Tras una temporada larga de baja de Fanfiction para cerrar una fase más de mi vida, estoy de vuelta. Voy a empezar suave con un fanfic corto como es este (más o menos de 5 capítulos y epílogo) antes de envolverme nuevamente en una historia más larga. Por el momento, os deseo un feliz año a todos y a todas (aunque mis deseos llegan con retraso) y que este año sea mucho mejor que el anterior si es que cabe esa posibilidad.
Como de costumbre, sobra decir que publicaré todos los domingos salvo problema de fuerza mayor.
Capítulo 1
Acoso sexual. Aquellas dos palabras resonaban en su cabeza, rebotando de una parte de su cerebro a la otra de forma ruidosa. Se había creado un horrendo eco de ultratumba que no le permitía escuchar nada más si no era eso. Acoso se refería a la acción de perseguir y atormentar a una persona; sexual se refiere a todo lo relacionado con el sexo. Ambas palabras unidas creaban una expresión de connotaciones muy negativas que, generalmente, afectaba a las mujeres.
Intentó aparentar normalidad, pero no estaba segura de poder disimular lo que esas palabras despertaron dentro de ella. Hasta recientemente, el acoso sexual había sido algo lejano y ajeno a ella. En los periódicos y en las noticias se mencionaba con frecuencia como algo que solo sucedía allí, como algo fuera de su alcance. No se había sentido verdaderamente afectada por ese fenómeno hasta que le tocó sentirlo de cerca, experimentarlo en sus propias carnes. Alguien, un hombre o una mujer, se había fijado en ella más de lo que jamás habría deseado. El amor de una persona jamás había resultado tan escalofriante.
Las observó con el rabillo del ojo, intentando no perderse ni una palabra de lo que decían a pesar de que debiera estar muy concentrada en el informe de fin de mes. Trabajaba como la ayudante del director de Recursos Humanos, no como secretaria, aunque algunos la hubieran bautizado de esa forma pese a que en el departamento tenían una auténtica secretaría. Si supieran que la correcta elaboración de sus nóminas dependía plenamente de ella, algunos no se creerían tan superiores como para intentar rebajarla de nivel por ser mujer. Asimismo, si ella hubiera estado tan concretada como debiera en su informe y no tanto en la conversación de esas tres cotillas, jamás habría escuchado esas dos palabras.
Estaban hablando de Inuyasha Taisho, uno de los nuevos contables que se habían unido a la empresa tres meses atrás. Por su atractivo, llamó la atención desde el primer día. Se había sorprendido a sí misma en más de una ocasión fijando la vista en él en la cafetería o buscándolo con la mirada en las reuniones que a veces compartían con más empleados. Fueron muchas hasta entonces las que intentaron acercarse a él, ponerle ojitos e invitarle a salir. Parecía que todavía no había triunfado ninguna en esa empresa. Inuyasha era un hombre muy profesional que sabía mantener la cabeza fría y bien concentrada en horario laboral. Fuera del trabajo, nadie sabía qué era de él. Nadie hasta ese día.
Acoso sexual — se repitió a sí misma. ¡Qué cosa tan horrible! De entre todas las cosas que habría esperado de un hombre como él, esa no estaba tan siquiera en la lista. Inuyasha era lo bastante atractivo como para lograr que las mujeres se arrastraran desnudas sobre clavos ardiendo por él. ¿Por qué tendría la necesidad de acosar a una mujer? Se sintió asqueada y sucia por haberse fijado en él.
— Al parecer, acosaba a una compañera del trabajo… — cuchicheó la fuente original del cotilleo.
— ¿Qué me dices? — exclamó otra.
— ¡Daría lo que fuera por que me acosara a mí!
— ¡No digas tonterías! — la cortó de forma tajante quien había iniciado la conversación — Se las hizo pasar canutas a esa pobre mujer…
Le costó tragar saliva al escucharla. Sabía muy bien de lo que estaba hablando Yuka; sabía lo que era pasarlas canutas.
— La acosó durante casi seis meses hasta que ella se atrevió a denunciarlo.
