Esta historia es una continuación del capítulo Solo Mission o Misión a Solas, que es cuando Reige y Mob se disfrazan como estudiantes para entrar a una preparatoria privada, solo para señoritas. En el anime estos eventos ocurren en el segundo episodio, pero en el manga suceden mucho después, en el tomo siete. Para que el fic tenga sentido, me he basado en esta última cronología, en la que Mob y Teruki ya se conocen y se entiende que son aliados.
I
Tras exorcizar al espíritu que atemorizaba a las alumnas de la escuela privada Azafrán, Shigeo Kageyama decidió que ya era hora de irse. Atravesó la entrada principal y salió a la calle, donde esperaba volver a reunirse con su maestro. Él, a diferencia suya, no había conseguido engañar a los guardias con su disfraz, y debió quedarse fuera mientras Mob se encargaba del trabajo.
Shigeo supuso que volverían a encontrarse en el mismo lugar donde se vieron por última vez. Sin embargo, tras echar un vistazo a su alrededor, no vio a Reigen-san por ninguna parte ¿Lo habrán arrestado?, fue lo primero que se le ocurrió, y tenía sentido, después de todo era un adulto que había intentado entrar vistiendo de colegiala a una escuela femenina.
Pensó en averiguar el paradero de su maestro preguntándoles a los dos guardias de la reja frontal que le habían detenido, pero lo descartó en seguida por temor a ser descubierto como cómplice. En vez de eso, se le ocurrió que sería mejor, y mucho más sencillo, comunicarse personalmente con él desde su teléfono móvil. Estaba a punto de seleccionar su número en la lista de contactos cuando el dispositivo empezó a sonar con una alegre y ruidosa melodía. Al mirar la pantalla se dio cuenta que se trataba de su jefe, ni más ni menos.
— ¿Maestro? —contestó al tiempo que se ponía en marcha.
La voz del autoproclamado psíquico lo saludó desde el otro lado de la línea. Éste no se fue con rodeos e inmediatamente le preguntó si había conseguido acabar con el trabajo. Mob contestó que sí y en pocas palabras le relató lo sucedido, luego se mostró preocupado y quiso saber si su jefe se encontraba bien después del incidente de esa tarde.
—Claro que estoy bien —le aseguró Reigen como si se tratara de algo obvio.
Según sus propias palabras, había conseguido escapar y ahora se encontraba de vuelta en la agencia, donde permanecería oculto por un rato hasta que se calmaran las cosas. Después se jactó de lo astuto que había sido al usarse a sí mismo como carnada, y de ese modo, crear una distracción que permitiese a Shigeo entrar a la academia sin levantar sospechas. Aunque esto no era particularmente difícil, considerando que al muchacho se le daba bastante bien pasar inadvertido.
—Escucha, Mob —continuó hablando, esta vez, con más seriedad—, lo has hecho muy bien. Tómate el resto del día libre. Te veo mañana.
Colgó antes de que Shigeo pudiera despedirse o siquiera darle las gracias, algo que en verdad le hubiera gustado hacer. Después de todo, su maestro lo acababa de felicitar y eso significaba mucho para él, tal vez incluso más que ser ovacionado por un montón de chicas, como había ocurrido ese día en el gimnasio de la escuela Azafrán.
Guardó el móvil en su bolsillo y continuó andando tranquilamente mientras recordaba los eventos de esa misma tarde.
Después de haber salvado a las jugadoras del club de basquetbol femenino de la ira de un peligroso espíritu maléfico, Mob se vio rodeado por más de una veintena de chicas. Entre todas ellas le agradecieron y felicitaron por su ayuda, diciéndole lo genial que había estado al enfrentarse al fantasma, y haciéndole todo tipo de preguntas acerca de sus poderes.
Sobre todo, deseaban saber su nombre y a qué clase asistía, pero Mob apenas pudo hablar. Estaba pasmado. Jamás había recibido tanta atención en su vida y mucho menos viniendo de un grupo de alumnas de secundaria. Tampoco estaba acostumbrado a los halagos, y no pudo evitar sonrojarse y ponerse un poco nervioso.
Cuando Mari y Chihiro, las dos estudiantes que le habían contratado, les dijeron a sus compañeras que se trataba de un varón, y que para poder entrar en la academia había tenido que disfrazarse de niña, éstas se mostraron sorprendidas y a la vez fascinadas. Nunca lo hubieran adivinado; según ellas, el uniforme y las trencitas le quedaban monísimos.
Shigeo sonrió al recordar lo amable que fueron con él, en vez de burlarse o decirle que se veía ridículo; y por primera vez en mucho tiempo se sintió a gusto consigo mismo. Sobre todo estaba feliz de haber logrado algo por sí solo, al llevar a cabo su misión sin la ayuda de su maestro. Finalmente, había demostrado ser alguien de fiar y eso le llenaba de satisfacción.
