Disclaimer: HP no me pertenece, solo unos cuantos personajes y la historia. El resto le pertenece a Rowling.
I
Pasos rápidos llenaban el pasillo, una figura corre casi de manera inhumana hacía el final del pasaje donde una gigantesca puerta esmeralda se erguía hasta el cielo raso y, un par de encapuchados protegen el paso.
-Milord- dicen al unísono antes de arrodillarse.
-¿Esta aquí?, ¿salió todo bien, Severus?- casi en un ataque de histeria.
-Milord, todo ha ido bien-, habla uno de los que protegen la puerta antes de iluminar el pasillo con la punta de su varita.
El otro guardián abre la puerta y el lord entra a la habitación, siendo cerrada detrás de él de inmediato.
Frente a él hay una habitación de gran tamaño, decorada con un denso color verde esmeralda, un ventanal cubre la mayor parte de la pared derecha, permitiendo a la luna llena de la medianoche reflejar su luz sobre la cama principal; una chimenea, junto a una serie de muebles, calienta el ambiente familiar.
-Milord- habla un joven castaño/rubio oscuro, vestido con una túnica negra se levanta de una de las butacas-, bienvenido a casa.- Se arrodilla respetuosamente.
-Remus puedes levantarte- se quita la caperuza, revelando una cabeza calva y escamosa, totalmente pálida-, ¿y Liliath?
-Lavándose, saldrá en poco tiempo. No creo que su amante le guste verlo así, menos a su hijo recién nacido.
Suspira, tenia un cierto aprecio por el licántropo; pero odiaba cuando el tenia razón, estaba demasiado acostumbrado a esa forma sobre todo esos días, cuando la guerra aún estaba en su mayor apogeo. Cierra los ojos, pasa su mano por el rostro y por la calva, a medida que recorre la piel: las escamas se sustituyen por un cabello negro, denso y brillante, sus ojos escarlata son cambiados por un vivido azul eléctrico; las facciones de serpiente se afilan y mejoran su cara, dándole un rostro aristocrático y llamativo, que en cualquier situación llamaba la atención.
-No me gusta cambiar tanto.
-Sino quiere que su hijo le tema, es mejor que se muestre como es realmente.
-Austrvegr, silencio-, clava una expresión fría e impasible en el licántropo-. Sal de aquí y dile a Black que prepare todo.
El joven castaño hace reverencia antes de abandonar la habitación, dejando un aire más familiar para el lord. Pudo al fin quitarse la túnica y relajarse un poco, le gustaba el poder, el control e incluso infundir miedo; pero momentos como hoy los aprecia más que nunca, si le hubieran dicho hace cinco años que tendría una familia o, mejor dicho, un hijo lo hubiera maldecido hasta arrepentirse de haber nacido. Miro hacia la puerta del baño donde ya no se oía el agua correr, debía estar por salir; dirigió su vista ahora hacia un lado de la enorme cama.
Ahí descansaba un moisés plateado, semicubierto por una cortina algo transparente que guindaba del móvil mágico, desprendía una suave música mientras sus ocho animales jugaban al ritmo de la melodía sobre la cuna- una pantera, una serpiente, un lobo, luna, estrellas, galaxias, una familia de dragones y algunos pájaros, conformaban el juguete-; el hombre recordaba bien cuando había comprado esa ridiculez, tan muggle a su parecer, pero Liliath le insistió en adquirirlo. Las patas del objeto no son estáticas sino que tenían forma de medialuna para que pueda mecerse.
Él se acerco con incomodidad, nunca había estado cerca de un bebé, incluso el embarazo le había dado problemas de confianza, si debía ser sincero, no estaba seguro de si iba a ser buen padre; nunca tuvo uno con quien tener referencias.
-Tom estás actuando como un niño asustado-, se escucha un siseo antes de que una gran serpiente blanca asomara la cabeza fuera del cunero, el hombre bien sabía que la víbora se burla de él.- Es un bebé, no un demonio que te saltará encima.
-No uses esos ejemplos con mi hijo. ¿Y qué haces en la cuna?
-Protejo a la cría de mi cría-, saca la lengua varias veces-, es toda una hermosa criatura sobre todo su cola.
-¡¿Cola?, ¿qué cola?!- corrió de inmediato a la cuna y miro directamente dentro.
Dentro había un niño pequeño, que apenas cabría en las manos del hombre, su tez blanca casi pálida contrasta con su mameluco esmeralda, su cabello negro salía por los lados del gorro que tenía. Es un niño bastante hermoso, aunque estaba dormido sobre los anillos de la serpiente niñera, su cara no era redonda como era natural de pequeños, explicaría mejor que sus rasgos parecen sobrenaturales más que angelicales, su padre diría más de un ángel caído.
El hombre se preguntaba como sería de grande, ciertamente había heredado sus rasgos pero más los de la familia de Liliath; no quería ni imaginar como sería aquello cuando llegaran esos dos, más aún cuando lo enseñara en la reunión con sus seguidores ineptos, primero sería el circulo interno.
-Puedo oír los engranajes oxidados de tu cabeza, Tommy-, aún se reía por la broma que le había hecho.
-Nagasa, deja las expresiones muggles y no me llames ¡Tommy!
-Pero te queda bien-, sonríe maliciosa. El bebe se mueve en sueños antes de romper a llorar con mucha fuerza-. El padre del año despertó a su hijo, ¿dónde te doy tu premio?
-¡Calla!
-Sólo haces que llore más.
