CAPITULO I

EL ENCUENTRO

Segura, confiable, inteligente y hermosa, eran las cualidades con las que contaba Kagome Higurashi, presidenta del concejo estudiantil de la preparatoria Hakuryu de Tokyo.

Su vida era tranquila, normal y por sobre todas las cosas rutinaria, vivía en una pensión, que tras la muerte de su padre hace dos meses, administraba su madre, solo eran ellas dos, quería formar una buena carrera para poder mantenerse ella sin darle ningún problema a su madre.

-Kagome, come con calma, hija – habló Nahomi, comiendo calmadamente su desayuno.

La chica prácticamente tragaba los alimentos – No puedo – dijo terminando su té de un golpe y poniéndose de pie -. Debo llegar temprano – caminó hasta el espejo junto a la sala y acomodo su uniforme -, hoy comienza mi último año en la preparatoria y hay muchas cosas que debo dejar listas para el próximo consejo – alisó su falda negra plisada por ultima ver y acomodo su chaqueta a juego para voltear a ver a su madre -. Bueno, ya me voy.

-Cuídate mucho, cielo – le sonrió su madre y la chica se fue.

Kagome caminó por el largo pasillo hasta el recibidor tomó su mochila y se calzó los zapatos, cuando abrió la puerta para salir su rostro chocó de lleno con alguien - ¡Auch! – se quejó la chica sobando su frente -, lo lamento, estaba dis… - detuvo su disculpa al quedar hipnotizada y perdida en unos hermosos pozos color mar, un pensamiento nostálgico, aun que no tenía claro por qué.

El hombre frente a ella sonreía mostrando unos perfectos y brillantes dientes que resaltaban en contraste con su piel morena, era alto, fácilmente superando el metro ochenta, su sonrisa se ladeó al notar la incomodidad de la chica - ¿Hola? – hizo un gesto con la mano para llamar la atención de la azabache.

Kagome parpadeó unos segundos y volvió en sí – H-hola – aclaró su garganta y adoptó su postura cordial -. Soy Kagome, ¿necesita algo? – preguntó con una sonrisa servicial, que comúnmente ocupaba para atender a los residentes.

El moreno alzó una de sus cejas y no quitó la sonrisa, lo que provoco un placentero escalofrió en la chica – Estoy buscando a la señora Nahomi Higurashi.

-Claro – retrocedió y lo invitó a pasar -. Mamá – alzó un poco la voz para que la mujer pudiera escucharla.

-¿Kagome? – se escuchó la interrogante voz y pocos minutos después apareció la mujer -. Oh, no pensé verte tan pronto – sonrió la mujer.

El hombre se encogió de hombros con despreocupación y su vista se desvió a la azabache que aun permanecía con ellos.

-Bueno – habló Kagome -, los dejo, con permiso – hizo un reverencia y se fue rápidamente.

Su postura no se relajó hasta subir al tren que la llevaría directo a su preparatoria, apoyó su espalda en el cristal y suspiró – Dios, ¿qué me pasa? – se preguntó y la imagen del desconocido se impuso en su mente -. No, concéntrate Kag, concentrada – se enderezó probablemente no lo volvería a verlo o quizás con suerte seria un huésped "No, no, no, eso no me importa" sacudió su cabeza y se obligó a olvidar.

Su recorrido fue tranquilo hasta que cruzó la puerta de la preparatoria.

-¡Kagome! – la azabache volteó en dirección de la conocida voz.

-Hola, Sango – saludó a la acongojada castaña que se acercaba a toda velocidad.

-Hola – dijo la chica casi sin aliento -. T-tenemos un problema con los formularios de asignación de profesores.

Kagome dejo salir el aire – De acuerdo, vamos a la sala de profesores para solucionarlo antes de que comience la ceremonia de apertura – dijo segura y con paso firme.

Sango asintió y siguió a su amiga.

-o-

Veinte minutos después y luego de un arduo trabajo entre los miembros del concejo y el cuerpo docente, la dignación de profesores estaba lista.

-No reconozco este nombre – dijo curiosa Kagome.

