Atsushi Sasaki tenía 23 años, estudiaba psicología en una universidad medio decente en Italia, desafiando los deseos de su madre por heredar su gusto por el modelaje, tenía dos hermanos menores y un hermano mayor, siendo la única mujer entre ellos, tenía un círculo de amigos más o menos extenso y podía decirse que su vida y ella misma eran la definición de "normal". Tenía a sus mejores amigas Nadia Ambrosetti, a quien conoció tras mudarse a Italia, y Higashihara Kaori, quien la siguió desde Japón para volverse diseñadora de interiores, lo que dicho sea de paso se le daba muy bien. Se llevaba bien con sus profesores, sus notas no eran sobresalientes pero tampoco estaban por el piso, siempre iba bien arreglada y pulcra, sus padres eran gente normal, no tenía antecedentes penales, empezó a beber luego de los veinte años...

Una chica ejemplar.

Asistía a todas sus clases sin falta con una que otra inasistencia debido a problemas de salud, su comportamiento era impecable, nunca le hablaba mal a sus profesores y era amable con sus compañeros, con el personal de la universidad y con todos en general. Tenía un trabajo de mesera en un restaurante que pagaba bastante bien y con esa buena mensualidad podía ayudar con el alquiler del bonito pent-house que compartía con Kaori. Salía los fines de semana con sus amigos a tomar algo o a un club, todo siempre siendo cuidadosa y sin excederse.

En resumen, una muchachita muy controlada y normal, común entre todos.

Quién diría que esta muchacha terminaría envuelta con la mafia, y no sólo eso: ¡Con la familia más poderosa de ella!


El día empezó como cualquier otro, Kaori sonriendo venenosa al amargado señor de enfrente, simplemente odiándolo con sus regordetes cachetes y oscura barba grasosa. Sasaki no estaba muy segura de por qué exactamente lo odiaba tanto, pero sí sabía que era mutuo y que no parecía querer desaparecer pronto. En lo personal, a Sasaki si le caía bien el señor: no hablaban mucho, pero las veces que lo hacían demostraba ser alguien cortés y considerado. Por alguna razón a Kaori no le parecía así en lo absoluto y se dedicaba a llenar de odio sus miradas hacia el pobre hombre, cosa que Sasaki decidía ignorar, acostumbrada a la desconfianza de Kaori.

Como fuera, ambos se odiaban a muerte pero Sasaki ya había parado de prestarle atención tras los primeros seis meses. Luego de estar en medio de miradas sucias y comentarios bastante pasivo-agresivos, se había hecho a la idea de que ellos no iban a llevarse bien en ningún futuro cercano, y dejó de guardar esperanzas para una relación cordial entre su vecino y amiga.

Kaori la acompañó hasta su clase de Evaluación de Personalidad II, tras lo cual se despidió con una sonrisa y marchó a su clase de Historia del Arte con su café en la mano y el cabello enmarañado. Entró a la clase tranquilamente, mirando de reojo al profesor, Epifanio Gargano, que apenas estaba estableciendo sus cosas en el escritorio con una sonrisa.

Era gracioso, pero Sasaki tenía el levísimo presentimiento de que aquel profesor era alguien no tan bueno como quería hacer ver con su ayuda extra y cursos gratis. Todos sus compañeros parecían tener el mismo presentimiento, pues siempre declinaban las ofertas del profesor y sonreían tensos ante la más mínima cercanía, aún cuando el resto del personal y alumnado estaban en completa comodidad y confianza con él. Sasaki recordaba en particular una ocasión en la que una compañera suya, Agata, había sido llamada por el profesor y regresó temblando y casi llorando. Sin embargo, se abstuvo de hacer comentarios al respecto y permaneció inusualmente callada por unos tres días.

La clase inició sin imprevistos y terminó de igual manera, lo único extraño siendo el profesor en sí, aunque Sasaki no se quejaba mucho, pues era bueno en su área. Tan bueno, que Sasaki estaba bastante segura de qué era lo que pasaba con él tras haber estudiado sus hábitos y actitudes, dentro y fuera del aula. Se guardó su hipótesis de todas maneras y continuó su día normalmente, hablando entre clases con Nadia, quien estudiaba Administración de Empresas.

