Ranma ½ y todos sus personajes son creación y propiedad de la célebre artista japonesa Rumiko Takahashi. Esta historia no la escribo con fines de lucro sino como un homenaje a su gran obra que tras muchos años sigue encendiendo de dicha nuestros corazones y de imaginación nuestras mentes inspirándonos siempre gran diversión.
Fantasy Fics Estudios es un grupo de fans reunidos en torno al amor por la creación del fanfiction, la escritura y la fantasía en general, promoviendo el libre uso de la imaginación y luchando contra la dictadura que la realidad y la gris "madurez" que el mundo trata de imponernos aplacando la exquisita diversidad de nuestras almas.
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Fantasy Fics Estudios presenta el nuevo fic de Noham Theonaus.
Una pequeña aventura surgida de un cálido sentimiento en una tarde de verano.
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La esposa secuestrada
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"Prioridades"
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Ranma abrió los ojos lentamente. Tenía la boca seca y los brazos algo pesados resintiendo todavía los turnos extras que había realizado durante toda la semana en el gimnasio. El que dijera que el trabajo de instructor era sencillo merecía ir de viaje con Ryoga, y en especial recordaba con dolor las clases de Tai chi que impartía al final de cada día. ¿Habría imaginado que un grupo de señoras de sobre sesenta años tenían más vigor que las chicas que antes lo acosaban? Dobló el brazo dejándolo caer sobre la frente cubriéndose los ojos. Dinero, sí, dinero para comer, dinero para pagar la renta del departamento y también para cubrir los daños que provocaban "accidentalmente" cuando discutían era por lo que necesitaba seguir trabajando sin detenerse. A veces se preguntaba sinceramente si no sería más sencillo regresar a casa de los Tendo y hacerse cargo del dojo… hasta que recordó la manera en que había dejado Nerima y que no le haría nada agradable el regreso si tenía que enfrentarlos a todos. Secuestrar a Akane para casarse con ella había sido la idea más genial de todas las que se le habían ocurrido en su vida y también la más osada, ¿por qué no lo pensó antes? Se rió entre dientes, después de todos los secuestros y rescates que había sufrido su "antes prometida" solamente él podía tener éxito en una empresa semejante, aunque el que Akane fuera su cómplice además de víctima había ayudado, pero… todo el mérito era gracias a su astucia, sí, y de nadie más, ni siquiera a Nabiki se le podía haber ocurrido algo mejor. Se rascó el vientre todavía medio dormido. Volvió a sonreír entre recuerdos, al final se quejaba sólo por costumbre del cansancio porque en verdad le encantaba su nuevo hogar, oculto de todos los que siempre habían querido separarlos gozando de esos meses de tranquilidad como nunca antes siquiera imaginó que podría hacerlo y todo gracias a ella. Dejó caer el brazo en la otra mitad del gran futón doble sobre el que dormía y abrió los ojos asustado. Ella no estaba allí.
— ¡Demonios!
Saltó de la cama tirando las mantas, apenas vistiendo una sudadera gris ajustada y bóxers oscuros, corrió hacia la puerta cuando tropezó al escuchar un fuerte estruendo. Golpeó con las manos el piso impulsándose rápidamente para levantarse ahora estando seguro de que sus peores temores se habían cumplido. Un par de metros de pasillo lo apartaban de la modesta sala y comedor, separados a su vez de la cocina por un pequeño mueble largo al estilo de las cocinas occidentales. No se detuvo a reparar que el sol ya iluminaba el balcón del departamento y giró aferrándose del borde de la pared deslizándose sus pies desnudos por sobre el piso, con el mismo ímpetu saltó como un atleta por encima del mueble que lo separaba de la cocina apoyando una mano en la superficie. Allí se encontraba ella asustada ante una llamarada que iluminaba toda la pared desde el quemador de la cocina hasta el techo y con un par de ollas desparramadas a sus pies. Akane con los cabellos erizados de pavor apenas cubierta por una bata abierta que le llegaba hasta las rodillas revelaba un cortísimo camisón de noche lila con una mona cinta formando una rosa en el centro del bonito escote, levantando con ambos brazos una botella dispuesta a arrojarla a las llamas.
