Este capítulo será corto pero juro por el ángel que el próximo será más largo

Lo que está en cursiva es del libro. Hice una mejoras aquí isabelle era parabatai de Clary, maia y jordan estaban junto. Jordan no murió

Se llama: "SI NO HUBIERA ATACADO DE ESA FORMA, ELLA ESTARÍA VIVA"

-Mi hermana -dijo Sebastián-. ¿Enviaste a Clary a hacer un Portal? No muy inteligente, el separarse. Uno de mis lugartenientes la tiene retenida a cierta distancia de aquí. Hiéreme, y le cortará la garganta.

Hubo un murmullo de los Nefilim detrás de él, pero Jace no podía oírlo. El nombre de Clary latía con la sangre en sus venas, y el lugar donde la runa de Lilith lo había conectado una vez a Sebastián ardía. Decían que era mejor conocer a tu enemigo, pero ¿cómo ayudaba saber que la única debilidad de tu enemigo era también la tuya?

El murmullo de la multitud se alzó a un rugido cuando Jase comenzó a bajar sus cuchillos; Sebastián se movió tan rápido que Jace solo vio un borrón mientras el otro chico se movía a su alrededor y pateaba su muñeca. La espada cayó del agarre adormecido de su mano derecha, y Jace se lanzó hacia atrás, pero Sebastián fue más rápido, desenvainando la espada Morgersten y lanzando un tajo hacia Jase con un golpe que éste solo consiguió evadir contorsionando todo su cuerpo hacia un lado. La punta de la espada hizo un corte superficial a través de sus costillas.

Ahora algo de la sangre en su traje de combate era suya.

Se agachó cuando Sebastián le lanzó otro tajo, y la espada silbó al pasar sobre su cabeza. Oyó a Sebastián maldecir y lanzó un tajo con su propia espada. Las dos chocaron con el sonido del resonante metal, y Sebastián sonrió.

-No puedes ganar -dijo-. Soy mejor que tú, siempre lo he sido. Puede que sea el mejor de todos.

-También modesto -dijo Jace, y sus espadas se deslizaron y se separaron con un chirrido. Se movió hacia atrás, lo suficiente para tener más espacio.

-Y no puedes lastimarme, no realmente, por Clary -siguió Sebastián, incansable-. Así como ella no puede lastimarme por ti. Siempre el mismo baile. Ninguno de vosotros está dispuesto a hacer el sacrificio. -Llegó a Jace con un tajo de costado; Jace lo bloqueó, aunque la fuerza del golpe de Sebastián envió una sacudida por su brazo-. Uno pensaría, con toda su obsesión por el bien, que alguno de vosotros estaría dispuesto a renunciar al otro por una causa mayor. Pero no. El amor es esencialmente egoísta, y también lo sois vosotros.

-No nos conoces a ninguno de los dos -jadeó Jace; ahora estaba respirando con dificultad, y supo que estaba luchando defensivamente, esquivando a Sebastián en vez de atacando. La runa de Fuerza en su brazo estaba ardiendo, quemando lo último de su poder. Eso era malo.

-Conozco a mi hermana -dijo Sebastián-. Y no ahora, pero lo suficientemente pronto la conoceré en todas las maneras en que puedes conocer a alguien. -Sonrió otra vez, salvaje. Era la misma mirada que había tenido hacía mucho tiempo, en una noche de verano fuera del Gard, cuando había dicho, O quizás solo estás furioso porque besé a tu hermana. Porque ella me quería.

Jace sintió náuseas, náuseas e ira, y se arrojó hacia Sebastián, olvidando por un momento las reglas de la lucha con espadas, olvidando mantener el peso de su agarre distribuido equitativamente, olvidando el balanceo y la precisión, todo excepto el odio, y la sonrisa de Sebastián se amplió mientras se deslizaba fuera del camino de su ataque y pateaba limpiamente la pierna de Jace por debajo suyo.