—Entonces no vas a ir a la fiesta —Nadia frunció el ceño, mirando a Sasaki de reojo. Ambas se encontraron en un café relativamente cerca de sus universidades y estaban tomando té mientras discutían de la fiesta que se llevaría a cabo en la facultad de administración en la universidad de Nadia. Sasaki no era mucho de salir realmente, así que no era una sorpresa el que decidiera no ir. Nadia suspiró, mirando de reojo la ventana: sabía que Sasaki se sentía decaída últimamente, pero no era como si pudiera hacer mucho por ayudar cuando ella tampoco cooperaba. En opinión de Nadia, lo que le faltaba a la muchacha eran más amistades, y por más que Kaori quisiera negarlo sabía que era cierto. Sasaki no tenía más amigas que ellas dos, y no era porque le cayera mal a la gente, ¡Todo lo contrario! Pero Sasaki era un hueso duro de roer, y para acercarte a ella debías estar armado de paciencia y determinación. No lo sabría Nadia, con los sólidos dos años que tardó en hacer que se abriera completamente a ella.

Nadia era consciente de que Sasaki apreciaba el esfuerzo de las personas por acercarse a ella y entablar amistad, pero aún así prefería mantenerse alejada y siendo distantemente amable con todos, conformándose con sus únicas dos amigas, a quienes ponía sobre todo lo demás, cosa que Nadia hasta el sol de hoy no podía entender. ¡Mientras más amigos tuvieran era mejor! ¿Qué tenía de malo ser sociable? Claro, en la profesión que Nadia seguía nadie era tu amigo, pero no era como si no lo supiera ya. En cambio con Sasaki era diferente. Aunque su carrera no era la más amistosa -ni mentalmente sana- había buenas personas tomando esas clases y no eran tan malos como para evitar cualquier tipo de interacción con ellos. Nadia suspiró.

—Estás pensando en mis capacidades sociales otra vez —Sasaki sonrió. Nadia gruñó, cruzándose de brazos.

Alzó las cejas hacia Sasaki.

—¿Por qué lo haces? —cuestionó. Sasaki ladeó la cabeza, mirándola con curiosidad—. Podrías tener miles de amigos que te querrían, como Kaori y yo. No tendrías que estar sola.

Sasaki sorbió su bebida con tranquilidad, ocultando su sonrisa tras el vaso.

—No es que me haga falta la compañía —murmuró, echando un vistazo sobre su hombro. Nadia frunció el entrecejo, confundida. Sasaki suspiró con disimulo—. Últimamente nunca estoy sola.

Nadia abrió los ojos, y estaba por preguntar a qué se refería cuando dos hombres en traje se les acercaron con sonrisas corteses. Nadia se levantó cuando uno de ellos extendió la mano hacia Sasaki, que la imitó mil y una veces más calmada.

Sasaki sonrió, esperando a la introducción del hombre frente a ella.

—¿Señorita Atsushi? Me llamo Trabatto Alejandro, trabajo para la compañía de Vongola y mi jefe, Sawada Tsunayoshi está interesado en su tesis del comportamiento humano con especialidad en la depresión —Sasaki estrechó su mano, tratando de ignorar la mirada incrédula de Nadia. Sus estudios la guiaban desde el momento en que empezó las clases, y gracias a ello pudo determinar que aunque el hombre no mentía, había algo que no estaba diciendo. Por otro lado, como que tenía curiosidad de saber exactamente qué había visto el actual rector de Vongola en su tesis que fuera tan interesante como para enviar a alguien por ella.

El otro hombre, algo más recatado, se acercó un poco y habló en voz baja, pero firme.

—El jefe quisiera discutir su tesis con usted, así que si nos permite, la llevaremos a la empresa, en donde será recibida por el jefe en su oficina privada —agregó. Nadia estaba moviendo las manos, atónita, cuando Sasaki asintió tranquila, accediendo a retirarse junto a los hombres. Nadia la miró con la boca abierta, pero Sasaki solo sonrió hacia ella.

