Holis a todos, bueno, este es un dic principalmente SQ, aunque también tiene otros ships, como Snow y Charming...Rumbelle, etc. Es mi primer fic, intentaré actualizar con frecuencia, aunque no prometo nada. Es un fic largo. No seais muy duros!, las críticas son bienvenidas con los brazos abiertos. Perdón las faltas, escribo con el móvil...

PD: ¿Podéis seguirnos a un grupo de amigas y a mi en twitter?, AngryEvilRegals.

PD2: Se me olvidaba, está situado cuando la maldición de Pan, cuando Emma y Henry se van a Ny y los demás al bosque encantado... Pero Emma de repente es escritora xD


Érase una vez. Prólogo.

El cursor parpadeaba en el documento en blanco. Sus dedos acariciaban todas y cada una de las teclas del portátil, buscando alguna idea. Nada.

Soltó un bufido, eran las cuatro de la mañana y tenía dos días para entregarle el borrador a Kristen, genial. Con la botella de Vodka en la mano, (A veces su mente funcionaba mejor con un poco de alcohol) apoyó su cuerpo sobre la repisa de la ventana, dejando que la brisa nocturna acariciarse sus mejillas, manteniendo sus ojos cerrados. Entonces, sus musas parecieron alinearse de una vez por todas.

En su mente se imaginó a una mujer cuyo nombre aún desconocía, una mujer que no era feliz, una mujer que estaba atrapada en...¿Un castillo?

Vaya tontería, pensó.

Eso era demasiado típico de los cuentos de hadas y dragones y todo eso.

Se llevó la botella a los labios y dejó que el líquido ardiente corriese por su garganta. Volvió a cerrar los ojos, la mujer volvió a aparecer. Pero esta vez no estaba atrapada, sino quera la reina. Sonreía de una manera casi...¿Malévola?

Pero no era mala. Todo el mundo creía que...¿Regina?, (sí, ese nombre le gustaba) era el diablo en carne y hueso, pero ella sabía que tras su negro corazón había uno más brillante.
Pero había algo, o alguien que la había convertido en lo que era. ¿La muerte de un ser querido? Y ella quería venganza.

Regina era la reina malvada de los cuentos de hadas. Y quería que los culpables de su cambio pagasen lo que habían hecho, arrebatándoles a todos sus finales felices. Y por eso, los había traído a nuestro mundo.

Sonrió a la noche, y a la botella y volvió a sentarse frente al portátil. Una vez allí escribió una historia. Una historia sobre princesas, hadas madrinas, sobre finales felices, y lo más importante, una Reina Malvada, rota por dentro. Escribió sobre ella, sobre como sus cabellos negros caían sobre su vestido de seda y diamantes, sobre como mataba a su padre, sobre su a pesar de todo, alma pura. Regina...Mills.

Sus dedos abandonaron las teclas y se posaron sobre aquel nombre, su nueva protagonista.

Pensó en que cuando los trajo, lo había hecho a un lugar a las a fueras de Boston. ¿StoryBrooke? Sí, eso era. Y todos habían olvidado quien eran.

Hasta ahora la historia tenía su principio y su nudo, pero, ¿Y el desenlace? Toda historia necesitaba un héroe.

Otra vez en blanco.

Decidió centrarse en otra cosa, ya encontraría su héroe.

«En StoryBrooke el reloj había dejado de funcionar. El tiempo se había detenido.»

Y alguien debía romper esa maldición.

«Regina se miró al espejo. Había funcionado. Había ganado. Todos habían pagado por lo que habían hecho, y ahora ella controlaba sus vidas como si fuesen marionetas. Estaba radiante aquella mañana.»

Sus dedos tecleaban con extrema velocidad todas y cada una de las palabras que se reproducían en su mente, describiendo a los personajes a los que ella daba vida. En su mente había un hombre que arreglaba un cartel roto, un hombre algo entrado en años que cruzaba la carrera y se dirigía a su pequeña tienda. Él era el dueño de la ciudad; Había también una maestra de colegio, al contrario de Regina, ella no era feliz con el nuevo cambio, ella era...¿Blancanieves? Y le habían arrebatado su final feliz, a su príncipe, y a su..
—¿Mamá?—Una voz pueril interrumpió su escritura. Sus dedos se detuvieron en seco y miraron al culpable de ello con el ceño fruncido, acto seguido sonrió.

Henry...¿Te he despertado?—Dijo mientras entrecerraba la tapa del ordenador y gateaba hacia donde estaba su hijo.

Este negó con la cabeza. —No, solo iba al baño. ¿Estás escribiendo?

Emma asintió. —Ahá. Nunca sabe una cuando van a llegar las musas.
—Vas atrasada otra vez, ¿Verdad?—Dedujo. Ella no lo negó mientras cogía al niño en brazos y caminaba con él hacia su habitación. Menos mal que mañana era sábado.
—¿Y sobre qué escribías?—Le preguntó una vez en la cama.
—Pues...—Empezó, y caviló. —Érase una vez...


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