—¿Podrías tocar esta pieza conmigo, padre? —La petición de su hijo le trajo a la memoria un recuerdo olvidado y que si bien era dulce no quería evocarlo.

—Yo... yo no pienso... —Intentó negarse, mantener su distancia. A sabiendas de que Nathalie se encontraba a su lado, observando la escena expectante de lo que haría, en silencio.

Después de todo, ella sabía por qué no deseaba tocar.

—Por favor, padre. Si no puedo ir al concierto de mis amigos, al menos, concédeme esto.

No pudo evitarlo.

Se levantó del sillón para tomar el lugar que su querida esposa tomaba cuando tocaban el piano. Sintiendo un doloroso peso asentarse en la boca de su estómago.

Los Agreste somos solistas, no un miembro más en un grupo. Sus propias palabras retumbaron en su mente, aquellas que su padre le había dicho cuando niño y que considero su regla máxima que irremediablemente rompió cuando se enamoró de Emilie.

Después vino Adrien al mundo, a quien le tocaba pequeñas y dulces melodías cuando era un bebé y a quien sentaba en sus piernas, dejándolo tocar las teclas blancas y negras, aunque el sonido le resultara desagradable.

Seguramente Adrien no recordaba nada de eso.

Una corriente eléctrica recorrió su columna, ¿cuántos sentimientos podemos tener enterrados en lo más profundo de nuestra mente?

Un recuerdo puede ser terriblemente poderoso. Lo reafirmó en ese momento, en el que las notas musicales flotaban en el aire mientras el fantasma de la fragancia de Emilie se colaba por su nariz. Sin duda, el cerebro en un músculo poderoso.

De un momento a otro sintió que la juventud lo golpeaba de lleno, con el recuerdo de esas citas hermosas en las que podían pasar el tiempo tocando cuanta melodía cruzaba por su mente. Importando poco si concluían las piezas musicales o no, ya que no podían evitar reír juntos dada la euforia que les provocaba compartir ese momento.

Tantos sentimientos escondidos en un instrumento que había aprendido a tocar en solitario. Tantos recuerdos provocados por ese instrumento que se juró no tocar hasta que logrará ver de nueva cuenta la sonrisa de su esposa.

Pero ahí estaba, rompiendo de nueva cuenta una regla. Con su hijo.

Por que Adrien tenía razón. La música estaba hecha para compartirla con otros.

Amar siempre ha sido un arma de doble filo, lo sabía. Ya que ese amor te puede dar fuerzas inconmensurables y al mismo tiempo destruirte en tan sólo un momento.

Como él lo estaba, con ese vació que carcomía su alma y que cada día intentaba llenar con la obtención del poder absoluto. ¿Cuántas reglas podemos romper por aquellas personas que amamos? ¿Qué tan débiles podemos ser a causa de ellos?

Aquella era una bifurcación que esporádicamente atravesaba su mente pero que era incapaz de ignorar cuando se hacía presente. La melodía concluyo y tuvo que aceptar la situación.

—Puedes ir al concierto de tus ¨amigos¨ si eso es lo que quieres —Se sentía derrotado en ese momento, por no poder ser lo suficientemente firme como para mantener las decisiones tomadas.

—¡Gracias, padre! —No pudo evitar abrir los ojos dada la sorpresa provocada por el abrazo de su heredero, sintiendo la calidez llenar su cuerpo entremezclado con el vacío.

Adrien se fue, acompañado de Nathalie por su petición. Dejando que acariciara con melancolía las teclas blancas con un marcado temblor en su mano derecha, tensándolo.

Sin duda alguna, amar se resume en dejar de lado tus propios deseos por los del otro, sin importar lo banales o imprescindibles que estos sean.


Gracias por leer, votar y comentar.

Ustedes céntrense en Luka, yo estoy enamorado de esta escena padre e hijo.

También en Plagg cantando, es hermoso. xD

Pero bueno, eso no significa que no escriba sobre luka. Prometí escribir de él cuando por fin lo conociéramos así que... en estos días tendremos algún(os) oneshots al respecto.