—Está bien, Nadia. Dile a Kaori que llegaré tarde a casa.

Nada de lo que estaba sucediendo realmente tomó por sorpresa a Sasaki. Tenía ya unos días sintiéndose vigilada, y había visto sombras altas en una esquina o dos, además de que había un auto extraño siempre parado fuera de la universidad a su hora de salida. Viendo a los hombres que la llevaban con Vongola se daba cuenta de que no tenían malas intenciones, pero que había algo grande que ocultaban. Había visto muchas personas así en la calle, que llevaban los hombros hacia arriba, como tratando de soportar una carga pesada, y se había acostumbrado rápido a las tensiones entre los italianos ante cualquier cosa, por lo que ya no le prestaba tanta atención como en un principio, cuando estaba recién mudada de Japón.

La expresión de Alejandro decía bastante sobre sí mismo. El cómo sus labios siempre tenían una curvatura aunque no estuviera hablando indicaba que era un persona calmada y con temperamento dócil, pero la forma en que sus manos apretaban el volante con firmeza y la manera en que sus ojos se movían rápido de un lado a otro también hablaban sobre determinación y fuerza. El otro hombre –que por cierto aún no se presentaba-, en cambio, tenía una arruguita en su frente que irradiaba estrés y preocupaciones y los hombros siempre tensos, lo que demostraba su incomodidad con respecto a la situación, y la manera en que cada tanto movía la pierna indicaba que era una persona impaciente.

Si, las clases de psicología servían para algo. Y no, Kaori, no era porque era una chismosa y quería saber lo que pudiera de las vidas de otros. Lo hacía por vocación.

Y por vocación fue que casi la mataron cuando se bajó de la limusina. A Alejandro como que le había olvidado mencionar que no iban precisamente a la empresa sino más bien a la mansión Vongola. Apenas Alejandro abrió la puerta de Sasaki y puso un pie en el piso, una granada cayó muy peligrosamente cerca de sus pies y lo único que pudo hacer fue abrir los ojos y parpadear repetidas veces hacia la granada antes de ser cargada al estilo princesa por un hombre de cabellos blancos que hablaba exageradamente fuerte y llevada hacia dentro de una lujosa oficina, desde donde escuchó la fuerte detonación de la granada y un grito exasperado. Las noticias no hablaban de ese tipo de cosas sucediendo en las Empresas de Vongola, se sentía defraudada por los medios. Casi rueda los ojos. Siendo estudiante de psicología sabía que la mayoría de las cosas que se decían en las noticias eran verdades a medias, mentiras completas, o simplemente honestas y con el propósito de informar sabiamente a las personas.

Ah, como amaba su carrera.

Sasaki parpadeó nuevamente, mirando al hombre castaño frente a ella. Ah, Sawada Tsunayoshi, el actual director de las Empresas Vongola, llevaba una sonrisa calmada en sus labios, y su posición imponía autoridad pero de una forma extraña. Era como si quisiera hacerle ver que no era de andarse con juegos pero sin calidad de amenaza. Sasaki ojeó al hombre de cabellos plateados junto a él (Gokudera Hayato, si no se equivocaba, buen pianista, vicepresidente de Vongola, según tenia entendido), al igual que al de fedora en la ventana. Nop, para nada amenazador.

Tsunayoshi se levantó y le extendió la mano mientras le hablaba al que la trajo cargada, a quien Sasaki había visto en las noticias de vez en cuando en alguna entrevista y que era conocido como Sasagawa Ryohei, aspirante a boxeador en su juventud, medico graduado con honores y servidor de Vongola en calidad especial.

Estrechó su mano.

—Un gusto por fin conocerla, Atsushi-san —empezó Tsunayoshi. Sasaki sonrió con cordialidad, apretando firmemente su mano, solo para hacerle ver que ella tampoco andaba para juegos. Él pareció entender enseguida, pues su mirada brilló y se acomodó el traje con presteza tras soltar su mano. Gokudera alzó la ceja ante el intercambio, pero no comentó al respecto.