Él cayó con fuerza, su espalda colisionando con el suelo congelado sacándole la respiración. Oyó el silbido de la espada antes de verla, y rodó a un lado justo cuando la espada Morgenstern chocaba contra el lugar donde él había estado un segundo antes. Las estrellas se balanceaban alocadamente sobre su cabeza, negras y plateadas, y luego Sebastián estaba parado frente a él, más negro y plateado, la espada volvió a bajar, y él rodó hacia el costado, pero no fue lo suficientemente rápido esta vez y la sintió hundirse en él.

La agonía fue instantánea, clara y limpia cuando la espada se estrelló contra su hombro. Era como ser electrocutado. Jace sintió el dolor a través de todo su cuerpo, los músculos contrayéndose, su espalda arqueándose del suelo. Calor quemaba a través de él, como si sus huesos estuvieran siendo fundidos a carbón. Flamas se agruparon y corrieron por sus venas, subiendo por su columna vertebral…

Vio agrandarse los ojos de Sebastián, y en su oscuridad se vio reflejado, tirado sobre el suelo rojo y negro, y con el hombro ardiendo. Había llamas lamiendo su herida como sangre. Éstas chisporrotearon, y una sola chispa corrió por la espada Morgenstern, ardiendo en la empuñadura.

Sebastián maldijo y tiró de su mano bruscamente como si hubiera sido apuñalado. La espada cayó al suelo; alzó la mano y se la miró. E incluso a través de su aturdimiento de dolor, Jace pudo ver que había una marca negra, una quemadura en la palma de la mano de Sebastián, en la forma del agarre de una espada.

Jace comenzó a forcejear para apoyarse sobre los codos, a pesar de que el movimiento envió una oleada de dolor tan fuerte por su hombro que pensó que se iba a desmayar. Se le oscureció la visión; cuando volvió, Sebastián estaba parado frente a él con un gruñido retorciendo sus facciones y la espada Morgenstern de vuelta en su mano. Y ambos estaban rodeados por un círculo de figuras. Mujeres, vestidas de blanco como oráculos griegos y con llamas de color naranja saliéndoles de los ojos. Sus rostros estaban tatuados con máscaras, delicadas y sinuosas como vides. Eran hermosas y terribles. Eran las Hermanas de Hierro.

Cada una de ellas sostenía una espada de adamas, apuntando hacia Cada una de ellas sostenía una espada de adamas, apuntando hacia abajo. Estaban en silencio, sus bocas apretadas en líneas sombrías. Entre dos de ellas estaba el Hermano Silencioso que Jace había visto más temprano luchando en el valle, con su bastón de madera en la mano.

-En seiscientos años no hemos abandonado nuestra Ciudadela -dijo una de las Hermanas, una mujer alta cuyo cabello le caía en cuerdas negras hasta la cintura. Sus ojos resplandecieron, como hornos gemelos en la oscuridad-. Pero el fuego celestial nos llama, y nosotras venimos. Aléjate de Jace Lightwood, hijo de Valentine. Hiérelo otra vez, y te destruiremos.

-Ni Jace Lightwood ni el fuego en sus venas las salvará, Cleophas, -dijo Sebastián con la espada aún en mano. Su voz era firme-. Los Nefilim no tienen salvador.

-No sabías que tenías que temer al fuego celestial. Ahora lo sabes –dijo Cleophas-. Es momento de retirarse, niño.

La punta de la espada Morgenstern bajó hacia Jace –bajó- y con un grito Sebastián la arrojó hacia delante. La espada silbó pasando sobre Jace y se enterró en la tierra.

La tierra pareció aullar como si estuviera herida mortalmente. Un temblor pasó por el suelo, extendiéndose desde la punta de la espada Morgenstern. La visión de Jace iba y venía, la consciencia salía de él como el fuego que había sangrado de su herida, pero incluso mientras venía la oscuridad, vio el triunfo en el rostro de Sebastián, y lo oyó comenzar a reír mientras que con un repentino y terrible desgarro la tierra se abría. Una gigante fosa negra se abrió a su lado. Sebastián saltó a ella y desapareció.

