Hola a todos!..Aquí empiezo una nueva historia…un Spamano…mi nueva obsesión ahohohohon..sé que tengo otros proyectos….pero estoy de vacaciones y tengo mucho tiempo…no voy a descuidar ninguno…..lo prometo….sino mi cabeza envuelta en papel de regalo….además quiero hacer algo largo…

Disclaimer: Los personajes no son míos, son de Himayura Hidekaz, yo sólo los tomo prestados para mi propia diversión…y la de los que leen esto…

Nota: Algunas malas palabras (Lovino's Trade Mark), usaré los nombres humanos de cada país, universo alterno, Lovino point of view….

Romano = Lovino

España = Antonio

Bélgica = Emma

Holanda = Vincent

P.D. = En un comienzo parece que va a ser un LovinoxBélgica…pero no se guíen por las apariencias….es un Spamano hecho y derecho….

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Nunca pensé que trabajar fuera algo tan terrible, maldición. Sobre todo si tienes un jefe como ESE bastardo. Aunque mis problemas laborales no comienzan con él. Les contaré mi historia.

Yo, Lovino Vargas, acababa de graduarme como Licenciado en Contabilidad de la universidad. A pesar de ser un vago con honores, no puedo negar que la hice bien los cinco años de carrera. Siempre aplicando la ley del menor esfuerzo, aprovechándome de algunos chancones y adulando a ciertos (puñeteros) profesores. Si pensé en algún momento que la universidad era mala, encontrar trabajo fue peor.

Tenía veintidós años y con mi cartón bajo el brazo salí como cualquier otro egresado. El problema fue conseguir trabajo. Me la pasé en cuanta oficina requerían servicios de contabilidad. Daba entrevistas, rellenaba millones de formularios, mandaba currículums al por mayor. Todo terminaba igual: "No eres lo que necesitamos". Mala suerte. Era la única razón. Fueron más de seis meses sin encontrar si quiera un puesto decente como pasa-café. Y a veces tenía que competir con otros postulantes que daban ganas de llorar. Escote mata título profesional. Lo mismo aplica para minifaldas y otras puti-prendas más.

Ahora les diré otra cosa. Tengo un hermano llamado Feliciano, es un idiota por naturaleza pero es una de esas personas "con buena estrella". Tiene una suerte cabrona. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es su secreto. El muy imbécil quiso estudiar lo mismo que yo. Él puede ser muy bueno en muchas cosas, pero en temas intelectuales y académicos, es un completo asco. Su cerebro nunca le ha dado para algo más que leer y escribir. Abandonó la universidad por amenaza de sufrir un colapso mental.

Se metió a trabajar como mensajero en una empresa grande, una transnacional alemana de productos de higiene y belleza. Un día salvó de morir a un tipo en el sótano del local. Un auto lo iba a atropellar y el imbécil de Feliciano se interpuso. En verdad, el auto sólo terminó rozándolo, ni un chinchón decente le quedó. Maravillas, el que moriría de no haber sido por mi querido hermano era el hijo del dueño del negocio. Un tío con pinta de nazi que había venido desde Alemania a ocupar un puesto importante como gerente de no sé qué en la filial de este país. Feliciano se convirtió en su secretario personal desde ese momento, es más, se pueden decir que son "amigos". El tipo no da ni un paso sin Feliciano al costado. Imagínense que hasta fueron juntos a Alemania a ver la final de la Bundesliga con toda su oficina.

Ahí donde uno lo ve, con su cara de idiota, gana más que cualquiera que se quemó las pestañas cinco años o más en la universidad o que se ha partido años de trabajo en puestos miserables con el pretexto de acumular experiencia.

Yo no conseguía trabajo y estaba a punto de meterme en negocios turbios para poder llegar a fin de mes con algo en los bolsillos. Realmente me pasó eso por la cabeza. Carterista, burrier, narco… (menos prostituto o gigoló, lo que sea). Estaba ahogado en deudas. Sin embargo, si algo le debo agradecer a mi hermano es que impidió que me metiera en el mundo del hampa y me ayudó a conseguir empleo, y también que me prestara algo de dinero que algún día le devolveré. Me recomendó con el departamento de trabajo de la empresa y me aceptaron. Vale decir que capaz hubo otros postulantes más capacitados, pero así es la vida.

