Cosas a tomar en cuenta:

AU religioso

Los matsus no van a ser hermanos.

Yaoi (?) aunque es probable que no lo parezca.

Peligro de Ooc, es el primer fic de ellos que hago.

Osomatsu-san no me pertenece y por eso hago rituales para que le hagan una segunda temporada.

-Vamos – incitó el padre a que hablara – cuéntame tus pesares y te ayudaré a encontrar el camino del señor.

Ichimatsu únicamente lo observó en silencio. Esa era ya la tercera semana consecutiva que ese hombre entraba preguntándole lo mismo. Se cuestionaba cuánto más lo intentaría si no contestaba ¿toda la vida? Se encontraba sentado en una esquina de la habitación, una habitación que aquel sacerdote denominaba segura y que él llamaba prisión.

Aún estaba enojado con él por haberlo detenido. Maldecía el hecho de que justo esa noche el padre haya ido a bendecir a aquella familia y que luego hubiera decidido que subir al techo era una buena idea porque así lo había atrapado justo cuando estaba dando un paso hacia el vacío que lo libraría de todo el dolor. Ahora estaba allí soportando eso, vivo.

Su vida estaba más que arruinada, era peor que basura incombustible, su presencia era un estorbo para el planeta y lo sabía, no existía ninguna razón por la cual debiera continuar en ese mundo, él ya se había deshecho de todas y cada una de las cosas que alguna vez pudo considerar importantes.

-Debe ser difícil para ti – continuó el hombre de fe tras el silencio de su inquilino – puede que creas que lo que te sucede es algo insoportable que va más allá de tu control y está bien, pues Dios que está en los cielos es el único que debe juzgar y él siempre es justo y amable. Yo te ayudaré a que tus palabras lleguen a él y así tendrás un camino libre de tus malestares. – puso una mano en su pecho para remarcar la veracidad y profundidad del sermón que le estaba dando, así como una sonrisa de autoconfianza excesiva – Tendrás paz.

A Ichimatsu no le afectaba en lo más mínimo todas esas palabras vacías. Si de verdad existiera un dios, entonces no sería ni justo ni amable ya que lo que les pasó era muy cruel. Si dios existiera, no permitiría que personas como él mismo existieran en ese mundo. Ese sacerdote estúpido parecía muy seguro de sí mismo y eso le desagradaba más. Como si no tuviera ningún problema ¿por qué? Mientras él y su hermano sufrían, este padre se la pasaba en grande ¿dónde está lo justo en eso?

Al final del día el sacerdote dejó la cena y salió. Cerró con llave la habitación. Caminó a lo largo del silencioso templo con la cabeza baja, no le agradaba la idea de encerrarlo, pero tenía que ir poco a poco si quería salvarlo. La primera noche que estuvo allí la pasó en vela cuidándolo pues los impulsos de querer acabar con su propia vida eran demasiado fuertes. Durante mas o menos una semana no se apartó de su lado ni un momento. Después, cuando por fin lloró hasta caer dormido fue cuando lo dejó dormir solo, claro que él estaba justo en el pasillo, buena idea porque había intentado escapar. Varios días después fue cuando decidió encerrarlo y dormir en la habitación de al lado. Ahora ya se daba la libertad de alejarse pues presentía que ya no era necesario estar al tanto de cada cosa que hacía, por fin parecía que estaba superando la idea del suicidio. A él lo odiaba, pero no importaba, no si con eso ayudaba a desviar la atención del menor. Que en realidad no era tan joven, seguro tenían alrededor de la misma edad.

Estaba muy preocupado, esa fue la primera vez que había visto en vivo a una persona intentando lanzarse desde lo alto de un edificio, y esa sensación de que había algo jalándolo cuando apenas si alcanzó a tomarlo del brazo para mantenerlo allí arriba fue aterradora. Sentía que había sido Dios quien lo había guiado hasta allí, lo había elegido especialmente para salvar a esa alma y no podía simplemente abandonarlo, debía asegurarse de que no lo hiciera otra vez, no podía dejar un mandato de Dios incompleto.

Cuando Ichimatsu terminó la comida lanzó el plato al suelo, los alimentos eran deliciosos, no sabía si en ese lugar había cocineras o algo por el estilo, o tal vez era solo que lo que comía antes era prácticamente porquería y se dejaba llevar mucho por los nuevos sabores; pero se sentía basura por disfrutarlo, por derramar lágrimas la primera vez que aceptó probarlo y gozar de tal exquisitez porque él no podía hacerlo también. Por eso, cuando la comida llegaba y no podía evitar devorarla con fervor se sentía mal y lo lanzaba al suelo. Al final ese padre amable nunca le decía nada y se limitaba a levantarlo con delicadeza y preguntarle si estaba bien.

