad. Había elegido arqueología y entre la carrera y su novio Sollux tampoco es que le dedicase demasiado tiempo a la vendedora de comics.

—Sí, claro pero mis visitas mantienen a la familia Strider — dijo él con una sonrisa tímida.

La mayoría de gente quizá pensaba que a John le gustaba Vriska, en cierto sentido era así. Se había sentido atraído por ella desde el primer momento que la había visto, aunque nunca había tenido intención de ligársela ni nada por el estilo ya que ella salía con Tavros ya cuando se conocieron, simplemente le gustaba su compañía.

— Oye John, necesito salir así que ¿Por qué no me acompañas a algún lado este fin de semana? — Dijo Vriska con indiferencia — Si he de volver a salir con Feferi quizá me moriría del aburrimiento, soy joven para morir.

— ¿Es eso una cita? Porque…— John negó con la cabeza, se sentía incómodo ante aquella idea.

—No, eres casi guapo pero no estoy para citas — Vriska rio divertida al ver la sonrojada cara de John negando con la cabeza. — Necesito un amigo más que ninguna otra cosa.

—No puedo, me voy Michigan quiero ver el lago antes de navidad— contestó él con una sonrisilla. Vriska no entendía su amor por los descampados y los espacios naturales aun que no podía negar que le había gustado especialmente ver la lluvia de estrellas en agosto junto a él. Era un tío mono.

—No pasa nada, en dos semanas Terezi y Aradia estarán aquí para navidad.

Vriska le tendió una bolsa con su compra a John y le miró marchar de la tienda mientras se despedía de ella con la mano.

En realidad no se podía quejar de Feferi, nunca habían sido grandes amigas pero la chica se esforzaba. Seguramente se sentía tan sola como Vriska en un pueblo tan ridículo, donde en verano te morías de calor y en invierno te salían carámbanos por la nariz, y si aquello parecía escaso la gente cuchicheaba tu vida como si realmente le importase una mierda. No era un lugar tan malo, pero apestaba bastante.

Feferi y John trabajaban juntos en la floristería del señor Egbert , era curioso como aquel negocio funcionaba tan bien en un pueblo tan pequeño. Seguramente se debía a la extra simpatía que todos los trabajadores de aquel establecimiento parecían tener, de trabajar allí Vriska ya hubieran cerrado pues no era precisamente la chica más popular.

A Vriska le encantaba pasear por el invernadero de aquella tienda, buscando las flores más azules que podía encontrar. Rosas teñidas, Campánulas o Lirios de agua, pero sus favoritas por excelencia eran un tipo muy concreto de Delphinium. John le había contado que el habitad natural de aquella planta era una zona concreta de California. Una amiga suya le había traído una muestra de escondidas, pues estaban en peligro de extinción y juntos se habían esforzado al máximo para conseguir que floreciera en aquel pueblo de montaña. Desde hacía siete días exactamente Vriska planeaba no volver nunca más a pasear por el invernadero de la floristería, aun que aquello significase no volver a ver una de aquellas flores tan bonitas nunca más.

El motivo por el que la Serket se negaba a volver era la tercera trabajadora de la floristería Egbert, Jade Harley, y estaba directamente relacionado con el capullo de Tavros Nitram. La chica trataba de tomárselo con filosofía, pero habían herido su ego más que ninguna otra cosa y resultaba muy duro de digerir después de todo el esfuerzo y dedicación que había invertido. No la odiaba, pero le parecía tan patética y ridícula como Tavros. No tenía la más mínima intención de dirigirle la palabra en la vida, aun que sonase repipi e infantil.

La relación con Tavros siempre había sido difícil. Vriska ni siquiera comprendía que razonamiento la había llevado a aceptar aquella relación tan enfermiza, porque le había gustado siempre pero... ¿Tanto? Al parecer para sorpresa de ella misma, sí. Él siempre lloriqueaba y le suplicaba que no saliese con sus amigas, que temía que le abandonara y más tonterías absurdas. Aún que Vriska siempre argumentaba que eso era imposible y trataba de no hacerle ni el más mínimo caso, al final se marchaba en mitad de las fiestas para estar con él, que jamás acedía a acompañarla. Si alguien le hubiera preguntado, quizá hubiera contestado que era porque se sentía sumamente culpable de dejarlo solo, pero la realidad era que le importaba más de lo que se atrevía a admitir. Después de cinco años viviendo aquel infierno de celos tristes y miradas de decepción por parte del inseguro chico, él se había enrollado con la florista sin pensar en ella.

Vriska se decía a si misma que si hubiera sido solo un desliz le hubiera importado menos, pero lo cierto era que eso era mentira. La relación estaba bastante muerta desde hacía tiempo y cualquier excusa hubiera sido buena para romper. De hecho si Vriska no lo había hecho antes era simplemente por comodidad, ya que no podía negar que estaba bien cuando Tavros le preparaba la cena cuando ella llegaba cansada de trabajar.