-¿Quieren dejar de discutir los dos?- una mujer en bata los interrumpe al acercarse a la cuna, recogiendo al pequeño en brazos y acurrucándolo-. No entiendo lo que dicen, pero se cuando están peleando.
Logro calmarlo después de unos minutos meciéndolo.
-Nagasa ve a buscar a tu hermana y asusten a alguien si quieren.
-Pero si esto es más divertido que hablar con Nagini, me encanta ver como pierdes la compostura.
-Que te vayas.
-No eres nada divertido-, desciende de la cuna-. Adiós, Tommy.
Desaparece por ventanilla de ventilación antes de que la maldición, creada por el hombre, le alcanzará.
-Tom, maldecirla no servirá de nada.- se ríe ligeramente y ve a su pequeño hijo, quien le devolvía la mirada con un ojo violeta y otro azul-. Ven a conocer a tú hijo, Tom.
Un niño se despierta de golpe, sudando agitadamente sobre su pequeño camastro, ha pasado tiempo desde que ha tenido ese tipo de sueños. No sabe si son pesadillas, sueños o peor, algún recuerdo olvidado. Miro con facilidad las sombras de su cuarto, mejor dicho la buhardilla, nunca ha necesitado usar la luz para ver, sus ojos siempre han sido diferentes, brillando con intensidad en lo profundo de la noche- su momento favorito del día-; no había mucho que sobresaliera excepto por una jaula en el fondo, junto al baúl donde guardaba su ropa, estaba vacía de momento su inquilino no regresaba de su cacería.
Suspira intentando recordar lo que ha soñado mientras se levanta y camina hacia la ventana redonda con las cortinas corridas. ¿Quiénes eran esas dos personas?, ¿por qué les son tan familiares? Miro por la ventanilla donde los rayos de amanecer empezaban a asomar sobre las montañas que rodeaban Godric Hollow, en momentos como esos eran pacíficos comparadas con su vida. Para sus siete años es pequeño para su edad, delgado casi desnutrido sino fuera por los dulces y comidas que solía robar de la cocina, por un tiempo el había sido la envidia de muchos niños y padres en su guardería, sobresalía mucho por su apariencia llamativa y él bien lo sabía; ¿pero que fue lo que eso terminará? Sólo una persona: Nicholas Potter, su hermano mayor por un año o eso le decían. Un aleteo al pasar frente a él lo distrajo y sonrío sabía quien es, le dio paso.
Una hermosa lechuza común aterrizo sobre su cama, su plumaje es distinto a otras, negro y rojo sangriento.
-Bienvenida Nixa- dice ante de sentarse junto a ella y la acaricia, él había rescatado al ave cuando solo era un polluelo desamparado, es una de las pocas mascotas que se permite tener ocultas de los otros habitantes; rara vez subían a su cuarto-. Te extrañaba, ¿tuviste buena cacería?
El pájaro pellizco su dedo con cariño antes de soltar un ratón muerto sobre su regazo, ella tenía una mala costumbre de siempre llevarle comida, como si la cría fuera él y, por extraño que parezca, casi ha sucumbido más de una vez a comer lo que le traía; cualquier cosas es mejor que escarbar la comida de los platos o peor de un basurero, nunca había probado la buena comida.
Su familia nunca lo ha querido, su padre y tío abusaban de él incluso su hermano se aprovechaba de esas situaciones, ya ha perdido la cuenta de cuantas costillas o brazos tuvo fracturados, cuantas veces el mismo tuvo que reacomodarlos para que no soldarán mal. Vivía en el ático, en un cuarto no más grande que un auto pequeño y cuya única luz es la que proviene de la ventana, sus ropas viejas se guardaban en un baúl de juguetes de su hermano- ni que tuviera mucha variedad, apenas tenia dos pares de zapatos: uno para la escuela y otros para diario-; aunque vivía mal, tiene sus pequeños tesoros: a Nixa que nadie sabe de su existencia, sus escasos libros de texto bien cuidados sobre un frágil estante con otros pequeños juguetes. Pero algo es más importante que todo lo demás.
Se levanta de la cama hasta acercarse a la pared más cercana a la trampilla de las escaleras, lentamente y con cuidado separo una de las tablas flojas, dejando a la vista una urna de cristal opaco ocupado por varias maderas apiladas de un lado y del otro por varios pedazos de piedras volcánicas. Lentamente la saco, cuidando de cogerla lo mejor posible; pero casi la suelta cuando un gato negro le paso por las piernas ronroneando, parecía más un lince por su gran tamaño.
-Morphin, me haras caer-, riendo algo forzado, había olvidado como reir, actuaba siempre con una mascara ante todos. Había aprendido en sus cortos siete años que la mejor manera de sobrevivir, es no bajar la guardia-. Esta bastante pesada y no quiero que se caiga-, suspira cuando el felino lo deja en paz.
Deposita la urna en el suelo con el mayor de los silencios y abre la tapa revelando un fuerte olor caliente, casi podrido, las ramas estaban empezando a secarse y ponerse verdes. Con ayuda de un viejo trapo saco una a una las maderas, revelando bajo ellas un bello huevo negro, duro como una piedra y compuesto de escamas afiladas; es grande como el de una avestruz. Saca el objeto depositándolo en un montículo de ropa, recordaba perfecto cuando lo había encontrado.
