¡Hola Hola! Al fin con Fanfic Sasuhina ¡VIVA EL SASUHINA! Por fin me libré de aquella apuesta infantil. ¡Ahora si voy a escribir lo que me gusta! ¡Prepárense que vengo con todo!XD!
Noticas que nadie Lee:
Esta historia es una novela que estoy haciendo (Con el mismo título: Cantarella-A Toxic Love-), pero como voy a tardar años (quizás siglos) en publicarla, me dije: "Oye, Lie, ¿Por qué mejor no la subes a Fanfiction?, solo tienes que cambiar los personajes. Así de paso sabes si en un futuro les gustará a tus lectores, o si debes cambiar algo…". Estoy segura que muchos de ustedes han de haber escuchado Cantarella de Vocaloid, haber visto el manga Cantarella-Poison of Blue-, y otras varias adaptaciones (Que a mí me encantan) inspiradas en la canción, cada cual con su punto de vista. Digamos que mi novela será otra más de esos puntos de vista, solo que un pelín más…rara.
Naruto no me pertenece, es propiedad de Kishimoto.
Advertencias: Rango T. A/U (universo alterno) *Pero no en nuestra era, un poco más atrás* Posible OoC (porque a veces es inevitable).
¡Empecemos!
Capítulo 1:
Llevaba observando, con aquellos grandes ojos lunas que poseía, a través de las ventanas del carruaje en el que se encontraba la vista que el paisaje le devolvía: Arboles, montañas a lo lejos, uno que otro animal. Todo estaba muy tranquilo. Su mirada perlada se dirigió al interior del carruaje para observar a quien le acompañaba.
Al frente su madre, de largos cabellos negros recogidos en un elaborado peinado pero a la vez sencillo, de iguales ojos plateados; vestida con aquel hermoso vestido victoriano rojo bordado y de vuelos plateados que le hacía resaltar más su piel blanca, sus cabellos, aquel exuberante cuerpo que poseía y su belleza. Ella era la misma imagen de su madre, solo que más joven; se encontraba con su larga cabellera negra suelta; vestida con un vestido igualmente victoriano de color lila con bordados y vuelos en un lila más oscuro, muy sencillo. No le gustaban los colores extravagantes.
Volvió a dirigir su mirada plateada hacia el paisaje sin ver aún ningún cambio. ¿Qué hacían ahí? Bueno. Su madre se había divorciado de su padre por razones personales que no le quisieron contar, como si aún fuera una niña pequeña a pesar de tener 16 años. Al año su madre contrajo matrimonio con un señor llamado Fugaku Uchiha, que su esposa había fallecido, y que igualmente tenía hijos, dos varones. Vaya fue sus sorpresa al saber que el señor era Rey y Gobernador de unas grandes tierras, ricas en comercio. No era como si hubieran sido pobres, al contrario. Su familia era una de las más ricas de todos los continentes, se especializaban en la creación de barcos de navegación; muchos de ellos de gran importancia. Todos conocían el prestigioso apellido Hyuga. Pero esa riqueza no podía compararse a la de un Rey, eso ella lo sabía.
–Hija–Escuchó la dulce, pero firme voz de su madre, haciendo que la joven pusiera su total atención en ella–Disculpa si te incomoda el hecho de ir a vivir a otro continente, creo que te estoy obligando, Hinata–
La pelinegra nombrada Hinata sonrió dulcemente–No te preocupes, madre. Estoy bien–Su madre pareció relajarse con aquel comentario sonriendo observando el paisaje como minutos atrás Hinata lo observaba.
Lo cierto era que estaba nerviosa, se notaba en el juguetear de sus dedos y como pestañaba cada cinco minutos. No conocía a nadie en aquel lugar; había hablado unas tres veces con Fugaku, y debía reconocer que era un hombre agradable, gustador de la buena lectura, como ella, y filosofó; a los hijos del mismo nunca los había visto. Vio a su madre sonreír más abiertamente, haciendo que ella también fijara su vista en la ventana, sorprendiéndose del lugar.