Sasaki suspiró por la nariz lo más disimuladamente posible.

—Ah, el placer es todo mío, Sawada-san —miró de reojo a la ventana, en donde pasó corriendo un chico de unos dieciséis años siendo perseguido por una mujer de cabellos azules y rostro enfurecido. Lambo Bovino, aparentemente en fuga de una iracunda mujer desconocida, ese sería un buen titulo del periódico. Sasaki devolvió la mirada hacia Tsunayoshi, que la registraba de arriba abajo, sin duda tratando de deducir qué tanto sabía sobre ellos. En lo personal, Sasaki no conocía mucho ni al personal ni a la empresa en sí, pues nunca le habían llamado mucho la atención, pero eso él no lo sabía. Ni tenía porqué saberlo—. Tengo entendido que ha leído mi tesis y que quiere discutir conmigo sobre ella.

Tsunayoshi asintió, instándola a sentarse.

—Así es, Atsushi-san. ¿Le molestaría que iniciáramos ahora?

—Adelante, Sawada-san.


Sasaki salió de la mansión sintiéndose bien confundida. Si bien había podido mantener una conversación fluida y coherente con Tsunayoshi, cerca del final de esta fue que se dio cuenta de todos los innecesarios detalles que había dado sobre su profesor, Gargano, casi confesándole sobre la hipótesis que ya tenía bien formada en su cabeza y hasta con un pequeño esquema en su escritorio debajo de sus notas de la clase de literatura. Se detuvo justo a tiempo para poder finalizar la discusión que ahora sabía era solo una forma de manipulación, y se excusó con su llegada tardía a casa con su compañera de piso. No había caso en tratar de ocultar cosas de ellos, pues estaba segura de que la mantendrían vigilada un largo rato, pero eso no significaba que no podía tratar de voltear las cosas a su favor. No estaba muy segura de porqué Sawada Tsunayoshi estaría lo suficientemente interesado en su profesor de Evaluación de Personalidad II, pero sospechaba que tenía que ver con su fachada poco convincente de amabilidad desinteresada y aquel mal presentimiento que plagaba a todos sus compañeros.

Suspiró: iba a tener que hablar con ellos para comprobar sus sospechas y poder finalmente compartir su hipótesis, pero por cómo iban las cosas no faltaba mucho para eso. Alejandro la llevó a casa y la acompañó con un silencio cómodo, sin la pesada presencia del otro hombre a quien nunca le pudo poner nombre, aunque dudaba que siguiera así por mucho. Tenía la sospecha de que no tardaría mucho en volver a la mansión Vongola a tener una charla con el insatisfecho jefe. Bien hecho Sasaki, se felicitó. Casi ni tembló frente a él y no tartamudeó. Un logro, ciertamente.

Se despidió cortésmente de Alejandro, agradeciéndole por llevarla a casa, y se apresuró a ingresar al pent-house para desplomarse en el sofá apenas cerró la puerta. Kaori salió con las manos en la cintura y Nadia sobre sus talones, ambas verdes de preocupación. Si no hubiera estado ocupada lamentándose de todas las acciones que realizó en su vida y la llevaron a su situación actual, Sasaki se hubieras sentido mal por causar aquella preocupación en ellas, pero como no era así, le valía muy poco.

Estaba exhausta. Solo quería dormir e invernar hasta que pasara aquella pesadilla en la que cometió el error de meterse. Vocación, ¡Já! Como que se le hacía que mejor se cambiaba de carrera. No le quedaba muy claro en qué lío exactamente se había metido pues su mente estaba revuelta con todos los pequeños tics que logró observar en los tres hombres que no dejaron la habitación, Gokudera Hayato, Tsunayoshi, y el tipo de la fedora, de quien tampoco conocía nombre; pero lo que sabía era que era un lío grande, y casi la embarraba por completo ese día.