Había sido uno de esos días en que su familia estuvo obligada a llevarlo con ellos a un paseo, estaban en un viejo pueblo- Hogsmeade sino mal recuerda- y sus padres estaban en los terrenos de un castillo, el cual le prohibieron ir a ver y lo dejaron a su suerte en el pueblo, de alguna manera el presentía que esa aldea no era normal; pero no le importaba mucho, se quedo dando vueltas sin entrar a ninguna tienda, no tenía dinero con que pagar algo tampoco. Sin darse cuenta había ido a parar a un bosque denso y oscuro que rodeaban los terrenos cercanos al castillo, de alguna manera se sentía atraído hacia él, como si le llamará; pero antes de que hubiera puesto un pie dentro, alguien le retuvo y al voltear vio a un hombre de rasgos aristocráticos con un cabello negro y denso.
-¿Qué haces aquí, niño?- la voz del hombre era fría y calculadora con sus ojos gris oscuro.
-Sólo quería explorar-, le devuelve la mirada de fingida inocencia, como si fuera un niño perdido en un enorme mundo-, creo que perdí el camino, buscaba la dulcería.
Había sentido que el hombre no le creyó la mentira ni por un segundo, pero si lo sabía no lo compartió con él.
-La tienda de dulces está para el otro lado, en el pueblo.
Él ligeramente enrojeció algo apenado.
-Gracias-, se dispone a irse sintiendo la mirada penetrante del hombre sobre él.
-No eres de por aquí cierto.
-No, sólo venía de visita con mis padres. Pero ellos decidieron tener otras cosas que hacer que vigilarme-, sonrió malicioso una que rara vez formaba en público y apenas tenía noción de que la producía-. Digamos que no soy muy popular para ellos.
-En eso nos parecemos un poco- se ríe, quedando pensativo-, se ve que eres un chico listo, guardas bien tus emociones. ¿Quisieras guardar algo por mí? Digamos que soy perseguido por la ley y si me encuentran con él tendré más problemas.- sacando de su túnica un huevo negro.
Había aceptado su oferta, pero algo en ese hombre lo mantenía siempre alerta. Esa media sonrisa, siniestra y de algún modo diabólica, no le influía nada de confianza; como si alguna vez hubiera confiado en alguien. Aquello había sido hace un año, no ha visto de nuevo al hombre ni regresado a ese extraño pueblo de gente rara, tampoco cree ser capaz de regresar el huevo, se encariño con él rápidamente. Regresa a la realidad, empezando a apartar las piedras volcánicas, revelando otro huevo más pequeño como el tamaño de su mano, tiene un hermoso brillo blanco casi parecía de marfil con la misma apariencia escamosa que el otro. Este, a diferencia del negro, no recuerda cuando lo obtuvo, siempre estuvo con él desde que tiene uso de razón. Suspira y lo pone junto al otro, mientras con un trapo sucio limpia la urna, recogiendo los últimos trozos de madera para ponerlos en una bolsa, Nixa después iría a botarlo.
El ruido de pasos acercándose a la trampilla lo congeló, no quería imaginar que pasaría si sus padres descubren sus mascotas; nunca le permitían tener algo propio. Guardo todo rápidamente de nuevo en su escondite, cuando estaba alerta o con miedo siempre sucedían cosas, el ambiente a su alrededor se volvía denso, incluso hace cosas que otros no.
Sin darse cuenta en su prisa, los dos huevos levitaron en el aire siendo nada más observados por Morphin y Nixa, el baúl de la ropa se abre sólo permitiendo que los huevos se depositarán dentro y volviera a cerrarse con un sonido hueco. Antes de que el niño se percatara de lo que sucedió, la trampilla cae ruidosamente al piso inferior y dejando correr su escalera ante el invitado. El gato y la lechuza desaparecieron por la ventana hacia el techo.
Por el hueco de la escalera se asoma un hombre castaño oscuro, ya casi en sus treinta años, iba vestido muy casual siendo apenas la madrugada. James Potter miraba con desden al niño en el suelo, a través de esos ojos marrones podía sentirse un odio profundo que sólo reservaba para él.
-Baja de una vez, Harrison, salimos en cinco minutos.
El niño maldijo, olvido que sus padres saldrían de viaje ese día dejándolo con una vieja que vivía en la casa de junto. Sólo asintió manteniendo su mascara impasible y sumisa, espero a que él hombre bajara primero antes de recoger una mochila con unas pocas pertenencias para irse con la anciana. Desciende las escaleras, sus mascotas se encargarían de los huevos mientras no estaba. Masculla en voz baja, algo que odiaba sobre toda las cosas es su primer nombre, un nombre ridículo a su parecer, tan común, poco extraordinario. Siempre prefirió su segundo nombre, pero no tenía a nadie para decírselo y menos que esa persona complaciera su deseo. Atraviesa el pasillo de los cuartos hasta alcanzar la escalera, respiro hondo, serían tres largos días fuera de su casa. Desciende rápido la escalinata llegando al vestíbulo de la casa, frente a él estaba un baúl de viaje y dos o tres mochilas junto a la puerta a la espera para partir. Ignorando las cosas, se dirige a la sala donde seguramente lo esperaban con impaciencia sus progenitores, su hermano y su tío Sirius; pero se equivoco al escuchar las risas y el tono bromista de las personas en el otro cuarto, nunca ha oído esas cosas en su vida, siempre lo encerraban cuando había una fiesta. Lentamente se asomo por las puertas de cristal que dividen el vestíbulo de la sala, encontrando una extraña escena.