— ¿Seis meses? ¿Por qué tardó tanto?
Porque no era nada fácil decirlo. Alzarse, elevar la voz y contar cómo otra persona se había creído con el derecho de tratarla como un mero objeto sexual de su propiedad no era sencillo. Ella aún no había encontrado su propia voz, y tendría que hacerlo pronto, antes de que llegara más lejos. Si seguía permitiéndolo, ese individuo podría intentar tomarse libertades físicas con ella mal interpretando su silencio.
— No lo sé… — Yuka se recostó sobre el respaldo de la silla de oficina — Lo que sí sé es que a él lo echaron del trabajo y le pusieron una orden de alejamiento.
— ¿Solo eso? — se quejó Eri — ¿No fue a la cárcel?
— La condena fue inferior a dos años porque no hubo contacto físico, así que tuvo que realizar trabajos para la comunidad en su lugar.
— ¡Qué injusticia!
Sí, ¡qué injusticia! Una persona que había aterrorizado a otra, privándola de su derecho a sentirse segura, no merecía tanta compasión.
— Si no hubo contacto físico, ¿qué le hizo exactamente? — preguntó Ayumi con mirada confusa.
— No he podido averiguar nada tan específico, pero supongo que le enviaría flores, regalos y cartas inapropiadas, la seguiría a casa o a todas partes, rebuscaría entre sus cosas en el trabajo…
El primer ramo de flores lo recibió dos meses atrás. Llegó de forma anónima a la oficina, solo con su nombre. Ese día se sintió apreciada y muy especial a pesar de no conocer a la persona que se lo regaló. Por aquel entonces, todavía no sabía lo que le esperaba. Desde ese día, recibió ramos de flores cada lunes. Habían llegado a su casa paquetes que no había encargado para pagar a contra reembolso; todos ellos eran encargos de sex shops. Las cartas sin remitente también le llegaron a la oficina y a su casa: fotografías de penes; fotografías con imágenes pornográficas entre hombres, mujeres, y hombres y mujeres; mensajes obscenos formulados con recortes de letras de revistas y periódicos; e incluso unas fotografías de ella caminando por la calle. Una mañana, se encontró con que alguien había rebuscado en su escritorio de la oficina. Fuera quien fuese, le robó un perfume y una barra de labios. En la siguiente carta, el mensaje estaba escrito con su pintalabios y olía a su perfume favorito.
Sintió nauseas. Recordar todas las canalladas que le estaba haciendo esa persona anónima le hizo sentir una mezcla de miedo, asco y rabia. Cuanto más profundo se enterraba en su propia autocompasión, más lejos sentía que esa persona estaba dispuesta a llegar. Si no le ponía freno cuanto antes…
— ¿Estás bien, Kagome? — Ayumi de repente estaba frente a ella — Te has puesto muy pálida…
¿Estaba pálida? Seguramente, así era. Ni siquiera todo el maquillaje del mundo podría ocultar el horror por el que estaba pasando.
— Estoy bien… — se obligó a decir — Solo estaba preocupada porque algunos número no me cuadran…
— ¿Es eso un problema? ¿No vamos a cobrar este mes?
— Por supuesto que vais a cobrar, Ayumi. — le aseguró — Solo tengo que revisar qué dato he introducido mal.
La facilidad con la que esas mujeres podían pasar de hablar sobre el acoso sexual a hablar sobre sus nóminas le resultó irritante. Para ella, no era tan fácil desconectar. No se trataba de un interruptor que se enciende y apaga a conveniencia.
— ¡Uff, me alegra oír eso!
Ayumi regresó junto a Yuka y Eri como si nada hubiera sucedido. El trío inseparable, como las había bautizado, no le caía mal, pero no lograba integrarse. Estaban muy unidas entre ellas y compartían un nivel de intimidad que apenas podía imaginar. Las tres eran psicólogas especializadas en entornos de trabajo estables, riesgos laborales, conciliación familiar con el trabajo, asistencia psicológica y baremación de los candidatos. En resumidas cuentas, hacían una criba de candidatos para un empleo antes de que se entrevistaran con el director; seguimiento de los empleados para actualizar sus perfiles; daban las noticias sobre el despido con más tacto; realizaban talleres y cursos; y atendían en su gabinete a los empleados que lo necesitaran. En definitiva, trabajaban pocas horas y cobraban mucho dinero.