La tarde que la relación terminó definitivamente habían empezado las nevadas, había ventisca y Dirk Strider la había mandado a casa. Lo que ella llamaba hogar era un tercer piso sin ascensor, pequeño y frio. Todo el mundo le veía desventajas a aquella pequeña caja de zapatos, pero para Vriska era lo mejor del mundo. Cuando al fin había logrado deshacerse de unos progenitores que la cargaban de responsabilidades y no la dejaban soñar, aquella porquería de piso la había cogido con sus noches frías envuelta en mantas y un alquiler irrisoriamente barato. No podía más que amar aquellas cuatro paredes, aun que subir la compra de la semana fuera un infierno, su vecino fuera un pervertido sexual que a menudo la acosaba y aun que una nevera fuera más cálida que aquel lugar.

Subió las escaleras despacio, había comprado un libro en la gasolinera de camino a casa y la tarde se presentaba con la amena lectura envuelta en mantas. Tavros no vivía con ella, él se sentía cómodo en la casa de sus padres, pero tenía una copia de la llave así que a Vriska no le sorprendió nada que la puerta no estuviera cerrada con las dos vueltas de llave que ella solía dar. Tampoco es que fuera muy maniática con eso, después de todo en su casa no había mucho que robar y su único tesoro eran todos aquellos libros que se había comprado ella misma con los años. De astrología, novelas y otros que robaban su tiempo libre alejándola un poco de la realidad que la abrumaba día a día.

El piso constaba de un comedor cocina, amplio y cutremente decorado, una habitación pequeña en la que apenas cabía una cama doble contra la pared y un baño minúsculo con un plato de ducha tan viejo que daba algo de asco.

Al entrar escuchó los gemidos, todo quedó muy claro antes de adentrarse en su propia habitación. Ella ya sabía que tenía algo con aquella patética de Jade, lo sabía por que llevaban meses mirándose de aquel modo tonto cuando se cruzaban por el pueblo. Lo cierto es que semanas atrás John le había dicho que sería mejor para ella dejar a Tavros, quizá porque intuía algo. La pura verdad es que ya se lo había olido cuando el fin de semana anterior Jade se había sentado con ellos a cenar en el bar, cuando se suponía que era una cita entre Tav y ella, pero Vriska no era de las que entraban en ataques coléricos de celos.

En realidad, lo raro era que no le dolía porque se la follase, sino porque después de tanto tiempo juntos seguía sin tener cojones a dejarla. Tavros era un llorica incapaz de hacer nada por sí mismo, no había sido incapaz de pedirle salir decentemente cuando eran unos críos y ahora era incapaz de dejarla con cierta dignidad. Tampoco era una sorpresa, pero le gustaba pensar que después del tiempo compartido había aprendido algo de ella. La chica caminó decidida recogiendo la ropa de ambos, tirada por el suelo. En su mente solo cabía pensar que por lo menos podían haberse pagado un puto motel y no usar su casa, ahora tendría que tirar las sabanas.

Entró en la habitación decidida y sin mirarles. Recogió la última pieza de ropa, unas bragas de Jade, y se acercó a la ventana con decisión. La pareja la miraban algo atónitos y Tavros balbuceaba algo que Vriska ni se molestó en escuchar, era como el zumbido de una mosca a sus oídos.

La chica abrió la ventana, la nieve entró en la casa y el viento heló la piel de los otros dos, lanzó las prendas por la ventana y se giró a mirarlos.

—Podéis iros, no lo voy a pedir por favor— dijo girándose hacia Tavros, atusándose el pelo y recolocándose las gafas. Se sentía irada y al mismo tiempo dolida, tenía ganas de romperle la cara con los puños pero retenía sus impulsos dando una imagen fría, como si nada le hubiera importado menos en la vida.

— Vris... Yo...— empezó a decir él, la chica marchaba ya de la habitación con una sábana envuelta al cuerpo. Le hubiera gustado arrancársela y obligarla a salir desnuda, pero no merecía la pena. Iba a tirar las sabanas de todos modos.

— Cierra la boca y vete si no quieres seguir a la ropa— sentenció Vriska apretando los labios y conteniendo cualquier atisbo de emoción.

Miró la silueta de aquel perdedor salir del cuarto y arrancó el resto de las sabanas que quedaban sobre el colchón para tirarlas por la ventana.

Cuando se supo sola, se quitó el abrigo y el gorro de lana y los colgó en el perchero de la entrada. Sus ganas de leer se habían esfumado, de hecho el mundo parecía haber perdido un poco de color y trataba de contenerse para no lazar toda la vajilla al suelo y romperla.

Tratando de concentrarse en algo, la chica se puso el pijama y unas sábanas limpias sobre su colchón. Cuando hubo terminado su frustración por no haber roto nada seguía hasta límites insospechados, pero llamaron al timbre así que tampoco es que tuviera tiempo de pensar en nada. Fue a abrir llevándose una grata sorpresa, algo que no esperaba pero que sin duda le ayudó mucho a contener su ira aquella noche y las siguientes.

NA: No soy botánico, pero puntualizo las flores a las que me refiero, las Delphinium , son en especial las bakeri. Tienen un color azul, según como se miren tirando a violeta. Intenté buscar una flor con un nombre más "normal" pero hay muy pocas con ese color natural… anyways.

Me doy cuenta de que esta Vriska se parece mucho a yo cuando tenía dieciocho años…Me asusta un poco darme cuenta de esto. LOL