Glee y sus personajes no me pertenecen.

Disfruten de la segunda parte –espero cumplir sus expectativas- y se aceptan sugerencias. No actualizare muy seguido. Sepan tener paciencia, pero si la aceptación es positiva, hare el esfuerzo de subirlos con más frecuencia.

Nos seguimos en Twitter: /faberrians


Capítulo I


— ¡Señora Berry, abra la puerta por favor! — golpean con fuerza. Me llevo las piernas al pecho, abrazándome a ellas y negando con mi cabeza. No quiero. No quiero. No quiero. — Colabore y abra la puerta.

Vuelvo a negar con mi cabeza, cerrando con fuerza mis ojos. Vamos, piensa en algo lindo. Quizá si cierro mis ojos fuerte y tapo mis oídos los golpes en la puerta desaparezcan y esos tipos se alejen. No quiero. No quiero. No quiero.

— ¡Señorita Berry no se interponga en el camino de la autoridad! ¡Abra la puerta!

Solo espero unos minutos más hasta que escucho como revientan la puerta principal de un golpe. Cierro mis ojos y vuelvo a desaparecer mentalmente de allí, quizá con suerte la tele transportación funcione conmigo. Malditas pastillas que no hacen efecto. Aun sigo acostada en la bañera, enroscada en posición fetal. Quinn llévame contigo. No me dejes aquí. Quinn no me dejes aquí.

— Señorita Berry póngase de pie. — Son las últimas palabras que mis oídos oyen.


— ¡Vuelvan todas a sus actividades! Aquí no hay nada que ver — Grita un guardia — Tú acomoda tus cosas en esa litera — escupe con desagrado casi empujándome al soltarme el brazo. Maldito poli — En unos días te acomodaran en el nuevo sector.

— ¡Rachel! — Oigo un grito ahogado tras ver como el guardia abandona la habitación. Tengo cinco compañeras más. La mayoría de ellas con rostros conocidos.

— Brittany. No ahora. — detengo sus ganas de saludar a la maldita escoria que aparento ser ahora.

— Entonces es cierto. ¿Qué salió mal en tus planes que decidiste quedarte en este mundo?

— Ya no la molestes Santana. — Surge la voz de la odiosa Keira.

— Acomoda tus cosas aquí — Brittany me señala una de las camas desocupadas a pesar de mi mala actitud con ella — Y podrás comprar cosas de higiene en unos días, cuando te liberen dinero en la despensa. Puedes quedarte con un cepillo de dientes, he comprado dos pensando en ti. — me ofrece el objeto. Me siento mierda ahora mismo.

— Gracias — lo tomo entregando la mejor sonrisa que me he negado en días esperando dejar en claro que pido disculpas. Ella lo capta de inmediato dejándome un apretón en mi brazo antes de tomar la mano de Santana y abandonar la habitación.

— ¡Sin tocarse señoritas! — oigo gritar a una guardia tras verlas salir al pasillo.

— Esas dos tienen los días contados aquí dentro. — escucho la voz de Keira luego de unos minutos en silencio donde coloco la sabana en mi colchón.

— No hables idioteces. — respondo furiosa mostrándolo en mis movimientos bruscos al acomodar mi cama.

— Idiotas ellas que piensan que nadie se meterá con ellas.

— ¿De qué hablas? — Ella solo levanta los hombros una vez que me paro frente a su cama. — Imbécil. — murmuro volviendo a mis cosas.

— Ella solo intenta ayudarlas — se entromete una anciana que ha sido espectadora de nuestro intercambio verbal — Tú también deberías de unirte a alguien. Buscar protección.

— Yo no necesito esa mierda, como sea que te llames.

— Gertrudis… — dice acomodándose en su cama — Y te aconsejo un cambio de actitud. — Gira su cuerpo enfrentando la pared, dando por terminada la conversación.

Keira se mantiene serena, recostada en su litera con sus ojos puestos en mí. Ella solo me observa, como si esperara a que mi paciencia explotara en su cara. ¿Qué demonios quiere? Frunzo mi ceño y tomo el intento de chaqueta que me han dado aquí dentro, me apetece tomar un poco de aire.