Ichimatsu miró sus manos, ya no le temblaban. Por ahora no estaba teniendo esas ganas de vomitar lo que acababa de comer. Levantó la mirada y recorrió la habitación con ella. Estaba bastante vacía, solo su cama, una pequeña mesa pegada a la pared y una silla, unas cajas de cartón con unos cambios de ropa que eran como pijamas y un balde de plástico con un poco de agua limpia. Sí, sólo eso, no lo estaba viendo a él así que las alucinaciones también se estaban deteniendo. Podía levantarse y caminar alrededor de la habitación sin que sus mareos fueran tan fuertes como para tirarlo al suelo.

Esta vez él se acercó al plato y lo levantó. Lo puso sobre la mesa y volvió a sentarse. No había ventana por la cual mirar y ese foquito viejo no le ayudaba a saber en qué momento del día se encontraba. No estaba como para guiarse por las veces que le llevaba comida ni nada y dormía cada que tenía sueño, solo eso.

Poco después entró el padre casi directo a levantar los trastes del suelo, se extrañó al verlos sobre la mesa. Giró a ver a su pequeño inquilino y se alegró al percatarse como ya no estaba tan demacrado, por fin volvía a tener calidez en el rostro.

-Si tienes deseos de desahogar lo que te incomoda – Dijo el sacerdote mientras tomaba las cosas ajenas a ese lugar - estoy dispuesto a escuchar lo que sea.

-¿Qué hora es?

El padre se tomó unos segundos en reaccionar, de todo el tiempo que llevaba allí lo único que había escuchado salir de su garganta habían sido gritos y sollozos, el que hablara con normalidad lo tomó por sorpresa. Sacudió rápido la cabeza para aclarar las ideas y con su mejor sonrisa contestó.

-Es medio día.

-Quiero ver el sol.

Lo pensó. Lo pensó por un largo rato. Esa era la primera cosa que le pedía y en realidad no era algo tan complicado, pero algo en su interior le decía que no era una buena idea, que aún era muy pronto. No sabía de donde sacaba esas ideas, pero lo hacían pensar demasiado. Sin embargo, al ver los ojos de esa personita que le pedía eso toda duda desapareció. Simplemente no podía negarse, él era alguien de confianza, todos tenían su fe en él y no iba a ser diferente esta ocasión.

-Claro que sí – dijo y sonrió mientras deslizaba una mano entre su cabello – te mostraré el sunshine.

Debido a esa acción y las innecesarias palabras en inglés Ichimatsu pensó de inmediato que era un idiota. Y entonces se percató de algo que no sabía.

-¿Cómo te llamas?

-Karamatsu – él estaba seguro de haberle dicho su nombre ya unas diez veces, pero como era tan amable no se lo diría y se limitó a contestar – ahora vuelvo my little Ichimatsu. – Y salió, esta vez sin más seguridad que el simple hecho de cerrar la puerta.

Poco después regresó con ropa doblada limpia y se la entregó. Cuando Ichimatsu vio que se trataba, no de cualquier tipo de ropa religiosa sino la de una monja, casi se la lanza en la cara. Al final Karamatsu insistió en que no había nada mejor y se la terminó poniendo. Caminó lentamente. El padre que acostumbraba un paso rápido tuvo que adaptarse a él para no dejarlo atrás.

Karamatsu lo observó con detenimiento. Por el poco cabello que escapaba se notaba que estaba despeinado, la misma condición que había tenido todo el tiempo que estuvo allá en la habitación e ignoraba si antes de eso había sido igual. Sus ojos estaban ligeramente cerrados, como si abrirlos por completo fuera un esfuerzo que no valía la pena, tenía ojeras a pesar de que había dormido mucho, había recuperado algo de peso, pero se seguía viendo demasiado delgado. Su postura era encorvada todo el tiempo y casi no hacía movimientos más allá de lo estrictamente necesario.

Se tardaron en llegar a la salida, pero una vez allí la intensa luz cegó momentáneamente a Ichimatsu que había pasado bastante en la oscuridad, cuando se acostumbró pudo ver el cielo, azul sin ninguna nube, un color tan hermoso que podías perderte en él para siempre. ¿Era normal que simplemente eso pudiera hacerlo sentir tan ligero? Cerró los ojos y respiró el aire fresco. Al volver a abrir los ojos y encontrarse una vez más con ese azul sintió un nudo en la garganta. Miró al hombre que estaba de pie junto a él, solo entonces se dio cuenta de que sus ojos tenían el mismo azul intenso. Las lágrimas brotaron de sus ojos sin que pudiera hacer nada por detenerlas, el cielo mismo lo había visitado, lo había estado cuidando, le había dicho que todo estaría bien.

Karamatsu se giró al sentirse observado y se encontró con una expresión que le llegó directo al pecho, un rostro que probablemente jamás olvidaría, con esa casi imperceptible sonrisa, esas mejillas sonrojadas y esas lágrimas humedeciéndolo.