Sin embargo, por muy contento que estuviera, no podía olvidarse de las palabras pronunciadas por el espíritu exorcizado, aquel que, al final, había resultado ser el alma en pena de un estudiante.
—…luces exactamente como yo… —le había dicho éste, con voz de ultratumba—… el modo en que te pones nervioso con las chicas… llevas la vida de un perdedor, igual que yo en mi juventud… Dime, ¿estás viviendo cada día al máximo…?
Esas fueron sus últimas palabras antes de desvanecerse por completo. Shigeo aún podía oírlas dentro de su cabeza, como si le persiguiesen desde el más allá.
—Cuando estaba vivo, él era como yo; sólo un tipo impopular —pensó en voz alta, preocupado, sin saber exactamente porqué.
A esa hora ya empezaba atardecer en ciudad Aliño. Mob, que se había desocupado antes del trabajo, se disponía regresar a casa cuando se dio cuenta de un pequeño inconveniente. Aún estaba disfrazado de colegiala. Definitivamente no podía volver vestido de esa manera ¿Qué iban a pensar sus padres? De seguro lo creerían más raro de lo que ya era, o peor aún, creerían que su hijo era un travestido. Por suerte, había dejado su uniforme de la secundaria en la agencia de Reigen. Tan sólo tenía que volver allá y recuperarlo.
—
Para cuando Mob finalmente llegó al edificio, la consulta ya había cerrado. En la puerta había un letrero que así lo indicaba. Mob golpeó de todas formas; quizás Reigen-san seguía dentro, en la oscuridad de su despacho, escondiéndose de las autoridades.
—Maestro, soy yo. Vine por mi uniforme —Esperó un rato, pero no hubo respuesta. Lo intentó por segunda vez; el resultado fue el mismo— ¿Se habrá marchado antes de lo habitual?
Probó llamándolo desde su teléfono móvil, sin embargo, en vez de escuchar a su maestro, se oyó la típica grabación telefónica informando que el equipo se hallaba apagado o fuera del área de servicio.
Shigeo se quedó inmóvil como una estatua, todavía con el celular pegado a la oreja, sin la menor idea de qué hacer a continuación. Acaso debía resignarse y volver a casa vestido de esa manera, o bien podía usar su telekinesis para abrir el cerrojo y entrar por su uniforme. Ésta última, aunque no le gustase depender de sus poderes, parecía ser la única salida.
Indeciso, Mob estaba tan concentrado tratando de llegar a una resolución, que no se dio cuenta que alguien se acercaba por detrás. Era Teruki Hanazawa, otro joven con poderes esper, y estudiante de la preparatoria Vinagre Negro; antiguo rival de Mob, podría decirse que ahora eran aliados luego de combatir juntos contra la peligrosa organización criminal Claw.
Hanazawa se hallaba por el vecindario cuando se le ocurrió hacer una visita sorpresa a su compañero. Eran las siete y media de la tarde, y supuso que a esa hora Kageyama-kun aún estaría trabajando en la agencia de Reigen, donde, según sabía, cerraban a las ocho. Más que una simple visita, Teruki tenía la intensión de acompañar a Shigeo de vuelta hasta su casa.
Caminaba por el estrecho corredor del segundo piso, en dirección a la consulta, cuando se fijó que había alguien más de pie frente a la puerta. Parecía ser una estudiante de preparatoria. Tenía el cabello negro y lo llevaba amarrado en dos trencitas. Aunque solo podía verle la espalda, reconoció su uniforme como el de la prestigiosa academia Azafrán para señoritas.
¿Qué estará haciendo alguien de allí en un lugar como este?
—Disculpa, ¿piensas entrar? —se dirigió a ella sin saber ni darse cuenta que se trataba de Shigeo.
Éste, en cambio, reconoció su voz con solo escucharla; aunque hacerlo no evitó que se llevara un susto de la inesperada sorpresa.
¿Hanazawa-kun?, ¿qué hace él aquí? Mob echó un vistazo por encima del hombro, pero se volvió en seguida, sin saber qué hacer. Avergonzado, no se decidía a dar la cara vestido de esa manera. Teru, en cambio, iba vestido con su uniforme de la preparatoria Vinagre Negro.
—Lo siento, no era mi intensión asustarte —Teruki esperó a ver si se apartaba, pues se interponía entre él y la puerta, pero ella no se movió ni un centímetro. Estaba a punto de pedirle amablemente que lo dejara pasar, cuando se fijó en el cartel que colgaba del picaporte—. Oh, ya veo, con que está cerrado. Es una lástima, parece que hoy no es nuestro día de suerte.
Decepcionado, Teruki ya estaba por marcharse cuando oyó que lo llamaba por su apellido.
—Hanazawa-kun.
Al voltearse, vio que se trataba de aquella desconocida, quien finalmente había dejado de darle la espalda. Ahora se hallaban frente a frente, sin embargo, aún no podía verle el rostro por completo. Ella era un poco más baja que él, y ya que tenía la cabeza inclinada hacia abajo, el flequillo le ocultaba gran parte de la cara.