Todo aquí me sabe a mierda. Mi actitud no ayuda, lo sé. Pero yo no he pedido esto. Si tan solo la policía hubiese tardado aun más en encontrarme… Niego con mi cabeza y vuelvo a pensar en Quinn. La falta que me hace. Sus besos. Sus brazos alrededor de mi cuerpo. Su ceño fruncido cuando no lograba mantenerme bajo su poder. Sus temores alojados en mi cuello cuando no podía alejarse de mi cuerpo desnudo por miedo a perderme. La amo, la amo tanto que duele no tenerla conmigo. Pensar una vida sin ella solo me provoca querer unirme a ella. Quinn…

Sin pensar en nada he llegado a las puertas que me guiaran a los patios. Muchas de las mujeres están terminando de comer su almuerzo en el comedor, pero no me apetece nada. Aun mi estomago duele por tantas pastillas que he ingerido hace unos días. No recorro el patio, simplemente me quedo apoyada en una de las frías paredes observando a Santana quien no se despega de Brittany claramente protegiendo lo que cree que le pertenece. Nuevamente niego con mi cabeza. Pobre de aquella que ose de meterse con ellas. No con ellas.

— ¡Vaya! Pero si aquí tenemos a la famosísima Rachel Berry. Miren chicas… no parece intimidar tanto en persona. — Se pavonea una mujer de color frente a mis ojos cortándome la visión hacia mis amigas, quienes ya han puesto sus ojos en mí al ver a más de tres chicas acorralándome.

— Creo que es muda, Kid. — dice otra de color pero más joven y delgada.

— Oye, ¿Te han comido la lengua los ratones? — Vuelve hablar esa tal Kid mientras todas permanecen en silencio mirándome de arriba abajo con una sonrisa burlona — O ¿No te han enseñado que debes saludar cuando llegas a un lugar? — Yo solo levanto mi ceja, como lo hacía Quinn, y esquivo su mirada hacia otro lado ignorándola completamente. Ella parece enloquecer y su grupito de groupies se pone en retaguardia rápidamente — Mira niñita, no sé quién te crees para ignorarme así, pero aquí dentro las cosas son diferentes. O me das lo que pido o nos tienes en contra.

— No les tengo miedo, ni a ti ni a nadie. — digo con mi voz firme manteniendo aun la vista en mis amigas. Error. Un completo error, ya que ella se da vuelta buscando lo que mis ojos tanto ven.

— Pues bien por ti, pero mal por ellas. — Levanta sus cejas desafiándome.

— Haz lo que quieras.

— Por supuesto que lo hare. Nada mejor que ver morir a tus amigas frente a tus ojos.

— No te creía tan imbécil como para ensuciarte las manos con sangre que no vale nada. Ahora cambiare mi opinión.

— ¿Me has llamada imbécil? — golpea la pared casi rosando mi oreja. Ella deja su mano ahí acercando aun mas su rostro al mío — ¿crees que no sé quién eres? — No respondo — No me hagas avanzar hasta tus hijos. Emma, Charlie y… — mi corazón se detiene — ¿Cómo se llama esa pequeña huérfana? — Pregunta en voz alta recibiendo un "Charlotte" en boca de todas — Ya has oído — hace un chasquido con su lengua.

— ¿Qué quieres? — respondo mirándola a los ojos.

— Algo que tú tienes fuera de aquí. Pero no te lo diré ahora.

— ¿Qué obtengo yo?

— No estamos negociando nada aquí. Solo acataras mis órdenes.

Hice una falsa sonrisa. Una mueca con mi boca burlándome de ella — Claramente no lo estamos haciendo, tu quieres algo que yo tengo y yo decido si te lo doy o no. ¿Quieres matar a los míos? Hazlo. Me valen mierda todos. — sus ojos se clavan en los míos buscando la debilidad para seguir empujando donde más me duele, pero no encontrara nada allí. Mis ojos ya no son los mismos.

— Protección. — dice luego de unos segundos de escrutinio minucioso. — A ti y a tu grupo de perdedoras. Nadie las tocara aquí dentro.

— ¿Protección? No jodas. Aquí no necesito de nadie para defenderme.

