¡Holas!

Llega un nuevo Harco, aunque será cortito.

Esta historia está ambientada en la época contemporánea. Como ya saben es una fanversión. El original le pertenece a la siempre fantástica Anna Casanovas y los personajes a la multimillonaria J.K. Rowling.


Capítulo 1

...

Para Draco Malfoy trabajar en El Profeta era un sueño hecho realidad. O lo había sido hasta que en la oficina de Barcelona encontró nuevamente a ese engreído, egocéntrico, manipulador...

.

—¿Draco, te pasa algo?

La pregunta de Pansy, su secretaria y amiga, lo devolvió a la realidad.

—No, nada —contestó apartando la vista de los pergaminos apilados en su escritorio y del correo que lo había puesto de tan mal humor—. ¿Querías algo?

—El señor Cuffe ha convocado una reunión urgente esta tarde. Te he anulado la cita que tenías y estás libre.

—Gracias, Pansy.

Desvió de nuevo la mirada hacia los pergaminos. Ese cretino había tenido la desfachatez de mandarle todas las facturas vía lechuza.

—Deja de mirar esos pergaminos, por mucho que lo intentes no puedes matarlo a distancia.

—¿A quién?

—A Potter. Te juro que cada vez que recibes una de sus lechuzas o uno de sus correos te pasas horas ausente. Estás tan furioso que ni siquiera eres capaz de trabajar y eso en ti es prácticamente un milagro. Creo que te he visto trabajar dormido.

—No es verdad.

—Sí que lo es, hace unos días te pasaste casi veinte horas seguidas encerrado en el despacho.

—No, me refería a Potter —se quejó Draco—. Y no trabajo tanto, pero teníamos que presentar dos propuestas y no teníamos tiempo.

—¿Cuándo fue la última vez que estuviste un fin de semana sin trabajar? Y las visitas de Blaise no cuentan —añadió Pansy al ver que Draco abría la boca para contestar—. Por él serías capaz de prenderle fuego a la oficina.

Draco calló de golpe y cuando volvió a hablar se defendió:

—Está bien, pero no veo qué tiene de malo trabajar. A mí me gusta.

—Oh, Draki —se rio Pansy—, ni te imaginas las horas que podría pasarme discutiendo contigo sobre ese tema. Pero por desgracia eres mi jefe y tengo que preparar varias cosas para la reunión de esta tarde.

—A veces creo que en realidad tú eres la jefa y yo soy tu esclavo. Y no me digas Draki.

—A mí me gusta. Vamos, deja de lado todos esos pergaminos y ponte a trabajar.

Draco le sonrió a Pansy y le hizo caso. Más o menos, porque antes contestó el correo de Potter.

.

Potter,

Te recuerdo que trabajamos en un proyecto importante de El Profeta y no en un club para vacaciones. La próxima vez que quieras pasarte una semana en Hawái no te inventes la necesidad de tener una campaña allí.

Atentamente,

Draco Malfoy.

...

Uno de estos días Harry cogería el primer traslador que encontrase con destino a Londres e iría a decirle cuatro cosas a Malfoy.

Ese rubio era un sangre pura estirado que gestionaba los presupuestos de los diferentes departamentos de El Profeta, actualmente una de las compañías más ricas y famosas de Europa y de la que forman parte el diario El Profeta y la agencia de publicidad El Profeta, como si fuese un duende de Gringotts. Las campañas publicitarias que él dirigía eran las que más premios habían ganado el último año y las que más prestigio habían dado a El Profeta, la que para muchos era la mejor agencia de publicidad del mundo mágico.

Sin embargo Harry Potter no lo tenía tan claro últimamente.

Cuando el mismísimo Barnabas Cuffe lo contrató en persona, casi dieciocho meses atrás, pensó que su vida por fin iba a tomar el rumbo que quería. Luego de la guerra se replanteó su futuro; no quería formar parte del Cuartel de Aurores, aunque se lo propusieron insistentemente, ni tampoco ser jugador profesional de quidditch; y, contrario a lo que todo el mundo mágico esperaba, se dedicó a estudiar publicidad y luego trabajar como un poseso en una pequeña pero prestigiosa agencia en Londres, soñando con abrir algún día la suya propia; pues aunque sus padres le habían dejado una cuantiosa herencia, esta se fue diluyendo con las generosas donaciones que realizaba para la reconstrucción del mundo mágico. Quería labrarse la vida con su propio esfuerzo y sin hacer uso de su fama.

