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.::. She kills my EGO .::.
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Disclaimer: Todo personaje aparecido y por aparecer son propiedad intelectual de Naoko Takeuchi, la historia y trama son propiedad reservada de la autora aquí presente.
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Recording 001.
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Sus labios enmarcaron una sonrisa lastimosa por la ironía cruel que permeaba la suerte de Arturo Cova, sus ojos violáceos podían observar con claridad las llamaradas naranjas alzarse entre los escombros de la casa de Fidel Franco, quien con sus propias manos le había encendido fuego en señal de despecho. ¿Podía aquel acto justificarse bajo la premisa del amor, escudarse en ese sentimiento arrebatado que ciega, enfurece y conduce a ratos –a veces prolongados- a la demencia? ¿Habría algo tan intenso como eso, algo tan impetuoso?
El aroma del café cargado le recordó a Rei su existencia, demandándole la atención que desde un inicio le correspondía. Abandonó la edición levemente maltrecha de "La Vorágine" y bebió de la taza color ámbar, permitiendo a sus ojos vagar por la estancia y el cristal transparente de la ventana. Las sensaciones de la reciente lectura seguían bailando en su consciencia, desvaneciéndose entre la dosis de cafeína que ingería a tragos, desaturdiéndola del río de preguntas que se arremolinaron en torno al paradero de Alicia y la niña Griselda.
Miró su reloj y frunció el ceño. Minako estaba retrasada como siempre y ahora por veinte minutos, tal parecía que cada periodo de tiempo le aumentaba cinco minutos a su rango de demora. Dudó en volver a su lectura, pero en vez de ello se entretuvo en la contemplación del panorama tras la ventana. Comenzaba a nublarse. Si no veía llegar a Aino en diez minutos, se largaría sin ella.
Se cruzó de brazos y pestañeó al atisbar en el cruce de la calle un rostro conocido, ese conjunto de rasgos que desfilaban intermitentemente en casi media ciudad; en espectaculares, anuncios y pantallas. Era él.
Three lights volvió a fulgurar en los escenarios. Era de esperarse. Una vez que se vive en un lugar por mucho tiempo, es difícil que vuelvas a acostumbrarte al estilo de vida que llevabas antes –especialmente si incluye dinero, fama y lujos-; eso, y que dejes cuestiones pendientes. Muchas veces esto último pesa más.
Y es que para nadie fue desconocido el cariño y la devoción que Seiya Kou tenía por Serena Tsukino. Rei no podía ser tan irresponsable como para decir que fuera amor, creía que realmente de serlo, ese hombre hubiese luchado por ella en su momento y no huir cobardemente a Kinmoku. Era cierto que tenían deberes, pero a su juicio nunca le dijo lo que sentía, no se "la jugó" como popularmente dicen, y para ella eso seguía siendo cobardía. Serena también lo fue, al no admitir lo que su corazón sentía antes de pensar en un deber autoimpuesto.
En fin que el muchacho o se arrepintió o no paró de darle vueltas al jodido "si hubiera…" y se volvió a la tierra, seguido –la guerrera de Marte apostaba que más a fuerza que por ganas- por sus hermanos. La realidad era que esos tres parecían siameses unidos por un cordón umbilical invisible. Fue imposible que le dejaran regresar sólo.
Retomaron así sus vidas como humanos y no encontraron otro medio para subsistir que volver a la música. Las fans los recibieron con los brazos abiertos y, como era natural, la publicidad del grupo pululaba en la televisión, en la radio y en los anuncios publicitarios. Por eso, no pudo equivocarse al identificar al joven dueño de esos rasgos finos parado justo en la puerta de la cafetería.
Yaten Kou.
Se encontró inmóvil y dubitativo, como debatiendo si debía entrar o no. Hino se dio cuenta del motivo cuando sus ojos cruzaron brevemente con los de él y casi en automático dio media vuelta y regresó sobre sus pasos. La chica rodó los ojos con fastidio y terminó su taza de café. El idiota aquel prefería ir a otro lugar que compartir espacio vital con su persona.
Y no sólo con ella.