— ¿Cómo es posible que ninguna de nosotras supiera esto?
— Yo le hice la entrevista. — comentó Eri — No noté nada extraño, la verdad.
— ¿Y no te parece extraño que se haya callado esto? — la cuestionó Yuka.
— Claro que no. Si lo hubiera dicho, no habría pasado de la preselección. — aseveró Eri con absoluta confianza — ¿Quién contrataría a un acosador de mujeres?
Nadie. Por eso, Inuyasha Taisho había ocultado esa parte de su pasado. Inconscientemente, buscó en la base de datos de empleados su ficha. Antes de abrirla, ya sabía lo que encontraría. Aunque odiara admitirlo, no era la primera vez que introducía su nombre. Los únicos datos que había allí eran los de un hombre con una carrera en Empresariales y un Máster de Contabilidad que realizó prácticas en el extranjero, tenía un dominio excelente de la lengua alemana y francesa, además de su propia lengua materna, y un magnífico perfil psicológico. A primera vista, nadie pensaría que era un acosador.
— Debiéramos hablar inmediatamente con Houjo. — sugirió Eri — Esto no puede quedar así. Me siento culpable por no haberme dado cuenta de todo esto en la entrevista. Está claro que hay que revisar su perfil y rescindirle el contrato.
— Estoy completamente de acuerdo.
— Pero, ¿tenéis pruebas de todo esto? — Ayumi se inclinó y bajó el tono de voz, obligándole a afinar el oído — No podemos hacer una acusación como esa sin pruebas. ¡Perderíamos nuestro trabajo!
— ¡No lo había pensado! — exclamó Yuka — Y no tengo más que un rumor… — se mordió el labio inferior — ¿No se le puede pedir igualmente que presente un informe de antecedentes penales para su expediente?
— No sin una justificación, Yuka. Esto es una empresa privada, no una entidad pública.
— ¿Y si él no sabe eso? — insistió Eri — Si no se da cuenta de que…
— También se estudia la ley en Empresariales. — le recordó Ayumi — Además, si se ha esforzado tanto en esconder sus antecedentes, debe conocer la legislación que lo ampara. No creo que se deje engañar tan fácilmente.
— Resumiendo, se nos caerá el pelo si intentamos conseguir esa información con medios ilícitos, ¿no?
Las tres asintieron con la cabeza al mismo tiempo. ¡No se lo podía creer! Hacía un instante parecían convencidas de que aquella era una cuestión que no se podía soslayar y, de repente, la habían puesto en una balanza frente a su puesto de trabajo y todo había cambiado. Por supuesto, le parecía razonable el no intentar engañarlo. Lo suyo era que concertaran una cita con él para desmentir los rumores si es que había algo que desmentir.
— Quizás haya una opción mucho más simple que esa… — meditó Ayumi en voz alta — Simplemente, no renovarle el contrato. Lo hablamos con Houjo en privado para que no le renueve y ya está.
— ¿Y qué va a decirle? — contratacó Yuka — No puede justificarse diciendo que en base a un rumor, aunque provenga de fuentes fiables, él…
— ¡Qué obtusa eres a veces, Yuka! — fue el turno de Eri de hablar de forma airada — La empresa no tiene suficientes recursos para mantener tu puesto, no cumples con el perfil que esperábamos, nos hemos dado cuenta de que tus funciones las puede asumir otro cargo, no tenemos subvención suficiente para pagar otra nómina… — citó una excusa tras otra — ¿Crees que le dije a Jakotsu que le despedí porque se pone más maquillaje que yo?