— Echa un vistazo por el patio y dime qué cara ves familiar.

Se hace a un lado y me deja el campo de visión libre para mostrarme como Santana y Brittany eran ahora observadas a lo lejos por una melena en particular. ¡Demonios!

— De esta noche tus amigas no pasan. Tú decides. Siguen con vida o las dejas morir.


— ¡Mami! ¡Mamá! — La sacude desesperada esperando recibir respuesta del otro lado

— ¿Qué sucede? — Abro mis ojos asustada. Mi corazón va a mil por hora sintiendo como quiere correr cuesta arriba por mi garganta. — Para, para. — Pido apartando sus manos de mis hombros y su cuerpo del mío.

— Te oí gritar y corrí hasta aquí. ¿Te sientes bien? — me cuestiona luego de prender la luz de mi velador. Suspiro buscando la tranquilidad que mi cuerpo no tiene. Mis manos tiemblan y siento como mi remera se adhiere a mi cuerpo por mi sudor.

— Solo fue un sueño. — Miro hacia la puerta donde Charlie y Charlotte me observan con su rostro lleno de preocupación y temor — Fue un sueño — vuelvo a repetir intentando tranquilizarlos — Estoy bien. Vuelvan a la cama, por favor. — pido una vez que Emma baja de mi cama.

— Te traeré un poco de agua — Dice Emma saliendo de la habitación.

— Mamá ¿has tomado tu pastilla? — me pregunta Charlie decidiendo que es mejor idea entrar en mi habitación. Charlotte aun permanece lejos de mí.

— No, lo he olvidado. — Digo frotando mi frente — Vuelvan a la cama, yo me encuentro mejor.

— Toma, esto te hará mejor — dice Emma pasando a un lado de Charlotte cargando un vaso de agua helada.

— Gracias hija, no hace falta tanto. Me encuentro bien, no te preocupes — Intento tranquilizarla luego de dejarle un beso en su frente. El trato con Emma luego de mi salida en la cárcel ha mejorado considerablemente. Ha tenido que madurar a golpes por mi culpa, se ha hecho cargo de su hermano a pesar de tener la misma edad y ha sabido arreglársela sola sin acudir a Santana o Brittany. No puedo decir lo mismo de Charlotte, quien apenas mantiene una conversación conmigo cuando estamos a solas. Hace más de tres días que no me dirige la palabra por saber que le he dado la espalda a su madre, su madre biológica.

Así es, llámenme idiota o imbécil por no caer en los brazos de Quinn Fabray, pero luego de caer en la cuenta que la he llorado por más de cinco años en vano mientras ella solo estaba escondida vaya a saber donde, me hace tener los peores pensamientos hacia ella. Charlotte simplemente no lo puede soportar. No puede entender porque no dejo que Quinn se acerque, lo cual, ¿Qué mejor tortura que el silencio?

Los tres niños se han ido a sus respectivas habitaciones dejándome hundida nuevamente en mis pensamientos. Los sueños dentro de la cárcel se han hecho presente con más frecuencia al no tener medicamentos para lograr dormir. Esta noche me las he olvidado tomar, como viene pasando hace tres días.

Quinn Fabray.

¿Dónde demonios estabas metida?

Le doy vuelta a ese pensamientos una y otra vez, repasando todos estos años donde solo he vivido una completa tortura por sentirme culpable al dejarla tirada en aquel galpón. Santana me ayudó a reaccionar a tiempo en mi lugar de trabajo antes de que Charlotte llegase con Brittany de tomar un helado. Ella ha sido la que ha puesto la mano firme en el asunto para pedirle a Quinn que se marchara y me dejara tranquila por el momento. Solo pude atinar a empujarla lejos de mí cuando caí en la cuenta que estaba entre sus brazos y comencé a gritar luego de darme cuenta de lo que pasaba delante de mis ojos.

Mi móvil vuelve a marcarme una llamada entrante. No lo he apagado teniendo en cuenta que es la mejor idea, pero la luz de la pantalla alumbra gran parte de mi habitación. Lo tomo y veo rápidamente un número desconocido. No caeré en la trampa. Sé que es ella. Pero ya no más.

Quinn Fabray sigue muerta para mí.