Ranma no tuvo tiempo de siquiera advertirla. La sorprendió cogiéndola por detrás rodeándola con uno de sus fuertes brazos por la cintura atrayéndola hacia su cuerpo obligándola a retroceder y con la otra mano sostuvo en alto la botella deteniéndola justo a tiempo antes de que la hubiera arrojado.
— ¿Ranma? —Preguntó la chica en una mezcla de temor y sorpresa, así también como de frustración—, ¿qué haces?
—Idiota, ¡qué pensabas tú hacer con eso!
—Apagar el fuego —respondió impaciente.
— ¿Con aceite?
La pregunta de Ranma la hizo recapacitar y ambos bajaron los brazos sin dejar ninguno de los dos de aferrar con fuerza la botella de aceite en un extraño forcejeo, cuando Akane leyó la etiqueta una nerviosa risilla escapó de sus labios. Dejando de luchar Ranma la soltó y se movió hacia un rincón evitando las llamas en un gesto de cansancio como si aquello fuera parte de su rutina y cogiendo un pequeño extintor de los tres que siempre manejaba a mano en la cocina apagó el fuego. Al terminar de teñir media cocina de polvo blanco cogió el borde inferior de su sudadera estirándola envolviéndose así los dedos y evitar quemarse, y giró la perilla de la cocina cerrándola con fuerza. Todo el ambiente quedó impregnado de humo y gas.
— ¿Qué intentabas hacer? —Preguntó con rabia dejando en el piso el extintor y limpiándose el sudor de la frente—. ¿Akane? —Insistió bruscamente ante el silencio de la chica.
Ella se encogió de hombros, trató de sonreír pero su expresión fue penosa. Ranma maldijo hacia su interior, podía tratar con ella cuando se enfadaba pero no cuando parecía querer llorar y lamentó haber escogido tan mal su tono de voz. A pesar de su estupor la chica balbuceó una tímida respuesta.
—El… el de… —se pasó el puño por el rostro conteniendo las lágrimas de su orgullo herido—… el desayuno.
Ranma apretó los dientes. Akane estaba deprimida y eso lo hizo sentirse responsable a la vez que molesto porque consideraba que no era su culpa. Sin embargo no podía reclamarle eso ahora y trató de animarla buscando el tono más indiferente que podía permitirse en su agitación.
—Vamos, Akane, no es necesario que te amargues, no todos son buenos cocinando.
Akane ahogó un sollozo y Ranma se paralizó. Tratando de pensar en una solución que la calmara buscó otra estrategia, intentando ahora bromear con el tema pero sin poder evitar ser dominado por los nervios.
—Bu-Bu-Bueno, ya sabes, quizás debas aceptar que eres un poco torpe y no tienes talento para esto. ¡Oh, maldición!
Se dio en la frente con la palma cuando Akane volvió a gimotear con más fuerza inclinando el rostro y cogiendo con las manos empuñadas el borde de su corto camisón de noche.
—A-Akane, por favor, no llores. Mi-Mira, si quieres podemos pedir algo de comer que sea realmente bueno, no como lo que intentabas hacer y… ¡Ouch! —se quejó entre dientes apretando los ojos por adelantado deteniendo sus palabras sin que nadie lo hubiera interrumpido reconociendo su propia torpeza, cuando ella alzó el rostro y lo miró enfurecida.
— ¡Ranma, eres un tonto!
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Del otro lado de la delgada pared en el departamento continuo una pareja de ancianos compartía un rato de paz en la mañana. Él terminaba de colocar la última pieza de su modelo a escala de la Yamato, el famoso crucero acorazado japonés de la segunda guerra mundial, y la afable mujer leía tranquilamente una novela cuando el estruendo de una bofetada tan fuerte como el choque de un camión contra el edificio los hizo saltar. Algunas piezas del pequeño barco cayeron sobre la mesa y el viejo se quejó sonriendo algo nervioso conteniendo malamente su desazón ante su truncada obra.