-No es tan simple, Alec -dijo Jía con cansancio-. La magia de los Portales es complicada, y no hemos oído nada de las Hermanas de Hierro que indique que necesitan nuestra asistencia. Además, después de lo que pasó en Londres hoy más temprano, necesitamos estar aquí, en alerta…

-Te lo estoy diciendo, lo sé -dijo Alec. Estaba temblando a pesar del traje de combate. Hacía frío en la Colina del Gard, pero era más que eso. En parte era conmoción, por lo que Isabelle le había dicho a sus padres, por la mirada en el rostro de su padre. Pero más que eso era aprehensión. El frío

Presentimiento goteaba por su columna como hielo . No entiendes a los Cazadores Oscuros, no entiendes cómo son…

Se dobló de dolor. Algo caliente había pasado a través de él, por su hombro hasta su estómago, como una lanza de fuego. Golpeó el suelo con las rodillas, gritando.

-Alec… ¡Alec! -Las manos del Cónsul estaban en sus hombros. Era vagamente consciente de sus padres corriendo hacia él. Su visión se nubló con agonía. Dolor, sobreponiéndose y duplicándose porque no era para nada su dolor; las chispas bajo sus costillas no quemaban su cuerpo sino el de alguien más.

-Jace -gruñó entre sus dientes-. Algo sucedió… el fuego. Deben abrir un Portal, rápido.

Amatis, acostada en su espalda sobre el suelo, rió

-No me matarás -dijo-. No tienes las agallas...

Clary, respirando fuerte, hundió la punta de la espada bajo la barbilla de Amatis.

-No sabes de lo que soy capaz.

-Mírame. -Los ojos de Amatis resplandecieron-. Mírame y dime lo que ves.

Clary miró, ya sabiéndolo. Amatis no lucía exactamente como su hermano, pero tenía la misma mandíbula, los mismos confiables ojos azules, el mismo cabello marrón tocado de gris

. - piedad- dijo amantis- ¿me la daras? –

Piedad. Clary se quedó congelada, incluso cuando Amatis la miró con obvia diversión. El bien no significa bondad, y no hay nada más cruel que la virtud. Sabía que debía cortar la garganta de Amatis, quería hacerlo incluso, pero ¿cómo decirle a Luke que había matado a su hermana? ¿Matado a su hermana mientras ésta yacía en el suelo, rogando piedad?

Clary sintió su mano temblar, como si estuviera desconectada de su cuerpo. A su alrededor los ruidos de batalla se habían vuelto más tenues: podía oír los gritos y murmullos pero no se atrevía a mover la cabeza para ver qué estaba sucediendo. Se concentró en Amatis, en su propio agarre en la empuñadura de Eósforo, en el espeso hilo de sangre que corría bajo la barbilla de Amatis, donde la punta de la espada de Clary había rasgado la piel…

La tierra hizo erupción. Las botas de Clary se resbalaron en la nieve, y fue arrojada a un lado; rodó, apenas consiguiendo no cortarse con su propia espada. La caída le dejó sin aire, pero se movió rápidamente, agarrando fuerte a Eósforo mientras el suelo se sacudía a su alrededor. Terremoto, pensó salvajemente. Se agarró a una roca con su mano libre mientras Amatis rodaba a sus rodillas, mirando a su alrededor con una sonrisa depredadora.

Hubo gritos por todas partes, y un horrible ruido de desgarrón. Mientras Clary se quedaba mirando horrorizada, el suelo se desgarró a la mitad, una enorme grieta abriéndose en la tierra. Rocas, suciedad y punzantes trozos de hielo volaron hacia la abertura mientras Clary intentaba alejarse rápido de ella. Se estaba ampliando rápidamente, la escarpada grieta convirtiéndose en un vasto abismo con lados verticales que caían en las sombras.

El suelo estaba dejando de temblar. Clary oyó reírse a Amatis. Miró hacia arriba y vio a la vieja mujer ponerse de pie, sonriendo burlonamente a Clary.