Necesitaba prepararse mentalmente para todo lo que estaba por venir, porque Sasaki había visto muchas películas, ¿de acuerdo? Y si había aprendido algo de ellas era que ese tipo de cosas como un repentino y nada esperado cambio en la rutina solo significaba que apenas era el comienzo.

Aunque no sabía de qué y eso la estaba exasperando.

—¡Saki! —le llamó Kaori. Tenía los hombros tensos y los labios apretados. Estaba preocupada por ella, y Sasaki enserio quisiera responder de alguna mejor manera pero su cerebro estaba sobrecargado con información que no sabía si desechar o no.

—Al diablo —tomó su bolso del piso y se fue a su habitación, recordando que ni siquiera había llamado al trabajo y debería recibir un buen regañón de su jefa el día siguiente y un descuento en su salario por no avisar con tiempo sobre su ausencia, además de que se perdió su última clase y tendría que ver quién rayos le prestaría las notas.

Tiró la puerta con más fuerza de la que le hubiera gustado, pero sentía que la puerta se merecía compartir algo de su miseria. Oh genial, pensando en la puerta como si no fuera un objeto completamente inanimado que no tenía vida y que obviamente no podría compartir su miseria.

Pffft, ¡y ella estudia psicología! Chistón.

Repasó mentalmente lo que haría al día siguiente solo porque sí:

1. Pedir notas de la clase anterior.

2. Pedir opiniones con respecto al profesor Gargano.

3. Si las opiniones son parecidas, compartir hipótesis.

4. Tras comprobar hipótesis, poner en marcha el plan de contraataque contra el profesor Gargano.

5. Cuidarse de Vongola.

6. Tratar de calmar a la jefa antes de que le descuente el sueldo completo.

7. Esconderse de Vongola.

Un magnifico plan, ciertamente. Con suerte todo saldría según lo planeado y podría pensar bien en si mudarse de país sería suficiente para sacarse a Vongola de encima, aunque lo dudaba seriamente. Sasaki hundió la cara en su almohada, frustrada. No era normal que ella perdiera los estribos, pero sentía que acababa de iniciar una cadena de eventos muy importantes en su vida, y si había algo que Sasaki odiaba con su alma era que desestabilizaran su rutina sin su permiso. Y ella definitivamente dio permiso para cambiar el orden, lo que la enojaba aún más. Debió haber puesto una denuncia de acoso en la policía en cuanto tuvo la primera sospecha. Debió haber declinado la reunión con Tsunayoshi para ir y poner la estúpida denuncia de acoso.

Es más, debió quedarse en Miyagi. Punto.

Lo pensaba y se sentía estúpida.

Bueno ya, qué más le quedaba que resignarse a los cambios que ella solita inició, y tragarse la lengua. Quejarse ya no le iba a servir de nada. Lo único bueno que saldría de todo aquello era que podría por fin descubrir si su bendita hipótesis sobre Gargano era cierta o no.


LOS PERSONAJES ORIGINALES DE LA SERIE, TALES COMO SAWADA TSUNAYOSHI, GOKUDERA HAYATO, REBORN Y COMPAÑÍA, NO SON DE MI AUTORÍA. EN CAMBIO, ATSUSHI SASAKI, NADIA AMBROSETTI, HIGASHIHARA KAORI, EPIFANIO GARGANO, TRABATTO ALEJANDRO, EL TIPO DE LAS MALAS VIBRAS QUE PONE EL AMBIENTE PESADO Y COMPAÑÍA VIENEN DE MI MENTECITA Y MI ABURRIMIENTO EN UN SÁBADO A LAS DOS DE LA MAÑANA CON BASTANTE HAMBRE PERO CON MIEDO DE IR A LA COCINA.

Me llamo Tamar, esta es mi primera historia sobre KHR, y tampoco es que esté súper informada sobre todo, así que si notan cualquier error, tanto de gramática como con respecto a la línea temporal de la historia o sobre el canon, por favor, por favor no duden en hacérmelo saber. Siempre y cuando sean comentarios y críticas constructivas, son más que bienvenidos.

Gracias por su atención.