—Parece que la señora Saotome intentó cocinar, querido —dijo la señora que a diferencia de su marido no se mostró siquiera alterada cambiando la página.
— ¿De nuevo? Esta va a ser la tercera vez en la semana —murmuró malhumorado recogiendo otra vez las piezas y tratando de enderezar la nave que se había desplazado de la base.
Entonces escucharon los gritos y las ofensas cruzadas. La señora sonrió enternecida.
— ¿No te parece maravilloso ser tan joven?
— ¡Jóvenes! —Repitió para dar un sonoro resoplido gruñendo.
—Vamos, vamos, querido, no te enfades, ¿acaso no recuerdas también nuestros primeros años? —La señora cerró los ojos y dejó el libro descansar sobre su pecho con el rostro encendido rememorando ahora en su vejez la belleza de los inicios del amor.
—Por supuesto, mujer, cómo olvidarlo —bramó el cascarrabias hablando sin pensar, cosa que si en cincuenta años no había aprendido a hacer sería muy difícil exigírselo ahora—, ¡por poco me intoxico ese primer año comiendo tus almuerzos en la oficina! —Rió maliciosamente como si se estuviera desquitando con su pobre mujer por la frustración del daño en su maqueta—; los huevos parecían de goma y el arroz era como masticar arena, ¡claro que lo recuerdo! ¿Y el aroma?, como a pescado muerto y carbonizado.
La novela rebotó en la nuca del viejo con tanta fuerza que su rostro se hundió en el centro del barco partiéndolo en dos, con las piezas pegadas a su rostro arrugado murmulló incoherencias, mas la escalofriante presencia de su mujer a sus espaldas lo instó a guardar silencio por el resto de la mañana.
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Caminando por la vereda a un costado de la carretera podía admirar el pacífico paisaje que producía la ciudad desde las alturas del cerro también urbanizado donde se encontraba unas cuadras más arriba el moderno pero pequeño edificio en el que vivían. El borde de la vereda lo delimitaba una baranda que como un balcón antecedía a una caída de varios metros aplanados y cubiertos con cemento. La calle se inclinaba ligeramente en descenso cuando se dirigía a la pequeña zona comercial de ese tranquilo distrito residencial. El viento un poco fresco para esa época del año le provocó un escalofrío, había salido únicamente con una de sus viejas camisas chinas que todavía guardaba por los recuerdos y también para fanfarronear ante Akane que todavía le quedaban a pesar de haber transcurrido poco más de un par de años desde que dejaron la escuela y ya no eran precisamente delgados adolescentes. No obstante, dado su cuerpo más fornido no la podía cerrar del todo bien, por lo que la usaba abierta sobre una camiseta blanca. Con las manos en los bolsillos del jeans oscuro y algo sucio, por la limpieza que le costó dejar en orden el departamento tras la fuerte discusión en que volaron varios muebles más que por el daño causado por el incendio, se quejó lánguidamente.
—Estúpida Akane —olfateó la manga de su camisa sintiéndola pasada al sudor de dos días—, a ella le tocaba lavar la ropa ayer.
Se detuvo de improviso mirando hacia el cielo con la misma inocencia infantil que durante años no lo había abandonado cada vez que se percataba de algo que lo avergonzaba.