Así que cuando apareció Barnabas y le dijo que le ofrecía dirigir la oficina de Barcelona el ego de Harry empezó a dar saltos de alegría, pero su corazón y su mente tuvieron que analizar la propuesta antes de reaccionar. El problema fue que después de analizarla dichos órganos no se pusieron de acuerdo. Su mente insistía en que trabajar en El Profeta para alguien de su rama era un sueño hecho realidad; eran muy pocos los publicistas que con veinticinco años podían dirigir una de las oficinas de la agencia de publicidad más famosa y respetada del mundo mágico. Pero su corazón le decía que si aceptaba la más que generosa oferta de Barnabas estaría sacrificando su sueño como mínimo durante cinco años más. Si ponía un pie en el mundo de la súper agencia no volvería a salir, el ritmo frenético de trabajo, el dinero, lo atraparía sin remedio y no lo dejaría escapar.

Al final, Harry llegó a un compromiso consigo mismo y decidió aceptar la oferta con la condición (autoimpuesta) de que como mucho se quedaría allí tres años.

Ya llevaba uno y medio y en todo ese tiempo no había podido hacer ni un boceto para su proyecto particular. Aunque le era muy grato contar con su mejor amigo y compañero de aventuras como apoyo en el trabajo.

—Ha vuelto a escribirte —sentenció Ron al entrar en el despacho de Harry.

—¿Quién?

—¿Cómo que quién? Solo hay una persona que consigue juntarte las cejas de esta manera —se las señaló con el magicmóvil que sujetaba en la mano—; el hurón saltarín.

—No lo llames así —a pesar de que probablemente lo estrangularía con sus propias manos a Harry no le gustaba ese nombre.

—Veo que sabes a quién me refiero, todavía recuerdas ese episodio en cuarto año —señaló Ron victorioso, sentándose en la silla que había frente a la mesa de Harry.

—Sí, ya puedes borrar esa mueca de satisfacción de la cara. Malfoy me ha escrito para decirme que la agencia no es un club para vacaciones.

—Y que lo digas. Hemos estado en Hawái una semana y solo vi el mar durante el rodaje y de camino a la central de trasladores.

—Al parecer Malfoy cree que fuimos allí a perder el tiempo.

—Espero que le hayas dejado claro que no ha sido así. Oh, no, oh, no —Ron dejó el magicmóvil encima de la mesa—. No le has dicho nada. Joder, Harry. Si sigues provocándolo solo conseguirás que te despidan, por mucho Salvador del Mundo Mágico que seas. He oído decir que Malfoy es el ojito derecho del señor Cuffe.

—Como si es la oreja izquierda. No pienso darle explicaciones a un publicista estirado que solo se preocupa por los números y que cree que la creatividad es un gasto innecesario.

—Eh, cálmate, compañero —levantó ambas manos—. Estoy de tu parte —esperó a que las cejas de Harry se alejasen un poco antes de continuar—. Mientras no estabas ha llamado Barnabas.

—¿Qué quería? —Harry bajó la pantalla del portátil y se puso en pie. Caminó hasta la ventana y miró el mar que se veía a lo lejos.

—No lo sé. Ha dicho que te llamaría esta noche. La verdad es que tenía un tono de voz raro.

Harry se giró con las manos en los bolsillos.

—¿Crees que estaba enfadado? Tal vez Malfoy ya ha hablado con él y le ha convencido de que soy peor que Voldemort.

—No, no estaba enfadado. No exageres, compañero —Ron también se puso en pie—. Si tuviese que decir algo, diría que estaba sonriendo.

Alguien llamó a su puerta y Lucía, una de las chicas de edición, asomó la cabeza.