-Dale mis recuerdos a mi hermano -gritó Amatis, y saltó en el abismo.

Clary se puso de pie de un salto, con el corazón latiendo fuerte, y corrió hacia el borde de la grieta. Se quedó mirando. Solo podía ver unos pocos metros de tierra vertical y luego oscuridad… y sombras, sombras moviéndose. Se dio la vuelta para ver que los Cazadores Oscuros estaban corriendo por todo el campo

De batalla hacia el abismo y saltando en él. Le recordaron a los clavadistas Olímpicos, seguros y determinados, confiados en su aterrizaje.

Los Nefilim estaban apresurándose para alejarse del abismo mientras sus enemigos vestidos de rojo pasaban por su lado, arrojándose al foso. La mirada de Clary rastreó entre ellos, ansiosa, buscando una figura vestida de negro en particular, una cabeza con cabello claro.

Se detuvo. Ahí, exactamente a la derecha del abismo, a cierta distancia de ella, había un grupo de mujeres vestidas de blanco. Las Hermanas de Hierro. A través de los espacios entre ellas, Clary podía ver una figura en el suelo, y luego otra, ésta última con una toga de pergamino, inclinándose sobre él…

Clary se echó a correr. Sabía que no debía correr con una espada desenfundada, pero no le importaba. Corrió por la nieve, esquivando a los Cazadores Oscuros que corrían, moviéndose entre los Nefilim, y aquí la nieve estaba llena de sangre, empapada y resbaladiza, pero siguió corriendo de todas formas, hasta que irrumpió en el círculo de las Hermanas de Hierro y llegó a Jace.

Él estaba en el suelo, y el corazón de Clary, que se había sentido como si fuera a explotarle dentro del pecho, ralentizó las pulsaciones ligeramente cuando vio que tenía los ojos abiertos. Sin embargo, estaba muy pálido y respiraba tan fuerte que ella podía oírlo. El Hermano Silencioso estaba arrodillado junto a él, desprendiendo con dedos largos y pálidos la protección en el hombro de Jace.

-¿Qué sucede? -Preguntó Clary, mirando a su alrededor salvajemente. Una docena de Hermanas de Hierro le devolvieron la mirada, impasibles y silenciosas. Había más Hermanas de Hierro en el otro lado del abismo también, observando inmóviles a los Cazadores Oscuros que se arrojaban en él. Era escalofriante-. ¿Qué pasó?

-Sebastián -dijo Jace entre dientes, y ella se dejó caer a su lado, frente al Hermano Silencioso, mientras éste le desprendía de la protección, y pudo ver el tajo en su hombro-. Sebastián pasó.

La herida estaba sangrando fuego.

No sangre sino fuego, con un dejo de oro como el icor de los ángeles. Clary tomó aire entrecortadamente, y al levantar la vista se encontró al Hermano Zachariah devolviéndole la mirada. Captó un retazo de su rostro, todos ángulos, palidez y cicatrices, antes de que él sacara una estela de su toga. En vez de ponerla sobre la piel de Jace, como ella hubiera esperado, la puso en la suya propia y dibujó una runa en su palma. Lo hizo rápido, pero Clary pudo sentir el poder que salía de la runa. La hizo estremecerse.

Quédate quieto. Esto acabará con el dolor, dijo con su suave susurro unidireccional, y posó su mano sobre el fogoso tajo en el hombro de Jace.

Jace gritó. El cuerpo se le medio levantó del suelo, y el fuego que había sangrado de la herida como lágrimas lentas se alzó como si le hubieran echado gasolina, abrasando el brazo del Hermano Zachariah. Fuego incontrolado consumió la manga de pergamino de la toga de Zachariah; el Hermano Silencioso se hizo hacia atrás, pero no antes de que Clary viera que la llama se estaba alzando, consumiéndolo. En las profundidades de la llama, que se ondulaba y crujía, Clary vio una figura: la forma de una runa que lucía como dos alas unidas por una barra. Una runa que había visto antes, en un techo en Manhattan: la primera runa que había visto que no era del Libro Gris. Parpadeó y desapareció, tan rápido que se preguntó si la había imaginado. Parecía ser una runa que se le aparecía en momentos de estrés y pánico. ¿Pero, qué significaba? ¿Era una manera para ayudar a Jace… o al Hermano Zachariah?