— ¿O me tocaba a mí? —Contó rápidamente los días con los dedos—, ¡maldición!, sí me tocaba a mí —sonrió nervioso rascándose la cabeza agradecido de que Akane tampoco lo hubiera recordado o habrían alimentado con más leña la discusión que tuvieron esa mañana—. Bien, lo haré esta noche antes que se dé cuenta —se prometió con una astuta mirada que recordaba un poco a su padre Genma para luego mostrarse ofuscado cruzando los brazos sin dejar de hablar solo—. ¡Ah, pero por qué tenemos que compartir turnos si ella es la mujer!, ¿no debería encargarse sola de las tareas domésticas? —Se imaginó enfrentarla como un hombre fuerte y autoritario reclamándole aquello, pero luego recordó que se trataba de Akane y que mejor se guardaba sus protestas si no quería terminar durmiendo en el balcón como cuando aquella vez…
Las puertas de la florería se abrieron automáticamente. La tienda no era muy grande pero gozaba de buena visibilidad, tres de sus cuatro costados eran ventanales y en su interior se formaban varias hileras con repisas atestadas de fragantes flores. Tres dependientes la atendían a esas horas, un joven estudiante barría la entrada, una chica también de su edad preparaba un arreglo floral muy vistoso en el mesón al fondo de la tienda mientras que otro joven atendía la caja. La administradora, una señora de mediana edad a la que forzosamente conocía bastante bien por sus constantes visitas a ese negocio, no parecía encontrarse por el momento.
—Señor Saotome, bienvenido —dijo el joven con amabilidad reconociendo a un cliente habitual. Ranma miraba algo perdido no sabiendo exactamente qué llevar—, ¿le puedo recomendar alguno de aquí? —Dijo el muchacho indicando una repisa con varios pequeños ramos ya preparados. Él miró desconfiado.
—No, no, creo que de esos ya llevé la semana pasada —se pasó ambas manos por los costados de la cabeza desordenándose el cabello en un gesto de nerviosismo—, ¿y si mejor trato con bombones? —Su estómago gruñó recordándole que todavía no comía nada ese día y que con la excusa de comprar algo para el almuerzo se había escapado del departamento en no muy buenos términos con su joven esposa.
—Señor Saotome, que "agradable" encuentro.
Ranma dio un respingo cuando notó que alguien más le hablaba a sus espaldas. Era uno de los residentes del edificio donde vivía.
—Señor No… Nod…
—Es Noda, ¿cuándo lo va a recordar?
— ¡Eso, Noda! —Golpeó las manos como si él se hubiera acordado primero del apellido de su anciano vecino que vivía en el departamento continuo al suyo—. Lo siento —se disculpó algo nervioso por su distracción. Todavía no se acostumbraba a ese trato formal que había entre los adultos y de ser tratado como un igual por personas notoriamente mayores sólo por el hecho de haberse casado, además de su mala memoria para reconocer a las personas que lo rodeaban ya que le era mucho más sencillo recordar a quienes lo desafiaban a un duelo que a quienes lo saludaban en la calle.
El señor Noda era un anciano de alrededor de sesenta y algo años muy bien conservados, de piel enjuta y cuerpo largo ligeramente encorvado por el peso de la experiencia, cabello blanco y bien recortado con la frescura de la colonia recién impregnada cada vez que se le veía. Las manos largas y huesudas se movían con la destreza de un recientemente retirado burócrata del ministerio, cargo que siempre recordaba con orgullo, amante de su nación y todo lo que representaba, especialmente habiendo sido testigo y partícipe de la reconstrucción que por años le costó a su país volver a levantarse y convertirse en la potencia que ahora era tras la guerra de la que los jóvenes ahora apenas hacían memoria muy para su pesar. Se ajustaba los anteojos en un gesto casi nervioso cada vez que hablaba y apretaba con fuerza el periódico bajo el brazo sin dejar de sonreír mostrando los dientes grandes y perfectos.
—No se preocupe, comprendo que los jóvenes de hoy no piensen mucho en las cosas especialmente en este mundo tan lamentablemente rápido. ¿Está buscando algo para su joven esposa?
— ¡No!, Ah… Eh… digo… pues sí, algo así creo —dejó caer los hombros resignado.
—Deduzco que tuvieron otra discusión.
— ¿Cómo lo sabe?
—Todo el edificio debió enterarse, se lo aseguro —sonrió sintiéndose vengado de sus molestias de la mañana por el sonrojo del joven.
—Lo siento, no ha sido nuestra intención.
—Calma, calma, muchacho, ¿quién no ha tenido una discusión marital antes?
