¿Eres el asesino? ¿O eres su espada?
LA ESPADA DEL ASESINO
Chapitre I
Una bestia inhumana. Una asesina despiadada, sin control, un auténtico diablo al que mantenían encadenado en un lúgubre y mugriento sótano. Así era como la veían y así era como la trataban. Como una bestia inhumana.
La puerta de su celda se abrió y una antorcha iluminó el lugar, cerró los ojos al cegarse ante el repentino brillo que no estaba acostumbrada a ver. Se movió inquieta entre sus argollas y al ver quién era la visitante las cadenas se tensaron y tintinearon ante su sacudida, evitando que se abalanzara contra el portador de aquella luz.
Sus ojos rojizos brillaban llenos de furia y rencor, llenos de ira y odio. Ningún sentimiento más que la rabia y el desprecio podían verse reflejados en su rostro, manchado de sangre reseca. Su pelo era una maraña rubia que caía despeinado pegándose a su sucia piel.
Ninguna esperanza quedaba en su corazón y había aprendido a sobrevivir consumiéndose en el odio hacia su carcelero.
- ¿Cómo estás hoy, Fate? –La sonrisa socarrona y el desprecio en aquella voz hicieron que volviera a removerse furiosa, lastimándose aun más sus muñecas contra el basto metal que la retenía.- Tienes un aspecto horrible, como siempre. Deberías cuidar más tu apariencia.- Una fría carcajada resonó entre las paredes de aquel sótano, riéndose de su propio chiste.- Te he traído las sobras de Alicia, come.
Lanzó el plato que llevaba en la mano y éste se estrelló contra el suelo, se rompió y los restos de comida se desparramaron por los pies de la chica. Fate la siguió mirando con odio y no se movió ni un centímetro.
La mujer delante de ella sonrió más ampliamente y se acercó hasta iluminarla con la antorcha, tan cerca que el calor de la llama estaba empezando a abrasar la piel de sus mejillas.
- ¿No tienes hambre? –Preguntó.- Deberías darme las gracias por recordar de vez en cuando que estás aquí, o morirías de inanición.
- Prefiero eso a aceptar nada tuyo.
- Oh, vamos, Fate.- Rió.- No seas así, soy tu madre al fin y al cabo, me preocupo por ti.- Había tanta falsedad en aquella frase que la cautiva sintió náuseas.- Además, recuerdo que juraste que no permitirías que nada te matase…
- Antes de acabar con tu vida, Precia.- Fate sonrió de medio lado ante el brillo de odio en los ojos de la mujer.- Sí, recuerdo esa promesa, es lo que me mantiene con vida.
Un sonoro golpe. La luz titeó cuando la antorcha cayó al suelo después de ser golpeada contra el rostro de la rubia, quien sin embargo no soltó ningún quejido. Sonrió, con el labio lleno de sangre, y escupió sobre la mujer que la había encerrado ahí como una bestia inhumana.
Precia la volvió a golpear una y otra y otra vez.
Sólo cuando el cuerpo de Fate quedó inerte en el suelo, la mujer salió de aquel lugar.
-.-.-.-.-
Fate abrió los ojos y soltó un quejido al notar todo su cuerpo magullado. Miró a su lado. La comida que había en el suelo estaba manchada con su sangre, pero su estomago le pedía a gritos algo que llevarse a la boca. Abrió los labios y comió lo que eran las sobras de su hermana, manchadas con el odio de su madre.
Siempre se ha dicho que los gemelos traen desgracias. Los gemelos siempre son un mal augurio para la madre y para su familia. Siempre se ha dicho que hay un gemelo bueno y uno malvado.
A ella le marcaron con el estigma del mal desde el mismo momento en que llegó a este mundo.
Alicia había resultado ser la hija perfecta. Educada, elegante, alegre… Todos se desvivían por ella y la mimaban y cuidaban. Todos tenían grandes expectativas para la gemela mayor, quien era perfecta en todo lo que hacía y quien tenía asegurado un futuro espléndido.