Ichimatsu se lanzó a los brazos de Karamatsu y comenzó a hablar.

-Él no está aquí para ver este hermoso paisaje, él no puede probar esa deliciosa comida, él no puede ser cuidado por el cielo… todo por mi culpa.

Y siguió llorando y llorando hasta quedarse dormido.

A partir del día siguiente Ichimatsu comenzó a caminar a lo largo del recinto explorándolo, psalió una vez más y ésta vez sí puso atención, la razón por la cual podía tener ese cielo se debía a que la iglesia en la que estaban era una pequeña de un pueblo. ¿Por qué habían terminado allí? Karamatsu le explicó que allí vivía, cuando estaba en un viaje por otros templos de la ciudad fue invitado a bendecir a los pacientes de aquel hospital en donde lo había encontrado y allí le informaron sobre su estado actual así que se tomó el atrevimiento de llevarlo con él hasta ese lugar. Ichimatsu no le replicó, no había nada allá que pudiera extrañar, nada que necesitara.

Karamatsu por su parte nunca volvió a tener un contacto como el de aquel día. Ichimatsu se mostraba arisco ante su cercanía y parecía que cuando decía palabras en inglés lo repelía. No entendía por qué, siempre había considerado que el inglés era un idioma genial, solo que no se le daba muy bien y por eso solo acostumbraba decir algunas palabras de vez en cuando, a los demás les gustaba ¿no? Cuando se enteró que era él quien cocinaba Ichimatsu se fue en silencio sin probar la comida y cuando le dijo que no había nadie aparte de ellos dos allí se horrorizó.

Aparentemente lo odiaba por haberlo obligado a vivir, pero Karamatsu lograba sobrellevarlo, el amor de Dios era lo que lo hacía vivir cada día y el saber que había rescatado un alma de las garras del infierno era una gran satisfacción. Solían estar en la misma habitación aun a pesar de que no se hablaban. Dormían en habitaciones continuas y ya nunca lo volvió a encerrar con llave.

El sacerdote se sentía feliz de ver como cada día que pasaba Ichimatsu se notaba mejor. Y también estaba el hecho de que ya no parecía que fuese a intentar suicidarse, nunca lo volvió a ver sonreír, pero parecía estar feliz con algunos gatos que a veces se colaban en la iglesia buscando comida.

Estaban caminando hacia las duchas, Karamatsu se limpiaría primero en soledad, pero Ichimatsu siempre quería estar ahí en el pasillo esperando. El padre no le criticaba nada.

-Si deseas expresarme tus pesares – dijo Karamatsu deteniéndose justo en la entrada – estaré aquí para escucharte siempre que me necesites. – Y le dirigió una sonrisa con la que trataba de verse cool y de confianza, que efectuó al contrario de lo que esperaba siendo contestada con una mueca de desagrado.

Mientras el padre mojaba su cuerpo alcanzó a escuchar una especie de susurro. Se acercó cautelosamente a la entrada, se sentó en el suelo como si estuviera espalda con espalda a Ichimatsu solo que con una pared dividiéndolos y puso atención.

-…de todos modos, ¿qué voy a decirle? No es como si tuviera la necesidad de que mis cosas fueran escuchadas de todos modos, estoy bien así…

Hubo un maullido de respuesta. Karamatu sonrió al saber cómo Ichimatsu podía llegar a ser tan abierto con sus amigos felinos, también tuvo una especie de envidia, le gustaría ser él quien escuchara sus problemas. Rápidamente sacó esos pensamientos pecaminosos de su cabeza y siguió a la espera de que el otro dijera algo más.

-¿y si después de eso me odia?... es la primera vez que alguien me trata tan bien, no quiero perder eso, yo-

Karamatsu estornudó. Estar desnudo, mojado y en el suelo no era bueno.

Silencio.

Sabía que se había descubierto por eso. ¿Perdería la confianza de Ichi? Esperaba que no. Se asomó al pasillo, estaba vacío. Ichimatsu podía llegar a ser bastante silencioso si se lo proponía. Cuando terminó de bañarse fue a su habitación y sacó de una pequeña caja algo en lo que había estado trabajando desde que notó el apego que tenía el otro por los felinos. Una vez seco y vestido tocó la puerta de al lado y sin esperar invitación entró.

Ichimatsu estaba sentado en su cama abrazando sus rodillas y con la cabeza escondida. No se movió. Karamatsu se arrodilló frente a él.

-Si crees que el padre Karamatsu no es bueno – Ichimatsu levantó la mirada al escuchar como hacía su voz extraña – siempre puedes contar conmigo – abrió los ojos al tener justo frente a su rostro un pequeño gato de peluche, vio por detrás del juguete a la persona que se lo estaba dando con una expresión de arrepentimiento, por haberlo espiado.

