Disclaimer: La Trilogía "Los Juegos del Hambre" y sus personajes no me pertenecen, ni gano un centavo al escribir esto, solo soy una fan con suficiente imaginación como para inventar locuras. Este fic participa en el reto una pareja para... del foro El diente de león. Octubre: Gale.
-I-
Hay un hombre en el Quemador al que solo los más desesperados visitan. Una persona a la que aquellos a quienes se les acabaron los recursos acuden. Los comerciantes suelen ser solitarios y poseen el dinero para comprar compañía por una o varias noches. Las muchachas más humildes de la Veta concurren con regularidad a vender sus servicios a ese hombre al que apodan Cupido.
Gale Hawthorne lleva una mala racha. Luego de que su mejor amiga fuera voluntaria para salvar a Prim, se vio en la obligación de ser el único sostén de dos familias. Inesperadamente, la madre de la apodada chica en llamas, despertó de su letargo y sus habilidosas manos sanadoras le servían para hacerse de algo de dinero. Pero él debía encargarse de alimentarlas, llevar carne fresca, era sábado y no había conseguido matar siquiera una ardilla. El bosque le recordaba que la había perdido, que había pocas posibilidades de volver a verla; y por si fuera poco, el hijo del panadero se le había declarado públicamente.
Estaba desesperado vendiendo las últimas reservas de frutos y raíces, suficientes para comprar carne para una de las familias, pero no para ambas. Vio a Cupido, sentado en su taburete como de costumbre, y la idea cruzo por su mente. Negó enérgicamente, daría la carne a la familia Everdeen y procuraría cazar para su familia al día siguiente. Además eso es cosa de mujeres, quien podría requerir a un hombre como acompañante. Se quedó de pie frente a la tienda de Rooba viendo de reojo al hombre. Vio a Thom, su compañero de secundaria acercarse a Cupido. Luego de una charla corta el viejo le entrega unas monedas y el chico se aleja. Gale no entiende del todo lo que ha pasado, pero para su suerte Thom se acerca a la mesa de Rooba a comprar.
— Gale…
— Thom… — mueve la cabeza a modo de saludo, el chico pide a la mujer — ¿Qué hacías con Cupido Thom?
— ¿Perdón? — la pregunta le extraña al chico, que mira a todos lados viendo si alguien más le ha escuchado — Mete la nariz en tus asuntos Hawthorne.
— No quiero que sea mi asunto Thom… pero es tiempo de necesidad — hace una seña hacia el viejo — ¿hay demanda para alguien como tú en eso?
— Lo que es moda en el Capitolio es moda en los Distritos Gale — recibe la carne y las cambia por las monedas que acaba de recibir — incluso en un lugar venido a menos como el Doce.
— Gracias…
Pide a la carnicera que guarde un trozo más de carne para él, que volverá enseguida. Duda, duda como no lo ha hecho desde que tuvo la necesidad de ir al bosque pero este le aterraba. Respira hondo un par de veces y hace los pasos suficientes para estar frente al hombre. Mira a todos lados, pero en el Quemador nadie se ocupa de lo que no es propio, nadie juzga.
— ¿Qué buscas pequeño Hawthorne?
— ¿Cómo funciona tu trabajo Cupido?
— Es sencillo muchacho— le enseña un cuaderno estropeado, de tapas que en sus días buenos fueron rojas — anoto tu nombre aquí y por cuantos días deseas prestar tus servicios — el chico asiente — el precio por día es de 10 monedas, seis para la mercancía, cuatro para el vendedor.
— Seis monedas… — suficiente para un buen trozo de carne— anótame — musita abatido — solo un día.
— El mínimo son siete muchacho, ya sabes para darle tiempo a tu compradora de conocerte y de que la conozcas — el chico rechina los dientes, pero asiente — Hay reglas…
Las numera. Los encuentros son solo nocturnos en la casa dedicada para ello, un lugar alejado del pueblo con varias habitaciones (Nota de Autora: Un motel vamos xD). Los encuentros son anónimos, siendo Cupido el único que sabe quiénes son ambas partes, la divulgación está prohibida. Lo pactado debe cumplirle, al menos una semana con la misma persona. No se puede romper el contrato, no acaba antes de lo pactado. La protección queda a cargo de las partes. Lo obliga a firmar al final de la página que cita su nombre.
— Adelántame un día del pago — acota en voz baja.
— Ni hablar, se paga por día de contrato, puede que no encuentre a nadie para ti Hawthorne.
— Si has encontrado a alguien que quiera a Thomas… sabes que encontrarás a alguien que me quiera a mí — Gale no presumía de su belleza o de su hombría pero había estado con muchachas desde los catorce y sabía que sería reclamado enseguida.