No necesitaban una segunda hija.
Fate sólo había recibido odio y desprecio y en eso se había basado su personalidad. Sólo las personas de ese castillo sabían de su existencia y todos la miraban con desdén y le obligaban a hacer las tareas más despreciables. Precia la primera. Fue ella quien la había vuelto una asesina, mandándole matar desde muy pequeña, siempre bajo el pretexto de la felicidad de Alicia.
Y ella, como una tonta, había obedecido a su madre sin rechistar. Había matado a quien se le ordenaba sin piedad, sin titubeos, sin compasión, siempre esperando unas palabras de aprecio que nunca llegaron.
Hasta que hacía unos meses había cometido un error. Alguien de afuera la vio y se enteró de que ella era una asesina y Precia había tenido que… esconderla. Por el bien de Alicia.
Ahora Fate sólo buscaba la manera de matar a quien le había enseñado a hacerlo. Sólo quería matar a quien le había obligado a mancharse de sangre, quería ver morir a Precia Testarossa, quería torturarla y matarla con sus propias manos. Tal y como la mujer estaba haciendo con ella.
-.-.-.-.-
No sabía cuanto tiempo había pasado.
La última disputa con Precia seguramente sólo había logrado que se pasase los próximos días sin comer. Por eso simplemente se mantenía acurrucada en un rincón, abrazada a sí misma e intentando mantener el poco calor que le daban sus ropas haraposas.
Pudo escuchar voces a lo lejos. Quizá había sido ese jaleo el que la había despertado de su letargo. Golpes, gritos… Sonaba como si una pelea se estuviera dando lugar en los pisos superiores. Metal chocando, seguramente de espadas que eran blandidas sin piedad.
¿El castillo estaba siendo atacado?
Fate se puso de pie y segundos después se cayó al suelo debido a la falta de fuerzas. Si el castillo estaba siendo atacado Alicia seguramente estaría en peligro. Si Alicia estaba en peligro ella tenía que ir a ayudarla.
Empezó a forcejear contra sus cadenas. Lo había intentado varias veces y sabía que no cederían sólo porque se empeñase, pero tenía que salir de ahí, tenía que ayudar a Alicia.
La puerta se abrió con un estruendo. Fate se sobresaltó y se sorprendió al encontrarse con un hombre con armadura, espada en mano y mirándola con curiosidad.
- ¡Aquí hay alguien! –Gritó, y al cabo de un instante otro par de hombres aparecieron a su lado.- Es idéntica a la hija de esa mujer…
- No sabía que tenía dos hijas.
Fate hizo una mueca, nadie sabía que Alicia tenía una gemela. Porque ella era la sombra de Alicia.
Los hombres se miraron entre ellos y finalmente uno salió corriendo. La rubia miró a los otros dos con desconfianza, pero ninguno se movió hasta que el tercer hombre volvió. Acompañado.
- ¿Qué tenemos aquí?
Se sorprendió al escuchar la voz de una mujer bajo el yelmo. La armadura era plateada, tan brillante que relucía con destellos casi blancos, tenía unas cuantas franjas azules y un escudo rojizo en el centro del pecho.
- ¿Quiénes sois? –Inquirió Fate, poniéndose a la defensiva.
La desconocida se llevó las manos al casco y se lo sacó, al instante una larga melena castaña se desparramó por su espalda y unos ojos azules se clavaron en Fate, quien notó como se quedaba sin aliento.
- Eso debería preguntároslo yo a vos.
- Quizá sea la asesina que nos dijeron nuestros informadores.- Comentó uno de los soldados.- Dijeron que Testarossa la tenía encerrada pero…
- ¿Sois la hija de Testarossa? –Preguntó la chica. Fate la miró con el ceño fruncido y finalmente asintió.- ¿Sois la gemela de Alicia? ¿Cuál es vuestro nombre?