Que volvieran al planeta tierra no significó que los hermanos Kou fueran los mismos de entonces; es decir, sí habían regresado a vivir allí y ser los idol de la música, pero ya no como los antiguos guerreros. En consecuencia –y según su lógica idiota-, no había necesidad de recuperar los lazos –si es que así se le puede llamar a una convivencia ocasional-, con las sailor scouts, esas niñas que conocían la historia detrás de sus caretas de superestrellas.
Entendible, era normal. Las personas tienden a alejarse de aquellas otras que conocen sus secretos, sus puntos débiles y también sus heridas; es peligroso estar cerca de ellas y lo más sensato es mantenerse lo más alejado posible. Y eso fue lo que los tres hermanos Kou hicieron. Si las veían, hacían como que no; evitaban los lugares en que sabían podían toparlas y, si por alguna molesta casualidad coincidían –como en este caso-, la retirada era la mejor opción.
Sí, les dejaron bastante claro su deseo de ser desconocidos.
Tampoco es que les afectara demasiado, por lo menos en lo que a la sacerdotisa incumbía, para ella era como cuando despiertas de un sueño y por más malo o bueno que haya sido, no deja de ser un sueño que más temprano que tarde se te olvida. Así tan fácil. Además la paz en el planeta sólo las ocupaba ya en atender su normal vida diaria, que con eso ya tenían bastante.
Bueno no, la excepción siempre serían Seiya Kou y Serena Tsukino. Los eternos amantes prohibidos, y eternos indecisos también.
Por lo que Amy, Mina, Lita y Rei sabían, él la buscaba secretamente, y ella entre que vacilaba por el deber y su propio corazón, ni le dejaba avanzar ni detenerse. Sin duda un juego emocionalmente desgastante. Y nadie lo sabía con excepción de ellas cuatro, aunque Hino siempre decía que no le importaría pagar una fortuna por ver las caras de Haruka y Setsuna ante tal noticia. Oh sí, eso sería tan divertido.
—¿Qué dijiste?
La voz quebrada desprendiéndose en un hilo captó la difusa atención de la sacerdotisa.
—Estamos terminando.
Hino retiró la vista de la lamentable escena que protagonizaba la pareja de la mesa contigua. Los ojos de la chica parecían inundarse en lágrimas que querían salir pero que necia, se obstinaba en retener. El muchacho, agobiado –sino es que incómodo por la sensibilidad de ella-, la miraba con aflicción.
"Y pena.", agregó mentalmente, enarcando una de sus cejas con leve aburrimiento.
—¿Ya estás de amargada otra vez? Déjalos estar. –saludó Mina, allanando un lugar en la mesa.
—¿Qué? ¿Y yo qué hice? Son ellos los que están terminando no yo –excusó Rei haciendo ademanes con las manos, aparte de sentirse indignada por ser testigo de tal escena su amiga llegaba a decir que ella era la amargada por no conmoverse con la situación.
—Consíguete un novio y verás que no pensarás igual que ahora.
—Mina, si yo de verdad necesitara un novio, lo tendría, pero no necesito a un tipo que me esté molestando a cada minuto del día. Estoy bien así como estoy.
—No sé por qué no te creo –apuntó la rubia mirando a todas día de estos te presentaré a un amigo de la Uni que está interesado en conocerte.
—¿Sigues ofertándome entre tus bobos amigos?
Rei giró sus pupilas en señal de rendición. De meses a la fecha, Minako tenía una ligera obsesión por conseguirle un novio, y no sabía si lo hacía por gratitud de que la acogiera en el templo desde hacía un año en que desalojara su departamento, o si simplemente no tenía otra cosa qué hacer con su tiempo libre, el caso es que no parecía querer desistir de ello.
—Te juro que éste es perfecto para ti. –alegó tecleando un mensaje en su celular.
—Sí, si como digas –le dio por su lado-. ¿Vamos por la mudanza o qué? Lita nos debe estar esperando desde hace una hora.
—¡Okay! –exclamó la rubia, levantándose de un salto.
Rei sonrió resignada y ambas salieron de la cafetería en dirección al departamento de Lita que desde ese día dejaría de serlo. La Kino se mudaba de domicilio al Templo Hikawa junto a sus dos amigas.