—¿Harry, puedes venir un momento?

—Claro —contestó éste—. Será mejor que volvamos al trabajo, Ron. Ya averiguaré esta noche si el hurón saltarín ha conseguido echarme del mundo de Oz.

...

Barnabas Cuffe se había vuelto loco a sus sesenta y siete años de edad. Esa era la única explicación posible. Eso o quería volverlo loco a él, pensó Draco mientras miraba de nuevo el ticket de traslador que sujetaba entre los dedos. Un ticket de traslador para dentro de dos días. Inanulable. Incancelable. O cogía ese traslador o podía considerarse despedido.

Un ticket de traslador para España, para Santander para ser más exactos. Pero Barnabas no solo le había dado el ticket, no, qué va, le había dado una carpeta (que había preparado la traidora de Pansy, por lo que Draco había decidido negarle la palabra durante el resto de su vida) con instrucciones muy precisas.

El Profeta había ganado el concurso para hacer la campaña de publicidad de una marca de túnicas sueca famosa a nivel mundial cuyo nombre tenía que mantener en secreto. Las campañas de publicidad de esa marca nunca pasaban desapercibidas y siempre generaban mucha expectación. Draco había participado muy activamente en el proyecto que la agencia había presentado al concurso, de hecho, se había dejado las cejas y un centenar de horas en encontrar la temática y el tono exacto; el paraíso. Draco estaba convencido de que su jefe, que seguía trabajando en la agencia activamente a pesar de su edad, había presentado el proyecto tal como él se lo había enseñado y tal como habían aprobado entre los dos.

Pero no, al parecer el señor Cuffe había estado gestionando también otra propuesta con el equipo de la oficina de Barcelona, el equipo dirigido por Harry Potter, y el proyecto que había presentado al concurso de los suecos era un compendio entre las dos.

¿Y cuál era el título? "El paraíso perdido".

Perdido iba a estar el señor Cuffe cuando él dimitiese, porque ni loco iba a pasarse una semana en España trabajando con el imbécil de Harry Potter.

...

Barnabas Cuffe se había vuelto loco, eso o quería volverlo loco a él, pensó Harry después de colgarle el magicmóvil a la una de la madrugada. El señor Cuffe le había llamado para comunicarle que la agencia había ganado el concurso para hacer la campaña de publicidad de una empresa de túnicas sueca cuyo nombre no podía decirle todavía (como si no supiera cuál era) y que Harry iba a ser uno de los encargados del nuevo proyecto. El otro supervisor iba a ser, nada más y nada menos, Draco Malfoy.

Harry buscó en su mente todos los motivos por los que dicha colaboración era imposible, absurda y absolutamente desquiciante. Lo intentó todo; no tenía sentido que llevasen juntos un proyecto cuando Malfoy estaba en Londres y él en Barcelona; hasta el momento las campañas que había dirigido el rubio eran sobrias y elegantes (lo que para Harry equivalía a sosas y aburridas) y sus estilos eran incompatibles; era contraproducente que la agencia destinase a dos de sus mejores creativos a la misma campaña. Harry incluso llegó a decirle al señor Cuffe que él y Malfoy tenían diferencias creativas irreconciliables.

—Creía que usted siempre decía que la creatividad hablaba un idioma universal —le recordó Barnabas a Harry a mitad de la discusión—. ¿Acaso me está insinuando que usted y Draco no pueden trabajar juntos?

—No se lo estoy insinuando, señor Cuffe, se lo estoy diciendo. Malfoy y yo no podemos trabajar juntos.

Se produjo un silencio en la línea telefónica.

—¿Señor Cuffe?

—Draco Malfoy es uno de los mejores publicistas que he conocido nunca. Y usted también. Es imposible que no puedan trabajar juntos —añadió confuso de verdad—. Estoy al tanto de su pasado escolar y sus discusiones actuales, y sí, no me gustan, pero me niego a creer que dos personas como ustedes no puedan dejar de lado sus diferencias y rencillas adolescentes y crear la mejor campaña de publicidad que se ha visto hasta el momento.