El Hermano Silencioso cayó silenciosamente en la nieve, colapsando como un árbol hecho cenizas.

Un murmulló pasó entre las filas de las Hermanas de Hierro. Lo que sea que le estuviera sucediendo al Hermano Zachariah, no debería estar pasando. Algo había salido terriblemente mal.

Las Hermanas de Hierro se movieron hacia su hermano caído. Bloquearon la visión que Clary tenía de Zachariah mientras se acercaba a Jace. Éste se estaba sacudiendo en el suelo, con los ojos cerrados y su cabeza hacia atrás. Ella miró a su alrededor salvajemente. A través de los huecos entre las Hermanas de Hierro podía ver al Hermano Zachariah, tirado en el suelo: su cuerpo estaba brillando, crepitando con fuego. Un grito le salió de la garganta. Un sonido humano, el grito de un hombre adolorido, no el silencioso susurro mental de los Hermanos. La Hermana Cleophas lo vio, toga de pergamino y fuego, y Clary pudo oír la voz de la Hermana alzándose:

-Zachariah, Zachariah…

Pero él no era el único herido. Algunos de los Nefilim estaban agrupados en torno a Jace, pero muchos de los otros estaban con sus camaradas heridos, poniendo runas de sanación, buscando vendajes entre su equipo.

-Clary -susurró Jace. Estaba intentando alzarse sobre los codos, pero no lo sostenían . El Hermano Zachariah… ¿qué sucedió? ¿Qué le hice…?

-Nada. Jace. Quédate quieto. -Clary enfundó su espada y sacó la estela de su cinturón de armas con dedos entumecidos. Se estiró para presionar la punta contra su piel, pero él se retorció para alejarse de ella.

-No -jadeó. Tenía los ojos muy abiertos y estaban ardiendo en dorado-. No me toques. Te lastimaré a ti también.

-No lo harás. -Desesperada, se arrojó sobre él, el peso de su cuerpo haciéndolo caer contra la nieve. Fue a por su hombro, y él se sacudió bajo ella, con su ropa y piel resbaladiza por la sangre y caliente como el fuego. Sus rodillas se deslizaron a cada lado de la cadera de él cuando arrojó todo su peso contra su pecho, forzándolo hacia abajo.- Jace –dijo-. Jace, por favor. -Pero él no enfocaba sus ojos en ella, sus manos se sacudían contra el suelo-. Jace -dijo, y puso la estela contra su piel, justo sobre su herida.

Y estuvo otra vez en el barco con su padre, con Valentine, y estaba dando todo lo que tenía, cada parte de su fuerza, cada átomo de voluntad y energía en crear una runa, una runa que pudiera quemar el mundo, que pudiera revertir la muerte, que pudiera hacer que los océanos se alzaran al cielo. Solo que esta vez

Era la más simple de las runas, la runa que cada Cazador de Sombras aprendía en su primer año de entrenamiento.

Sáname.

La iratze tomó forma en el hombro de Jace y el color que salía en espirales de la punta era tan negro que la luz de las estrellas y de la Ciudadela parecía desaparecer en él. Clary podía sentir su propia energía desapareciendo en él mientras dibujaba. Nunca había sentido tanto como si la estela fuera una extensión de sus propias venas, como si estuviera escribiendo en su propia sangre, como si toda la energía en ella estuviera siendo extraída por sus manos y dedos, su visión oscureciéndose mientras luchaba por mantener su estela firme, por terminar la runa. Lo último que vio fue el gran remolino ardiente de un Portal, abriéndose a la imposible vista de la Plaza del Ángel, antes de deslizarse a la nada.

Jocelyn bajó su mirada a sus manos—sus manos de artista, aquellas que Luke siempre había amado, agiles, cuidadosas y manchadas de tinta.