Su padre ríe a rienda suelta, tirado en el piso casi revolcándose y sosteniendo sus costados- es bastante extraño para el niño ver a su padre actuar tan risueño e infantil-, junto a él, en el sofá, estaba su hermano en el mismo estado pero cubriéndose la cara con sus manos. Nicholas, un niño moreno, no es alguien agradable a la vista, algo regordete con unos lentes redondos sobre sus ojos verdes como los de su madre, no es obeso pero tampoco en forma y suele ser algo engreído. Cerca de Nicholas esta Sirius Black, el padrino de su hermano y el hombre más infantil que ha conocido, todo un bromista que siempre ha vivido de su vida escolar; él, su padre y un tal Peter Petigrew- sino mal recuerda- eran bromistas en ese tiempo, el terror de la escuela. O eso es lo que ha oído a escondidas. Sabe que el grupo tiene otro integrante, pero no lo conoce y sus padres hablaban poco de él, casi como si fuera un enorme secreto.
-Padfoot, Prongs basta- habla alguien totalmente desconocido para él.
Siente los bellos de su espalda erizarse e involuntariamente bufa agresivo, captando la atención de los tres adultos. No soportaba a los extraños o invasores a su espacio familiar.
El nuevo es un hombre alto con el cabello rubio/castaño peinado hacia atrás, a diferencia de su padre o su tío parece más maduro, aristocrático, a pesar de que su rostro esta marcado por dos cicatrices largas recorriendo su rostro de un lado al otro; tenia un aire más antiguo vestido con un buen traje ocre, cruzando las piernas con cierta elegancia y sin ninguna expresión ridícula como sus compañeros. Él le dedico una mirada tranquila, sin ninguna carga de odio a la cual el niño estaba acostumbrado, ignora por completo la tensión del pequeño al verlo. En cierto modo había esperado esa reacción, pero el aspecto de Harry no se lo esperaba nunca, su expresión serena cambia drásticamente y mira a sus amigos con una ira sólo reflejada en sus ojos dorados; pero como siempre los otros dos adultos no se dan cuentan.
James se levanto del suelo y se acerca al niño, propinando una patada en sus costillas. Harry se aparta a duras penas para evitar otro que estuvo a punto de recibir, mas es su sorpresa que el invitado retiene a su padre por el hombro, lo agarra con tal fuerza que el moreno suelta un quejido.
-Ni se te ocurra repetirlo, James Potter-, su voz sonaba fría como el mismísimo invierno, provocando un escalofrío en James y Harry.
-Vamos, Moony, es solo un crío patético ni siquiera lo vale-, trata de tranquilizar el hombre, sabe en carne propia lo peligroso que puede ser el licántropo cuando se enoja, lo menos que quiere es ver como su amigo estalle de ira. Cuando se transforma es alguien fuera de control, pero cuando es humano no había ser humano o criatura que pueda detenerle.- Esta acostumbrado.
-No lo repitas-, un profundo gruñido sale de su garganta recalcando su orden. Libera al hombre de su agarre y lo empuja lejos de su camino, extiende la mano hacia el niño para ayudarlo a levantarse.- Soy Remus John Lupin.
Harry mira la mano sospechosamente y a Remus, desafiando su mirada fría con la ahora calida del hombre. ¿Quién es aquel interesante y peligroso sujeto? Coge la mano que le ofrece y se levanta del suelo con su ayuda.
-Harrison Heracles Potter, un placer conocerlo señor Lupin.
Espero el regaño habitual de su padre como siempre es habitual, pero nunca llego, el ambiente en la sala se mantiene tenso; ni su hermano ni su tío se atreven a seguir riendo, incluso puede asegurar que su hermano parece más pálido que él.
-Puedes llamarme Remus, serán unos tres días muy interesantes.
Harry lo mira confuso.
-Él se encargara de ti, Harrison-, responde James- mientras estamos de vacaciones.
Harry no sabía si sentirse aliviado o tenso, ese hombre gritaba peligro por todas partes. Se sienta en el suelo apoyado en la mesa con los brazos cruzados, su rostro se oculta entre ellos mirando fieramente al castaño mientras este despide a sus padres, hermano y a su tío en el portón. Por lo que pudo captar al leer los labios de James, le están dando las reglas de la casa y los castigos que imponer si se comporta de cierta forma; quedo sorprendido al ver con que indiferencia Remus escucha al hombre, como si aquella conversación no valiera su tiempo.
El licántropo cerró la puerta en la cara de James antes que este terminara sus ordenes, cada momento hacía que lo odiara más, toda su época escolar arruinada al juntarse con ese trío de inútiles; Peter apenas vale entre sus influencias, sólo se mantiene vivo porque es de ayuda a su amo. Retira su saco para ponerlo en la percha, asegurando sacar la varita del bolsillo interno y ponerla en el portador de su cinturón. Se percata entonces del brillo de curiosidad reflejado en los ojos multicolores del niño, apenas puede ocultar la expresión de interés detrás de los brazos.
-¿Qué?- el tono calmado y pacífico del hombre hace el niño salte sorprendido.
Harry parece dudar unos minutos, debatiendo si preguntar o no.
-Puedes preguntar, no muerdo-, sonríe pero su expresión solo dibuja una mueca peligrosa; es claro para el niño que no todo lo que dijo es cierto.
-¿Qué es eso?- señala la varita mientras se sienta derecho.
El hombre arquea una ceja y saca la varita del portador.
-¿Esto?- se la muestra y antes de que parpadeara el niño ya estaba junto a él, cogiendo el arma entre sus manos; no estaba seguro Harry corrió muy rápido o se materializo frente a él.
Capto el placer por la curiosidad en los ojos del niño al examinar la varita.