Y es que a partir del día en que el abuelo de Rei hubo muerto a una edad nada despreciable y por motivos naturales de la vida, la chica se negó a la idea de abandonar el templo, incluso cuando su padre –el influyente político Takashi Hino-, le propuso moverse a algún departamento del centro de la ciudad, alguno que le quedase cerca de la universidad a la que asistía. Tampoco es que pensara heredar el puesto de sacerdotisa toda su vida, simplemente no sentía la necesidad de hacer un lado el lugar de sus recuerdos e infancia.
Que invitase a Minako fue casualidad. Un año atrás la rubia había pasado una serie de problemas financieros debido a los gastos que ocupaba en su educación artística para entrar en alguna agencia de entretenimiento y así cumplir su sueño de ser actriz y cantante; cuando mencionó en una conversación con Hino que apenas y completaba para el alquiler de ese mes, Rei tuvo la idea de ofrecerle un lugar en su casa, que era demasiado grande para ella sola.
A los tres días Mina sacó sus cosas del piso en que vivía y se mudó con Rei.
Cierto fue que en un inicio hubo dificultad y tuvieron choques, pero era normal tomando en cuenta los temperamentos de ambas, y que aunque en muchas cosas eran similares, en otras eran totalmente opuestas; sin embargo, al paso del tiempo se acoplaron y aprendieron a leerse, aunque siempre había ocasión en que una de las dos se sacara de quicio. Ahora, Lita se sumaba a la hermandad, y tanto Rei como Minako esperaban que fuera la pieza que constituyera la balanza armoniosa entre las dos.
—¡Ya era hora! –saludó Lita, observándolas llegar en un taxi que aparcó a la entrada del edificio en el que hasta entonces, vivía. Enfrente de la entrada vieron un camión de mudanza prácticamente listo para arrancar, incluso la castaña traía una bolsa colgada al hombro.
—Minako. –señaló Rei a la rubia, deslindándose de toda responsabilidad.
—¡Había mucho tráfico! –excusó la rubia.
—No mientas. –apuntó Hino, llegando hasta Lita y regalarle una sonrisa brillante.
—No miento, Lita lo juro. –afirmó vehemente Aino.
—Es malo jurar en vano.
—¿Por qué siempre me dejas como la irresponsable? –chilló Mina, haciendo uso de sus dotes dramáticos.
—¿Nos vamos? –preguntó Rei a Lita, ignorando magnánimamente las quejas de su hasta entonces única housemate.
Lita asintió en acuerdo y rio azorada, preguntándose si mudarse con ese par de mujeres habría sido la elección correcta. Lo olvidó todo cuando Minako la jaló para enseñarle la habitación que con Rei habían preparado para ella.
—¿Te gusta? –preguntó Aino, dando vueltas por el centro del cuarto bastante espacioso, teñido en colores cálidos-. Yo elegí los tapetes. –se vanaglorió pisando la ovalada forma de una alfombra suave y frondosa bajo sus pies.
—Es muy bonito. –habló Lita, contemplando con detenimiento la pieza que sería su nuevo espacio personal. Sus amigas se habían esforzado en prepararla y se notaba de inmediato; una amplia cama, un armario vacío y vasto para sus prendas, un escritorio al lado de una mediana ventana que daba al páramo de Hikawa. Bastaba correo un poco las cortinas de tul para tener aquella vista.
—Desde ahora, siéntete como en casa. –dijo Rei, haciendo llegar su voz desde el marco de la puerta en que se recargara para observar.
—Gracias, de verdad –dijo Lita, volviéndose a ver a sus amigas-. Espero que nos llevemos bien.
—¡Qué tonteras dices, Lita! Si siempre nos hemos llevado bien, no entiendo por qué no lo haríamos ahora. –disuadió Minako, ayudándole a dejar un maletín en la cama con edredones en color marrón.
—No te culparé si un día de estos quieres asesinar a la señorita Aino, sólo no hagas mucho ruido y te lo agradeceré. –agregó Rei, provocando que la castaña riera y la rubia la mirara con odio.
—Muero de hambre, mejor cenemos. –propuso Minako, saliendo de la habitación hacia la cocina, no sin antes jalarle un mechón de pelo a Rei al pasar.
Dulce venganza.
—¿Entonces mañana audicionas?
—Sí, pase a eliminatorias para el papel de una serie de televisión, una comedia. Se trata de una estudiante de teatro que llega a la ciudad y en su intento por convertirse en actriz, se ve involucrada con unos peculiares vecinos que son todos unos nerds. ¿Suena interesante, no?
