Ok, sé que me veo como alguien no entendible pero es que me daba mucho dolor no poder seguir escribiendo y bueno con respecto a mis problemas personales, existen y es por eso que si este fic gusta, la actualización no va a ser tan periódicamente como lo había hecho con lo que eran mis fics. Espero que esta idea les guste y que dejen su opinión.

Disclaimer: Inuyasha y todos los personajes de la serie no me pertenecen (obviamente) sino a Rumiko Takahashi.

Detrás de las Apariencias

En una taberna llena de hombres cuyo único objetivo es encontrar placer en las alternativas que les ofrece el pagano mundo, se encuentra un afable caballero, dueño de ese local que una vez más, entre su sonrisa infalible y su habilidad de servir licor, siente que les ha fallado a su familia y a sí mismo. Su nombre es Takato Higurashi, un viudo que lo único que le queda es su adorada hija, Kagome, una muchacha con apenas diecisiete años de edad. Ella en su gran amor y compresión por su padre, lo ha acompañado durante todo su proceso de depresión y sufrimiento luego de la muerte de su madre, cuando Kagome tenía diez años de vida. Ahora más que nunca siente gran compasión hacia su progenitor, que no se ha perdonado el hecho de que ella haya tenido que recurrir al empleo en ese establecimiento para ayudar a su padre en el retraso de una inminente quiebra. En realidad, su trabajo no ha pasado a mayores, es camarera y/o personal de limpieza en el día y se encarga de organizar y llamar a las geishas en la noche, que no son más que furcias bien arregladas y con lo que se diría experiencia en las "artes" del placer carnal. Sí, un triste hecho que rodea la historia de la familia Higurashi, ya que, en su desesperación y con la ayuda de un "amigo", Takato construyó un prostíbulo en el piso superior de la taberna, algo con lo que Kagome no estaba de acuerdo pero ante la tozudez de su padre, no tuvo más remedio que aceptar ese error y su sonrisa se fue borrando al ver ante sus propios ojos, como una persona se degrada y deja a un lado su dignidad para sobrevivir ante una sociedad que cada vez hunde más a los menos privilegiados en sus más oscuros e indignos abismos. Todo eso fue visto por una joven desde sus quince años de edad, ya transcurrido dos años desde el enfrentamiento con la cruel realidad, Kagome se había sabido adaptar a ese presente y posible futuro incierto.

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- Y dime Takato, ¿tú hermosa hija por fin ha entrado en el juego de arriba? – Preguntó un hombre de cabellos oscuros y mirada malévola, que se encontraba sentado en la barra tomando su ya tercer vaso de whisky.

- Olvídalo Naraku, bien sabes que ante tu idea de adjuntar un prostíbulo a la taberna se nos ha hecho más fácil mantener el negocio a flote, pero sobre mi cadáver dejaré que mi hija quede involucrada. – Respondió Takato muy seriamente, borrando su típica sonrisa del rostro.

- Sólo preguntaba, sólo preguntaba. Después de todo, si el gobierno se entera de esto, no creo que te dejen un segundo más con tu preciada hija. – Respondió con una sonrisa maliciosa.

- No tienen motivo para hacerlo, porque sin necesidad de engaños o trampas, pueden bien enterarse que Kagome es virgen y que nunca se ha involucrado en mis negocios. – Respondió muy seguro de lo que decía para no mostrar sus inseguridades ante los demás.

- Bueno, entonces, voy a disfrutar de los servicios que ofreces, Takato. – Dijo una vez terminado con la botella de whisky para dirigirse a la parte superior del local.

En la cima de las escaleras, se encontraba Kagome sentada en una pequeña y destartalada mesa junto con una carpeta y uno que otro lapicero. Naraku sonrió de forma lujuriosa y miró de arriba abajo a la joven, la cual sólo se limitó a mirarlo con desprecio sin ni siquiera saludar.

- Actualmente hay tres disponibles: Naomi, Naoko y Abby. ¿Cuál prefiere? – Preguntó la muchacha revisando su carpeta y esperando la respuesta del hombre.

- ¿Qué? ¿Y tú no te incluyes, preciosa? – Preguntó Naraku burlón.

- Yo no tengo porque ofrecer ese tipo de servicios pero están dispuestas tres mujeres más que poseen más experiencia y atributos que yo. Así que sólo limítese a contestar mi pregunta sin formular alguna otra.

- ¡Vaya, pero que carácter! – Dijo con sarcasmo. – Muy bien, será escoger a alguna de las que me dices porque tengo entendido que tienes un espía por ahí que te protege ¿no?, un mocoso pelirrojo hasta donde tengo entendido. – Decía mirando a su alrededor mientras que Kagome se tensaba aún más.