Harry juega con el extraño objeto, dándole varias vueltas para guardar en su mente cada detalle en la varita. Deducía que esta hecha de un algún árbol fuerte y antiguo, la madera se retuerce en espirales desde la punta con una serpiente grabada en relieve de manera perfecta, que incluso puede ver las escamas en forma de dibujos extraños, termina en un mango liso y de color plata. Siente un extraño pulso muy caliente, intenso y vibrante, salir de aquella madera como si algo en su interior le llamará.
-Harry ¿por qué ves mi varita con tanta curiosidad?- su rostro se ensombrece un poco, tenía una extraña sensación hacia el niño, temía a lo que el chiquillo delgado va a decirle a continuación.
-Heracles.
-¿Qué?
-Dígame Heracles, odió el nombre Harrison o cualquier derivado de él.
-No me tienes que tratar con formalidad, Heracles, tú y yo somos más familia de lo que piensas.
-Usted dirá eso pero no lo conozco, sólo han pasado unos minutos desde que mis padres se fueron-, cruza los brazos frente al pecho y dedicando al hombre una mirada calculadora, no pensaba bajar la guardia.
Remus sonríe de lado con cierto orgullo, se parecía más a su padre de lo que hubiera pensado.
-Bien dicho, muchacho-, le quita la varita en un segundo, el niño no lo vio venir quedando ligeramente estupefacto.- ¿Contestarás mi pregunta?
-Sí usted contesta la mía, esa cosa que llama varita ¿es cómo la que usan esos magos en la televisión?, ¿esos que sacan conejos del sombrero?
Decir que Remus esta sorprendido es poco, siente como todo el color de su cara desaparece, dando una tonalidad pálida a su rostro. ¿Acaso el niño, el pequeño príncipe qué vio nacer una noche de Samhain a pocos minutos de la medianoche, puede ser tan ignorante de la magia? Pero si vivía en un pueblo mágico, ¿cómo no ha visto todas esas cosas? Siente su sangre hervir, ya tenía otra razón más que agregar a la lista de razones para torturar a James.
-¿Señor Lupin?- la voz del niño lo devolvió a la realidad de su fantasía desquiciada.
-No, es una varita distinta; no esas idioteces que los muggles quieren creer.
-¿Muggles?
Suspira, va a ser un largo día.
-¿Qué tal si preparo algo de comer y conversamos?, ¿qué te gustaría comer?
Heracles enrojece mirando el suelo con cierta inseguridad.
-No sé, usualmente tengo que robar mi comida para sobrevivir.
El hombre suelta un gruñido amenazante, haciendo que el niño bufará retrocediendo. El aire se hace denso, casi opresivo para Heracles que súbitamente se siente asaltado por un aura mortal, marcando alrededor de su pequeño cuerpo la intensión y el deseo por matar, aniquilar, mutilar. Aquella fuerza se expandió más hasta cubrir toda la habitación, quebrando las ventanas y apretando varios muebles u objetos alrededor, retuerce el metal como si fuera barro entre las manos de un niño.
Sólo cuando escucha un gemido ahogado de Heracles, luchando por aire, se detiene. Olvido por un momento donde estaba y con quien, una sensación ardiente en su brazo izquierdo le recuerda a quien debe cuidar; suda densamente sujetando su extremidad como si tratara de aliviar la quemazón intensa.
-Lo siento, lo siento- piensa varias veces hasta que la sensación cesa, pero los pinchazos de advertencia continúan. Respira hondo antes de mirar donde antes estuvo el niño, había desaparecido en cuanto le había liberado-. ¿Heracles?- dice y observa toda la sala.
Esta vacía, el olor del niño es leve ahora. Suspira y con un ligero movimiento de su varita repara todo, como si se retrocediera el tiempo, todos los cristales regresan a sus marcos y los objetos distorsionados en formas inimaginables recuperan su estructura original. Sabe las consecuencias que le esperan al volver a casa, va a tener una larga cita con la varita de su lord y probablemente de su lady, ya se veía invalido en cama al menos por dos días; esos dos pueden ser bastante creativos cuando se enojan.
-Primero encontrar a Heracles, después me preocupo por las consecuencias.
Algo más relajado, olfatea el aire cerrando los ojos, no le cuesta mucho diferenciar los olores porque estaban impregnados por el núcleo mágico de cada persona; pero el de Heracles es vació, seco, sin ninguna infusión de su centro mágico. Abre los ojos, ¿qué tanto daño le han hecho Dumbledore y los Potter? Sigue el olor, quedando frente a las escaleras que dan al segundo piso, la alfombra roja parece demasiado bien cuidada, empieza a subir por ellas; ignora por completo la hilera de fotografías que cubren la pared junto a la escalinata, todas muestran escenas felices y animadas de una familia de tres, nadie sospecharía que en aquella casa vive otra persona. Cuando llega al final, ve un pasillo extendido con cinco distintas puertas, supone que una es de Nicholas, otra de James y Lily, la de invitados y una del cuarto del baño; la otra no esta seguro de que es. Por un momento pensó que ahí esta Heracles, pero noto las escaleras sueltas que caen del techo, sujetas a la puerta de una trampilla y cuyo cordel viejo guindaba detrás. Paciente y tranquilo, camina hasta la escalera donde mira hacía el hueco que da a la buhardilla, bañado escasamente por el sol.
-Heracles, ¿puedo subir?
-Déjeme en paz- dice el niño algo mordaz seguido de un gruñido, Remus entiende lo que significa: es una advertencia.
