Potterverso Sorgexpandido. Funciona como el potterverso y en eso se inspira en la creación de Jo Rowling, pero pertenece a la sorg-expansión española, la cual, junto con los personajes que la pueblan, son creación míaaaaa.
CRISIS MINISTERIAL
Dramatis Personae:
- La familia Fernández de Lama - Pizarro, en opinión de Revitaa, la familia española mágica por excelencia. Está formada por Alberto, el padre, muggle total y profesor en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de la Universidad Politécnica de Madrid; Cecilia, su muy bruja mujer, que trabaja como Letrada del Ministerio de Magia; y los cuatro muy mágicos tesoros de los anteriores: Isabel (12 adolescentes años), Mencía (superdotada intelectualmente, joven promesa del balonmano escolar muggle y a punto de cumplir 11); Alberto (7 alborotadores años) y la benjamina, Cristina (2 recién cumplidos plagados de precocidad mágica). ¡Ah! y Pufo, el puffskin amarillo mascota de todos ellos.
- Cualesquiera parientes de Cecilia y Alberto que deban hacer aparición.
- Bastante personal del Ministerio de la Federación Mágica de España y Portugal.
- Una familia muggle apellidada Mendoza. ¿De qué me suenan?
Y...
- Verónica Li: la oriental niña de los ojos de los Mendoza. Sobre todo de su padre, un tal Adolfo.
Mayo de 2010
CAPITULO 1
UNA NOTICIA ANGUSTIOSA
Cecilia finalmente había decidido poner en práctica la idea de su marido Alberto, así que estaba echando la arena procedente del patio del colegio que contenían los zapatos de su hijo en un tarro, dispuesta a medir cuánta cantidad era el niño capaz de traerse a casa en una semana. Alberto hijo había adquirido la costumbre de quitarse los zapatos nada más entrar y pulular en calcetines, olvidando completamente que existían las zapatillas y que, además, él, al igual que sus hermanas, disponía de un par. A Cecilia no le gustaba que sus hijos anduvieran descalzos por la casa, aunque el suelo fuera de madera y aunque Nadia, la bruja encargada de las labores domésticas lo mantuviera impecable, porque con cuatro hijos mágicos no se fiaba de lo que pudieran hacer aparecer por ahí. Pero Alberto hijo había cogido la costumbre de casa de su amiga Clara, así que bien poco podía hacer Cecilia... con una excepción: recordarle a Alberto que Clara, como buena niña, depositaba cuidadosamente sus zapatos en un mueble zapatero, mientras que él los dejaba por ahí de cualquier manera.
Y en esas estaba Cecilia, echando arena en un tarro en la cocina con la radio muggle puesta, cuando escuchó la noticia. Y los pelos se le pusieron de punta.
"(...) la niña, Verónica Li Mendoza, desaparecida esta tarde a primera hora en el parque de (...) tiene cuatro años y fue adoptada en China hace dos."
- ¡Qué espanto! ¿Ha oído, señora? -. Comentó Nadia bastante acongojada.- ¡Ha desaparecido una niña! ¡Parece que la han secuestrado!
- ¡Ese parque está justo al lado de donde vive mi cuñada!-. Murmuró Cecilia mientras sentía cómo un escalofrío le recorría toda la columna vertebral. Aunque aparentara una calma fría, ella tenía cuatro hijos, y solo pensar que pudiera ocurrirles algo a cualquiera de ellos la hacía sentir vahídos. Claro que sus hijos no eran niños corrientes, eran niños mágicos...
- ¡Mamá!-. Mencía, la segunda hija de Cecilia, entró en la cocina interrumpiendo la divagación mental de su madre.- ¿Me ayudas?
Mencía se había roto un tendón del brazo derecho la semana anterior, de manera que lo llevaba en cabestrillo. Para sorpresa total de todos, una lesión de ese tipo ahora se remitía por el hospital de enfermedades mágicas a la medicina muggle. Al parecer, según explicaron los medimagos y sanadores, era mucho más rápido identificar perfectamente el alcance mediante una resonancia magnética y después operar con laparoscopia que estimar mediante el tacto, aunque fuera mágico, aplicar un ungüento externo y después hacer una rehabilitación mágica. Vivir para ver... Ahora resultaba que los muggles estaban más adelantados en materia de tendones...
- Tengo que recortar estas láminas y pegarlas en el cuaderno de Cono.- Explicó la niña. Cecilia tomó las tijeras que le tendía la niña y, antes de empezar a hacer nada, no pudo evitar darle un beso. A continuación, tras suspirar, empezó a recortar cuidadosamente. La naturaleza mágica de Mencía se manifestaba en que su lesión se estaba curando a velocidad de vértigo, pero eso no implicaba que no tuviera que manejarse como si fuera manca. Ni siquiera la magia solventaba aquello, y aunque sólo tenía diez años Cecilia sospechaba que si le hubiera ocurrido a ella, con toda su experiencia y su capacidad, también habría tenido que recurrir a la ayuda de los demás, al menos de vez en cuando. La niña, mientras su madre reflexionaba sobre todo aquello, había extendido cuidadosamente el cuaderno de Conocimiento del Medio abierto sobre la amplia mesa de la cocina y desplegado el estuche, un tubo de pegamento de barra, una goma de borrar que olía a fresa y varios lápices perfectamente afilados.
- ¡Mamáaaa! ¡Mira lo que sabe hacer Cristina! – Alberto, su único hijo varón y el tercero de su lote de cuatro, entró corriendo en la cocina con las manos cargadas de muñequitos. Detrás de él, riendo muy contenta, venía la benjamina, dos años cumplidos el mes anterior. Alberto colocó cuidadosamente los muñequitos sobre la mesita pequeña que tenían para ella en la cocina, todos perfectamente alineados a lo largo del borde. Había un par de gormittis, un dragón al que le faltaba un ala, un Bob Esponja y un Patricio Estrella, tres muñecos de Lego de esos de hasta cinco años y un ser indefinido que le tocó a alguno en un huevo Kinder Sorpresa.
-¡Haz magia, Cristina! – Animó el niño a su hermana. Y Cristina, sin hacerse de rogar ni una vez, extendió la manita.
- ¡Talta! ¡Talta! ¡Talta!
Y los muñequitos fueron cayendo al suelo tras saltar de la mesa, al son de la magia sin varita de la criatura.
- ¡Muy bien! – Exclamó Nadia emocionada.- ¡Eres una gran brujita!
Cristina palmoteó feliz mirándolos uno por uno para comprobar que también aplaudían. Cecilia la cogió en brazos y la besó repetidamente hasta que su hijo, que aunque fuera varón no era precisamente el menos mimoso de la casa, se le abalanzó abrazándose con fuerza a sus piernas.