—Aunque nadie tantas como nosotros —se lamentó cabizbajo.
—Si supiera, Saotome, si supiera... es el típico error de los jóvenes que idealizan el amor sin saber cómo funciona en la realidad. ¿Discusiones?, son más habituales en la vida de casado que el arroz de cada comida. Pero bueno, usted recién comienza, ¡ya verá por sí mismo! Oh, ¿piensa comprar uno de esos?
— ¿Este ramo? No, bueno, quizás.
—No se lo recomiendo. ¿Ve ese precio tan bajo?, dice que están en oferta.
— ¿Y?
— ¿Y? Todo se sabe, Saotome, especialmente entre mujeres. ¿Puedo recomendarle algo mejor?
Ranma se sintió motivado por la sabiduría que representaba aquel anciano, muy distinto a la decena de timadores que había conocido en su vida. ¿Y si de verdad tenía alguna receta mágica que le permitiera arreglar su asunto con Akane? No quería pasar otra semana enemistado con ella como le pasaba cada vez que discutían ni volver a dormir en el frío comedor cogido de una almohada aguantando las ganas que jamás confesaría por abrazarla por culpa de su necio orgullo.
—Escucho.
Noda lo llevó del brazo hacia el mesón, allí dio rápidas órdenes al joven dependiente que los atendía como si fuera uno de sus viejos empleados. Tan confundido se encontraba el muchacho al tratar de obedecer las rápidas instrucciones del anciano que la chica que antes preparaba el ramo del otro extremo del mueble y habiendo acabado ya su trabajo lo reemplazó de inmediato enviándolo a atender la caja. La jovencita notoriamente una estudiante trabajando de medio tiempo era mucho más hábil y certera con las órdenes del viejo hombre mientras arreglaba las flores sobre el mesón. Al final compuso un maravilloso arreglo florar de esplendorosas rosas y ramilletes de ilusiones que los sorprendió a todos.
—Increíble —murmuró Ranma.
—Con algo como esto agasajamos al honorable emperador y a su hija la princesa cuando tuvimos el honor de recibirlos en nuestro distrito por la década de los setenta.
El joven hurgó los bolsillos y preocupado sacó la billetera.
—Debe costar una fortuna —se lamentó ahora volviendo a la realidad percatándose de que si bien dinero no le faltaba ya tenía planes para éste.
—Pero no tanto como la felicidad de la señora Saotome, ¿o me equivoco?
—Bueno, sí, pero… —Ranma pensó en su deseo de comprar una televisión ya que todavía no tenían ninguna y era algo bastante costoso para una pareja pobre como ellos, por lo que había estado ahorrando en secreto durante los últimos dos meses, invirtiendo en más horas extras en el trabajo cubriendo más de esas dolorosas clases. Pero al final recordó la sonrisa de Akane arrancándole con suspiro todas las dudas del corazón—. ¡Qué diablos!, me lo llevo.
—Muy buena decisión. Recuerde siempre que a una mujer no le interesa el precio de un regalo.
Ranma lo miró con la cara desfigurada cuando ya sacaba un fajo de billetes que celosamente había ocultado siempre en la billetera para que Akane no los descubriera, ¿y ahora le decía esto? ¿Entonces para qué el gran gasto en el arreglo de flores digno de un emperador? Pero antes de que pudiera arrepentirse la chica que los atendía le arrebató los billetes de los dedos con una sonrisa amable confundiéndolo todavía más.
—Espere, pero…
—Pero a una dama sí le preocupa la importancia que ella pueda tener en la vida de un hombre. Tener millones de yenes y regalar un ramo como éste no tiene el mismo significado que si un pobre joven recién casado se lo regala a su mujer haciendo un gran sacrificio. Señor Saotome, recuérdelo siempre, "prioridades", esa es la palabra que más agrada a una mujer especialmente si esas prioridades atentan contra toda lógica masculina.
El señor Noda se retiró con una amable reverencia y con otro ramo de flores en la mano, el que anterior al de Ranma habían preparado para él.