- Si vino buscando platicar con alguien, le recuerdo que hay un gran número de hombres allá abajo, además que no estoy para hacerle compañía a nadie. – Respondió tajantemente.

- Muy bien, será como dices; quiero a Naomi. – Dijo secamente y resentido.

- Ok, la puerta número 13, el pago por hoy es tarifa plana "Que humillante es decir eso, como si la persona fuese un vil objeto" Por favor, dígame su nombre.

- Vamos niña, ya te lo debes haber aprendido. – Dijo incrédulo. – Pero para complacerte, querida mía, es Naraku Naegino. – Terminó su oración pasándole a su vez el dinero correspondiente a Kagome.

- Muy bien, puede pasar. – Respondió automáticamente, cediendo el paso a Naraku.

- Gracias, preciosa. – Paso por un lado para mirar por última vez de soslayo a la esquiva Kagome.

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Miroku, ¡lo que te quiero es matar! ¿Cómo se te ocurre llamarme y decirme que el asunto es importante sólo para averiguar si una chica con un pasado horrible es o no una despreciable prostituta? – Preguntó enojado e incrédulo un joven de ojos dorados.

Anda, tranquilízate, no es para tanto. – Respondió el joven de ojos azules.

-¿Qué no es par tanto? ¿QUÉ NO ES PARA TANTO? – Preguntó gritando el joven.

-Inuyasha, ya tú estás lo suficientemente grandecito, además de que Sango no confía en mí y va a venir con nosotros. En caso de que yo no pueda hacer el experimento, lo haces tú.

-¿Qué? – Preguntó mirando a Miroku como si fuese un ser extraño jamás visto por el hombre.

-Mira, vamos ahorita, te tomas uno o dos tragos si quieres y luego vas y asustas a la muchacha para que luego coopere más fácilmente.

-Miroku, ¡por amor a Dios!, sabes que yo no soy un oficial todavía, me faltan años de carrera antes de poder estar en este tipo de "misiones". – Le dijo tratando de hacer que entrara en razón.

-Eso lo sé, yo tampoco tengo el cargo pero es algo que me comentó mi padre y me pareció emocionante y divertida mi idea, además de que no le vamos a hacer nada a la muchacha y a la hora de separarla de su padre, no habrá tantos problemas.

-Entonces ¿a ti de bueno te dio el ataque de ayudar a los más débiles? – Cuestionó irónico.

-¿Vas a ir o no? Anda, tú de tacaño no me diste regalo de cumpleaños, di que sí entonces. – Le preguntó con cara de yo no fui mientras que Inuyasha lo miraba con reticencia y exhalaba un largo suspiro.

-Muy bien, pero ni se te ocurra culparme a mi de lo que te pase. – Dijo resignado pero amenazándolo muy serio.

-¡Gracias! – Respondió emocionado levantándose de su asiento. – Ya le aviso a Sango.

-Como sea. – Dijo recogiendo sus cosas y mirando la hora en el reloj de la sala.

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-¿En verdad está seguro de esto? – Preguntó Sango a Miroku en el umbral de la puerta de la tan famosa taberna.

-Aquí nadie confía en mí, definitivamente. – Dijo exhalando un largo suspiro de resignación.

-Nadie en su sano juicio va a confiar en ti, Miroku. – Concluyó Inuyasha entrando de primero al sitio.

Cuando entraron, observaron el típico ambiente con risas de borrachos y olores a licor y tabaco. Sango instintivamente se aferró más a Miroku, olvidándose de lo libidinoso que es y este último tuvo la cortesía de no tocar zonas prohibidas para no atormentar más a la muchacha. Inuyasha no se sintió amenazado ni intimidado en ningún momento, sólo fue hasta la barra para esperar que Miroku y Sango se acercaran. Cuando los tres estuvieron reunidos, se acercó Takato hasta ellos para ofrecerles bebidas.

Disculpen mi atrevimiento pero para no tener problemas es necesario que me muestren su cédula de identidad. – Dijo Takato amablemente a los nuevos clientes.

- No se preocupe, veamos… - Respondió Miroku revisando su cartera y sacando su cédula para mostrársela al hombre. – Inuyasha, ¿no la vas a sacar? – Preguntó a su amigo que no se había movido de su asiento.

-No Miroku, sabes que no bebo. – Le dijo Inuyasha a su compañero mientras se dedicaba a examinar con la vista el local.

-Entonces joven, ¿para qué vino? – Preguntó Takato desconfiado.

-Yo…yo… - Inuyasha se había dejado en evidencia pero no tenía una mentira formulada en la mente.

-Él está aquí para disfrutar de otro tipo de servicios. – Le excusó Miroku observando con una mirada pícara al tabernero y rogando a Dios que Inuyasha no se opusiera al ver la mirada fulminante de su amigo.