Me sentía el rey del mundo, con alguito de suerte terminaría como Feliciano. Muy equivocado estaba. El primer día de trabajo me asignaron a un departamento. Cada departamento en la empresa se encarga de un producto en especial: jabón, champú, tintes de cabello, pasta dental, entre otros. No me importaba en donde me tocara, sólo estaba feliz por tener un sueldo asegurado a fin de mes. Ahora quisiera comerme mis palabras. Ese día una señorita me guió por el edificio, que era un lugar enorme de varios pisos.

-¿El señor Lovino Vargas?-me saludó una muchacha uniformada.

-Soy yo, buenos días.-le respondí entusiasmado. Sí, estaba a punto de estallar aunque no lo parezca.

-Buenos días, acompáñeme por favor, le voy a mostrar el departamento al que lo han asignado.-me dijo y la seguí a través de miles de pasadizos, escaleras y ascensores. Al final llegamos a un apartado en el cuarto piso. Grande fue mi sorpresa cuando en la puerta de la oficina había un cartel que rezaba: "Departamento Mujer: Protectores Higiénicos".

-¿Protectores higiénicos?-me pregunté. No sabía a qué se refería eso. Cuando la muchacha abrió la puerta del lugar, se reveló una habitación pintada de rosa y llena de mujeres, de mujeres viejas.

-Buenos días, Giuliana ¿Ya está aquí el nuevo empleado?.-exclamó la recepcionista, una mujer entrada en años, ni bien la chica que me guió hasta ahí asomo su cabeza.

-Hola, Laura. Sí, él está conmigo. Pase, por favor.-Me hizo una señal para que ingresara. Ese fue uno de los momentos más incómodos que he tenido en mi vida. Todas las presentes voltearon a verme como si fuera un bicho raro. Podía oírles decir cosas referidas a mi sexo, no sabía porque se sorprendían. ¿Acaso no habían visto antes a un hombre (tan guapo como yo)?.

-Esteeee….buenos días.-mascullé e hice una reverencia.-Mi nombre es Lovino Vargas.

-Buenos días.-agregó algo nerviosa la tal Laura.-Puedes dejarlo, aquí nos encargaremos de ÉL.-La muchacha me dejó ahí solo.

-No quiero pasar por ignorante pero, ¿Qué es exactamente un protector higiénico?-Mi mente no daba con alguna definición.-La mujer señaló los cuadros que estaban colgados en la pared y que había ignorado hasta ahora. Eran afiches de toallas femeninas y tampones.

"¡NO PUEDE !" Estos hijos de puta me han metido en el departamento de toallas higiénicas y esas otras cosas raras que se ponen las mujeres ahí abajo. Me puse pálido. Miré a mi alrededor, era el único hombre del lugar. Había unas cinco mujeres contando a la recepcionista, todas viejas.

-Parece que eres el único chico por estos lares, también eres el primero que veo por aquí.-me sonrió Laura, creo que trata de reconfortarme. –Pero no te preocupes, al fin y al cabo tu trabajo no tiene nada que ver con los productos.

De repente, una chica más o menos de mi edad salió detrás de una puerta, que al parecer era el baño. Era muy linda, tenía el cabello rubio decorado con una vincha, ojos verdes y un rostro angelical. El uniforme azul horrible de la empresa se veía hermoso sobre ella. Fue amor a primera vista.

-¡Hola! ¿Eres es nuevo trabajador, verdad?-exclamó sonriente.

-Hohohola…-tartamudeé.-Soy Lovino Vargas, un gusto conocerte.-Al final de la frase, mi cara estaba roja como un tomate.

-¿Necesitas agua? Te ves sofocado. Sé que no era lo que esperabas, pero vas a ver que resulta mejor de lo que pensabas.-La recepcionista interrumpió mi momento más feliz del día.

-No.-dije tajante.-Sólo muéstreme lo que debo hacer.