Sango se acercó al papel que sostenía la chica y frunció el ceño – ¿Hiiryu?, tampoco me suena en lo mas mínimo, quizás sea nuevo.

-Sí, quicas – dijo sin interés la azabache -, como sea lo conoceremos en un rato, será nuestro profesor asignado.

-Genial – fingió entusiasmo Sango -, nuestro último año y con alguien extraño, que asco.

-Lo sé, pero no es de nuestra incumbencia – habló seria Kagome mientras entraba al gimnasio y se dirigía al escenario -, suficiente tenemos con las tareas del concejo como para preocuparnos de él.

-Lo sé – asintió su amiga -, ¿hablaste con Inuyasha?

La azabache se detuvo frente a la escalera que llevaba tras el escenario – No, ¿Por qué debería hacerlo? – se volteó y preguntó un poco irritada.

La castaña se cruzó de brazos y la miró inquisitivamente – Kag, sabes que fue solo un error, él estaba muy borracho y Kik…

-No me importa – interrumpido la chica -, si no puede controlarse el mismo, nadie lo hará, sé que es tu amigo pero se lo dije a él y te lo digo a ti, yo no necesito a un niño como novio – dijo con firmeza y subió para preparar su discurso.

Sango se quedó abajo y contempló como comenzaba a llenarse el gimnasio de alumnos.

-Hola, Sanguito – ella sintió como unos brazos rodeaban su cintura por la espalda y rodó los ojos divertida.

-No deberías comportarte así, estamos en la escuela por si no lo notaste.

El chico apoyó su cabeza entre el cuello y el hombro de la chica, mirandola de lado – Aun no llegan los profesores.

-Pero si esta Kagome – lo alejó con sutileza -, y sabes que no le gusta que tengamos este comportamiento aquí, Miroku.

El chico de coleta solo le sonrió y se paró frente a ella – Hablando de Kagome, ¿hablaste con ella sobre nuestro estúpido amigo?

La castaña suspiró – Sí, y como me lo esperaba nada a cambiado, no creo que perdone a Inuyasha.

Miroku negó con suavidad – Ya me lo temía, fue un idiota al involucrarse nuevamente con Kikyo.

-Sí, realmente un idiota – concordó la chica.

En ese momento las luces comenzaron a apagarse.

-Diablos, ve a tu asiento, nos veremos luego – dijo ella pero él la detuvo por la muñeca y le dio un rápido pero tierno beso.

Sango se ruborizó – Nos vemos luego – él le guiñó un ojo y se fue con tranquilidad.

-¡Sango! – llamó la azabache -, muévete y ven.

-S-sí – contestó nerviosa y subió las escaleras.

Luego del discurso del director en donde ningún alumno prestaba atención, llego el tiempo de la azabache.

-Y ahora, la representante de los terceros años – dijo sin rodeos el director Naraku.

Kagome caminó con decisión hasta el podio y los susurros comenzaron, la chica era muy hermosa, lo que despertaba interés en los chicos y envidia en las chicas.

Aclaró su garganta y comenzó – Soy Kagome Higurashi de la clase 3-1 y presidenta del concejo estudiantil, les doy la bienvenida a todos, espero que este año se inolvidable, en especial para mi generacion e invitó a los alumnos de primer año a que si tienen alguna duda o reclamo se acerquen a nosotros – apuntó a su lado derecho en donde estaban los demás miembros del concejo, encabezados por Sango -, les deseo éxito a todos – concluyó con precisión y bajó provocando nuevamente los murmullos en todo el gimnasio.

-¡Silencio! – pidió Naraku -. Tengo un anuncio mas, como todos saben la profesora de inglés Kagura se ha ido a su descanso prenatal, por lo que les presentare a su reemplazo – miró al lado derecho juntó al concejo -. Adelante, señor Hiiryu.

Cuando entró el profesor múltiples murmullos comenzaron nuevamente y la atención se centró en el hombre, a excepción de la azabache que estaba ocupada contestando un molesto mensaje en su móvil.

La chica estaba tan inmersa en la rabia que le provocó ese, para ella absurdo y patético texto, que no notó cuando la ceremonia de apertura terminó.