A regañadientes, Cupido le cedió el dinero. Gale pudo comprar más carne y salió del Quemador con una extraña sensación en el cuerpo. Por un lado podría abastecer a ambas familias de comida durante unos días. Pero, por el otro lado, su dignidad había caído en picado, aquel libro en manos de cualquiera podía ser su ruina. Si su madre se enteraba que él había tenido que llegar a ese extremo, se sentiría muy mal. Dejo los enceres en lo de su amiga y llegó a su casa exhausto. Apenas dos horas más tarde, un chiquillo apareció en su puerta, siendo él quien abriera la puerta. El pequeño, un pobre niño de la Veta, le entrego una llave y le dijo que debía estar a las diez en el lugar pactado.
Burlar a su querida madre no sería difícil. Desde que Katniss subió a aquel tren, el cazador apenas dormía, eligiendo el horario de la cena para escapar a la Pradera o algún sitio en el que pudiera estar solo. Lejos de cualquier aparato que se empecinara en trasmitir los condenados Juegos a los que su amiga se enfrentaba.
Tomó su morral de caza. No sabía cuál debía ser su aspecto, mucho menos cual sería el aspecto de la horrible mujer a la que debía complacer por dinero. Decidió buscar la ropa oculta bajo su cama. En una caja de aspecto antiguo había un pantalón y una camisa, ambos blancos. El atuendo que su fallecido padre usó para desposar a su madre, antes de que aquella casa les fuera cedida. Acaricia la tela con cariño, pensando que el uso que está por darle es una causa de fuerza mayor. Mete el contenido de la caja en el morral y sale por la puerta sin despedirse de nadie.
Camina oculto bajo las sombras por las callejuelas desiertas del Doce. Apenas son las nueve pero el trecho que separa la Veta del lugar del encuentro está a casi cuarenta minutos y necesita asearse antes de…lo que deba ocurrir. Llega al lugar y no le sorprende encontrar a Cupido sentado detrás de un mostrador. El viejo sonríe y Gale puede notar que le faltan la mitad de los dientes. El hombre señala una puerta y el castaño se interna por el estrecho pasillo. Cierra la puerta y se dirige al baño. Quita su desgastado traje de cazador y asea su cuerpo y cabello. Cambia su ropa y luego de observar unos minutos el reflejo que devuelve el espejo; se sienta al borde de la cama, esperando lo que para el significa el fin de su dignidad.
~GALE POV~
El cuarto es simple. Un espejo, una cama matrimonial y una ventana con cortinas que da a la alambrada oeste. Retengo la respiración por momentos, pensando en que comerciante faltará a sus votos matrimoniales para acudir a mi encuentro. Ciertamente no espero a nadie especial cuando la puerta se abre frente a mí. Dado que tenía la vista pegada al suelo, empiezo el escrutinio desde sus pies. Unos zapatos caros, que ciertamente no son de la tienda Cartwright. Un vestido color rojo se entrevé por debajo de la capa que la extraña ha utilizado para cubrirse. Aún no he alcanzado a ver su rostro cuando un rizo dorado rebelde, escapa de la capucha del abrigo.
— Tu…
— Hola Gale — baja la capucha de la capa, descubriendo los rizos dorados y el rostro que más detesto en todo el distrito.
— ¿Cómo eres participe de algo como esto? — la miro con sorna incapaz de entender lo que pasa por la mente de esta mujer, bueno niña con complejo de mujer capitolina.
— Cupido pasa siempre por la mansión — hace caso omiso a mis ácidas palabras y se sienta al borde de la cama a escasos centímetros de mí, se aferra al borde de su falda y tiembla —él le lleva el libro a mi padre para que elija una acompañante — me mira, aquellos ojos azules lucen tristes, desvío la mirada porque no sentiré pena por esta chica, la esposa del alcalde tiene la fama de demente, lo que explica que el hombre acuda a acompañantes nocturnas.
— ¿Y tú sigues su camino? — suspira quedamente, casi es un quejido de angustia.
— Desde hace unos años reviso aquel cuaderno esperando no encontrar el nombre de Katniss — el nombre de mi amiga en aquellos labios me parece sumamente extraño — está semana, hoy, buscaba el nombre de Prim… en cambio, encontré el tuyo y supe que tenía que ayudar.
— No quiero tu lástima Undersee… y tampoco me acostaré contigo así que…
— No pagué por sexo Gale — las mejillas pálidas están de pronto sonrosadas — pagué por tu compañía… y porque sé que jamás aceptarías mi dinero si no fuese en un intercambio.
— Para eso están las fresas — sé que ya casi acaba la temporada, y sin fresas perderé aquel dinero extra, pienso que si Katniss no vuelve dará lo mismo porque no le llevaría fresas a esta cría por mis propios medios.