Me miró algo asustada y comenzó a explicarme en lo que consistía mi trabajo, me presentó a las demás trabajadoras, poco me importaba la verdad, y me ubicó en mi lugar, al costado de mi princesa, gracias al cielo. Ya sentado en mi (diminuto) escritorio, ella se volteó a hablarme.

-Mucho gusto.-me extendió la mano.-Me llamo Emma, Emma Vanderhoeven. Espero que de ahora en adelante seamos buenos compañeros. -Yo quería que fuera más que mi compañera, ya lo había decidido, era mi futura esposa. Ella pudo disipar el enojo que tenía con respecto al trabajo.

-Es un placer.-le respondí el saludo tratando de mostrar una sonrisa no fingida.-Me sentiré más cómodo con una persona de mi edad a mi lado, espero podamos ayudarnos mutuamente.

-Seguro, ¿Quieres un chocolate?-extendió una caja rellena de bombones. Desde ese momento aprendí que eran su obsesión.

-Gracias.-cogí uno y comencé a trabajar.

Los primeros días me la pasé leyendo los cuadernos contables del departamento desde hace diez años atrás. Tenía que familiarizarme con sus números. También tenía que aprenderme el nombre de todos los productos, lo cual hice no sin sentir asco. Me daba vergüenza preguntar, pero Emma, tan amable, se ofrecía a explicarme lo que, por cosas obvias de la naturaleza, no entendía. Lo sabía por mi cara de confusión.

Lamentablemente, mi alegría de tenerla cerca era opacada por cierto imbéciles. A veces llegaban al departamento trabajadores de otras áreas como mensajeros o secretarias. Odiaba que otros hombres me miraran por la ventana como animal de zoológico. Ya de por sí el hecho de ser el único hombre en esa oficina llena de vejetas, a excepción de mi adorada Emma, era terrible. Unos eran tan cabrones que hacían preguntas en voz alta sobre mi persona a la recepcionista, parecía que estaban viendo algún tipo de fenómeno de circo.

Lo peor es que el chisme se extendió por todo el edificio. Al poco tiempo, ya era conocido como "el chico dela oficina rosa". Es más, gente que no tenía nada que hacer por ahí se paseaba sólo para comprobar que había un hombre en el departamento de toallas higiénicas. Bastardos. Aunque no comparables con ÉL. Pero de eso hablaré en un rato.

A los meses de haber comenzado a trabajar allí, mi situación económica mejoró bastante. No sólo logré pagar mis deudas sino que pude darme ciertos lujos y hasta ahorrar. Me sentía bien a pesar de todo. Me acomodé a la rutina bastante bien y sentí que podía progresar dentro de aquella empresa.

También mi relación con Emma fue para mejor. El hecho de tener casi la misma edad, ella tiene veintiuno, nos hacía cercanos. Podíamos hablar de los mismos temas y compartíamos cosas comunes. Se puede decir que nos hicimos amigos. Comíamos juntos en el refrigerio y nos íbamos juntos a casa. A veces quedábamos para salir a tomar un café o para ir de compras. No obstante, nada estaba fuera de la camaradería. Ella no había notado lo que yo sentía y la verdad no veía que el asunto fuera recíproco. Pero no me daría por vencido. Traté de investigar todo sobre ella, lo que le gustaba y lo que no, lo que hacía en su tiempo libre, datos sobre su niñez, su adolescencia, su familia, sus amigos, todo. Parecía un acosador, pero debía hacerlo para poner mi plan en acción.

Apuntaba todo lo que consideraba relevante e investigaba sobre aquello en casa. Así fue como aprendí varias recetas de repostería y a hacer tejidos a crochet. Además, vi todas sus películas favoritas, culebrones románticos y comedias absurdas, y escuché todas las canciones de su cantante favorito, un baladista que me provoca diabetes cada vez que lo oigo. Siempre trataba de mandarle indirectas. A veces le compraba algún detalle como un dulce de la cafetería. Me sentía en el cielo cuando me agradecía con una sonrisa.