Harry suspiró exasperado.

—¿Se lo ha contado a Malfoy? —optó por preguntarle a su jefe y ganar un poco de tiempo.

—Sí, por supuesto. Nos hemos reunido esta tarde.

—¿Y qué ha dicho? —Harry se frotó la nuca.

—Que está encantado con el proyecto y que tiene muchas ganas de empezar a trabajar con usted —mintió Barnabas como si nada.

Harry tuvo un extraño presentimiento. Idéntico al que tuvo el día que Barnabas le ofreció dirigir la oficina de Barcelona. Harry sabía que si cedía y se iba a pasar esos días con Draco Malfoy para trabajar en la nueva campaña de publicidad, su vida cambiaría para siempre. Y ya había cambiado demasiado. De hecho, pensó Harry de repente, tal vez iba siendo hora de abandonar El Profeta y volver a luchar por su sueño.

Carraspeó y cogió aire.

—Malfoy es perfectamente capaz de dirigir solo esta campaña publicitaria. Si necesita mi ayuda mientras está en España, puede...

—¿Sigue queriendo abrir su propia agencia, señor Potter? —lo interrumpió Barnabas—. Cuando le contraté me dijo que algún día quería ser su propio jefe. ¿Sigue queriéndolo?

—Sí.

—Pues dirija esta campaña con Draco. Los suecos quieren ver el primer anuncio dentro de tres meses. Si lo aprueban, dejaré que se vaya de El Profeta y le pagaré el sueldo entero de dos años.

—¿Y si no?

—Supongo que entonces tendrá que seguir trabajando para mí. ¿Qué me dice? ¿Acepta?

...

Barnabas Cuffe conoció a Draco cuando él todavía estaba en la universidad y el rubio se presentó a una entrevista para una vacante en la oficina de París. Barnabas le dijo que no estaba capacitado para el puesto, obviamente, porque estaban buscando a una persona con más de diez años de experiencia en el sector y él todavía estaba estudiando. Draco se lo tomó tan mal —todavía recordaba cómo lo fulminó con la mirada— que Barnabas le prometió que volvería a entrevistarlo cuando terminase la universidad. Y el rubio lo llamó el mismo día en que se licenció.

El señor Cuffe lo entrevistó varias semanas después en París durante uno de sus viajes y quedó tan impresionado con él que le ofreció un puesto en la central, en Londres, para que trabajase directamente para él.

Draco aceptó encantado y se mudó de vuelta a Inglaterra.

De eso hacía ya cinco años y a lo largo de todo ese tiempo Draco solo había tenido una relación sentimental y había sido con un cretino. Draco nunca hablaba del tema con nadie porque, por desgracia, no hacía falta; la agencia entera conocía la historia de primera mano porque el hombre que le rompió el corazón a Draco les robó uno de sus clientes más importantes. Cormac Mclaggen (quién puede fiarse de alguien que se llama Cormac) sedujo a Draco, espió su trabajo, y le arrebató la primera gran cuenta que había tenido y su capacidad para confiar en los hombres.

Los compañeros de trabajo de Draco sabían pocas cosas sobre él, la mayoría era lo que había salido en los diarios. Antes de que empezara su quinto año y poco después del regreso de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado junto con su familia había huido a Francia en busca de refugio y seguridad, los señores Malfoy habían muerto cuando él tenía veinte años a causa de un ataque de mortífagos renegados y gran parte de su fortuna fue expropiada por el Wizengamot a favor de la reconstrucción del mundo mágico. Su mejor amigo, Blaise, al que estaba muy unido, era el único que conseguía apartarlo de su trabajo. Y también sabían que después de lo de Cormac, Draco no había vuelto a salir con nadie y que había jurado que jamás se fijaría en otro publicista.

No había dimitido, había hecho la maleta y ahora estaba por coger un traslador rumbo a Santander, sintiéndose como un estúpido. Un completo idiota. Tendría que haber dimitido, hacía años que recibía ofertas —muy tentadoras— de distintas agencias de publicidad y no habría tardado nada en encontrar trabajo. Incluso la agencia de Cormac le había ofrecido un puesto como jefe de cuentas.