¡Eran crueles! Aquella conversación la enfermaba. Decidió que tenía que salir de allí cuanto antes o vomitaría. Aunque no solía bajar a tomar un café a media mañana, tenía media hora de descanso para hacerlo que pensaba aprovechar. Recogió el bolso, cerró los documentos en los que estaba trabajando y dejó el ordenador suspendido. Antes de que se pusiera en pie, la pregunta de Yuka la interrumpió.
— Oye, Kagome — la llamó — ¿Qué tipo de contrato tiene Inuyasha Taisho?
No necesitaba consultar ningunas base de datos para contestar a esa pregunta. Se sabía prácticamente de memoria las condiciones de los contratos de todos los empleados.
— Eventual, por supuesto. Nadie que haya estado menos de dos años en la empresa puede optar a otro tipo de contrato.
— ¿Y de qué duración es ese contrato?
— Ocho meses con derecho de renovación por un año si cumple satisfactoriamente con los requisitos.
— Gracias, Kagome.
Se despidió con un asentimiento de cabeza antes de dirigirse hacia el ascensor. Dos secretarias y un contable eran los únicos empleados de esa planta del edificio además del director de Recursos Humanos, su ayudante y las psicólogas. El resto de la planta se había aprovechado para una sala de espera para candidatos, tres oficinas acondicionadas solo para uso de entrevistas que ocupaban las psicólogas, un aula para talleres de empresa y una sala para dinámicas de grupo. No tenía experiencia en otras empresas, ya que fue allí donde se quedó tras hacer las prácticas, pero había oído que en otros lugares no se prestaba tanta atención a la sección de Recursos Humanos como allí. Al parecer, ocupaba un puesto privilegiado en una empresa diferente.
Pulsó el botón de la planta baja y se echó hacia atrás para dar paso a otros empleados que pudieran tomar el ascensor. Se detuvo en la planta bajo la suya primero, donde montaron un par de informáticos. Dos plantas más abajo, en la planta de contabilidad, subió Inuyasha Taisho. Al verlo, se le erizó el vello de la nuca, un escalofrío le recorrió la espalda y empezaron a sudarle las manos. Después de haber escuchado esas cosas sobre él, no era un buen momento para encontrárselo. La idea de que él pudiera ser su acosador la atormentaba… La misma pregunta se repitió en su cabeza: ¿por qué un hombre tan atractivo necesitaría acosar a una mujer? Porque su verdadera naturaleza era repugnante; solo había que fijarse en los métodos que usaba.
Tuvo que recordarse que debía respirar cuando notó que se estaba quedando sin apenas oxígeno. Tenía los pulmones vacíos, el diafragma contraído y el estómago tenso. Soltó el aire que estaba conteniendo en un suspiro y tomó aire como si le fuera la vida en ello. Necesitaba salir de ese ascensor y poner distancia entre ellos para poder pensar con la cabeza fría. Nada de lo que Yuka había dicho estaba probado. Aquello solo era un rumor que había escuchado de otra persona que, seguramente, también escuchó ese rumor. La fiabilidad de la fuente de Yuka era, cuanto menos, cuestionable. Quizás, no figuraba en su informe porque esa condena por acoso sexual no existía. No tenía por qué ser su acosador.
Salió disparada del ascensor en cuanto se abrieron las puertas. Todos los hombres se apartaron educadamente para que saliera ella la primera, por lo que no fue un problema. No le importó lo que pensaran de ella por marcharse de esa forma sin apenas decir un "adiós"; estaba demasiado alterada, y la voz le temblaría. Caminó hacia la cafetería, escuchando el sonido de sus tacones sobre el suelo imitación de mármol, sin prestar atención a nada más que su objetivo. Al llegar a la barra, se dio cuenta de que un café la pondría frenética. Necesitaba algo fresco y algo azucarado.
— Un zumo de naranja natural y un croissant de los recubiertos de chocolate, por favor.
— Para mí un café solo. — la voz de Inuyasha estaba acompañada de su presencia a su espalda — Cóbrame lo de los dos, por favor.