-No te puedes quedar todo el día en ese lugar, es antihigiénico.
-Para lo que me importa, ya estoy acostumbrado a mi cuarto.
Remus tiene que usar todo su autocontrol para mantener la calma, esta comenzando a pensar en olvidar todo el maldito plan de su amo y sacar al niño de ahí; le importa poco si activa las alarmas puestas encima de Heracles o si le perseguirán los aurores el resto de su existencia, tirando al caño toda su fachada ante el maldito mago barbudo. ¿Qué piensa ese viejo cuando hace estas cosas? Si va a ser sincero, prefiere no saberlo. Sin esperar el permiso del moreno, sube el último obstáculo que los separa.
Es una habitación demasiado pequeña, la cama ocupa casi todo el espacio derecho; en la otra zona hay una mesa descolorida, repleta de papeles y libros con algunos lápices desparramados, junto a ella esta el baúl de ropa abierto de par en par dejando a la vista su vestimenta raída y sucia.
No tarda en ubicar al pequeño sentado frente a la ventana, con la mirada distraída en algún punto lejano del horizonte. Noto entonces los animales que le acompañan: un felino grande, probablemente una gato salvaje como un lince mezcla con un Kneazle, acurrucado a su lado; una lechuza apoyada en el marco que ahora le mira analíticamente con esos ojos amarillos.
-¿Nos contemplaras todo el día o terminaras de subir?- pregunta Heracles sin mirarlo, acaricia en su regazo el huevo negro, mientras el otro lo tiene guardado en el bolsillo de su suéter.
El hombre sube por completo, inclinándose hacía adelante para poder avanzar sin golpear el techo, se deja caer sobre la cama y lo mira.
-Siento haberte asustado.
El niño bufa haciendo una mueca disfrazada de sonrisa antes de prestarle atención.
-¿Yo, asustarme?- se ríe pero de inmediato Remus nota que es falsa-. No bromees, sólo me tomaste desprevenido.
Remus arqueó una ceja sin romper su expresión tranquila.
-¿Enserio? No dijiste lo mismo cuando gemiste por aire-, sonríe con malicia, olvidando de nuevo con quien trataba.
El niño gruño profundamente, fulminando al licántropo. El lobo al sentirse retado, empezó a gruñir tambien imponiendo su aura mágica sin darse cuenta, por algo es un alpha, no soporta a los insubordinados. Los sonidos contrastaban mucho, el del adulto es mayor y cargado de una intención dominante, permitiendo su magia unirse a él.
Es cuando el licántropo se sintió congelado en la cama, su gruñido paso a ser mudo y su magia nula. ¿Acaso las protecciones de la casa son tan fuertes qué pueden quitar el poder a un adulto? Pensó miles de maneras para librarse de esa trampa y anular de alguna manera que contactarán a Dumbledore; pero todo cambia cuando mira Heracles y no pudo esconder la sorpresa que le generaba.
Los ojos ya no son de dos colores, sino de un brillante color escarlata casi como dos enormes gemas en bruto. Un escalofrío recorre la espalda del licántropo, conoce muy bien esos vividos ojos, tantas veces lo ha visto que sería imposible no recordarlos, acompañados de la misma sonrisa siniestra. El clima parece jugar a favor del pequeño, porque el sol se oculta entre las nubes y las sombras cubren su rostro, dándole un aspecto aterrador, casi como un ser demoníaco.
Remus traga saliva, no sabe si su mente juega con él; pero no tiene tiempo de pensarlo mucho, porque Heracles lo señala con un solo dedo, extendiendo su mano derecha. El niño sonríe de verdad, mostrando una afilada dentadura, soltando una carcajada extraña. El hombre sólo tiene segundos para reaccionar antes de que una onda de poder expansiva le golpeara, siendo estampado de golpe contra la pared. Nunca lo esperó, ser sofocado por la fuerza opresora de la magia del pequeño, sentía toda la necesidad de libertad de aquella energía, la furia de todos esos años encerrada por un ritual de sangre. Gimió no de miedo, sino de un placer intenso ante la magia pura e infantil, es deliciosa, casi adictiva; sólo conoce a otro con la misma magia. Se alegra de que el niño se había liberado por fin.
Tan súbitamente como llego, desaparece, liberando al hombre. Remus respira hondo tratando de recuperar el aliento, ve a Heracles temblando y mirándose las manos asustado, no entiende nada de lo que acaba de pasar. Se le acerca hasta quedar arrodillado a su altura.
-Ey, pup, tranquilo, respira todo esta bien-. Le da unas palmadas encima del cabello.
-¡¿Cómo que todo esta bien? No sé que acabo de hacer!- entrando en pánico que no se molesto en ocultar sus emociones-. Ahora si que me van a odiar, me pegarán hasta matarme-, se agarra la cabeza moviéndola bruscamente de lado a lado.
Remus le sujeta y separa las manos con lentitud.
-Nadie te hará daño, Heracles, no lo pienso permitir. Tú eres un niño muy especial, no un fenómeno como te quieren hacer creer-, el niño lo mira dudando seriamente de lo que decía-. Serás más que extraordinario si tú lo crees, se que es difícil que confíes en todos, pero te prometo que no te dejare sólo en manos de esos brutos.
-¿Cómo puedes estar tan seguro de lo que dices?
-Porqué yo conozco a alguien con una fuerza mágica como la que tu tienes y él ha hecho cosas que el mundo no quiere admitir. Ahora, bajemos para que comas algo, no creo que tu cuerpo aguante más.
Bajan a la cocina, son acompañados por Nixa y Morphin.