Le arrebató al peluche con agresividad. Karamatsu se levantó.

-No voy a bañarme hoy – dijo Ichimatsu y se escondió entre sus cobijas.

El sacerdote sonrió pues había aceptado al peluche. Salió de allí. Al acostarse en su propia cama no pudo conciliar el sueño de inmediato pues su mente estaba recordando aquel día que Ichimatsu salió por primera vez y vio el cielo despejado. Su pecho se sentía extrañamente cálido.

Un día Karamatsu tenía que ir al pueblo a hacer una ronda de visitas a las casas, le pidió a Ichi que no saliera por nada del mundo como alguien muy sobreprotector, después de todo era su responsabilidad, él había decidido salvarlo y tenía que asegurarse de que se mantuviera a salvo hasta que Dios decidiera llevarlo con él. Ichimatsu parecía no creer en el cielo y nunca rezaba con él ni estaba presente en las misas los domingos así que debía hacerlo por los dos.

Un Ichimatsu con ropa de monja lo despidió en la puerta principal que daba hacia el pueblo. Y se estuvo bastante tiempo caminando de aquí para allá, jugó un poco con los gatos, tomó una siesta y se sentó abrazando sus piernas. Al final volvió a dar otra caminata y terminó saliendo por la parte de atrás, cerca había una arboleda algo salvaje, casi como un pequeño bosque. Como estaba aburrido decidió ir a explorar ese lugar.

No había pasado mucho rato, de por sí no era como si tuviera una buena condición física ni una agilidad para pasar por esas piedras y ramas sin tropezarse así que no podía ir muy rápido, y por eso mismo no había avanzado casi nada.

Un viento fuerte hizo a los árboles inclinarse y le levantó el vestido, se escuchó a las plantas crujir.

-Hola, gatito.

Ichimatsu se detuvo del susto, no sabía de dónde había venido aquella voz repentina que desprendía un aura peligrosa.

-Hace mucho que no te veía – continuó – Habías estado tan cerca de mis manos. Si no fuera por ese padre bastardo ya estarías unido a mí.

Ichimatsu observó su alrededor con detenimiento intentando diferenciar a quien hablaba entre los árboles. Algo se le hacía extrañamente familiar, como si ya lo hubiera escuchado antes, cosa que no tenía sentido pues nunca había hablado con nadie más en ese lugar a parte del padre.

-¿Quién habla? – Algunas imágenes empezaron a llegar a su mente, cosas del pasado. Todo aquello que había vivido antes de que Karamatsu lo rescatara.

-¿No me recuerdas? – Ichimatsu comenzó a temblar – Éramos tan cercanos. – Sintió un calor en su oreja derecha, alguien estaba susurrándole – Tú me necesitabas tanto.

Ichimatsu se giró rápido con intención de golpear a quien estuviera allí, pero no había nadie, hubo un silencio prolongado y salió corriendo en dirección a aquella iglesia que ahora se atrevía a llamar hogar. Tuvo una terrible sensación de que estaba siendo perseguido, le pisaban los talones, podía sentir una mano en su espalda a punto de cerrarse y atraparlo. Cuando salió del bosque ya no estaba tan lejos, podía ver con claridad las enormes puertas por donde podría acceder, y justo en ese momento, se abrieron. El sacerdote salió con una expresión de extrema preocupación que se relajó al verlo acercándose, pero se volvió a tensar al ver el estado en el que se encontraba.

Ichimatsu cayó al suelo, escuchó la ropa desgarrarse y sintió una punzada en las rodillas y brazos. Al levantar la vista Karamatsu ya estaba allí junto a él ayudándolo a reincorporarse.

-¿Estás bien, Ichimatsu?

El nombrado solo lo observó con ojos llorosos. Ese era el Karamatsu que le gustaba, no el que trataba de ser genial sino el que era amable de verdad, de corazón. Se abrazó a él y entonces se percató de que estaba temblando.

-Él me dijo que mi lugar era el suelo cuando me empujó – dijo Ichimatsu mientras se apretaba más contra el sacerdote – me dijo que era un monstruo al disfrutar la vida después de lo que hice – el pánico se escuchaba en su voz – que ahora que me había encontrado se aseguraría de que regresara a él.

-¿Quién te dijo eso?

Ichimatsu dejó de temblar, dejó de llorar. Se separó un poco de Karamatsu para poder ver sus ojos confundidos. Acababa de recordar algo.

-Osomatsu-niisan

¡Gracias por leer!

Espero que haya sido del agrado de alguien, estoy abierta a cualquier queja y sugerencia.

La idea era hacer un one-shot, pero mis one-shot nunca son one-shot, así que habrá más capítulos. Espero terminarlo antes de que la inspiración muera~

¡Nos leemos!