A la cercanía podía ver un gran pueblo campesino y cerca de este una gran muralla que asumió que dentro de esta se encontraba la ciudad. Esperó encontrar las puertas y el puente cerrado, pero al contrario estaba abierto todo cuando entraron. Podía ver cómo tanto los ciudadanos como campesinos entraban y salían, como reían y se saludaban sin importar la clase social a la que pertenecía, y eso le encantó, era un reino abierto.
En su país eso no existía, tampoco en la que era su familia. Los Hyuga estaban divididos en dos ramas. La Baja, la cual era responsable de cuidar a los principales; y la Alta, la cual era la que se encargaba de llevar a la cumbre la familia. Su familia también tenía la creencia de que debían casarse entre familiares lejanos-primos, etc.- para no perder la pureza de sangre. Su madre, que perteneció a la rama Baja, es prima tercera de su padre.
Pasando por las calles empedradas pudo observar algunos lugares de su interés, como eran las librerías, las floristerías, incluso vio una dulcería. Tal vez visitaría más tarde a esos lugares. Nunca había salido de la mansión a excepción de alguna festividad que lo recurriera. Por primera vez pensó que sería libre en ese sentido, haciéndola sonreír.
La ciudad quedó atrás bajo la colina que ahora subían a través de un camino igualmente empedrado que los guió hasta un inmenso castillo muy concurrido de hecho. Pasaron a través de las puertas del pequeño muro, comparando la muralla claro está, llegando así al jardín delantero, donde el carruaje se detuvo anunciando la llegada.
Un mayordomo de avanzada edad abrió la puerta del carruaje y las ayudó a bajar informándoles que el Rey Fugaku Uchiha las esperaba en la sala del trono. Haciendo caso omiso a eso, Hinata, mientras seguía a su madre y al mayordomo, observaba la magnífica decoración, estilo y belleza de lo que sería su nuevo hogar. El camino completamente empedrado, bancos a una cierta distancia del camino acompañados por pequeños rosales amarillos, rojos, rosados, incluso blancos; farolas para iluminar en la noche tenuemente el jardín. Atravesaron la gran puerta de entrada llegando al vestíbulo principal.
Pasaron muchas puertas, siendo saludadas por muchos más sirvientes que se notaban atareados, hasta que llegaron a una gran puerta de caoba con grabados en dorado. El mayordomo tocó suavemente con sus nudillos la puerta y esta se abrió prácticamente al instante por los guardias cercanos.
La sala del trono era amplia, de suelo de mármol blanco adornado únicamente con aquella larga alfombra roja que se extendía desde la entrada hasta más allá del trono. El techo era muy alto, de donde colgaban dos grandes lámparas de araña seguramente de oro. La sala llena de grandes ventanales que dejaban a la vista los jardines laterales y la ciudadela; ni hablar de las cortinas que las adornaban, era obvio que debía ser de la más fina calidad.
–Su majestad–El mayordomo hizo una reverencia–La Reina y la princesa ya han llegado–Anunció.
Hinata, llevada por su curiosidad, posó su mirada al frente, observando que el trono aún estaba muy lejos de su vista y no lograba ver al hombre sentado en él, el cual leía unos papeles; pero era más que obvio que se trataba del Rey Fugaku Uchiha.
–Ya puedes retirarte–La voz del Rey salió fuerte y firme. Con otra leve reverencia hacia el rey y hacia ellas, el mayordomo se retiró cerrando las puertas tras de sí. –Acérquense–Pidió el Rey dejando los papeles en las manos de otro mayordomo que se encontraba a su lado y que se retiró al momento.
Ambas pelinegras se acercaron hasta un poco más allá del centro de la sala, la mayor decidida y la menor nerviosa. Fugaku se levantó de su trono dejando ver el implacable traje que llevaba. Las mujeres hicieron una reverencia ante él, el cual se acercaba hacia ellas.