Genial, ahora pensaba en Cormac. Tal vez lo mejor sería que en pleno viaje en traslador lo soltase y se escindiera. Sería más rápido y menos doloroso que estar una semana con Potter.

Al final, desechó esos pensamientos y optó por torturarse recordando el último correo que había recibido de Potter.

.

«Malfoy,

Como supongo que estarás preocupado por los gastos adicionales de este viaje, pues tenemos que movilizarnos al modo muggle, ¿qué te parece compartir auto de alquiler conmigo? Será más barato que coger un taxi y así podemos empezar a debatir ideas durante el trayecto.

Te esperaré en la zona de llegada de trasladores.

Potter.»

.

Cretino.

Después de volver a Inglaterra, Draco había coincidido con Harry Potter en tres ocasiones y todavía se moría de vergüenza al recordar que la primera vez que lo volvió a ver se quedó sin aliento y casi se pone a babear como un adolescente. Por suerte, antes de ponerse en ridículo, oyó que alguien lo llamaba por su nombre y después de recoger la mandíbula del suelo ya no le pareció tan atractivo.

Mentira.

Harry Potter era, por desgracia para Draco, el hombre más atractivo que había visto nunca. De ese muchachito escuálido y esmirriado que había conocido en Hogwarts ya no quedaba nada salvo la cicatriz en la frente, su cabello alborotado y sus preciosos ojos verdes. Era alto, sin ser una torre, fuerte sin llegar al exceso. Y siempre iba mal afeitado. Y lo peor de todo, oh, sí, lo peor de todo era su voz; Potter tenía la voz más sexy del mundo. De hecho, por ese motivo Draco nunca —NUNCA— lo llamaba por magicmóvil y solo se comunicaba con él a través del correo electrónico o vía lechuza. La voz de Harry era ronca, áspera, de esas que parecen salir de lo más profundo de la garganta y que notas que te acarician la piel. Y si se reía, estabas perdido para siempre. La primera vez que Draco coincidió con ese Potter fue durante la gala de Navidad que celebró El Profeta en Londres. Harry y Draco no estaban sentados en la misma mesa sino en mesas opuestas, de tal manera que la espalda del moreno casi rozaba la de él cuando se echaba hacia atrás, momento que siempre aprovechaba Draco para echarse hacia delante. En todas las ocasiones en que Harry se rio, que fueron demasiadas para la salud mental de Draco, a él se le encogió el estómago y se le cayó el tenedor, copa, o lo que fuera que estuviese sujetando en la mano. De nada le servían su crianza Malfoy y sus modales impecables.

Esa noche, cuando los presentaron, sin saber que habían coincidido en Hogwarts y habían sido rivales, Draco estuvo tentado de darle una oportunidad y olvidar rencillas de adolescentes tontos. En esa época solo se habían cruzado dos o tres correos desafortunados y Draco pensó que, como no lo llegó a conocer realmente en su momento, tal vez lo había juzgado mal y que podían empezar de nuevo, por decirlo de alguna manera. Pero Potter le estrechó la mano, lo recorrió con la mirada y prácticamente salió corriendo después de oír su nombre y reconocerlo.

Fue una situación muy humillante.

En las otras dos ocasiones en que coincidieron en actos organizados por la agencia Harry y Draco ni siquiera se dirigieron la palabra.

Y ahora iba a tener que pasarse unas horas encerrado en el mismo auto que él, por no mencionar la semana entera que iban a estar en el Hotel Castillo de Montesclaros trazando las bases de la que iba a ser la campaña de publicidad del año.

Iba a ser la semana más larga de su vida.


¿Y? ¿Qué tal?

Barnabas Cuffe es canon y los Malfoy no participaron en la segunda guerra. Cualquier duda o pregunta háganmela llegar ;D

¿Será que podrán trabajar tranquilamente?

¿Pasará algo en el próximo capítulo entre Potty y el hurón saltarín? XD

Cuéntenme qué les pareció ^^