- Me llamo Fate, Fate Testarossa.- Se presentó.- ¿Dónde está Alicia? Ella no ha hecho nada.
Los pasos resonaron por las paredes cuando la mujer se movió para acercarse hasta ella. Se quedaron mirando un largo rato hasta que finalmente la desconocida se agachó frente a Fate y dejó el casco en el suelo.
- Está a salvo.- Informó.- La hemos retenido, pero ya sabemos que no es la culpable.
- ¿Por qué…?
- Nos informaron que vuestra madre pretendía atentar contra la vida de la reina.- Se explicó.- Un plan bastante osado, debo añadir.
- ¿Y Precia?
- La hemos apresado.
- Dejadme matarla.- Pidió.- Os lo suplico, dejadme acabar con su vida y entonces dejaré que acabéis con la mía.
- Es un monstruo.- Comentó uno de los soldados.- Querer matar a su madre…
- Silencio.- Ordenó la chica.- ¿Por qué queréis matarla?
Se quedaron callados hasta que Fate suspiró y apartó la mirada, apretando el puño con furia e impotencia.
- Ella me volvió el ser despreciable que soy.- Confesó al fin.- He matado a decenas de hombres sólo porque ella me lo ordenaba. La creí, creí que esto era por el bien de Alicia y cuando dejé de serle útil, me traicionó. Sólo quiero matarla para poder morir en paz.
- ¿Por qué queréis morir?
Fate alzó el rostro y miró a la chica sin comprender. Sus ojos azulados la miraban con verdadera curiosidad y la rubia se quedó confundida unos segundos.
- Os lo acabo de decir… -Vaciló.- He matado a decenas de hombres…
- ¿Y por eso queréis morir?
- Por eso no merezco vivir.
- Pero lo hacéis.
- Porque quiero matar a mi madre.
- ¿Por qué?
- Porque por ella he matado a decenas de hombres.
- Entonces no lo habéis hecho porque vos quisierais.- Observó.
- Eres bastante molesta, ¿sabes? –Bufó la rubia, olvidándose de los modales.- Déjame sólo matarla y luego me rebanas el cuello y listo, no le des más vueltas.
- Pero si no los matasteis porque vos quisierais, no sois una asesina.
- Soy una asesina.- Declaró confundida.
- Sois un verdugo.
- ¿Un… verdugo? ¿Y qué diferencia hay?
Los ojos rubíes de Fate titubearon con asombro. La caballera sonrió y se incorporó para desenvainar su espada y mostrársela a la chica. La hoja relució ante la luz de las antorchas y algunos destellos rojizos se escaparon del metal.
- Sois como la espada de un asesino. Matáis porque quien os maneja quiere que matéis, no porque queráis matar.- Se explicó y volvió a guardar el arma en su funda.- En el fondo la espada no es la asesina, sólo es el verdugo que ejecuta las penas de muerte que han sentenciado los verdaderos asesinos.
- Pero…
La rubia se había quedado sin palabras, miraba a la chica con completa sorpresa, como si hubiera dado con una verdad que llevaba años buscando y que al fin aparecía ante sus ojos.
- Si mataseis a vuestra madre sí que seríais una asesina.- Puntualizó.- Porque sois vos quien deseáis esa muerte.
Se agachó a recoger su casco y le sonrió antes de darse la vuelta y dirigirse a los soldados que seguían en la puerta. Dio un par de instrucciones y salió de la estancia mientras Fate seguía completamente turbada, asimilando lo que acababa de decirle aquella extraña.
Un hombre se acercó a ella y empezó a tratar la cerradura de sus argollas. Tras unos minutos el metal cedió y Fate pudo saborear la libertad por primera vez en varios meses.
- Tienes suerte de que nuestra capitana sea una persona muy amable.- Sonrió el hombre.- Otro seguramente hubiera rebanado tu cuello sin más.
-.-.-.-.-
- ¿Sois Testarossa?