Me invitó a su cumpleaños y al de su hermano también, un tipo aterrador que apesta a hierba y que sé que está metido en algo con las drogas. A pesar de que fueron reuniones aburridas llenas de gente de su familia y amigas de la escuela y universidad, sirvieron para conocerla más. Todo en ella era encantador, no era una zorra superficial como las que encuentras por ahí. Era una chica educada, culta, muy lista y muy femenina. Sabía hacer muchas cosas y podía hablar de cualquier tema. Además, era bonita. ¿Qué más podía pedir?

Sin embargo, no pasó ni un año cuando nos informaron que llegaría un jefe a la oficina. El departamento había crecido bastante en ventas y necesitábamos a alguien que pusiera orden. Antes respondíamos a las órdenes del área de productos femeninos en general, pero ahora con un jefe solamente para nosotros, podríamos tomar nuestras propias decisiones. Lamentablemente, tuvo que llegar ÉL. Ahora sí les hablaré de ese BASTARDO.

Era fines de enero y programaron el día en que llegaría nuestro nuevo jefe. Tendríamos una reunión todos los de la oficina con él. Estábamos ansiosos, nos preguntábamos si sería un hombre o una mujer, si sería joven o mayor, buena gente o un desgraciado. Las demás trabajadoras, que estaban aquí desde la Prehistoria, decían que hace muchos años que no había un gerente hombre en el departamento femenino. No obstante, así como me pusieron a mí en este lugar, yo que soy un hombre, pudieron romper las reglas y trajeron a un tipo.

Días antes hicieron que le construyeran un cubículo aparte de los demás escritorios. Este quedaba justo junto al mío, lo cual significaría que estaría vigilado todo el tiempo. En la mañana del día en que ÉL llegó, trajeron sus cosas y dejaron todo listo para que sólo se sentara. Después del almuerzo nos reunieron en la sala de juntas del piso y nos pidieron que lo esperáramos.

De repente, entró un sujeto que no pasaba de los treinta años, alto, de cabello marrón y ojos verdes. Usaba un traje y no el uniforme azul de la empresa y tenía una corbata de colores chillones. Lo que más me llamó la atención fue su sonrisa de idiota. Pero más idiota fue la cara que pusieron mis queridas compañeras al verlo, incluida Emma. Tenían los ojos brillantes y sonreían marcando las comisuras de la boca. ¿Qué le veían? Bueno, el tipo era guapo, no mal piensen, pero es la verdad, no era mal parecido y lo que a mí me podía parecer estúpido en un hombre, a ellas les resultaba encantador.

-Hola señoritas y señor.-se dio cuenta de mi masculina presencia al recorrer la sala con sus ojos.-Vaya parece que no soy el único hombre por aquí.-rió escandalosamente. Las demás lo imitaron. No le encontré el chiste.-Es que me cuando me asignaron este puesto me dijeron que estaría rodeado sólo por mujeres.-siguió riéndose. "Discúlpeme por tener un pene"-pensé mientras lo fulminaba con la mirada.-Mi nombre es Antonio Fernández Carriedo y desde hoy seré el gerente del departamento de Protectores Higiénicos. Un gusto conocerlas, perdón conocerlos, y sobre todo decirles que más que subordinados, somos compañeros en una misma misión: llevar esta área a ser la mejor de la empresa. Estaré encantado de saber sus inquietudes, sus dudas, sus deseos. La base para un buen clima laboral es la confianza.

Ese día comenzó mi tortura, el buen clima laboral que había gozado hasta el momento se fue al tacho con su llegada. Especialmente por el hecho de que ese idiota, le había puesto los ojos encima a Emma.

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Espero que les haya gustado… …..me gustaría saberlo así que espero sus reviews…no se confíen pero esto es un Spamano… –realmente los espero…aunque sea una palabra…..además de que así me hacen saber lo que les gusta y lo que no…Siemp[re serán bienvenidos!..Gracias por leer…!

Se acepta de todo: críticas, consejos, opiniones, maleteadas, dinero (de preferencia en dólare$), confesiones de amor (o de odio)..lo que sea menos insultos y amenazas de bomba o parecidos….

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