–Querido–Habló su madre dando un paso hacia delante.
–Veo que han llegado sin ningún contratiempo–Habló él agarrando delicadamente una de las manos de su madre llevándosela a los labios para dejar un casto beso en los nudillos, haciendo sonrojar levemente a la mujer mayor–Eso es una muy buena noticia–Posó su negra mirada en la joven pelinegra–Hinata–Saludó.
–Su Majestad–Saludó la joven.
–Radiante como siempre–Halagó el que sería a partir de ahora su padrastro.
–Gracias, Su majestad–Agradeció la pelinegra menor.
–No sean tan formales–Pidió el Rey–Ya no somos simples conocidos, somos familia, ahora ustedes son La Reina y la Princesa Uchiha, no hacen falta tantas formalidades–Dijo seriamente pero con una pequeña sonrisa.
–Gracias–
–Ahora mismo estoy en un trabajo de negocio, por lo que estoy ocupado–Con un levantar de su mano, un mayordomo llegó a ellas–Enséñales sus habitaciones–Ordenó–Si necesitan algo, solo pídanselo a cualquier ayudante–Le gustó eso, ahí no eran sirvientes.
Ambas dieron una pequeña reverencia y tras ver como el Rey se perdía tras una puerta, el mayordomo las guió por el castillo enseñándoles lo primordial y como llegar a él: El comedor, los baños, la biblioteca, la sala de estar, la sala de fiestas, las puertas que guiaban hacia los jardines, hasta que después de subir al cuarto piso de los 6 del castillo donde hayamos las habitaciones. Su madre dormiría obviamente con el Rey, por lo que ella fue llevada a la habitación Real. Hinata fue llevada un poco más allá, notando que la Habitación Real estaba un poco más aislada, de hecho, todas estaban un poco aisladas una de la otra. Pasaron unas dos puertas más hasta que llegaron a la que sería su habitación.
Era grande, muy grande, era posiblemente el triple de lo que fue su habitación anteriormente. Suelo de mármol rosa con paredes color salmón claro, cama matrimonial con decoración lila, de caoba oscura con pilares que se alzaban dejando así el mosquitero color blanco. Dos mesas de noche igualmente de caoba pero más claras, un gran armario del mismo material y una enorme coqueta blanca. Un gran ventanal que daba al balcón dejando ver la vista del jardín trasero, el pueblo y las montañas del este. Dejando eso de lado, agarró uno de los libros que encontró en el pequeño librero que tenía su nueva alcoba y salió de su habitación en busca de algún lugar cómodo para su lectura, sin interrupciones, ni protocolos, ni reglas.
Dobló pasillos, subió y bajó escalones, pero por más que caminaba no encontraba la salida de los inmensos pasillos, incluso, estaba por rendirse cuando llegó a su habitación por cuarta vez. Dio un suspiro cansado, siempre fue así de despistada.
~O~O~O~
Lo que al principio le dio gracia ya se le antojaba lastima. La vio salir de la habitación sin siquiera darse cuenta de su presencia estando tan concentrada en los pasillos. Debía admitir que la joven era muy linda, y su larga cabellera negra azulina hacia resaltar más su blanca piel. Lo más gracioso de todo, es que la había visto ir y venir más de cuatro veces y ninguna de esas cuatro veces reparó en él, cosa muy inusual-imposible cabe decir-pues siempre era el centro de atención de las mujeres. No era que le desagradara la actitud de esa intrépida joven que tenía frente a sus oscuros ojos, para nada, de hecho, estaba muy aliviado.
– ¿Puedo ayudarla?–Por fin decidió hacerse notar dejando salir su varonil voz de su garganta, haciendo que ella diera un pequeño brinco hacia su dirección apretando el libro contra su abultado pecho y abriendo sus ojos con sorpresa.
