Pecado
Capitulo 1:
Padre nuestro, que estás en el cielo
Santificado sea tu nombre
Venga a nosotros tu reino
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdona nuestras ofensas
Como también perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal
Amén.
El joven extiende las manos hacia el pueblo.
- El señor este con vosotros –
- Y con tu espíritu –
El cura hace la señal de la cruz de cristo, hacia el pueblo.
- La bendición de Dios todopoderoso. Padre, hijo y Espíritu santo.-
- Amén – respondieron los presentes, en la casa de Dios.
- Pueden ir en paz – Les dijo el muchacho.
-Demos gracias a Dios. – respondieron los actuales.
Y la misa concluyó en este día, el muchacho quien dirigió la misa, se retiró despidiéndose de algunas mujeres que lo saludaban, alegres al joven cura.
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Un muchacho de cabello castaño, conducía un auto a la máxima velocidad, llevaba unos lentes oscuros, muy finos, por los bordes dorados, y el mismo brillo de ellos, no se comparaba con unos lentes cualesquiera. Y el auto, ¡Que auto!, el sueño de cualquier, perdedor, sería la clasificación de este hombre, al fijarse disimuladamente como los transeúntes miraban sorprendidos el auto de lujo, que conducía, este muchacho.
Y no cualquier muchacho, Seto Kaiba, el multimillonario, genio y dueño de la famosa y exitosa empresa KC, de juegos, software, todo en tecnologías.
Ese día, se dirigía a un pueblo, muy alejado de su país, un pueblo en que la tecnología, no llegaba, y él mismo decidió estudiar la situación de ese lugar, para analizar la posibilidad de extender su imperios hasta los lugares más recónditos del mundo, a decir verdad, su imperio estaba extendido por todo el mundo, extrañamente, ese pueblo era el único lugar en donde la tecnología, ya sea de su empresa y otras más comunes. No estaba implantada.
Cualquier empleado pudo haber ido, pero el mismo Seto Kaiba, se aventuró en estudiar el pueblo, no confiaba en nadie, más que en si mismo.
Pensaba en su pequeño hermano, lo dejó a cargo de la servidumbre de la mansión, siempre ha sido su todo, se permitió sonreír, en su soledad en el auto, al recordar las palabras de su querido hermano, cuando salía de la enorme casa, despidiéndose de Mokuba.
"Hermano, cuídate mucho, y…jejeje y búscate una pareja, ya es hora, tal vez en ese pueblo puede que exista alguien que reúne los requisitos, aunque, nunca has pensado en eso, yo ya tengo novia, quiero que tu también te busques una pareja"
Pero para Seto Kaiba, la palabra, "Amor", "Romance", "Pareja", no existen en su diccionario, nunca se ha interesado en eso, o tal vez nadie lo ha cautivado, hasta el momento, perdiendo el interés en ello.
Ensimismado en sus pensamientos, conduciendo a toda velocidad, por fin llegó al pueblo, en los límites del país. ¿Por qué en auto y no en avión? Debido a sus averiguaciones, descubrió que ese lugar, no poseía ni siquiera una estación de buses de viaje.
En el pueblo, sólo existía una pequeña y humilde residencia, no le importaba en realidad que no fuera un hotel cinco estrellas, con miles de lujos, además iba de incógnito, un simple turista. Su objetivo, investigar el pueblo, la áreas en donde podría tener problemas de señales. Hablar personalmente con las autoridades del pueblo etc.
Continuo conduciendo, observando los alrededores del lugar, no transitaba mucha gente, las casas eran muy pequeñas y al parecer todas hechas del material de adobe.
Algo le llamó la atención, al otro lado del pueblo, se lograba divisar una casona enorme, de aspecto muy antigua, y otra cosa más. Una iglesia pequeña, pero repleta de personas, la conclusión del Ceo, que todo el pueblo se hallaba en esa iglesia. Debido a la soledad de la villa
Estacionó su auto cerca de aquella iglesia, decidió investigar aquel pueblo, de primeras lo encontró extraño, ¿tanta devoción por una religión?, además era posible, según Seto, que algunas autoridades estuviesen presentes en ese lugar sagrado.
Ingresó a la iglesia, colocándose al final de todos. Se dispuso a observar el lugar, había muchas personas, la mayoría, gente bastante mayor, casi ningún joven, luego, se escuchó unos cantos del coro, una figura apareció en el altar, Seto, estaba observando todo el ambiente, hasta que su vista se concentró en frente, abriendo sus ojos más de lo normal.