— ¿Cómo sabes mi nombre? Acaso nos conocemos —Teruki estaba intrigado. A su corta edad, había salido con muchas chicas distintas, pero no recordaba a ninguna que fuese de la academia Azafrán. Aun así, había algo en ella que le resultaba ligeramente conocido. Acaso se trataría de una antigua admiradora a la que habían transferido de escuela—. Dime, ¿quién eres?
Desconfiado, se aproximó para verla de cerca. Fue entonces cuando la misteriosa chica levantó el rostro y lo miró con aquellos inconfundibles ojos negros. Al darse cuenta de quien se trataba, Teru se quedó completamente de piedra. Mob, por su parte, intentó actuar con naturalidad, pese a la embarazosa situación en la que se encontraba.
—A-ah, Hanazawa-kun, me da mucho gusto volver a verte.
Teruki parpadeó confundido, una, dos, tres veces.
— ¿Eh? —Hasta que finalmente recobró el habla— ¿¡Eeeeeeeh!? ¿¡Kageyama-kun, eres tú!?
Perplejo, miró a Mob de pies a cabeza, incapaz de creer lo que veían sus ojos. Estaba atónito y, al mismo tiempo, impresionado. La expresión de asombro en su rostro no tardó en cambio a una más relajada y divertida.
—No lo puedo creer —dijo mientras caminaba a su alrededor, sonriendo y observando cada detalle con gran interés— ¿Qué haces vestido con esa ropa?
Shigeo suspiró; él se había estado preguntado lo mismo toda la tarde.
—En realidad es una larga historia.
—Bien, no tengo prisa. Dime, ¿vas a tu casa? Puedes contármela en el camino.
Salieron del edificio y anduvieron juntos por las calles del distrito comercial. A esa hora el cielo ya estaba oscuro, y las luces de los locales iluminaban el ambiente.
Shigeo le contó lo sucedido mientras caminaban. Empezó explicándole el fallido plan de su maestro para entrar a la academia Azafrán, desde ir disfrazados como colegialas hasta tener que encargarse por sí solo del exorcismo, y terminó hablándole de su pequeño problema, al no haber podido cambiarse de uniforme.
—Ya veo, con que fue idea de tu maestro. Eso lo explica todo. Aun así, admiró tu dedicación. No cualquiera estaría dispuesto a usar una falda para cumplir con su trabajo.
—No lo sé. Supongo que no tuve otra opción.
Teruki no entendió a qué se refería exactamente. Acaso no podía negarse a algo que no deseaba o, tal vez, temía defraudar a su maestro si no cumplía con su deber.
—Al menos mañana es sábado —continuó, cambiando de tema— lo que significa que aún tienes todo el fin de semana para contactarte con Reigen-san y poder recuperar tu uniforme.
—Sí, había pensado lo mismo. Pero lo que más me preocupa en este momento es regresar a casa y que mis padres me vean así. Supongo que tendré que decirles la verdad.
Sus últimas palabras las dijo con resignación, como si aceptara su destino dócilmente.
Hanazawa se quedó un rato pensando en silencio. De haber estado en su lugar, lo más probable es que hubiese buscado la forma de usar sus poderes para salir de esa penosa situación. Sin embargo, Shigeo era distinto y prefería encarar sus problemas como un chico común y corriente, incluso si eso implicaba pasar por algo tan embarazoso. Cualquiera habría pensado que era una manera muy tonta de desaprovechar un don como el suyo, pero Teruki lo veía como algo digno de admiración. En vez de tomar el camino fácil, Mob elegía arreglárselas sin hacer trampa.
Aun así, desearía que hubiese una forma de ayudarle sin tener que usar mis poderes. Pensó en toda clase de soluciones hasta que finalmente se le ocurrió una idea.
—Kaqueyama-kun —dijo con alegría—, qué te parece si vienes conmigo a mi apartamento y te presto algo de ropa. De ese modo no tendrás ningún problema al llegar a tu casa.
Mob se detuvo abruptamente y lo miró con ojos llenos de ilusión.
—Hanazawa-kun, ¿hablas en serio?, ¿seguro no te molesta?
—Claro, no hay problemas. Para eso están los amigos —le aseguró con una cálida sonrisa.
Los ojos de Shigeo brillaron intensamente al escuchar esas palabras. A excepción de su hermano, jamás había tenido un solo amigo en toda su vida, y aunque ya hacía tiempo que se había acostumbrado a la idea de llevar una vida solitaria, en lo más profundo de su ser, todavía albergaba la esperanza de que, algún día, alguien le ofreciera su amistad.
Y parece que ese día finalmente había llegado, solo que nunca imaginó que sería de parte de un chico tan popular como Hanazawa-kun.
Continuará…
