Los sentimientos y emociones, fácilmente, se habían apagado como si fuera un interruptor de luz. Fue un reflejo que activo su cerebro por lo que recordó haber hecho. Había reprimido todas sus emociones, como si no tuviera el derecho de jamás sentir, nuevamente. Ray no podía sentir, no podía identificar ni expresar sus emociones.
Ya no.
Con Zack, la luz comenzaba a parpadear débilmente como si ansiara prenderse. Su expresividad era de algún modo contagiosa.
—Sonríe—pidió el asesino—. Por favor... sonríe
Ella sabía lo que era una sonrisa, era un gesto de alegría, felicidad o placer que se hace curvando la boca hacia arriba como si se fuese a reír, pero levemente y sin emitir ningún sonido. Ella lo hizo, pero él vio detrás de ella.
—¡Apesta!—exclamó— . Tus ojos están muertos.
Ella no pudo rebatir, por más que lo intentara, no sentía nada, nada la conmovía. Ya nada sentía.
—Eres aburrida.
Quería que Zack acabe finalmente con su vida. Por el pecado que cometió.
—¿Porque estas poniendo esa cara? Él notaba arrugas en su frente, sus labios fruncidos, veía preocupación.
¿Qué cara? Se preguntó en el interior, porque ella misma no se reconocía.
Sin embargo algo debía estar pasando con ella cuando vio la sangre que emanaba Zack, al estar herido por su propia mano y guadaña. Algo raro sentía, pero no podía describir su alma.
No podía describir nada de lo que sentía. Por más que lo intentara, no podía. Todo sus sentimientos habían muerto, solo faltaba su cuerpo.
—He venido a matarte—dictaminó el asesino. Escapando de la cárcel e interrumpiendo en la habitación de Ray—. Sonríe.
Ella lo hizo, el interruptor se había prendido completamente, las lágrimas se derramaron en sus mejillas. No de tristeza, lo sentía, era felicidad.
Por verlo de nuevo, por ser deseada. Su corazón comenzó a latir rápido.
—Por favor, deja de llorar y ¡sonríe!
Y ella así lo hizo, fue verdadera, fue natural. Zack había hecho que vuelva a sentir.