El brazo de Inuyasha apareció a su lado. Le dio un billete de veinte al camarero para que cobrara el servicio. Se quedó atónita durante unos instantes mientras que él tomaba asiento en un taburete frente a la barra, junto a ella. No podía permitirlo.
— No es necesario que me invites, puedo pagar mi comida.
— Yo no he dicho que no puedas… — se defendió con los brazos en alto, como un delincuente al que la policía estaba deteniendo — Solo quería invitarte.
La imagen de él en esa posición le resultó demoledora. Apartó la mirada de él bruscamente y colgó el bolso en el gancho situado en la barra para ese uso. Notó que Inuyasha no apartaba la mirada de ella. Su atención le resultó asfixiante. Nunca habían sido amigos, ni habían estado tan cerca. No es que nunca hubieran hablado… Fue ella quien le explicó las condiciones del contrato y certificó su firma. Se saludaban cuando se encontraban en el ascensor o por algún corredor. En alguna ocasión tuvieron alguna corta charla trivial sobre el tiempo. Nada más.
La interrupción del camarero para servirles su pedido fue como un bálsamo para ella. Dio las gracias rápidamente, bebió un largo trago del zumo y mordió el croissant como si fuera ambrosía. De repente, toda ella estaba absorta en la delicia de chocolate que estaba devorando como una niña. O así era hasta que escuchó una risa burlona a su lado. Volvió la mirada interrogante hacia él con el croissant aún en la boca, en mitad de un mordisco.
— ¡Debes de estar hambrienta! — se rio — Pareces una niña pequeña.
Automáticamente, soltó el croissant sobre el plato, se limpió las manos en una servilleta de papel y cogió el cuchillo y el tenedor que el camarero había colocado en el plato.
— Tienes una mancha de chocolate en la comisura del labio…
Sin soltar los cubiertos, sacó la lengua para limpiársela así.
— Al otro lado…
Llevó la lengua al otro lado y repitió el proceso. Entonces, le hizo un gesto a Inuyasha a modo de pregunta para saber si había desaparecido. Asintió con la cabeza en respuesta, algo turbado. ¿Qué le pasaba? Lo descubrió en seguida. ¿En qué estaba pensando? No debería haberse limpiado de esa forma; tendría que haber cogido una servilleta de papel y restregarse con ella la cara hasta que se le pusiera roja para ver si así le entraba algo de cordura. Si Inuyasha no era el acosador, aquello había sido una provocación que podría mal interpretar; si Inuyasha era el acosador, acababa de darle más incentivos de los que necesitaba.
Fijó la vista en el croissant que había dejado de saber a chocolate para empezar a saber a cemento en su boca, intentando evitar su atenta mirada. ¿Por qué la miraba tanto? Aquel no era el modo habitual de actuar entre ellos. Si bien no podía negar haber sentido un cierto interés por el hombre de cabello plateado con preciosos ojos dorados y porte escultural, nunca había dejado que ese interés fuera más allá de su imaginación. Si él había sentido interés por ella, tampoco lo demostró nunca. ¿Por qué ese día? ¿Por qué de repente parecían tan íntimos?
— ¿Por qué estamos hablando?
Lo dijo por impulso antes de poder controlarse. Inuyasha la miró perplejo durante unos instantes antes de sonreír de forma encantadora.
— Supongo que porque somos personas.
— Pero nunca antes habíamos hablado… — insistió en un murmullo apenas audible.
— Me he propuesto que eso cambie. — admitió — Hace mucho tiempo que me interesas, Kagome.
Le gustaría decir que le dio una respuesta atrevida y elocuente propia de una mujer experimentada, que desdeñó su confesión con la frialdad de una sílfide, que también confesó que esa atracción era mutua o que incluso se puso histérica y entró en pánico. La realidad fue muy diferente. En la realidad, ella dejó de comer, cogió el bolso, se levantó y se marchó sin decir una sola palabra, como si él no existiera. La llamó un par de veces antes de desistir; quizás no la siguió porque había más empleados en la cafetería. Se movió como una zombi, alejándose de él para regresar a su puesto de trabajo y continuar de forma mecánica con su labor.