- Teniente Signum.- Saludaron los soldados que escoltaban a Fate.- Efectivamente, es ella.
Los hombres dieron un respingo ante la severa mirada de la mujer, quien no había pedido la opinión de ellos. Fate miró a la mujer que acababa de llamarla, también lucía una armadura espléndida sólo que la suya tenía detalles rosados, como el cabello de quien la llevaba. Frunció el ceño ante la mirada inquisitiva de la mujer y finalmente asintió, contestando a su pregunta.
- La capitana Takamachi me ha pedido que me ocupe de vos, seguidme.- Empezó a caminar sin más y Fate se vio obligada a obedecerla.- Os hemos preparado un baño y vuestra hermana pidió que se os diera uno de sus vestidos.
- ¿Alicia? –Preguntó con interés.- ¿Dónde está?
- En estos momentos está siendo interrogada.- Signum la miró de reojo y sonrió disimuladamente al ver cómo fruncía el ceño y apretaba el puño.- Tranquila, no le ocurrirá nada.
Fate asintió y se metieron en una de las habitaciones del castillo. Signum se recostó contra la pared, cruzó los brazos y la observó con una ceja alzada. La rubia titubeó un instante pero se metió en la bañera sin pensárselo dos veces. Inmediatamente sus músculos se relajaron y su cuerpo entero agradeció esa agua caliente. Llevaba meses sin poder darse un baño y la mugre se había adherido a su piel así que empezó a frotarse con la esponja.
Alguien tocó a la puerta y, sin moverse ni un milímetro, la guerrera permitió el paso.
- Traigo el vestido.- Informó una mujer, quien también llevaba armadura pero parecía más ligera y era de un tono verdoso.- Signum, puedes retirarte, yo la ayudaré.
La mujer asintió y salió del cuarto en completo silencio. Fate miró a la nueva desconocida y ella se acercó con una sonrisa.
- ¿Por qué…?
- Me llamo Shamal.- Saludó.- Dadme la esponja, os ayudaré… Y luego haremos algo con ese pelo.
- ¿Por qué hacéis todo esto? –Preguntó.
La mujer la miró con una sonrisa amable y miró el techo como si meditase la respuesta.
- Takamachi ha dicho que parecíais una buena persona.- Sonrió y empezó a frotarle la espalda.- Y ella tiene buen ojo.
Fate hizo una mueca de incomprensión y Shamal sonrió más ampliamente antes de lanzarle un jarro de agua por encima. Durante unos minutos sólo se escuchó el sonido del agua y la esponja.
- ¿Quién es Takamachi? –Preguntó al fin.- ¿Es quien me liberó?
- Así es.- Asintió.- Es la capitana de La Guardia de la Reina. También ha ordenado que os preparen algo de comida, así que cuando acabéis con esto os sugiero que comáis algo. Estáis en los huesos, Fate Testarossa.
La chica hizo una mueca y asintió en silencio, sumiéndose en sus pensamientos. No podía entender a esa mujer. Takamachi… Era la primera persona a parte de Alicia que se preocupaba por ella y eso no podía confundirla más ya que, a fin de cuentas, seguía siendo una desconocida.
-.-.-.-.-
Shamal la acompañó hasta el comedor, donde una niña custodiaba la puerta. Fate la miró con una ceja alzada al ver su armadura roja, no pudiéndose creer que aquella mocosa con cara enojada pudiera formar parte de La Guardia de la Reina.
- ¿Qué pasa, eres idiota? –Preguntó con un tono bastante rudo.
- Vita...- Le advirtió Shamal y la niña hizo una mueca.- Yo me retiro, Takamachi os espera dentro.
Fate asintió y cruzó la puerta cuando la pequeña se hizo a un lado.
En el comedor solamente estaban dos soldados de pie y la guerrera de la armadura plateada sentada en una punta de la mesa. La capitana se puso de pie y le sonrió, indicándole con un gesto que se sentase en la esquina contraria. Fate asintió cortésmente y se acercó hasta su sitio, donde había varia comida dispuesta para ella.