Observó sus ojos color perla, era la primera vez que veía unos ojos tan claros en sus 18 años de vida.
~O~O~O~
– ¿Puedo ayudarla?–Fue la pregunta de aquel apuesto joven.
No iba a negarlo, el joven frente a ella era muy bien parecido*. Su larga, brillante, y lacia cabellera negra estaba recogida en una coleta baja que descansaba en su hombro y dos flequillos adornaban su perfecto rostro, incluso podía decir que aquellas enormes ojeras, símbolos del insomnio que seguramente padecía, le quedaban a la perfección. Aquel traje en negro y rojo que llevaba lo hacía lucir más solemne, sumándole la altura del mismo; y aquella oscura mirada era muy, pero muy perspicaz. Pero no, no era eso lo que la tenía tan nerviosa al punto de boquear sin saber que decir. Era el aura y el perfume de aquel joven. Un aura impresionante, incluso podía sentir como el aire cambiaba a su alrededor, y aquel perfume que desprendía, tan natural.
– ¿Le sucede algo?–Le volvió a preguntar viendo como sonreía levemente.
Para cualquiera eso pasaría desapercibido, pero Hinata observaba mucho las cosas a su alrededor, y sabía que él sabía el efecto que le estaba causando, por lo que con un retroceso de pasos, alejándose de él ante su mirada de confusión, decidió hablar.
–N-no, no se preocupe–Respondió y se recriminó por su tartamudeo.
–Nunca te había visto por aquí–Dijo él.
La pelinegra apretó aún más el libro contra su pecho–Soy Hinata Hy…Uchiha–Se corrigió en el último momento.
– ¿Uchiha?–Se notó sorprendido y después sonrió–Así que eres Hinata–Él se acercó a ella haciéndola temblar levemente–Mucho gusto, Hinata–El agarró una de las pequeñas manos de la joven y agachándose le besó los nudillos–Soy Itachi Uchiha, el primogénito del Rey Fugaku Uchiha y…–Se incorporó notando como Hinata se encontraba sonrojada y sorprendida–tu hermanastro mayor–
– ¡N-no!–Negó ella separándose de Itachi haciendo una reverencia–El placer es mío, príncipe; dis-sculpe mis modales–
–No te preocupes por eso, y a partir de ahora no necesitas ser tan formal, somos hermanos–
–Si–Ella dejó su reverencia para sonreírle suavemente.
Que distinto era todo en aquel lugar. En su antiguo hogar todo tenía normas, respeto y valoración. Debías ser cortante con todo y cada una de las cosas. No decía que en este reino no, para nada, era que simplemente eran más abiertos en esos temas, mas ellos.
– ¿Hacia dónde se dirigía, lady?–Preguntó Itachi.
Hinata se sonrojó por el apodo utilizado por el que sería su hermano a partir de ahora–Buscaba un lugar donde leer…tranquilamente–Su nerviosismo estaba a flor.
El pelinegro observó el ejemplar en sus manos de título "Obras de Edgar Alain Poe" Alzó una de sus cejas mientras sonreía, a muy pocas mujeres les gustaba el escrito de aquel extraño, y único, hombre.
–Le recomiendo, entonces, el jardín trasero, lady–Le señaló el largo del pasillo estirando su brazo–Si me permite acompañarla, ya de paso conoceréis a tu otro hermano–Hinata sonrió complacida–Las damas primero–
Ella soltó una pequeña risa mientras pasaba por delante de él sin notar la sonrisa satisfactoria y los ojos afilados, como cazando a su presa, que el pelinegro llevaba en su rostro
~O~O~O~
¡¿Qué les pareció?! ¡Itachi es tan SEXY! ¡VIOLAME! …Ejem…Disculpen mi emoción. ¡Dejen sus comentarios porfi! Díganme si voy bien o mal. ¡Porfi es mi futuro!