Cabellos rubios, piel blanca como de porcelana, y ojos mieles, se inclinaba ante todos los presentes, sonriéndoles dulcemente.
Pero para Seto Kaiba, sólo vio un ángel, y otra cosa que le llamó la atención, era demasiado joven para ser sacerdote, calculando tal vez un poco menor que el mismo castaño de ojos azules.
Estaba realmente sorprendido, la misa continuo normal, como siempre, Seto, no prestó atención en absoluto a los demás, sólo se concentró en los movimientos de ese muchacho, un sacerdote…
Apretó sus puños, parecía un bobo, observando al rubio ese, jamás en su vida se había sentido de esa manera, recordó las palabras de su hermano…
¡Tonterías!, además de que es algo más imposible, de lo imposible.
El viajo a esta ciudad, sólo por un objetivo, expandir su propio negocio, intentó ignorar al muchacho en el altar, que sonreía a todos los presentes, predicando la palabra de Dios. Imposible ignorarlo, su voz suave y dulce, se escuchaba por todo el lugar, en donde los presentes, cerraban sus ojos escuchando atentamente las palabras de ese joven.
El castaño, se sintió asqueado consigo mismo, por tener esa clase de pensamientos, con ese joven, en donde su corazón le pertenecía a otro…a Dios.
La misa terminó, y Seto, ignoró sus anteriores pensamientos, entre la gente intentaba buscar alguna autoridad del pueblo, ya había investigado, quien era el encargado de la administración del pueblo, pero su búsqueda fue en vano, entre tanta gente que se le cruzaba por delante.
Se enojó, ya arrepintiéndose de venir hasta acá, perdiendo su valioso tiempo, cambió de opinión, optó por abandonar el pueblo y volver a su rutinaria vida empresarial.
Pero…
- Disculpe, usted no es de este lugar, ¿en que puedo ayudarle? –
Seto Kaiba, se volteó al sentir la voz, quedando algo helado, frente suyo el joven sacerdote. De inmediato sus mejillas se sonrojaron, se sintió un estúpido, cerró sus ojos, para volver a ser el mismo, eso fue una muestra de debilidad, aunque sea con un joven seguidor de Dios directamente. No hacia excepciones, ni consigo mismo.
- Soy un turista – le respondió cortante, directo.
- Ahh, bueno, sólo quería darle la bienvenida además… ¿que lugares le ha gustado del pueblo?
¡Ahhhh!, Lo siento, no me he presentado, jejeje - mostrando su rostro algo gracioso - Mí nombre es Joey Wheeler, soy un diácono.- alzando su mano, queriendo estrechar la de Seto.
Un diacono, aun no era un sacerdote, seguía siendo una especie de estudiante.
Seto, bajo su rostro viendo el intento amigable del muchacho, alzó su mano, dudando un poco, pero…lo hizo, estrecharon sus manos.
El rubio seguía sonriéndole. Para el castaño, ese muchacho parecía un ángel intocable, con sus rubios cabellos, meneándose con el viento, y su piel nívea y para terminar unos grandes ojos castaños almendrados.
El rubio, continuaba mirándolo, algo curioso, esperando algo del hombre de ojos azules, y mirada de hielo. El castaño, pensando en que parecía un ángel, y cursilerías, que siempre serian cursilerías para él, e igual caía inevitablemente, recordando nuevamente las palabras de su hermano. Y el porque de su desinterés en no buscar una pareja, nadie hasta el momento lo había cautivado, siempre creyendo que tal vez la inteligencia de una mujer, una científica, una abogada lo cautivaría, ya que seria de su mismo nivel, etc. Pero a pesar de conocer a ese tipo de mujeres, nada de nada, y ahora un muchacho, ¿UN HOMBRE? Y para peor un diacono al servicio de Dios, lo ha cautivado, esto era lo peor para el castaño.
Al aterrizar, se dio cuenta, que aun seguían con las manos entrelazadas, se soltó bruscamente debido al prolongado contacto, se odio a si mismo con esos pensamientos, y el rubio aún seguía mirándolo curioso, hasta parecía gracioso.
Y comprendió el porque. No le había dicho su nombre, era injusto que el muchacho se presentase y él no.
- Seto Kaiba- le dijo secamente.
- Ahhh – le sonrió animosamente.
Continuaron mirándose, uno con lujuria reprimida y el otro muy inocente.
Continuará.