- Soy consciente de que tendréis muchísima hambre.- Sonrió la castaña y Fate se removió incómoda en su sitio.- Así que comed lo que queráis, no temáis ni tengáis vergüenza.
- …Gracias.
La comida le supo a gloria y, aunque empezó a comer con cuidado e intentando guardar las apariencias, el hambre que tenía le impidió seguir mostrando modales y acabó prácticamente devorando todo lo que había delante de ella. Todo bajo la atenta sonrisa de aquella extraña capitana.
Mientras comía se encontró mirando varias veces a la mujer. No parecía tener más edad que ella y a pesar de la sonrisa tranquila que lucía, tenía algo que imponía respeto y confianza. Seguramente por eso había llegado a capitana y todos sus subordinados confiaban en su criterio.
- Me llamo Takamachi Nanoha.- Dijo ella, cuando consideró que Fate estaba más calmada.- Como supongo os habrán informado pertenezco a La Guardia de la Reina.
Fate asintió y bajó la mirada.
- Seguramente seáis vos la encargada de ejecutarme, ¿me equivoco, Takamachi?
- Llamadme Nanoha.- Sonrió.- Podéis tratarme de tú también, ¿os importa que yo haga lo mismo?
- En absoluto, Nanoha.
Ella le sonrió de nuevo y Fate se sorprendió dándose cuenta de lo hermoso que podía ser aquel simple gesto de felicidad.
- Verás, Fate…- La rubia cerró los ojos, notando un escalofrío por lo increíblemente bien que había sonado su nombre con aquella voz.- He hablado con vuestra hermana y he entendido varias cosas… Has matado a varias personas, pero puesto que no tienes la culpa de esas muertes no creo que te condenen. Seguramente el resto de Guardia que has conocido estaría dispuesta a testificar a tu favor.- Hizo silencio mientras se acomodaba en la silla.- Y yo testificaré también… a cambio de una única cosa.
- ¿Una cosa? -Fate la miró con desconfianza y Nanoha asintió con una amplía sonrisa.- La rubia meditó unos segundos.- ¿Cuál?
- Que te unas a La Guardia y luches a mi lado.
Parpadeó, completamente sorprendida. Meditó durante unos segundos y finalmente se puso de pie. Los soldados a sus lados se tensaron, pero a un simple gesto de su capitana volvieron a sus posiciones de descanso.
Fate cruzó la estancia y se colocó al lado de la castaña. Se miraron fijamente a los ojos y finalmente la rubia clavó la rodilla en el suelo y se inclinó ante ella.
- Me has salvado del infierno en el que vivía.- Murmuró, sin apartar sus ojos de los de ella.- Permíteme luchar a tu lado y protegerte con mi propia vida, Nanoha.
Nanoha sonrió ampliamente y alargó la mano para acariciarle la mejilla. Por primera vez en toda su vida, Fate suavizó la mirada y mostró una sonrisa a alguien que no era su hermana mayor.
To be continued…
Notitas varias:
Oh, ¿qué? ¿Qué decís? ¿Que estáis esperando por Sister-in-Law y os encontráis con esto? Vaya… ¿Otro fic? Increíble… que poca vergüenza…
Hoeee lo se, lo sé, ¡no me peguéis! XD Llevo algunos días con fiebre y esto simplemente se escribió sólo en una tarde. Es raro, ¿verdad? Pero simplemente me puse a escribir y ¡puff! Me apetecía verlas en plan caballeras… y hoe ¡Espadaaaaaaaas! ¡Armaduraaaaas! ¡Honoooooooor!! ¡Gente hablando en vos! XD FAN, ¿ok? Weno, a parte de lo raro que pueda parecer, este SÍ que sólo va a tener 2 o 3 caps. El segundo está a medias pero primero creo que va S-i-L... ¿no? XD
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