-Oh, ya veo. – Exclamó Takato pensativo. – Aunque… - Empezó a decir en un modo preocupado. – No es bueno que pierda su virginidad en un prostíbulo, joven. – Le dijo a Inuyasha.

-¿Qué? – Exclamó el chico sonrojado, pero al ver a Miroku sabía que no podía dar marcha atrás. – No se preocupe, ya yo la perdí. – Dijo casi en un susurro al dueño mientras fijaba la mirada en un punto cualquiera con tal de no ver a su interlocutor.

-Ah, bueno, en ese caso, suba las escaleras que están al fondo hacia la derecha. – Dijo sonriendo pero lamentándose que la juventud estuviese en esos trámites tan poco dignos.

-Ok, gracias. – Respondió incómodo mientras se dirigía a las escaleras.

Cuando subió el último escalón, vio a una joven sentada en una mesa, medio dormida que abrazaba una carpeta y tenía un lapicero detrás de su oreja. A primera instancia, Inuyasha se enterneció con la imagen pero luego recordó que esa debía ser la chica por la cual estaban ahí, por ello despertó a Kagome zarandeándola levemente por un brazo. En ese instante, ella abrió sus ojos y observó al joven frente a ella, que lo consiguió muy apuesto y le extrañó que no estuviera ebrio.

- Disculpe, me quedé dormida. – Dijo levantándose y tomando el lapicero que tenía detrás de su oreja para luego abrir su carpeta. – Actualmente todas las geishas están ocupadas pero la que posiblemente salga primero será dentro de media hora, ¿le importaría esperar? Si me da su nombre, yo se la aparto.

-¿Y tú que eres? ¿Recepcionista? – Preguntó Inuyasha burlón.

-Soy la administradora, ese es mi trabajo. – Respondió ella tímidamente sintiéndose incómoda por la cercanía del joven.

-O sea, ¿qué tú no te ofreces?

-"¿Por qué todo el mundo pregunta lo mismo?" No, señor. – Dijo apartándose de él.

-¿Y eso? – Preguntó acercándose nuevamente.

-Mi trabajo sólo se limita a llamarlas y administrar el dinero y el tiempo que duran con cada uno de los clientes. – Dijo alejándose más, tratando de mantener la distancia. Ante este gesto, Inuyasha sonrió levemente mientras se seguía aproximando.

-Ya veo. Pero entonces debes tener presente que cualquiera te tomaría aquí si lo quisiera ¿no? – Terminó por preguntar acorralándola contra la pared y aproximando su boca a la de ella.

Kagome se encontraba paralizada aunque sin saber por qué no le molestaba del todo que la besara pero en ese momento salió de uno de los cuartos como una bala, un niño pelirrojo de ojos verdes con un bate en la mano, directo a pegarle en la cabeza a Inuyasha mientras este se encontraba de espaldas a él. Con un rápido movimiento, el joven esquivó el bate, tomándolo entre sus manos y dando un golpe certero en la cabeza del niño, haciendo así que se desplomara en el piso.

-¡Shippo! – Gritó la muchacha, librándose del agarre y arrodillándose donde se encontraba el pequeño.

-¿Eso es lo mejor que tienes? ¿Un mocoso con un bate? – Preguntó riéndose. – Bien, creo que el experimento ha terminado. – Dijo una vez que terminara de reírse.

-¿Qué? – Preguntó alzando la vista aún confundida con las palabras del joven.

-Yo no soy ningún violador ni nadie de esa calaña, digamos que soy un inspector y creo que mereces saber que cuando mucho te quedarás con tu padre un mes más.

-¿Cómo? – Preguntó sin entender lo que pasaba.

-El gobierno no te va a dejar aquí mucho tiempo. – Respondió pero luego escuchó los pasos de alguien que se aproximaban a donde ellos estaban. Inuyasha tomó a Shippo y se encerró con él en el cuarto donde anteriormente se había ocultado el niño mientras que Kagome se levantaba y tomaba la carpeta para atender a su próximo cliente. Una vez terminada con su labor, se acercó al cuarto y abrió la puerta mirando con rencor a Inuyasha para luego preguntar.

-¿Qué demonios quisiste decir con que no me voy a quedar con mi padre mucho tiempo?

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Bueno, sé que me quedó muy largo el capítulo para ser el primero pero los que han leído mis fics ya saben que por lo general yo los hago largos. Como les dije, la actualización no creo que vaya a ser tan pronta si es que el fic gusta (yo aquí haciéndome ilusiones y capaz a nadie le gusta ¬¬), claro está. Entonces, sin más que decir, espero que el capítulo haya sido de su agrado y que dejen su opinión.

P.D.: Mi definición de las geishas parece muy hiriente (a sabiendas de que todo es más complicado) pero si se continua la historia voy a explicar el por qué en el tercer capítulo.