Ya no soy una Cazadora de Sombras —dijo—. Huí de ellos. Se lo dije a ambos. Pero un mundo sin Cazadores de Sombras en él… tengo miedo de eso.

Había un mundo antes que los Nefilim —dijo Magnus—. Y habrá uno después.

¿Un mundo en el cual podamos vivir? Mi hijo… —empezó, y se interrumpió cuando un sonido de martilleo vino de arriba. Alguien estaba golpeando en la puerta principal—. ¿Clary? —Se preguntó en voz alta—. Ella ha de haber olvidado su llave de nuevo.

Iré por ella —dijo Luke, y se levantó. Él intercambió una breve mirada con Jocelyn cuando dejó el sótano, su mente dando vueltas. Jordan y Maia en duelo. Sebastián tratando de enfrentar a los Subterráneos contra los Cazadores de Sombras.

Se dirijo a la puerta abierta y una ráfaga de aire frío entró. De pie en la puerta se encontraba una mujer joven con el pelo rizado y de un rubio pálido, vestida con su traje de combate. Helen Blackthorn. Luke apenas tuvo tiempo de registrar que las torres de los demonios encima de ellos brillaban rojo sangre cuando habló.

He venido con un mensaje del Gard —dijo ella—. Es sobre Clary.

Brusca. Simón agarró jeans y zapatos del suelo y fue a cambiarse al baño, tomándose su tiempo a propósito. Cuando volvió a salir, Isabelle estaba sentada en la cama arrugada, luciendo cansada y tensa.

-¿Así que van a abrir el Portal para traer a todos de regreso? Eso es bueno.

-Eso es bueno, pero lo que sentí… -Alec puso la mano sobre su antebrazo inconscientemente, cerca de su runa de parabatai eso no es bueno. Jace no está muerto se apresuró a añadir, al ver palidecer a Isabelle . Sabría si lo estuviera. Pero algo sucedió. Algo con el fuego celestial, creo.

-¿Sabes si está bien ahora? ¿Y Clary? -Demandó Isabelle.

-Espera, retrocede -interrumpió Simón- ¿Qué es eso sobre Clary? ¿Y Jace?

-Fueron a través del Portal -dijo Isabelle en tono grave-. A la batalla en la Ciudadela.

Simón se dio cuenta de que inconscientemente había llegado al anillo de oro en su mano derecha y lo había tomado con los dedos.

¿No son demasiado jóvenes?

No tenían exactamente el permiso. —Alec estaba apoyado contra la pared. Parecía cansado, las sombras bajo sus ojos azules violáceos—. El Cónsul trató de detenerlos, pero no tuvo tiempo.

Simón se volvió hacia Isabelle.

¿Y no me lo dijiste?

Ella no podía mirarlo a los ojos. —Sabía que enloquecerías.

Alec miraba de Isabelle a Simón.

¿No se lo dijiste? —Dijo él—. ¿Acerca de lo que sucedió en el Gard?

Isabelle cruzó los brazos sobre su pecho y pareció desafiante.

No. Me encontré con él en la calle, y vinimos arriba, y… y no es de tu incumbencia.

Lo es si lo haces en mi habitación —dijo Alec—. Si vas a utilizar a Simón para olvidar que estás enfadada y molesta, muy bien, pero lo haces en tu propia habitación.

No lo estaba usando…

Simón pensó en los ojos de Isabelle, brillando cuando la había visto de pie en la calle. Él había pensado que era de felicidad, pero se dio cuenta ahora, de que era más probable que hubieran sido lágrimas no derramadas. La forma en que había estado caminando hacia él, con la cabeza gacha, los hombros encorvados, como si hubiera estado manteniendo la compostura.

Sin embargo, lo hiciste —dijo él—. O me hubieras dicho lo que pasó. Ni siquiera mencionaste a Clary o a Jace, o que estabas preocupada, ni nada. —Sintió el nudo en su estómago apretarse al darse cuenta de cuán hábilmente Isabelle había desviado sus preguntas y distraído con besos, y se sintió estúpido. Había pensado que estaba feliz de verlo a específicamente a él, pero tal vez podría haber sido cualquiera.