— Ni todas las fresas del bosque alcanzaran para mantener dos familias a flote si ella no…
— Ella volverá — el grito nos asusta a ambos — ella volverá — susurro quedándome inmóvil — tiene que…
— Katniss es fuerte, lleva una semana allí y aún está en pie…
— Me voy de aquí— me levanto, incapaz de escuchar lo que será un lastimero discurso de apoyo.
— Acepta el dinero Hawthorne — se apresura a pisarme los talones— acepta el intercambio con Cupido y ya…
— No lo haré — la miro con rabia, los ojos azules no desvían la mirada y debo concederle que me intriga la aparente fortaleza de la hija del alcalde.
— Tienes un contrato — musita la joven sin retroceder ni un paso — si faltas a él… Cupido debe entregarte y te encerrarán…
— Si no estás satisfecha — mascullo por lo bajo, pensando en mi familia, en las rubias parientes de Katniss — ¿Por qué haces esto?
— Katniss es mi única amiga, estoy destrozada… sé que no te importa, que me odias, no es por ti… Prim no aceptó el dinero de mis manos y realmente quiero ayudarlas — las lágrimas nacían en el azul más profundo que había visto y rodaban por las pálidas mejillas hasta perderse en la lujosa tela de su vestido.
— Solo tuve una mala semana — afirmo intentando sonar despreocupado — no necesito tu caridad Undersee.
— Tu no… — afirma con tristeza, la miro intrigado — soy yo la que necesita hacer algo por Katniss, ella me dio algo que nadie en este distrito pudo darme y cuando se fue en aquel tren… — se quiebra, cae de rodillas frente a mí con las manos en su rostro, casi siento pena, si ella no fuese parte del circo que la envió lejos.
— Que dirá tu padre si averigua que le has dado tu dinero a los pobres pequeña Madge — no evito el sarcasmo, ni siquiera teniéndola a mis pies.
— Quizás lo obligarían a exiliarme…
— Ja… seguro — alza la mirada, las lágrimas se deslizan aun — no…
— Un avox… como las chicas que se han ido luego de que pasara su edad de cosecha — le miro con sorpresa, todos conocemos los rumores, promesas de una buena paga a cabo de servicios domésticos, chicas que jamás regresan.
— Con menos razón aceptare — pongo una mano en el pomo de la puerta.
— Si abres gritaré… Cray está por aquí… igual que mi padre… Gale — se levanta, barre las lágrimas con el dorso de su mano y limpia sus rodillas, no vuelve a mirarme.
— ¿Me entregarías?
— No quiero hacerlo — la veo quitarse la capa, es un bonito vestido, se le ve bien aunque procuro quitarle los ojos de encima — solo quiero que aceptes el dinero y te quedes aquí las horas necesarias… cumplas la semana y ya, no es tan difícil Gale.
— Lo es — mascullo avanzando hasta ella con demasiado ímpetu, acabo chocando contra sus pies y por consiguiente, termino sobre ella en la cama — es una deshonra recibir tu ayuda Undersee.
— Tu honor… importa poco Gale — no me he levantado, he quedado prendado de su mirada— tus hermanos, Prim, tu madre y la de Katniss… ellos importan.
— Puedo cuidarlos sin ti — mascullo en voz baja, se acomoda bajo mi peso, sus mejillas están rosadas.
— Puede ser más fácil… todo, puede ser más fácil.
No sé porque no me levanté como un resorte en cuanto caímos en la cama. No entiendo que me llevó a dejar mi cuerpo pegado al suyo. Ni como dejé que se acercara y me besara sin previo aviso. Sus labios saben a fresas, las mismas que entregué aquella mañana. No se separa, no me alejo, respondo. Muevo mis labios sobre los suyos. Es un beso llano, no como los que proporcioné en otras ocasiones, pero me llena de un calor que tampoco sentí en aquellos momentos.
— Lo siento — susurra, sus manos en mi pecho queman, empuja así que me levanto, está completamente roja, no me mira.
— Aceptaré el dinero… — musito viéndola temblar, me mira emocionada — pero no volveré a este lugar Madge…
— Lo arreglaré…
— No puedes — rio con sarcasmo.
— Suena como si no supieras quien soy — gracias por recordarme tu status, el foso que nos separa.
— ¿Qué harás?
— Cambiar los términos… no más citas nocturnas… durante el día… tú — me mira fijamente — me llevaras al bosque — me entrega el primer medallón de madera que indica que hemos pasado la noche juntos.
Tiene un inicio raro y prometo que se pondrá peor jajaja. Llevo como cuatro capítulos escritos pero aún no sé cómo terminara así que nos iremos enterando los próximos días.
Si recibo reviews y veo que gusta probablemente suba el siguiente antes del fin de semana.
Con cariño atentamente, Anna Scheler.