Heracles se sienta en la mesa, apoyando el huevo negro en la otra. Observo al adulto con curiosidad, blandía la varita como si fuera una espada de un material fino y perfecto, con maestría apuntaba a algo en especifico y unas chispas o un rayo de un color distinto cada vez: las cosas levitaban, mezclando diferentes ingredientes o friendo las cosas en un sartén. Nunca pronunciando una palabra. Él lo miraba fascinado, si así es usar magia quería aprender todo y más allá, todo un mundo nuevo por explorar.
-Esa persona que dice conocer, ¿puede hacer eso?
-Esto es sólo algo cotidiano, todo el mundo debe saber sobrevivir de alguna manera. Esta persona hace muchas cosas, más de las que puedes imaginar-. Voltea a mirarle, golpeando su mentón con la punta de su varita con aire pensativo. Necesitaba hablar con Heracles sin interrupciones.-¡Kreacher!- dijo casi en un susurro pero el moreno escucho perfectamente.
Heracles ve aparecer la criatura más extraña y grotesca que ha visto en su vida. Aquel curioso personaje es pequeño, casi de su tamaño. Siente un escalofrío erizar el bello de su espalda cuando ese ser lo mira con unos fieros ojos grandes como una pelota de béisbol.
-Prepáranos algo para desayunar, Kreacher.
La criatura deja de mirar al niño y voltea a ver al hombre.
-De inmediato, amo Lupin. Kreacher les hará algo de comer.- Heracles se sobresalta al escuchar la voz aguda del ser extraño-. ¿El amo quiere algo en especial?
Remus se quedo pensativo por un momento viendo al niño, sonríe antes de agacharse a la altura del Elfo y dijo algo a su oído.
Kreacher asiente empezando a tomar el control de los cacharros y alimentos que estaban a medio preparar. El moreno observa con fascinación al extraño ser, este se ha trepado a los alfeizares de la cocina y manipulaba todo con solo chasquear sus dedos, son largos y huesudos como su flacucho cuerpo.
-Vamos a la sala, pup, creo que tienes muchas preguntas.
El moreno le ve unos segundos antes de coger el huevo de la silla y sigue al mayor hasta los sofás, miro los muebles sin tomar la iniciativa de sentarse. El licántropo lo empuja ligeramente desde la espalda.
-Siéntate, Heracles.
El niño se sienta en una butaca, asombrado por la comodidad, se relaja más cruzando las piernas y dejando caer el huevo entre ellas.
-Tengo curiosidad, ¿qué es ese huevo que tienes ahí?- se sienta en el sofá más cercano al niño, trata de iniciar una conversación pacífica, duda que logre algo sino obtiene algo de confianza con él.
-No lo sé, me lo dio un hombre cuando visitaba un pueblo llamado Hogsmeade, dijo que era perseguido por la ley y me pidió cuidarlo por él.
Remus arquea una ceja, ciertamente no es un huevo cualquiera, de alguna especie mundana conocida por los muggles. El olor tampoco le da pistas de lo que podría ser.
-No dejare que me lo quites-, gruñe posesivo.
-No te lo quitaré, estaba pensando en que no esta relacionado con los muggles-, saca de nuevo su varita, aunque Heracles nota que es otra distinta, y apunta al niño-. Fovere-, unas chispas anaranjadas golpea el huevo.
Para sorpresa del niño empieza a sentir como el huevo irradia un calor intenso, pero nada incomodo para él, parece más una ligera aura calida.
-Eso ayudará a que eclosione.
-Gracias. Hace poco usted menciono la palabra muggle, ¿qué es significa?
-Son la gente no mágica, unas viles criaturas-, su voz se vuelve fría y cargada de un odio profundo.
-¿Magia?
-Es lo que hice o lo que esta haciendo Kreacher en la cocina. ¿Cómo no sabes nada de esto? Vives con una familia de magos y en un pueblo mágico.
El niño mira el suelo.
-No convivo con ellos o con algún vecino, mis padres no me lo permiten; ni siquiera ir a la escuela, sólo he podido escapar en raras ocasiones y nada más he ido al bosque cercano.- Ignora el súbito asalto mágico, algo más leve que antes, por parte del adulto, siente una fiera sensación agresiva-. Mis únicos amigos son Morphin y Nixa-, señalando a sus mascotas.
Remus presiona los ojos con los dedos, respira intentando tranquilizarse, mataría a James y a toda su familia de porquería. Su amo se pondría furioso, duda siquiera que las protecciones en la casa sirvan o el encantamiento Fidelio para detenerlo. Abre los ojos de nuevo y mira a Heracles.
-Tu eres un niño mágico, naciste con un poder que te hace único a los mortales. ¿Alguna vez te ha pasado algo inusual, qué no puedas explicar?
Espero a qué el niño meditara, evocando los recuerdos.
-Si, puedo hacer cosas que otros no pueden o no entienden. Puedo hacer que las cosas se muevan sin tocarlas, hacer que le pasen cosas malas a la gente-. Remus vio como sus ojos se entintan de escarlata de nuevo-. Sucedió una vez cuando era perseguido por mi padre, no recuerdo bien pero se que no regreso del hospital hasta dos semanas después-, sonríe de manera maliciosa; eso lo había disfrutado, estaba seguro aunque no lo recordaba.- No pudo defenderse aunque recibí un buen castigo después.
-Eso es magia accidental, tu núcleo despertando-, dibuja una sonrisa de lado. El recuerda perfecto ese suceso, porque James se lo había contado en un encuentro ocasional.- Liberarla a una edad joven significa mucho, un gran poder te espera.