-Es muy guapo – dijo Sango.

-¿Quién? – preguntó distraída Kagome.

-¿Cómo que quien? – la miró sin entender nada -, el nuevo profesor ¿qué no lo viste – apuntó el ya vacio escenario.

La azabache miró hacia el frente y solo pudo notar cómo se vaciaba el gimnasio – Lo siento, estaba distraída – guardó su móvil en el bolsillo de su chaqueta.

-¿Con tu móvil?, eso sí es raro en ti, ¿ocurrió algo malo? – preguntó preocupada la castaña, no era común que su amiga se distrajera con algo tan insignificante como un texto.

Kagome dejo salir el aire – Era Inuyasha – anunció con resignación.

-Ahora que lo mencionas, no lo he visto – recordó pensativa Sango.

-No vino, tuvo que acompañar a su padre a no sé donde… - rodó los ojos -, pero dijo que vendría cuando terminen las clases – levantó sus manos para hacer comillas imaginarias en sus palabras -. Necesito hablar contigo – imitó al chico -, idiota – se cruzó de brazos.

Su amiga soltó una carcajada – Veo que aun no es un tema superado para ti.

-Definitivamente ya no lo amo – sonrió con nostalgia al recordar ese casi doloroso amor que alguna vez sintió por el peliplata -, pero aun me duele su traición, yo confié en él.

-Lo sé amiga – la chica puso la mano en el hombro de la azabache -, pero quizás debas aclarar las cosas con él y cerrar el ciclo.

Kagome la miró con los ojos un poco nublados – Quizás, no lo sé – se puso de pie -. Por ahora vamos, luego veré que hago con el idiota – sonrió tratando de calmar a su amiga.

-Está bien – Sango la imitó y la tomó del brazo -. Disfrutemos de nuestro último año.

-Sí, ¡yupi¡ - fingió entusiasmo Kagme y salieron del gimnasio riendo.

Al ser del concejo estudiantil, tenían la responsabilidad de organizar todas las actividades de la preparatoria, por lo que su primer día estaba excento de clases para los miembros.

Tras pasar toda la mañana organizando los comités para cada actividad, llegó la hora de almuerzo.

-Kag – se acercó Sango al escritorio de su amiga -, vamos por algo a la cafetería.

La azabache seguía revisando papeles y no despegó la mirada de ellos – Ve tu, aun debo organizar los reglamentos para cada club.

Sango hizo un puchero – De acuerdo, ¿quieres algo?

-No, te lo agradezco.

-Bien – tras esto la castaña dejó sola a la chica.

Kagome esperó unos segundos a estar sola y apoyó su espalda en la silla, recorrió con la vista la sala del concejo, que no tenía mucho de diferente con las otras, solo contaba con menos bancos y mas archivadores en las paredes.

Luego de unos minutos, el dolor punzante que había sido leve hasta ese momento se acrecentó en su cabeza – Maldición – se quejó la chica.

-Vaya, quien diría que la perfecta presidenta tendría una boca como esa – una voz masculina y burlona resonó en la sala.

Kagome volteó hasta donde el desconocido y palideció - ¿Qué haces aquí? – preguntó reconociendo al hombre que anteriormente estaba en su casa.

El moreno que estaba apoyado en el marco de la puerta con una sonrisa sardónica en los labios, entró – Veo que no me recuerdas, pequeña – se acercó lentamente a la chica, como un cazador -. Reconozco que esta mañana me molesto un poco, pero luego me ignoraste en el gimnasio, eso sí fue demasiado.

La azabache frunció el ceño – Yo no te conozco – aseguró.

-Claro que si Kag, soy Bankotsu – sonrió de lado ya frente al escritorio y ella palideció.

-Bank… - susurró y comenzó a recordar "Bankotsu, mi vecino, mi… ¿mi primer amor?, imposible" -. E-eso es imposible, yo no he visto a Bankotsu en casi…

-¿Cinco años? – completó el moreno y le tomó el mentón para acercar sus caras.