—Prioridades, ¿eh? —Meditó Ranma profundamente.
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Akane abrazó el ramo con tanta fuerza que los pétalos saltaron por toda la pequeña sala.
—Ranma, ¡están preciosas!
El joven se hinchó de orgullo, cruzando los brazos y esbozando una arrogante media sonrisa.
—Sabía que te gustarían.
—Oh, Ranma, pero debieron costarte una fortuna, no tenemos dinero ahora para estos gastos —protestó con tanta debilidad que era obvia la dicha que la invadía, cuando recordó algo importante—. ¿Y la comida?
— ¿Qué comida?
— ¿No compraste el almuerzo, que no habías salido justamente a eso?
La mirada incisiva de Akane lo hizo temer lo peor.
—Tal vez… —respondió dubitativo intentando alargar las palabras y así ganar un poco de tiempo.
— ¿Tal vez?, ¿de verdad te olvidaste de traer algo?
—Pues eso parece —sonrió intentando mostrarse inocente.
—Así que te has olvidado por completo de comprar algo para comer por traerme un ramo de flores.
—Sí, sí, Akane, lo siento, yo…
Pero Akane no se mostró molesta, sino que abrazando con más fuerza el ramo cerró los ojos y agregó en un tierno susurro que el joven en su temor no percibió.
—Así que Ranma Saotome olvidó comprar "comida" por un ramo de flores… para a mí.
Ranma esperaba el estallido de Akane en cualquier momento.
—Ranma, ¡eres un tonto!
Y en lugar de golpearlo ella dejó caer el ramo sobre la mesa y saltó a sus brazos empujándolo, cayendo ambos sobre el sofá. Antes de permitirle responder ella lo besó con torpeza.
—Espera, uhm..., espera, Akane —Ranma la obligó a separarse un poco levantándola por los hombros—, ¿no estás molesta de que se me haya olvidado…? —Ella no lo dejó terminar dándole otro beso que asfixió sus protestas—… No… uhmm… ¡Tiempo! —Respiró agitado tratando de recobrar el aliento—, ¿en realidad no estás enfadada?
— ¿Debería? —Akane preguntó con una sonrisa traviesa levantando una ceja.
—Eh… no, creo que no.
Ella se rió de la cara de confusión de Ranma y lo volvió a besar, pero esta vez él no la detuvo sino que esperándola se dejó llevar por el encantador momento hasta que un ruido profundo los separó. Ambos se miraron cuando el ruido volvió a repetirse. Era el estómago de Ranma rugiendo como un tigre hambriento. El joven se sonrojó apenado por el mal momento evitándola girando el rostro con orgullo al sentirse avergonzado, pero Akane lo volvió a sorprender levantándose de un enérgico salto.
— ¿Akane?
— ¡La hora que es, debes estar hambriento! No te preocupes, prepararé algo enseguida.
Ella corrió hacia la cocina tarareando alegremente cuando él la detuvo con una inadecuada pregunta para nada amable.
— ¿Vas a intentar cocinar de nuevo?
—Sí… —respondió ella dubitativa en un tono gélido esperando que él volviera a arruinar el momento. Hubo silencio entre ambos cuando Ranma antes de decir alguna idiotez se quedó mirando las flores que quedaron sobre la pequeña mesa de centro.
—Ah… bueno, ¡pues eso es genial, ya que estoy que muero de hambre! —Sonrió forzosamente muy nervioso—, no tardes mucho, ¿quieres?
—No lo haré —Akane sonrió encantada recobrando al instante todo el entusiasmo inicial y rodeó el mueble que la separaba de la cocina comenzando a desordenarla, sacando todo lo que encontraba tanto de utensilios como ingredientes del refrigerador y de los estantes que colgaban de la pared del fondo.
—Pero ten cuidado —"suplicó" cariñosamente el joven Saotome en un intento desesperado por salvar su vida.