—No sé por qué me suena familiar. –dijo Rei, llevándose el tenedor a la boca.
—Oh, deja de molestar, es algo original y lo obtendré. –alegó la rubia.
—Por supuesto, tu esfuérzate y verás que sí.
—¡Gracias Lita, eres la única que me entiende!
Minako se levantó y corrió a abrazarla –asfixiarla en opinión de Rei-, y luego escucharon cómo la aspirante a chef profesional había aceptado realizar sus prácticas profesionales en un Hotel de Lujo, en el centro de Tokio, el Mandarín Oriental.
—¡Eso es increíble, Lita! Ese lugar es precioso. –opinó Rei.
—Lo sé, no pude decir que no, obviamente.
—Estarías loca si lo hicieras, algún día debes llevarme.
—Claro, Mina –concedió la castaña-. Comenzaré la próxima semana, así que estos días debo practicar mucho mis técnicas de sazón europeo y asiático. Les cocinaré cosas deliciosas.
—Eso me agrada, no tendré que cocinar.
—De cualquier modo, tú nunca quieres cocinar. –apuntó Mina a Rei, recibiendo un almohadazo mal direccionado.
—¿Y tú que harás?
La mirada violácea de Hino se posó en los grandes ojos verdes de Lita, sus labios no se despegaron en varios segundos en los que se le notó meditabunda.
—No lo sé realmente. Seguir yendo a clases, supongo. Todavía no hay alguien interesado en mis letras ni en mi producción musical, digo, nadie que se arriesgue a dejarme a sus pequeños idols. He trabajado con algunos productores en conjunto, ya saben, para esta agencia y esta otra, he colaborado en letras, pero nada independiente y sólo mío. Hace dos días me contactó Lantis Entertainment, pero no hay nada concreto, la propuesta sigue evaluándose y no hay para cuando.
Mina y Lita guardaron un breve silencio. Sabían lo difícil que fue para Rei enfilarse a producir música, que era lo que desde siempre le apasionó, declinando la opción de dedicarse al sector gubernamental como su padre –logrado a medias, pues el acuerdo con él había sido que estudiaría la carrera hasta conseguir logros en la esfera musical-, y también la de convertirse en la heredera sacerdotal del Templo Hikawa. Que no encontrara la oportunidad de desarrollarse en ese medio que tanto anhelaba, evidentemente era un gran golpe para su voluntad y orgullo.
—Tranquila, Rei, ya verás que pronto vendrá algo bueno, no te desanimes. –alentó Kino, regalándole una sonrisa indulgente.
—Ya sé, no importa –desdeñó Rei con humor-. Después de todo estoy a un semestre de terminar la carrera, y seguramente con mis antecedentes familiares y mi encanto natural podré obtener algún "modesto" Consulado en la embajada. En el peor de los casos enseñaré lenguas en el Centro para Extranjeros.
A pesar del tonó juguetón que usó y la risa que terminó por soltar, Lita y Mina leyeron una nota de sátira en su voz, pero eligieron no insistir. Hino era así de cerrada y los años de amistad no podían aún quebrar el muro que ella izaba en pos de su protección psico-emocional; tanto Aino como Lita estaban enteradas del grado de hermetismo que una persona puede llegar a forjar a fuerza de heridas y decepciones. No la culpaban en nada por ser así. Por otra parte, esa era precisamente la esencia de Rei, ser desconfiada y reservada en lo superficial, pero una vez que lograbas ganarte su estima y confianza, ser leal y brindarte siempre un sólido apoyo en cualquier circunstancia; también podrías conocer su lado amable y cariñoso. Quizá hasta su sensibilidad. Ocasión rara, pero cabía posibilidad de ello.
—Bien, creo que me voy a dormir. Tengo clase a las siete de la mañana.
Sus amigas la vieron levantarse de la mesilla de té y llevar los pasos de sus pies desnudos hasta el corredor, en el marco de la entrada, Hino les regaló una sonrisa sincera.
—Bienvenida, Lita –dijo a la castaña-. Y tú, Mina, deberías dormir también o perderás tu cita de audición.
—Buenas noches, Rei. –dio por respuesta la chica rubia, echando en menos sus argumentos y girando las pupilas de sus añiles ojos.