Al sentarse en su silla y reactivar el ordenador, tenía una notificación en su correo. Era un link a una cuenta de Facebook que supuestamente había creado. Al abrirla, sin entender, se encontró con el Facebook de "Kagome Puta Higurashi". En él, estaban todos sus datos de contacto (dirección, teléfono fijo y móvil y su cuenta de correo laboral y personal), su empleo, su formación académica y fotografías de ella misma que previamente ya había recibido por correo. En el muro se podía leer un comentario obsceno tras otro contestado por personas anónimas que habían aceptado su amistad y que estaban comentando sobre ella cosas horribles.
Se desmayó. Para cuando recuperó la consciencia, estaba tumbada en el sofá de piel del despacho de Houjo, el director. Ayumi le estaba humedeciendo el rostro con una toallita húmeda mientras que Yuka y Eri no dejaban de despotricar sobre alguna cosa con Houjo. Al notar que se había despertado, se volvieron hacia ella con miradas compasivas. Odiaba que la miraran de esa forma, como si fuera un cachorrito indefenso.
— Tenemos que hablar, Kagome.
Habían visto la página de Facebook cuando se desmayó. Le ayudaron a sentarse, le dieron un vaso de agua y, con toda la delicadeza del mundo, le preguntaron si aquello era lo primero que recibía. En un hilo de voz, les explicó de forma sucinta y lo más impersonal posible desde cuándo estaba sucediendo y cómo. Al terminar el relato, Houjo levantó el auricular del teléfono y marcó un número. Habló con los agentes de seguridad del edificio para pedirles que subieran inmediatamente a su despacho. A continuación, hizo otra llamada.
— Inuyasha Taisho al despacho de dirección de Recursos Humanos, inmediatamente.
Se le hizo un nudo en la garganta. El trío inseparable debía de haber dado por hecho, al ver su Facebook, que él era el responsable. Seguro que estaban discutiendo sobre eso cuando recuperó la consciencia y que Houjo había atado cabos al relatarle ella los hechos. Tendría que haber dicho algo en ese momento para desmentirlo, para dejarle aunque fuera un margen de duda, pero, en lugar de eso, se quedó muda durante todo el proceso. Desde que lo llamaron hasta que se lo llevaron.
Inuyasha puso cara de sorpresa cuando lo recibieron los cinco en el despacho junto con los agentes de seguridad del edificio. Al notar su evidente mal estar, hizo amago de acercarse; este fue impedido por la seguridad. Entonces, leyó la sospecha en la mirada. ¿Por qué sospechaba? ¿Sabía que lo habían descubierto? ¿Estaba alerta porque ya había pasado por aquello antes? ¿Creía que aquello tenía algo que ver con lo sucedido en la cafetería ese mismo día? Fuera como fuese, su sorpresa inicial se convirtió en ofensa cuando Houjo le relató todo lo que le había estado sucediendo en los últimos dos meses (solo un mes menos desde que él entró en la empresa y suficiente para que estableciera su patrón de comportamiento). Para rematar, Yuka se refirió a sus antecedentes. En esa cuestión, Houjo fue más diplomático y le preguntó por la veracidad de esa acusación. Inuyasha verificó sus crímenes del pasado e intentó defenderse inútilmente.
— Estás despedido. — dictaminó Houjo sin miramientos — La empresa te llevará a los tribunales por acoso sexual en el entorno laboral y la señorita…
— ¡No! — exclamó — ¡Otra vez no! — aulló — ¡Yo no lo he hecho! ¡No he sido yo!
Ante la amenaza de que se pusiera agresivo, los agentes lo agarraron para empujarlo hacia la salida. Inuyasha clavó los pies en el suelo y la miró suplicante.
— ¡Sabes que no he sido yo, Kagome! — apeló a ella — ¡Yo no lo hice entonces y no lo he hecho ahora! — juró — ¡Kagome no permitas que me lleven! ¡Jamás te haría daño!
Algo en su interior se hizo añicos al escucharlo. Después, solo recordaba que todo se volvió oscuro.
Continuará…