-Antes habías dicho que conocías a alguien con el mismo poder que yo. ¿Quién es?
-Mi maestro, un hombre imponente e increíble.
-¿Y yo soy cómo él?
-Sí, tal vez algún día lo conozcas.
El rostro del niño se ilumino, siempre ha tenido una curiosidad inmensa la cual siempre oculta de los demás, no puede evitar querer saber más de ese hombre misterioso.
Un ligero pop se escucha sobre la mesa y aparece la criatura llamada Kreacher.
-Kreacher terminó la comida, amo.
-Gracias, Kreacher, vuelve a la mansión, te llamaré si te necesito.
El elfo desaparece con el mismo sonido.
-¿Qué era eso?- atreve a preguntar por fin.
-Un elfo domestico, sirven a las familias toda su vida al menos que su amo les entregue una prenda-, se para del mueble y los dos van a la cocina.- Pero ellos prefieren servir, un elfo libre puede correr peligro al no estar atados a una casa noble.
-¿Todas las familias tienen uno?
-No todas, los elfos prefieren las familias de sangre antigua porque les brinda el poder y los complace, quedan pocas familias con sangre ancestral. Es común que los Elfos exijan su liberación o empezaran a morir con el tiempo.
-¿Tú eres de sangre ancestral?
-Si, mi nombre real es Remus Jeux Austrvegr. Remus Lupin es un seudónimo para el grupo de idiotas que dicen ser mis amigos.
Se acercan a la mesa donde un desayuno abundante de hot cakes, fruta con yogurt, huevo revuelto y tocino esta en la superficie. Heracles se relame, nunca ha estado frente a un banquete delicioso como ese, todo se veía jugoso y llamativo.
-¿Comemos?- el hombre le sonríe.
El estomago ruge recordando al niño el hambre que tiene. Tímidamente asiente y ocupa una de las sillas.
-Buen provecho.
Al terminar de comer Remus limpio todo con rapidez, Heracles ha subido a lavarse los dientes, mira hacía el exterior por la ventana de la cocina. Cada instante que pasaba en esa casa le es más difícil controlarse, el cachorro que tanto quería y adoraba desde que nació sufría tanto, ignorante de un mundo extraordinario, no estaría feliz su lady, tiene que sacarlo de momento de ese lugar. Una idea le vino a la cabeza , tal vez llevarlo un rato a un pasillo comercial mágico, se veía a leguas que el niño necesitaba ropa.
Un ardor en el brazo izquierdo lo regresa a la realidad. Mira hacía a las escaleras, no tendría mucho tiempo, así que deja la casa saliendo al jardín trasero y se arremanga el brazo adolorido. Una calavera negra bastante realista esta tatuada en su extremidad, bordeada por un hilo de plata que en ese instante es más intensa, de la boca del cráneo sale una serpiente amenazante, mostrando sus colmillos. La víbora se mueve alrededor de su muñeca y palma de la mano, sus escamas escarlatas brillan con una tonalidad sangrienta. Su marca es distinta a la de otras personas que sólo es del color del ébano.
Saca la varita cedro con la bella serpiente enroscada a lo largo, mide al menos 30 cm, sólo puede usarla en secreto porque no tiene un rastreador. El ministerio los ha impuesto en todos los magos y brujas desde el inicio de la guerra. Con la punta toco la marca, casi clavarla, disminuyendo el dolor; pero respondiendo al llamado.
Una columna de humo grisáceo se manifiesta sobre la palma de su mano, mostrando una figura distorsionada como si tuviera neblina a su alrededor, va con una tunica cubierta de pies a cabeza.
-Reporta, Remus-, una voz femenina se proyecta en la imagen.
-Las protecciones son pesadas, apenas entré mi magia fue disminuida, no sólo tiene el encantamiento Fidelio. Eso que todavía no empiezo por el príncipe.
-¿Qué tan mal está?
-Peor de lo que puede imaginar, milady, apenas hoy pudo liberarse por completo. Me sorprende que Dumbledore no llegará en segundos, las protecciones debe tener una fractura o falló en su construcción, impidió la alerta al anciano.
-Le pasaré el dato al lord, todo irá como el plan lo dicta.
-¿Y Snape? Aún no regresa de su misión, él muy bruto no sabe hacer nada bien, debió mandarme a mí.
-No me hables así, Austrvegr, cuida ese tono-, se escucha cabreada.
-Lo siento, Milady.
Los pasos de alguien bajando las escaleras interrumpe la conversación.
-Me tengo que ir.
-Ya sabes tus ordenes, síguelas.
La silueta desaparece cuando él quita la varita, rápidamente la oculta en el portador.
Heracles había estado espiando desde su ventana, de algún modo que el desconoce, el hombre estuvo en una conversación. ¿Pero con quién? No vio a nadie llegar.
-¿Listo?- el hombre lo mira con una calma exagerada, incluso incomoda.
-Si- esconde el huevo blanco en su chaqueta. Si Remus lo vio en algún punto, no dijo nada.- ¿Pero a dónde quiere ir? No tengo permitido salir.
-Por un momento olvida las reglas, Heracles, conocerás el mundo del que te has perdido.
Jala al niño de la mano y lo saca del jardín, alejándose poco a poco de Godric Hollow, hasta sólo quedar una mancha en el paisaje.
-Sujétate bien.
No le dio tiempo a Heracles de prepararse. Desaparecen de la colina con un suave crac.