—¿Estará bien? –preguntó Lita a Mina, una vez que Hino hubo desaparecido.
—Uhm. No lo sé, hace unos meses te diría que sí, pero estos días ha andado rara. Creo que la crisis de los veinte le ha llegado.
—¿Crisis de los veinte? ¿Te refieres a esa en que uno se sumerge en un debate interno por las inseguridades del mundo real?
—Exacto, puede que nuestra Reiko comience a sentir apatía hacia la vida. Piénsalo, no está alcanzando eso que tanto desea, en lo que tanto se ha esforzado y que para variar, ha elegido por sobre sus demás opciones. Podríamos decir que apostó al todo o nada.
—Pero tiene la carrera, no es como si no tuviera otra opción. –alegó Lita.
—Sí, pero ¿le gusta? –contrarió Aino-. Ese es su plan 'B', el que le condicionó su padre a cambio de dejarla incursionar en la música. Creo que su frustración radica en la imposibilidad de realizar lo que le gusta libremente, en no cumplir con sus expectativas de vida.
A veces Minako lograba sorprender con unos estudiados argumentos que más parecían provenir de Amy que de su desenfadada personalidad, pero que se le daban espontáneamente cuando un tema despertaba su interés, y sus amigas siempre eran algo prioritario en su mente.
—Vaya, no lo había pensado así. Tiene sentido. ¿De dónde sacaste todo eso? –preguntó Kino enmarañada en los vocablos que quedaron flotando en el aire.
—Un libro de psicología que encontré por allí.
—Ya decía yo…
—¡Pero concuerda! –defendió-. Tan sólo el hecho de que no sea capaz de compartir esa frustración con nadie que no sea ella misma, disfrazándose de una armadura de "soy-la-señorita-seguridad-y-estoy-bien-nada-me-pasa-gracias", lo da a notar. ¿O me vas a decir que no te diste cuenta?
Lita torció los labios.
—Lo hice.
—Y debo decirte querida, que el honorable teniente, ha estado presionando.
Y por "honorable teniente", Minako se refería al padre de Rei.
—¿Quiere llevársela?
—No my dear, es peor que eso.
La chef la observó afectada.
—Quiere presentarla al medio.
Para nadie de las scouts era desconocido que la familia de Hino era influyente en el ámbito político y económico, y que la mayoría de sus miembros–si no es que todos-, habían incursionado en la política. Era lógico pensar que el plan del señor Takashi Hino fuera legar a su única hija la tradición familiar.
—Oh…
—Exacto.
—Y… ¿no habrá algún modo? No puede abandonar así como así, es su sueño. –enarboló Lita, inquieta por la situación.
Mina suspiró y se echó hacia atrás, recostándose en la duela.
—A menos que Lantis se arriesgue a contratarla, no creo.
La expresión de Lita se ensombreció por un momento, contagiándose del suspiro melancólico de Minako, luego la paz reinó de nuevo en su rostro y se recostó también en la duela, mirando al techo.
—¿Duele crecer, uh? –murmuró Minako, ya medio soñolienta.
—Ser adulto es una mierda.
—¡Amén! –celebró la rubia el coraje de Lita desgarrar la espiritual pureza del templo.
Renunciar o no renunciar. He ahí la cuestión.
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¡A-yo! (^o^)/
Sé que pensaron que tardaría más en subir un serial largo de nuevo, y para ser sincera, yo también xD Pero le traía ganas a esta idea que no me terminaba de cuajar por los detalles, pero bien dicen que las respuestas saldrán al paso si uno se pone a trabajar en ello, y así fue Una dosis extra fue que los extrañaba juntos en una travesía más elaborada y además he estado leyendo mucho, viendo muchas pelis y series también, no se, simplemente la inspiración renació :3
Por lo que podrán notar, la dinámica es distinta a la anterior, con la interacción de más personajes en el idilio pero de una manera ligera y menos dramática, además, las circunstancias iniciales son distintas, los niños no las quieren, los amantes prohibidos y un intento por manejar a los personajes del modo más real y terrenal que me sea posible, ojalá lo logre.
Espero esta primera entrega haya captado su interés, y que como en ocasiones anteriores, me regalen el honor de su atención.
Gracias infinitas por leer.
Welcome to my imagination.
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*::Sol::*