El rostro de Isabelle se había vuelto muy quieto.

-—Por favor —dijo—. No es como si hubieras preguntado. —Ella había estado jugueteando con su cabello; ahora había levantado la mano y empezado a retorcerlo, casi salvajemente, en un nudo en la parte posterior de su cabeza—. Si los dos se van a quedar ahí echándome la culpa, tal vez solo deberían irse…

No te estoy culpando —comenzó Simón, pero Isabelle ya estaba de pie. Ella le arrebató el colgante de rubí, tiró de él no muy gentilmente sobre su cabeza, y lo dejó caer de nuevo alrededor de su propio cuello—. Nunca debería habértelo dado —dijo, con los ojos brillantes.

Me salvó la vida —dijo Simón.

Eso hizo que se detuviera.

Simón… —susurró.

Se interrumpió cuando Alec se agarró repentinamente el hombro con un jadeo. Se deslizó al suelo. Isabelle corrió hacia él y se arrodilló a su lado.

¿Alec? ¡Alec! —Levantó su voz, matizada con pánico.

Isabelle estaba a lado de su hermano pero de pronto todo se volvió negro, ella cayo a su lado pero no herida sino inconsciente.

Simón corrió a donde se encontraba ella

Que le pasa- pregunto simón mientras Alec se levantaba, se dirigió a su lado

Esta inconsciente, algo le paso a Clary, llevémosla a la basilias-

Simón la levanto pero se dio cuenta que tenía una mancha sobre su hombro de color carmesí, a simón le atrajo pero rápidamente la bajo y se alejo

Que pasa- pregunto Alec viendo como simón bajo a su hermana

Su hombro tiene sangre- dijo el alejándose para que Alec se acercara a ver el hombro de su hermana

Que significa- simón dijo cuándo Alec corrió la blusa de isabelle para ver la marca de parabatai

El vio que esa runa se desvanecía mientras sangraba de un negro oscuro se volvió apenas una marca, esa marca señalaba que había perdido su mitad.

Cuando una runa parabatai sangra significa que la otra mitad de la persona ha muerto, sería el otro parabatai- explico Alec con lagrimas

Signif- simón no termino la palabra se derrumbó y comenzó a sollozarse – que Clary se fu- termino

Tenemos que llevarla a las basilias o ella también morirá- dijo Alec simón se levantó y la alzo y camino más rápido. No iba a permitir que otra mujer de su vida muriera

Jace despertó después de tres días su cuerpo se sentía como una roca no se podía mover. Lo único que vino a su mente fue el quemando a la hermano Zachariah, Clary acercando a él y una leve punzada donde Sebastián apuñalándole poniendo una runa después de eso recordó Clary desplomarse sobre él y susurro a su oído dos palabras: "TE AMO"

El hermano silencioso se acercó a él y lo estudio

Cómo te sientes-pregunto el hermano a Jace

-bien, como esta Zachariah y Clary- pregunto Jace

Zachariah se encuentra bien, en cuanto a clarissa Fairchild- dijo el hermano bajando la cabeza

Que sucedió, como esta Clary- pregunto Jace sentándose que le causo un dolor que le corrió por la espalda

Lo siento Jonathan clarissa Fairchild a muerto

Espero que le guste no sé cómo podre revivir a Clary, tengo algunas ideas:

1_ Clary es mandada por raziel a ayudar a los cazadores

2_ secuestran el cuerpo de Clary antes del funeral

3_ cambian el cuerpo de Clary, y ponen una runa disfraz para que se parezca a Clary

4_ demonios secuestran el cuerpo y la vuelven a la vida pero Clary los destruye

Claro todo termina con Clary viva

Y no voy a actualiza hasta que me den una conclusión. La primera idea que llegue a los cinco comentarios es la ganadora

Por favor comenten y agreguen

Flor_