-No puede ser – la imagen de su vecino cinco años mayor que ella vino a su mente, pero le era imposible recordar su cara, aun que ella tenía once años siempre fue mala con los rostros pero si tenía un muy claro recuerdo de él, sus característicos y hermosos ojos color mar, los mismo que esa mañana inconscientemente la dejaron hipnotizada -, esto no puede ser.

-Puede – acarició su mejilla con la otra mano y miró los rojos labios entre abiertos de la chica -. Vine por ti, pequeña – declaró con seguridad y juntó sus bocas sorprendiendo a la chica.

El beso fue forzoso en un principio, ya que la confusión de Kagome crecía cada vez más, trató de apartarlo con sus manos pero él la tenia sujeta de la nuca y en un descuido pasó su otra mano por la espalda de la azabache y la subió al escritorio dejándola sentada frente a él.

-¿Qué haces? – preguntó ella molesta y mareada por lo situación.

-Tomo lo que es mío – él se situó entre las piernas de la chica y la pegó a su cuerpo.

-Bank, suéltame, no sé de qué me hablas – forcejeó nuevamente.

-Hace cinco años… - él comenzó a repartir besos por el cuello de la chica -, cuando me marche al extranjero con mi padrastro… prometí volver por ti – la miró a los ojos –…y tu aceptaste.

La chica sabía que era cierto, aun que lo había dejado en el fondo de su corazón, perdiendo la esperanza tras no tener ninguna noticia del moreno en todo ese tiempo, ahora lo tenía frente a ella y sentimientos que creía enterrados salieron a flote de golpe – Y-yo…

-Tú, eres mía – declaró con seguridad y posesión volviendo a besarla.

Kagome sentó como su cabeza comenzaba a dar vueltas y en un impulso abrió su boca, dándole la bienvenida a la suave y experta lengua del chico que recorría con habilidad la dulce boca de la chica.

El placer y la pasión se comenzaban a apoderar de ambos, tanto así que la chica dejó de forcejear, sus manos recorrieron la fuerte espalda del moreno y su cadera tomó vida propia, rozando su entrepierna con el bulto del chico.

-Arrg… - gimió él sin despegar su boca de ella -, no hagas eso ahora, pequeña – pidió él volviendo a besarla con pasión.

-¡Kagome! – se escuchó en el pasillo la voz de Sango que trató de abrir la puerta pero no pudo.

La azabache se congeló y sus asustados ojos miraron al moreno.

Él solo suspiró y apoyó su frente en el delicado hombro de la chica - Maldición… - negó y se enderezó, sonriéndole de lado y caminando hasta la puerta.

Kagome bajó de la mesa y acomodó sus ropas, mientras veía como Bankotsu sacaba el pestillo "¿En qué momento lo hizo?" se preguntó curiosa.

El moreno abrió la puerta de golpe y miró con enfado a la ruidosa castaña - ¿Necesita algo? – preguntó con soberbia.

-Se-señor Hiiryu, lo siento, no sabía que estaba aquí – se avergonzó la chica.

"¿Señor Hiiryu? Dijo la azabache en su mente.

-No tendría por qué, estaba dándole una información confidencial a la señorita Higurashi – mintió sin titubear.

-¿Señor Hiiryu? – susurró Kagome.

Bankotsu la miró de lado y volteó con una sonrisa de suficiencia en su rostro – Bueno señorita Higurashi – se acercó lentamente a ella -, como nuestra conversación fue interrumpida, la espero en mi oficina cuando terminen las clases – se paró a escasos centímetros de ella y se inclinó hasta su oído -. No me hagas ir a buscarte, pequeña.

La chica sintió como un escalofrió subía por su columna y solo asintió.

-Bien – se volteó para marcharse sin nada más que decir.

-Vaya que susto – dijo Sango y entró junto a su amiga –¿De que hablabas con el profesor nuevo? – preguntó.

Kagome la miró pálida y sus piernas cedieron al peso de lo ocurrido cayendo al suelo – Bankotsu es… es mi ¿profesor? – tomó su frente como si tuviera miedo de que se le cayera -. Esto no está pasando, esto no está pasando…