—Lo tendré, deja de preocuparte —le respondió su joven esposa sacándole la lengua en un tono fingidamente molesto volviendo a tararear llena de felicidad. Ranma giró en el sofá sentándose derecho dándole la espalda a Akane apoyando las manos sobre las rodillas y muy pálido. Escuchó entonces un par de frascos caer al piso, a la chica quejarse por ello pero seguir al instante cantando y cocinando entre golpes de cuchillo sobre la mesa y expresiones de sorpresa por alguna nueva torpeza que al joven le provocaban a escalofríos.
Ranma se cogió el vientre con la mano sintiendo de antemano el dolor que le esperaba y pensativo murmuró para sí dejando escapar un lamentable suspiro.
— ¿En qué me metí ahora?
Giró apoyando un brazo en el respaldo del sillón y levantó la cabeza para observarla cocinar, justo cuando un cuchillo resbaló de las manos de Akane clavándose en la pared ante una expresión de "¡ups!" que a ella se le escapó llevándose confundida un dedo a los labios. Ranma se rió de la ineptitud de su joven esposa provocándole un infantil reclamo que le causó más gracia todavía y también de sí mismo al reconocer que su prioridad siempre había sido ella, aún sobre el riesgo de su propia vida.
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"Prioridades" fin.
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Notas del autor: Agradezco a todos los que le hayan dado una oportunidad a esta corta historia sin mayores ambiciones más que la de divertirlos un rato con un momento agradable. La idea se me ocurrió durante el trabajo de Ragnarok/Idavollr que ahora consume casi todo mi tiempo. Al concentrarme en una obra tan densa que tiende a confundirme a mí mismo, entre investigación y trazado de ideas, correcciones sobre correcciones, pues que en momentos siento bloqueos en los que utilizo mi tiempo para ejercitar un poco de escritura automática. Así expresando las ideas que continuamente me rondan es que cree este conjunto de escenas y pensando se me ocurrió que serían dignas de ser compartidas con ustedes. Tras la primera revisión la codicia volvió a dominarme y quise darle un nuevo aire, desafiar mis continuas debilidades en la narrativa como lo son la poca capacidad de síntesis que poseo y la ampulosidad de mis párrafos, y también tratar de escribir algo que no sea acción, aventura ni mucho menos fantasía. Inspirado quizás en la manera en que Hayao Miyazaki puede crear mundos en tan sólo los primeros cinco minutos de sus películas, así también intenté darle forma a un mundo en muy pocas páginas que pudiera expresar su propio "sentimiento" más allá de la participación de los personajes (que debían ser por fuerza muy pocos). ¿Lo habré conseguido? Sinceramente lo dudo, menos en mi primer intento, más me ha gustado la experiencia y el ambiente en que se han movido Ranma y Akane para esta historia, ha sido refrescante. Una trama sin preocupaciones mayores, sin grandes conflictos ni tribulaciones, simplemente el vivir lejos de todos los problemas, un escape de la realidad y sus angustias. Un "corto secuestro", como una fuerza superior e irreal que nos arrancara de este mundo por un momento dándonos felicidad. Bien, no esperen nuevas entregas de esta historia por lo pronto, aunque la dejaré abierta ya que posee un muy buen pie para seguir escribiendo escenas de este mundo que ya comienzo a vislumbrar lleno de personajes amenos y situaciones cotidianas que más de alguno sentirá familiar. Un rincón para ocultarme de todo lo demás cada vez que necesite hacerlo.
Sin más querer molestarlos con tanta palabrería os agradezco otra vez y sinceramente tanto apoyo que siempre me han brindado en todas mis fantasías, porque por ustedes es que estas historias pueden cobrar auténtica vida. Recuerden pasarse por el foro de Fantasy Fics Estudios ("Universo Crónicas de Asgard", aquí en los foros de fanfiction) si poseen alguna duda que estaré encantado de responderlas todas (menos adelantos de las historias, esas están cerradas bajo siete llaves), además de compartir con los chicos de FFE.
De ustedes por siempre,
Noham.-
